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Ferrerí­as de monte

Ferrerí­as de monte

INTRODUCCIí“N

Es ampliamente conocida la dificultad que entraña la prospección arqueológica en el ámbito cantábrico. De hecho, se podrí­a decir que existe aquí­ una tendencia natural a promover desde diversas instancias, numerosas investigaciones basadas en la excavación de yacimientos, en lugar de destinar al menos parte de estos recursos a posibles trabajos arqueológicos que prospecten sistemáticamente las mismas zonas. Evidentemente esto ha sido así­, dada la variedad de resultados obtenidos por las prospecciones arqueológicas en este entorno montañoso, donde es casi impensable la posibilidad de aplicar directamente aquellas técnicas ortodoxas o «de libro» profusamente experimentadas en otros lugares.

En este contexto, surge hace unos seis años la inquietud desde el Museo de la Minerí­a del Paí­s Vasco (Gallarta, Bizkaia) por el preocupante estado de conservación de los restos de las antiguas ferrerí­as prehidráulicas en los cercanos Montes de Triano. La propuesta es recogida en primera instancia por el servicio de arqueologí­a de la Diputación Foral de Bizkaia y posteriormente por el Centro de Patrimonio Cultural del Gobierno Vasco que propone además la creación de una carta arqueológica de las ferrerí­as de monte de todo el territorio vizcaí­no. Con anterioridad, ya habí­amos trabajado unos y colaborado otros en este tema de la arqueometalurgia del hierro de época romana y medieval, pero ciertamente nunca habrí­amos imaginado vernos abocados a realizar una prospección superficial de tales dimensiones (pensemos que Bizkaia cuenta con una extensión aproximada de 2.000 kilómetros cuadrados) ni a afrontar un análisis espacial a nivel «macro» del trabajo del hierro. Era necesario valorar las grandes posibilidades que proporciona la prospección arqueológica y desarrollar un planteamiento audaz y especí­fico para un territorio concreto, Bizkaia, y un tipo de yacimiento concreto, las ferrerí­as de monte, conocidas en euskera como haizeolas (ferrerí­as de aire).

En la actualidad, tras cinco años de investigación y gracias a la consolidación de un equipo de trabajo en torno a nuestro museo, los buenos resultados cosechados hasta el momento, nos han impuesto la necesidad de plasmar los avances logrados en cuanto a metodologí­a de prospección superficial se refiere.

El objetivo inicial de este trabajo de carta arqueológica es la localización de los restos de antiguos sitios de producción del hierro en el paisaje actual. Este tipo de yacimiento conlleva aún hoy en dí­a multitud de incógnitas y mitologí­as asociadas que son necesarias despejar. Como bien es conocido, apenas existen testimonios documentales para la época de Romanización y Edad Media en Bizkaia (cronologí­a en la cual se suponen abundantes estos antiguos talleres de producción siderúrgica pero cuyos lí­mites temporales aún investigamos) y, menos aún, que hagan referencia concreta a dichas actividades metalúrgicas. El único modo de proteger estos vestigios del pasado es conociéndolos, determinando su ubicación, caracterí­sticas, estado de conservación, relaciones con el mundo circundante, etc. Hemos de convenir en que la escasez de información actual, no permite establecer con certeza los ví­nculos necesarios entre estas ferrerí­as y la sociedad que las produjo. Es necesario por lo tanto, incidir en las posibilidades de conocimiento directo que una prospección sistemática (usada no como sinónimo de prospección intensiva, sino como un método global que se ajusta a un sistema determinado de trabajo) del territorio puede generar, aportando la adecuada dimensión no sólo cuantitativa, sino también cualitativa de este fenómeno paleosiderúrgico.

