MUJERES y MEMORIA DE LA REPRESIÓN FRANQUISTA EN LA MARGEN IZQUIERDA (IV)
Rapar el pelo, obligar a tomar aceite de ricino para provocar la defecación espontánea, y hacer pasear por las calles de su pueblo o barrio es una forma de represión dirigida mayoritariamente hacia las mujeres que buscaba su destrucción psicológica. Iba acompañado a veces de palizas y en ocasiones las mujeres eran expuestas semidesnudas, lo cual agravaba el daño psicológico en las personas y familias hacia las que se dirigían.
Esto se realizó de forma sistemática por todas las localidades que el ejército franquista ocupó a lo largo de la guerra. Tanto en Barakaldo como en Sestao o Portugalete, donde la presencia socialista y comunista era muy importante, se reprimió a las mujeres de este modo durante los primeros meses de la ocupación franquista.
«Eso me lo contaba mi madre, en Barakaldo también. Que las rapaban el pelo, a unas las llevaban por ahí, a otras no las llevaban… Es que se ocultaba todo lo que se podía, pero lo de rapar el pelo… ¡Bueno!… A las mujeres, es que además obsesión con las mujeres.» Clara Zabalo (Sestao, 1940)
El rapado y la ingesta de purgante era sencillo de aplicar y se realizaba en público, como forma de castigo indirecto hacia los familiares, a la vez que ejemplo para la comunidad, al transmitir la idea de que si no se aceptaba la norma imperante les podía tocar. Las personas afectadas quedaron significadas en la memoria del pueblo como familiares de oponentes al régimen, marca impuesta a la familia que perduraría durante décadas.
Además, la purga representaba la purificación que necesitaba una sociedad contaminada por ideas erróneas, según el ejército golpista. También tenía un fuerte componente simbólico el rapado del pelo ya que, en el contexto de los valores de la época, se ponía en tela de juicio la condición femenina de las víctimas.
Estos castigos fueron llevados a cabo por personas civiles de los propios pueblos, normalmente presionadas por falangistas o carlistas, lo que fomentaba el enfrentamiento en el vecindario y aumentaba la brecha ideológica. En ocasiones fueron mujeres quienes los realizaron.
En Erandio y en Sestao se recuerda otra forma de represión ejemplarizante hacia las mujeres entre los vencidos:
«Cuando entraron los nacionales rompieron todo lo que había en la escuela. Quedó hecho un desastre. Y los derechistas del lado de Franco, les hicieron ir a unas cuantas mujeres que no eran del color de ellos… A limpiar las escuelas. Le llevaron a mi madre también. (…) Estaba de roña y de mierda…» Antoni Arrondo (Erandio, 1928)
Las mujeres fueron castigadas por una doble razón: por identificarse como izquierdistas o nacionalistas, y por haberse involucrado en política en mayor o menor medida, pues esto significaba desviarse del modelo de mujer que el régimen franquista venía a imponer, donde la actividad política estaba reservada a los hombres. Por eso es un castigo marcadamente sexuado, que les recordaba cuál era el lugar que les esperaba en la proclamada Nueva España.
- VIOLENCIA SEXUAL
La violación ha sido y sigue siendo una contundente arma de guerra, así como la violencia sexual, pues somete la dignidad de los vencidos y tiene un claro efecto en la psicología del oponente. Es una forma de represión muy específica hacia las mujeres, que incidía en su dignidad e integridad sexual.
En el contexto de la ocupación de pueblos y ciudades, acompañadas de saqueos y de la huida de parte de sus pobladores, se dieron abusos sexuales y violaciones por parte de las fuerzas ocupantes, permitidas o alentadas por los mandos superiores como parte de la estrategia de terror en la guerra.
«He oído contar a mi familia de Elgeta cómo los moros que venían con las tropas de Franco tenían carta blanca, y allí debieron de hacer atrocidades con las mujeres. Y a una, que desapareció del pueblo, la encontraron en el monte muerta, toda hinchada, toda reventada.» Miren Begoña Sánchez Aranzeta (Barakaldo, 1935)
También en los centros de detención y en las cárceles las mujeres sufrieron abusos sexuales como forma de presión. Existen testimonios sobre mujeres presas en Saturraran que se negaron a aceptar relaciones sexuales con miembros de fuerzas militares, aún bajo la amenaza de fusilamiento. Estos sucesos se transmitieron oralmente y se convirtieron en símbolo y ejemplo de resistencia a la represión.
Esta forma de violencia, ejercida de forma sistemática, fue más frecuente durante la guerra y en la primera etapa del franquismo. En los años 60-70 se visibilizó en espacios públicos como las manifestaciones, donde las mujeres eran insultadas por la policía y agredidas por grupos de extrema derecha.
«Las manifestaciones del uno de Mayo en Bilbao ¿sabes cómo eran? (…) durábamos en la manifestación medio minuto, era pasar de una acera a otra. (…) Nos ponían de pu[tas], de zo[rras], y de todo, sobre todo a las mujeres. Claro, cogías un portal, entrabas ¡hasta el piso de arriba!…» Clara Zabalo (Sestao, 1940)
La violencia sexual es un aspecto de nuestra Historia aún muy poco conocido y difícil de investigar, porque era y es practicada en un contexto social de permisividad o de impunidad, y esto es fundamental para permitir que las situaciones no afloren o que las denuncias no sean consideradas. La culpabilización y la falta de credibilidad que se imponía a las mujeres afectadas y sus familiares evitaba la denuncia y desembocaba en el silencio, que durante décadas ha permanecido:
«Eso quedaba en secreto. Eso nadie lo contaba. Sabíamos que las habían llevado pero no sabíamos lo que les habían hecho. Y ellas jamás lo han contado. Eso era como… Algo tremendo. » Palmira Merino (Sestao, 1944)
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