
«En Barakaldo había muy poco comercio, pero se vestía mejor»

Barakaldo – Gloria López mira Barakaldo con nostalgia, con el convencimiento de que cualquier tiempo pasado fue mejor. «Son cosas de la edad, hija», asegura, seducida por los grandes parques que luce hoy en día la localidad fabril. Ella y su hermana Guillermina han formado parte de la infancia de muchos barakaldarras a través de su tienda de chucherías -Frutos secos Guillermina- y su mercería -Mercería Glori-, que compartían lonja frente al céntrico Parque de los Hermanos. «Muchos se cruzan conmigo y me recuerdan de aquella época en la que trabajaba en la tienda», explica, orgullosa. Testigo del cambio que se ha producido en la ciudad en los últimos años, esta barakaldarra de toda la vida recuerda como si fuera ayer la sirena de fábricas como Altos Hornos o Sefanitro que anunciaba el regreso de los obreros a casa, el singular kiosco de la «acogedora» plaza de Los Fueros o los pocos comercios que llenaban de vida las calles. «Esos sí que eran bonitos y no los de ahora», apunta.
Habla de un Barakaldo con pocos comercios.
-Sí, sí. En Barakaldo había muy pocos comercios. Por eso mi hermana y yo apostamos por abrir uno. Era una época en la que, como ahora, había que ser muy valiente para abrir un local. Y encontramos una lonja grande que nos permitió poner tanto la tienda de Guillermina como la mercería.
Cuesta imaginárselo viendo cómo es hoy en día.
-Había pocas tienda, pero todas eran más bonitas que las que ponen ahora. Es verdad. Ahora vas por la calle y ves unos escaparates que ¡madre mía! Yo le suelo decir a mi hermana: nosotras sí que poníamos escaparates bonitos. (Se ríe). í‰ramos más exquisitos.
¿Y los vecinos respondían mejor que ahora?
-Yo recuerdo que tenía ropa de niño y vendía muchísimo. Los niños iban mucho mejor vestidos por aquel entonces. Pero también la gente mayor iba mejor vestida. De hecho, había mucha gente que venía a Barakaldo solo para comprar en sus comercios.
Siempre se habla de un Barakaldo gris, ¿lo recuerda así?
-Sí lo piensas ahora, sobre todo mirando la imagen actual de Barakaldo, sí que es verdad que era muy gris, pero nosotros no nos dábamos cuenta. Los parques eran más pequeños por lo que había menos verde que ahora. Pero el ambiente en general era mucho más familiar. Todos nos conocíamos, hablábamos en el parque, y eso que yo tampoco podía ir muchísimo a cuenta de la tienda. Pero era muy diferente todo, la verdad. Aún recuerdo el sonido de las sirenas de las fábricas cuando sonaban para anunciar el final de la jornada. Entonces, la calle Portu se llenaba de trabajadores. Era una imagen muy bonita (sonríe). Hay ciertas edades en las que ves las cosas con más añoranza, desde la nostalgia, y eso es lo que me pasa a mí ahora.
¿Cómo vivió el cierre de Altos Hornos?
-Fue una época triste. En la tienda acabas haciéndote psicóloga. Escuchas mucho a las clientas, que te cuentan sus problemas. Cuando cerraron las fábricas muchas clientas contaban que sus maridos se quedaban en el paro. Miraban ropa y no venían hasta el día que cobraban los maridos, porque no les quedaba dinero…
¿Notó el cambio paulatino de Barakaldo hacia lo que es hoy en día?
-He podido ver ese cambio a través de mis hijas, que han crecido según iba transformándose. Pero todo ha pasado muy poco a poco. Un día, de repente, lo miras y te das cuenta de que ha cambiado.
Hay quien dice que Barakaldo es feo…
-(Risas). Barakaldo tiene su pasado, un pasado industrial con muchos puestos de trabajo. Puede que no destaque mucho, pero Barakaldo está bonito, limpio y es muy alegre.
¿Cuál es el rincón al que llevaría a alguien que no conoce el municipio de nada?
-Hay un espacio especial, sobre todo porque a mi hermana Guillermina le encanta ir allí para respirar aire limpio: el Jardín Botánico. Después le llevaría a la ciudad deportiva y a la plaza de los Fueros, aunque era más bonita y familiar antes, con aquel kiosco central.
¿El cambio más significativo?
-Ahí no tengo ninguna duda. El metro ha sido toda una revolución en Barakaldo. Gracias a él puede venir mucha gente hasta aquí y puedes estar conectada con cualquier pueblo en poco tiempo.
El BEC hace que Barakaldo dé la vuelta al mundo.
-Sin duda. En BEC se realizan muchas iniciativas de las que me gustaría poder disfrutar más. Porque me he dado cuenta de que me pierdo muchas cositas.
Tamara de la Rosa. Tomado de DEIA.com
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