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El «Boom minero»

El «Boom minero»

Tranvia aéreoLa actividad que a lo largo de los siglos ha definido nuestro inmediato entorno ha sido la minerí­a. Desde Plinio en la Antigí¼edad o Humboldt en el siglo XIX, hasta casi nuestros dí­as los comentarios en torno a las riquezas de las minas han sido constantes.

En la historia de la explotación minera se pueden marcar dos etapas evolutivas: una, consiste en una «explotación tradicional» y llega hasta, aproximadamente, mediados de la pasada centuria y la otra, desde esas fechas ,y que consiste en un aprovechamiento intensivo, dará lugar al denominado «Boom Minero».

Este fenómeno, que sentará las bases del desarrollo industrial de toda la provincia de Bizkaia, es posible gracias a una serie de acontecimientos favorables. En primer lugar citaremos la invención de un procedimiento para la obtención del acero, el convertidor Bessener para el cual nuestro hierro era el más idóneo. Otra premisa será la abolición foral tras la última guerra carlista, que permite una posibilidad jurí­dica a la explotación y exportación del mineral en bruto, prohibido en el Fuero de Bizkaia hasta ese momento.

Los capitales fluyen rápidamente hacia la inversión en empresas mineras, pues los beneficios eran altos. Estos capitales procederán tanto de la burguesí­a vizcaí­na –Sota, Aznar, Chavarri, Martí­nez de la Riva, etc.- como de empresas extranjeras- Orconera, Iron Ore Company, Sociedad Francobelga de Minas de Somorrostro, Luchana Mining…-

En esta época cuando el centro administrativo pasa de San Pedro a Santa Juliana de Abanto, construyéndose en la plazas del barrio de Gallarta la Casa Ayuntamiento donde la primera sesión plenaria se celebró el 7 de julio de 1883.

Todo ello generará una amplia oferta de puestos de trabajo que serán cubiertos por los excedentes de población de la España rural. Es el comienzo de las inmigraciones masivas procedentes en estas primeras fechas, de áreas y provincias cercanas (íraba, Nafarroa, Logroño, Cantabria y Burgos).

Las condiciones en las cuales estas personas tení­an que vivir y trabajar pueden sin ningún temor, calificarse de infrahumanas, puesto que estaban obligados a habitar en barracones insalubres o a comprar en determinadas tiendas o cantinas obligatorias los productos de primera necesidad, no siempre en óptimas condiciones para el consumo.

Las tasas de mortalidad debida, por un lado, a enfermedades provocadas tanto por contagios como por falta de higiene (brotes de tifus, cólera o tuberculosos) y debida, por otro lado, a los accidentes laborales, eran altas y una constante preocupación entre ciertos sectores.

De este modo, desde 1881 existí­a la Sociedad de Hospitales de Triano formada por tres módulos: El principal en el cerro de Buenos Aires de Gallarta y los filiales de Matamoros y Galdames. La dirección de estos hospitales recayó durante muchos años en el Dr. Enrique de Areilza.

En el marco de estas condiciones de vida y trabajo surge la conciencia social de los mineros y, unida intrí­nsecamente a ella, las huelgas generales. La zona minera va a ser uno de los lugares del Estado español, donde la conflictividad social y laboral va a alcanzar mayor virulencia. Las reivindicaciones de los trabajadores van encaminadas a mejoras primarias del nivel de vida y en ningún momento, excepto en la Huelga de 1917, siguiendo el modelo de la Revolución Soviética, van a tener un carácter polí­tico de cambio del sistema.

Hay diversas huelgas con resultados dispares. La primera más importe por su alcance y logros de ella derivados es la que se desarrolla en 1890. Le seguirán, entre las más conocidas, la de 1903, 1906 y 1910. En todas ellas se exigí­a el mismo tipo de reivindicaciones: aumento de salario, abolición de barracones, cantinas obligatorias y trabajo a tareas. La mayorí­a de las veces se perseguí­a la provocación del estado de guerra, pues en diversas ocasiones la autoridad militar –Generales Loma y Zappino- habí­a sido proclive a las aspiraciones mineras.

La favorable resolución de muchas huelgas hizo ganar prestigio a los socialistas, puesto que habí­an canalizado los descontentos. Muchos de los cabecillas de las revueltas eran personajes de todos conocidos por su filiación polí­tica: Facundo Perezagua, «Seisdedos», etc.

En este ambiente de pobreza, duro trabajo y conflictividad social les tocó vivir a nuestros más cercanos antepasados. Y entre ellos destaca de forma clara la figura de Dolores Ibarruri «Pasionaria». Ella misma en los primeros capí­tulos de su autobiografí­a relata el entorno en el cual se desarrolló su infancia y juventud, hasta que la llamada de la polí­tica y las labores como diputada le alejaron de su querida tierra natal. Es el mismo ambiente que describe el novelista Vicente Zunzunegui en «El camino alegre».

Tomado de AbantoCiervana.org

 

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Actualizado el 13 de febrero de 2023

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