Lógicamente, la elaboración de la Carta Arqueológica de las ferrerí­as de monte de Bizkaia, nos ha abocado desde un principio a una profunda reflexión metodológica en la que vamos indagando campaña a campaña y que al final se ha convertido en la base de nuestro trabajo. Creo que la dificultad del punto de partida es evidente. Tras la experiencia de las dos primeras campañas, realizadas en zonas de menor extensión, logramos proponer un marco teórico que abordara el concepto espacial inicial, que era el territorio vizcaí­no, en un tiempo determinado, y con los recursos estables con los que contábamos a partir de entonces. La metodologí­a a seguir se traduce a la hora del trabajo de campo, en una combinación de una serie de técnicas y estrategias de prospección conocidas, que no por su sencillez son menos efectivas. Somos conscientes de que con frecuencia lo más sencillo es lo que mejores resultados proporciona.

Dicha metodologí­a posiblemente se podrí­a aplicar dentro de la región cantábrica a la hora de planificar casi cualquier otro tipo de prospección arqueológica de superficie a escala macro, es decir aquella que tiene como objetivo la identificación de yacimientos arqueológicos nuevos (Garcí­a Sanjuán, 2005: 64). El motivo para esta afirmación se debe a que compartimos un paisaje con muchos elementos comunes y además porque se ha puesto en práctica con un tipo de yacimiento de escasa entidad que aparece siempre enterrado y que es muy difí­cil por tanto de percibir a simple vista. Aunque por supuesto, no pretendemos insinuar, ni de lejos, que nuestro sistema tenga validez absoluta fuera de nuestro ámbito, ni que no cuente con limitaciones y condicionantes incluso dentro del mismo.

El colectivo humano que se encuentra detrás de este trabajo es el denominado Equipo de Arqueologí­a del Museo de la Minerí­a del Paí­s Vasco. Es un pequeño equipo de investigación interdisciplinar compuesto por un arqueólogo, un técnico medioambiental, una geóloga y dos ayudantes de campo, que se adecua a los diferentes enfoques útiles a nuestros intereses de conocimiento. La dirección arqueológica del proyecto, aporta el hilo conductor y la proyección necesaria a la investigación. La dimensión geológica aporta datos especí­ficos sobre materias primas, edafologí­a y geoarqueologí­a. La parte medioambiental trabaja la evolución del paisaje hasta nuestros tiempos, y todo el equipo cuenta con un conocimiento directo tanto de las ferrerí­as primitivas, como del medio montañoso en el que nos movemos. En la actualidad nos hayamos tras cinco años de trabajo, en el punto medio de nuestra investigación que concluirá tras otro largo lustro. Quizás sea este un buen momento para hacer un alto en el camino y echar la vista atrás analizando los resultados obtenidos.

ANTECEDENTES: UN DEBATE NECESARIO

Desde los años 80 del siglo pasado, la prospección de superficie se ha convertido en una tarea común en nuestro paí­s, apoyada por una reflexión importante en cuanto a metodologí­a de trabajo se refiere. Sin extendernos en este punto, hemos de citar los trabajos que se comenzaron publicando en torno a la revista de «Arqueologí­a Espacial» perteneciente al Seminario de Arqueologí­a y Etnologí­a Turolense por autores como Fernández y Ruiz Zapatero (1984), Burillo (1996: 67-81), y Almudena Orejas (1998: 9-19) con sus estudios referidos a la arqueologí­a del paisaje. Revista que continúa publicándose hoy dí­a y buena muestra de su calidad son las últimas reflexiones sobre prospección recogidas en el número del 2004. Aparecieron hace tiempo los primeros intentos de sí­ntesis metodológicas como la publicada por Ruiz Zapatero y Burillo (1988: 45-64), que quizás se ven reflejados, al menos en los aspectos básicos, en el primer manual universitario de prospección arqueológica, obra de Garcí­a Sanjuán (2005). Todos estos indicadores nos hablan de la madurez de estos estudios de exploración del territorio en España impulsados bien por las necesidades de protección patrimonial o bien como instrumentos fundamentales para el análisis de las sociedades pasadas en su propio territorio.

