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Barakaldo: Historia del siglo XX (recensión)

Barakaldo: Historia del siglo XX (recensión)

asdAIZPURU, Mikel: «Auge, crisis y transformación de una ciudad industrial: Barakaldo en el siglo XX, 1900-1937 Ed.: Librerí­a San Antonio, Baracaldo, 2005.

El libro que vamos a comentar trata la historia de Barakaldo en el primer tercio del siglo XX. Está estructurado en 5  apartados. El primero analiza el desarrollo industrial y el crecimiento urbano, el 2º la sociabilidad baracaldesa y la cultura, el 3º las relaciones laborales y la conflictividad, el 4º la vida polí­tica y las elecciones y el quinto, la evolución del ayuntamiento de Barakaldo hasta la ocupación de la anteiglesia en junio de 1937.

Las tesis fundamentales del mismo son las siguientes: El desarrollo industrial de Barakaldo está marcado por la gran factorí­a Altos Hornos de Vizcaya (AHV). La primera fase de la industrialización provocó la llegada  de numerosos trabajadores inmigrantes que se unieron a los empleados locales. Las consecuencias fueron un espectacular incremento de la población, consecuencia tanto del crecimiento vegetativo como del saldo migratorio. Un aumento demográfico no previsto, por lo que una gran mayorí­a viví­a en viviendas de alquiler y en penosas condiciones.

La forma de vida impuesta por las fábricas implicaba nuevos modos de relación humana y social, con un nuevo modelo cultural. La clase obrera, que se convirtió en protagonista de la vida ciudadana, participó en la conformación de la sociedad urbana. La sociabilidad iba a jugar un papel fundamental para el desarrollo comunitario de cualquier colectivo. Una vinculación que se producí­a en el trabajo o en el ocio. De ahí­ la importancia de los diferentes festejos que se celebraban en la localidad. En el capí­tulo se hace especial ahí­nco sobre todos estos movimientos producidos por los propios ciudadanos. Todos ellos caracterizados por la pluralidad de sus miembros y objetivos. El asociacionismo que surgió en Barakaldo tras la Ley de Asociaciones de 1887 se originó, en buena medida, por la labor de todos aquellos que se situaron al margen del liberalismo respetable, es decir, aquellos que desde la izquierda o el nacionalismo planteaban una organización alternativa del Estado. Las numerosas actividades de tipo lúdico, aparentemente más despolitizadas, constituirí­an un buen modo de captar adherentes al ideario propio, algo permitido, pero también controlado por las autoridades.

La inmigración era parte esencial de la articulación sociopolí­tica. Las actividades de los centros regionales contribuyeron a articular socialmente una importante parte de la población. También fue trascendente el cooperativismo vasco, centrados en construir casas baratas o rebajar los precios. Los comerciantes optarí­an también por una ví­a asociativa, para protestar por la carestí­a de las subsistencias y de la competencia desleal. Formaban lo que se conocí­a como movimiento ciudadano, esto es, conflictos sociales urbanos con carácter autónomo, y no estrictamente de tipo polí­tico o laboral.

La educación tení­a su peso en el desarrollo de la sociedad, aunque hubo constantes problemas por el fuerte crecimiento demográfico. De hecho, no pudieron escolarizarse todos los niños hasta la II República. No obstante, los í­ndices de alfabetización mejoraron paulatinamente, algo que hizo aumentar la presencia de la prensa. Se crearon toda una serie de publicaciones vinculadas a diferentes fuerzas del abanico ideológico.

En lo que concierne a la religiosidad en Barakaldo, hay que destacar que el peso de la Iglesia Católica fue uno de los rasgos distintivos de la sociedad vasca. Un agente primario en la socialización que fue minusvalorado. La creciente irreligiosidad provocó el anticlericalismo, uno de los principales problemas sociopolí­ticos del momento. Para solucionarlo, entre otras medidas, la Iglesia Católica trató de recuperar el papel hegemónico que habí­a tenido en el pasado a través de la revitalización de las parroquias y la creación de diferentes  asociaciones vinculadas a las mismas.

El capí­tulo 3º analiza las relaciones laborales. La industrialización iba a traer consigo un aumento de la conflictividad sociolaboral, ya que el ritmo de trabajo que exigí­an las empresas provocaba un empeoramiento de las condiciones de vida y trabajo de los obreros. Por ello, se crearon numerosas asociaciones obreras, como organizaciones de resistencia, sindicatos, o las Sociedades de Socorro Mutuo. La pluralidad sindical serí­a otra de las caracterí­sticas de este modelo de relaciones laborales, con la presencia de sindicatos como la UGT, ELA-SOV o la CNT, aunque el sindicato socialista era la fuerza más importante. Los empresarios, por su parte, se integraron en el Centro Industrial de Vizcaya. Trabajadores y propietarios demandaron la intervención estatal para evitar las consecuencias más negativas de dicho proceso de industrialización..

Las manifestaciones públicas del descontento laboral más frecuente eran las huelgas, Se celebraron muchas huelgas cuyo objetivo era quejarse contra la carestí­a de los bienes de primera necesidad, la escasez de los salarios, las condiciones de trabajo o los accidentes. En algunos casos, las huelgas terminaron con fuertes choques con las fuerzas de orden público. La intensidad de los enfrentamientos condujo a que se produjeran algunas acciones violentas contra la patronal o algunos intentos revolucionarios, como en 1917 0 1934.  Los años republicanos vieron cómo la crisis económica que azotaba la industria siderúrgica vizcaí­na  redujo la conflictividad, aunque también conocieron la mayor huelga vivida en AHV en este periodo. La Guerra Civil paralizarí­a por completo la conflictividad laboral.

En lo que se refiere a la vida polí­tica de Barakaldo, capí­tulo 4º, habí­a un importante peso del caciquismo, sobre todo debido a la utilización de medios fraudulentos casi institucionalizados para ganar las elecciones. La situación empezó a cambiar cuando se instauró el sufragio universal, surgiendo una nueva clase polí­tica formada por representantes de las clases medias. La dinámica polí­tica vizcaí­na estaba controlada por La Piña, las familias más poderosas, que tuvieron que disputar el poder, unas veces negociando y otras a través de las elecciones, con republicanos, socialistas, comunistas, carlistas y nacionalistas vascos.

Las votaciones de esta época muestran que junto al importante apoyo que los socialistas tení­an en la localidad, los carlistas eran un sector importante, como también la derecha monárquica y los nacionalistas vascos. El control de la familia Ybarra, una de las propietarias de AHV, sobre el distrito estuvo en entredicho a partir de 1917. El progresivo crecimiento de las fuerzas antidinásticas permitió un mayor juego polí­tico en la anteiglesia. Eso sí­, la fraudulencia era la caracterí­stica principal de los comicios. La dura crisis que padecí­a España terminó con el golpe de Estado de Primo de Rivera. El régimen monárquico se encontraba en plena descomposición, por lo que la actuación del dictador condujo a un periodo de paz social. Se cerraron las sociedades polí­ticas incompatibles con el nuevo régimen, y los que continuaron, PSOE y republicanos, eran controladas por las autoridades.

1931 serí­a el año de instauración de la República, con un gran apoyo popular. Las siguientes elecciones arrojarí­an dos conclusiones importantes: reforzamiento del carácter izquierdista del censo e incapacidad del PNV de concentración del voto. Los meses siguientes fueron de reorganización para los grupos polí­ticos. Tras un periodo de pugnas partidistas, se produjeron dos citas electorales de importancia: referéndum sobre el nuevo proyecto del Estatuto vasco y a las Cortes republicanas.

Ya en 1934 se produjo el intento revolucionario, aunque no tuvo mucho éxito, y sólo se consideró, en algunos puntos de España, como una huelga general. Barakaldo estuvo en una posición intermedia, ya que la huelga fue total pero los huelguistas fueron incapaces de transformarlo en un movimiento insurreccional. Aun así­, el municipio sufrió el control gubernativo, por lo que el fracaso era evidente. Los intentos de reorganización de los diferentes partidos fueron duros. En el Paí­s Vasco se mantuvo el predominio de izquierdas, con pérdidas en el PNV. Hubo dos acontecimientos polí­ticos importantes: escisión y posterior formación de ANV y la unificación entre Juventudes Socialistas y comunistas. La sublevación militar del 36 llegó a Barakaldo en sus fiestas patronales,  sin producirse especiales problemas de orden público. Tras la pérdida de Bilbao, las tropas sublevadas llegaron a la anteiglesia el 22 de junio de 1937. Era la supremací­a del bando franquista, cayendo en sus manos AHV. Se produjo una gran represión y un gran control por parte de las autoridades.

Respecto al ayuntamiento de Barakaldo, se rigió durante la Restauración con la Ley Municipal de 1877 y en la dictadura de Primo de Rivera con el Estatuto Municipal de 1924. Habí­a un exhaustivo control sobre los ayuntamientos y los alcaldes, por lo que no se veí­a ningún proceso electoral en el que todos los candidatos gozaran de las mismas oportunidades. Los electos municipales estaban más relacionados con AHV que con partidos polí­ticos. A principios de siglo todos los elegidos apoyaban al gobierno español. La situación cambió, con la presencia nacionalista primero y socialista después. El primer alcalde nacionalista fue Juan Garay en 1918. Con Primo de Rivera se les sustituyó por Vocales Asociados. Las siguientes elecciones, las de 1931, tuvieron claro carácter de referéndum por la victoria de las fuerzas antimonárquicas, con claro triunfo republicano-socialista. Tras 1934, este grupo se dividió entre miembros del Partido Radical y del Frente Popular, cesando el alcalde radical Simón Beltran y siendo elegido Eustaquio Cañas, primer alcalde socialista de Barakaldo. Finalmente se formó en la anteiglesia una nueva corporación bajo los designios franquistas, con Llaneza como alcalde.

í“scar Garcí­a Manceras

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Actualizado el 3 de marzo de 2024

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