En el caso de la región cantábrica, se ha de mencionar sin duda el notable caso del Laboratorio de Arqueoloxí­a del Instituto de Estudios Galegos «Padre Sarmiento», vinculado al CSIC, que trabajan desde sus inicios con el telón de fondo de la arqueologí­a del paisaje (Criado, 1991) y que colaboran en el debate de las estrategias de prospección superficial con experiencias vinculadas generalmente a la gestión del impacto arqueológico, como es el caso de Amado y Barreiro (2004: 231-249).

Concretamente en Bizkaia, no ha existido una reflexión teórica propiamente dicha sobre la moderna prospección, aunque las prospecciones realizadas hasta el momento han obtenido abundantes frutos. En la actualidad contamos con una carta arqueológica de materiales prehistóricos bastante completa, pero pensamos que el estudio de épocas romana y medieval no está tan desarrollado desde el punto de vista de la arqueologí­a espacial en lo que a la búsqueda de nuevos yacimientos se refiere. Es precisamente en la etapa de la Romanización y Edad Media donde se insertan los talleres de producción metalúrgica que estudiamos en Bizkaia. Por desgracia no podemos individualizar cada uno de estos periodos desde el punto de vista de tecnologí­a paleosiderúrgica porque no contamos en la actualidad con datos suficientes de excavaciones que avalen diferencia alguna entre ambos. (Las excavaciones de ferrerí­as de montaña en Bizkaia se circunscriben a un sondeo en el yacimiento de Oiola II perteneciente al SIII d C. (Aldama y Lorenzo: 1990, 209-211), a la excavación de Ilso Betaio del S X d C. (Gorrotxategi: 1995, 229-247) y a la de Oiola IV del SXIII d C.(Pereda:1997, 69-93) y a pesar de los avances en el conocimiento de aquellas técnicas de trabajo, no han podido ofrecer un paradigma interpretativo del funcionamiento de estas haizeolas). En cuanto a prospecciones en nuestro territorio para este tipo de yacimiento, contamos con el antecedente de la prospección de Gorrotxategui y Yarritu (1984) que nos ha servido de punto de partida para los dos primeros años de trabajo de campo.

El análisis de todos estos precedentes en conjunto, nos induce a constatar que no existe, como es lógico, un único método de prospección arqueológica superficial homogéneo y válido para los diferentes paisajes de nuestro paí­s, se podrí­a decir incluso que existen tantos sistemas como variedad de paisajes y registros arqueológicos tenemos. Aunque sí­ es cierto, que de las diferentes aproximaciones al análisis espacial mediante prospección, gracias al debate mantenido en los últimos treinta años, queda cierto poso común reconocible en las diferentes estrategias de trabajo de campo que existen.

En este artí­culo pretendemos esbozar cómo hemos utilizado estas nociones comunes de arqueologí­a espacial de un modo sencillo e imaginativo y en un entorno, el ámbito cantábrico del territorio vizcaí­no, francamente hostil a lo que entendemos por prospección académica. Ha sido necesario adecuar el sistema propuesto a las diversas circunstancias que condicionan los trabajos de prospección en este entorno, comprendiendo de antemano los lí­mites y defectos de los que adolece. Por último hemos de recordar, en defensa de nuestros posibles errores, que no conocemos en nuestro entorno más cercano ningún precedente que haya intentado sistematizar la prospección de superficie en un territorio tan amplio como el que proponemos a continuación.

EL ORDEN DEL DISCURSO METODOLí“GICO

Antes de comenzar con el discurso relativo al análisis espacial que se propone, vamos a definir brevemente cuál es el tipo de registro arqueológico que trabajamos en la Carta Arqueológica de las ferrerí­as de monte de Bizkaia: una ferrerí­a de monte o haizeola es una instalación preindustrial capaz de transformar el mineral de hierro extraí­do de la naturaleza en metal apto para la forja de aperos, armas y otros objetos. Consiste en un taller al aire libre con uno o más hornos de reducción en cuyos diversos procesos productivos interviene directamente la fuerza humana. El apelativo «de monte» se refiere al entorno montañoso y generalmente aislado en el que se ubican, bien sean laderas, collados o valles.

Por desgracia, en la investigación sobre la paleosiderurgia de estos yacimientos aislados en Bizkaia, se ha trabajado en base a muchas mitologí­as y «apriorismos» que vení­an reflejados en la historiografí­a y arqueologí­a clásica. Lo verdaderamente cierto, es que aún se desconocen demasiados aspectos del trabajo y de la organización social de estos ferrones que operaban fuera de su lugar de asentamiento habitual, y que difí­cilmente podremos insertar aquella actividad de época romana y medieval en nuestro proceso histórico con el grado de conocimiento actual de que disponemos.

El proyecto de investigación cuenta con una programación entregada en el Departamento de Cultura del Gobierno Vasco que llega hasta el 2011, para poder completar la prospección sistemática y estudio de estas instalaciones mediante trabajos arqueológicos a lo largo de los 2.000 Km2 del Territorio Histórico de Bizkaia. La investigación en curso, que en la actualidad ya posee más de un centenar de yacimientos catalogados, es la base de lo que se va a relatar a continuación sobre las antiguas ferrerí­as prehidráulicas en Bizkaia.

 

PRIMEROS PASOS Y OBJETIVOS

La prospección presenta en general en nuestra zona importantes y conocidos problemas, de los cuales los más importantes los enumeramos a continuación: su relieve montañoso, un paisaje cada vez más humanizado y la abundante vegetación tanto arbustiva como arbórea que dificulta notablemente la percepción visual del patrimonio arqueológico enterrado.

Ante tal panorama adverso, se hace imprescindible afinar al máximo la concepción inicial y la técnica a desarrollar. Este planteamiento requiere compartimentar en unidades menores el paisaje de una misma región y a las cuales se les aplicará una metodologí­a de prospección diferenciada. Por lo tanto, uno de los primeros retos que hubo que analizar al comenzar la primera campaña del 2002, era cómo abordar el estudio de la totalidad del territorio vizcaí­no. Para ello programamos las sucesivas prospecciones eligiendo unos lí­mites naturales: los macizos de montaña de Bizkaia que recientemente habí­a catalogado para la Diputación Patxi Galé (2000) y cuyo mapa base exponemos a continuación. Estos macizos de montaña son las unidades más adecuadas a nuestro paisaje actual y sus lí­mites perimetrales fáciles de identificar en los fondos de valle.

Como es razonable, las primeras campañas del 2002 y 2003, se realizaron en torno a un solo macizo de montaña por año y además en un área de las Encartaciones vizcaí­nas que ya contaba con una prospección superficial de esta ferrerí­as de monte realizada a inicios de los 80 del pasado siglo por Gorrochategi y Yarritu (1984), de la cual conocí­amos los resultados obtenidos. De este modo la intensidad de trabajo inicial podí­a ser mayor, al tiempo que nos í­bamos familiarizando con el tipo de labor de campo a realizar. La programación de cada campaña de prospección fue distribuida desde el principio a lo largo de todo el año, aprovechando la variabilidad estacional para trabajar diferentes zonas, este punto, quizás sea uno de los factores clave que diferencia nuestra prospección de las que nos precedieron en el mismo territorio (Franco Pérez 2004: 95-99). El resultado cosechado por la adecuada combinación de una estrategia intensiva y extensiva de prospección, fue satisfactorio y así­ por ejemplo en la primera campaña, en un territorio donde se habí­an inventariado 20 yacimientos de este tipo, revisamos aquellos conocidos y se incluyeron en la carta arqueológica 17 nuevas localizaciones..

Tras los primeros pasos andados durante esos dos años, nuestro proyecto de investigación arqueometalúrgica en Bizkaia ya se planteaba tres objetivos:

A corto plazo, se habí­a de llegar a la formalización de un sistema de prospección estable a la vez que abierto para utilizarlo en las distintas áreas de Bizkaia.

A medio plazo, se ha crear la Carta Arqueológica de las ferrerí­as de monte de Bizkaia como herramienta de gestión patrimonial para la Administración y como ví­a de análisis arqueológico del territorio y de análisis comparativo de este modo de producción. Al tiempo que se le otorga la proyección y difusión necesaria a un tema escasamente trabajado.
A largo plazo, se pretende profundizar en el estudio de la paleosiderurgia en lugares seleccionados como idóneos para completar el estudio del «ciclo del hierro antiguo«, es decir desde la extracción de mineral, hasta su transformación in situ y ví­as de distribución. Lo que supondrí­a un análisis más completo de alguno de estos talleres de producción de cara a obtener un modelo interpretativo. En la actualidad, podemos avanzar que en el presente 2007 se está perfilando la primera actuación coordinada con otro equipo de excavación para obtener más datos en la dirección apuntada sobre uno de los yacimientos «tipo» previamente elegidos.

 

UN CASO PRíCTICO: LA CAMPAÑA 2005.

Para apreciar con más claridad la metodologí­a desarrollada, observaremos a continuación mediante un ejemplo práctico, los pasos habituales desarrollados en la campaña 2005 hasta llegar a la redacción del informe técnico correspondiente (Franco Pérez. 2006:106-109)

El trabajo se inicia con la elección de dos áreas diferenciadas de prospección: una mayor y otra de menor extensión. Cada superficie inicialmente propuesta es cubierta con un grado de intensidad distinta y estrategias distintas, y al final de la campaña se realiza una evaluación en cuanto a objetivos-logros realizados. El planteamiento teórico permite optimizar recursos y se basa en definitiva en los conocimientos adquiridos aunque ha de permanecer suficiente abierto a posibles modificaciones.
En concreto la campaña 2005 se habí­a optado por dos sectores claramente diferenciados: el Sector SE del Macizo de Galdames, donde se ha trabajado con mayor intensidad; y el Sector Occidental de la Comarca de Uribe más sector de la Comarca de Bilbao lo que supone la totalidad de los siguientes macizos montañosos: Jata, Urizar-Mendi, Ermua, Unbe y Ganguren, donde se ha utilizado la combinación entre prospección extensiva y selectiva. Los lí­mites, como mencionamos más arriba, no son comarcales ni administrativos, sino que se ha optado por unos términos naturales: los macizos de montaña. La elección y agrupación de macizos a prospectar se establece según las dificultades del terreno, los recursos disponibles y los factores que se enumeran a continuación:

-. La facilidad de acceso a las zonas de trabajo. En general ambas zonas cuentan con facilidad de acceso hasta los caserí­os habitados y refugios de montaña ubicados a 500m de altitud como máximo. Las zonas más altas y los despoblados montañosos inferiores ven reducida su accesibilidad a pistas forestales y caminos.
.- La visibilidad. Este factor es sin duda uno de los condicionantes de la prospección.
El sector SE del macizo de Galdames se encuentra dentro de la Zona Minera vizcaí­na. Es necesario efectuar previamente, un «levantamiento arqueológico» del paisaje actual para desestimar los restos de las antiguas explotaciones mineras que solapan y ocultan el terreno original.

Prácticamente en la totalidad del macizo de Galdames y a partir de media altura en Uribe y Bilbao, la prospección de superficie de las ferrerí­as de monte se ha visto limitada por un entorno de bosque denso, donde prima la explotación forestal de pinos y eucaliptos. Obviamente aquí­ es difí­cil que se produzcan hallazgos casuales o que se utilice una buena sistemática de prospección. La arqueologí­a clásica, propone la posibilidad de inspeccionar en estos entornos tan sólo los claros que ofrecen los desmontes forestales al crear pistas, ví­as de saca y aquellas áreas que no tengan vegetación abundante. En estos casos, la experiencia adquirida por nuestro equipo, nos induce a aprovechar la variabilidad estacional para poder prospectar zonas forestales en pleno invierno en ausencia de helechos y con un menor volumen de argomas (tojo) y zarzas. Los buenos resultados de la prospección realizada en jornadas invernales y primaverales, con un buen número de hallazgos en zonas a priori «oscuras», ponen de manifiesto la necesidad de prospectar a lo largo del año en función de la visibilidad de cada estación (así­ durante el verano y otoño se revisarán los pastos libres en cotas altas y otros lugares de fácil acceso). El esfuerzo realizado favorece la mayor cobertura posible del territorio estudiado.

-. La perceptibilidad. En este tipo de yacimientos arqueometalúrgicos no es excesivamente buena en general. Son materiales (básicamente piedras de horno, escorias, arcillas y fragmentos de cerámica) que aparecen enterrados donde por lo general sólo afloran en superficie las escorias resultantes del proceso de reducción del hierro en los hornos. La inspección visual confirma que la forma ideal que identifica estas ferrerí­as prehidráulicas en el paisaje actual es la de un túmulo ubicado en un rellano de pendiente y con una extensión variable entre 6 y 40 metros de longitud.

.- La labor de documentación previa. Los indicadores que manejamos hacen que se trabaje a priori una zona de menor extensión y proclive a contener restos de la antigua industria de transformación del hierro con más intensidad; mientras que otra zona mucho más amplia y sin datos aparentes de la industria paleosiderúrgica se prospecta con una estrategia de menor intensidad. Aunque en varias ocasiones, los nuevos indicios que aporta la exploración sobre el terreno, nos ha hecho replantear la estrategia inicialmente propuesta.
Las diversas fuentes documentales consultadas son:
La información arqueológica e historiográfica existente en la zona, con especial atención a los restos arqueometalúrgicos y sitios de producción de hierro.

Se examina la cartografí­a a diferentes escalas y de diferentes épocas y la toponimia.

Se estudia la geologí­a y edafologí­a de los lugares elegidos y sus condiciones geográficas.

Por último se aprovecha la documentación obtenida de otras instancias cientí­ficas, académicas, administrativas o empresariales con las que se mantiene contacto habitual.

EL TRABAJO DE CAMPO EN EL 2005

Una vez analizados los factores anteriores, se ha de decidir que tipo de prospección se va a realizar, eligiendo la metodologí­a e intensidad adecuadas a las caracterí­sticas especiales de cada paisaje actual. Con posterioridad se prosigue con los trabajos de campo destinados a la recogida de documentación oral y prospección de superficie.

a) Sector SE de los montes de Galdames

Estos 40 km2 aproximados de extensión se han dividido sistematizando el espacio en tres grandes zonas o sectores que incluyen los principales cordales y sus ramificaciones: El sector SO (referencia: cima del Lujar, sector Central (referencia: cumbre del Eretza) y sector NE (referencia: cima del Sasiburu).

La prospección de superficie se realiza desde los puntos centrales de referencia hacia la periferia y girando sobre ese eje imaginario en el sentido de las agujas del reloj. Dentro de cada uno de estos cordales se toma lo que denominamos como unidades simples de prospección las referencias del paisaje circundante que podemos observar en nuestra cuenca visual, como pueden ser: un collado, la ladera sur de un pequeño valle, una cumbre, etc. Es en torno a cada una de estas «unidades» donde se aplica el tiempo necesario para completar la inspección visual, pasando ordenadamente a la unidad adyacente. La cartografí­a básica del trabajo son los mapas topográficos de la Diputación Foral de Bizkaia, escala 1: 5.000.

Como ya hemos comentado en anteriores ocasiones, esta sistematización no es en absoluto ortodoxa con las reglas establecidas para prospectar. Pero nos parece justo clarificar cuál es la técnica que ha sido empleada. Hasta el momento, se habí­an dado escasos avances a la hora de planificar una prospección arqueológica que se adaptase a la realidad común del área cantábrica, pero lo que proponemos tiene desde luego más sentido práctico que por ejemplo cuadricular la zona según el mapa topográfico.

En este lugar, se ha optado por un sistema que combina dos estrategias de prospección de cara a obtener la cobertura máxima posible de este sector:

La primera estrategia utilizada ha sido la prospección extensiva. La campaña comienza con la ascensión a las tres cotas de mayor altitud del macizo de todo el equipo de cara a orientarse sobre el plano real de las dimensiones del área elegida; esto favorece la ubicación constante al margen de los mapas a la hora de recorrer el terreno. El trabajo extensivo nos otorga además de esta ubicación espacial inicial, la posibilidad de utilizarlo en zonas de escasas posibilidades de éxito, como por ejemplo en áreas adulteradas por la actividad minera industrial, entornos de áreas urbanizadas, lugares donde el monte bajo hace imposible el acceso a su interior. Este sistema ha ocupado un 25% aproximado de las jornadas de trabajo de campo en este sector.

La segunda estrategia usada ha sido la prospección intensiva. Esta se ha realizado básicamente a pie y en zonas favorables a la instalación de las ferrerí­as de monte, es decir, en zonas que cuentan bien con presencia actual de mineral de hierro en la superficie, bien con presencia actual o pasada de madera como combustible, o bien de agua para ciertas partes del proceso de transformación. Dicho sistema ha concentrado los mayores esfuerzos de los trabajos de campo, ocupando el 75% de las jornadas laborales.

Los resultados obtenidos con esta programación son de 16 nuevos restos de ferrerí­as de monte a sumar a los 3 que ya se conocí­an en la zona. Lo cual confirma el acierto del planteamiento y la adecuación de una tarea sistemáticamente realizada en el área elegida del macizo de Galdames.

 

b) Comarca de Uribe más sector N de la de Bilbao

Esta área presentaba dos novedades importantes respecto a campañas pasadas: en primer lugar, era la zona más amplia hasta ahora prospectada que cuenta con una extensión aproximada de 220 km2, y en segundo lugar, era la primera vez que prospectamos un territorio que carece de noticias anteriores sobre los yacimientos arqueológicos que nos ocupan.

Siguiendo en criterio geográfico inicial, la zona occidental de la Comarca de Uribe y la zona anexa de Bilbao se reparten en cinco macizos de montaña: Jata, Urizar-mendi, Ermua, Unbe (dividido en dos sectores) y Ganguren. La sistematización inicial del vasto terreno es la división en las cinco unidades mencionadas. La prospección la hemos realizado partiendo de puntos centrales de referencia que al igual que mencionamos más arriba, sirven para mantener la ubicación espacial y poder llevar un orden de cobertura al ir girando sobre su eje. Y en cada uno de estos cinco macizos de montaña se han elegido uno o dos puntos de referencia según la extensión de los mismos.

Si bien se ha realizado una cobertura muy amplia del territorio, se ha hecho a través de un sistema que combina las estrategias de prospección extensiva que se ha completado con la prospección selectiva de pequeñas áreas. Ahora bien, hemos de tener en cuenta que prospección extensiva no es sinónimo de un trabajo poco sistemático, de hecho, es una técnica muy aconsejable en una primera fase del trabajo: realizar un estado de la cuestión a partir del cual se planificara la prospección selectiva. Además, nos es útil para dar la cobertura adecuada a un área tan vasta como la que se propone.

Pivotando desde cada uno de estos puntos referentes, se cubre en redondo los diferentes cordales y valles que de ellos parten como método para sistematizar el terreno. Es evidente que en este caso, tras el análisis de los diferentes factores que habitualmente condicionan la prospección (accesibilidad, visibilidad y perceptibilidad), la amplitud del territorio elegido impone una prospección extensiva realizada con ayuda de un todo terreno. Sin embargo, si durante el curso de la prospección extensiva se encuentran elementos significativos sobre el terreno o bienuna labor de documentación previa nos hace sospechar que hubiera alguna zona favorable, se procede a acotar diversas zonas sobre las que trabajar con mayor detalle. En torno a estas zonas de propensión, se ha realizado prospección a pie y de carácter selectivo, siendo fructí­fero el resultado en una de ellas.

En este caso, la temporización del trabajo ha supuesto aproximadamente un 65% del tiempo total invertido en prospección extensiva con todoterreno y el 35% restante a la prospección selectiva de zonas concretas realizada a pie.

Los resultados fruto de esta programación depararon el hallazgo de una ferrerí­a de monte en una zona «virgen» para este tipo de antiguos lugares de producción (además de otra localización próxima que no se pudo incluir en nuestro catálogo porque la explotación forestal habí­a descontextualizado sus restos).

Como se puede comprobar, los parámetros que se manejan en un principio sobre el papel no siempre tienen su reflejo sobre el terreno. De aquí­ la importancia de utilizar una metodologí­a flexible para poder mejorar los resultados finales.

Por último el trabajo de campo se completa en ambas zonas seleccionadas para cada campaña, recabando la información detallada en los yacimientos localizados: toma de coordenadas UTM mediante GPS , fotografí­a digital y demás datos necesarios para completar cada una de las fichas uniformizadas del «Catálogo Haizeola», que se ha obtenido del Centro de Patrimonio Cultural del Gobierno Vasco, donde se vuelcan los datos directamente sobre un SIG que administra el patrimonio arqueológico del Paí­s Vasco (ver ejemplo en la ficha normalizada que se anexa al final del presente artí­culo).

Los trabajos arqueológicos se han completado realizando las catas pertinentes en aquellos lugares donde existí­an dudas acerca de la existencia o no del yacimiento.

RESULTADOS
En la actualidad, tras cinco años de investigación arqueometalúrgica, contamos con una metodologí­a de prospección sencilla en sus planteamientos, abierta a la vez que coherente y de eficacia contrastada en el trabajo de campo. Los resultados que tal sistema ha deparado, según se aprecia en el siguiente cuadro, animan a continuar en el proyecto de Carta Arqueológica de las ferrerí­as de monte de Bizkaia.

Estos resultados muestran como cada vez nos adentramos más en zonas donde bien apenas existen indicios de este tipo de industrias, o bien no se conoce antecedente alguno. Por lo cual toma más valor si cabe la labor de inventario y análisis territorial de esta tecnologí­a.

De la exploración y documentación de estos yacimientos sobre el terreno, se pueden inferir ciertos detalles que determinen por qué los antiguos ferrones eligieron estos lugares para asentar su actividad productiva. Se observa que el catálogo de hallazgos de ferrerí­as de monte revela, a pesar de las diferencias entre unas zonas y otras, la existencia de patrones comunes para el asentamiento de las ferrerí­as de monte.

La arqueologí­a y la historiografí­a tradicional han aceptado como hipótesis imprescindibles para estos antiguos talleres: la presencia cercana de un lugar de extracción del mineral y la necesidad de cantidades ingentes de madera para crear el carbón necesario. En un lugar más secundario mencionan por este orden: la orientación hacia los vientos dominantes, la proximidad a ví­as pecuarias o ví­as antiguas de comunicación y, por último, la existencia en las inmediaciones de la ferrerí­a de algún curso fluvial. Ciertamente la investigación arqueológica que sobre estos yacimientos se ha dado en nuestro entorno, no permite verificar al 100% ninguna de estas hipótesis, aunque bien es cierto que unas están plenamente asumidas mientras que otras presentan dudas. Veamos a continuación lo que la observación sobre el terreno del entorno vizcaí­no puede aportar:

El primer elemento que analizaremos es el coto minero de hierro. Se ha identificado próximo a alguno de los yacimientos localizados algún lugar de extracción a cielo abierto. De todas formas la arqueologí­a apenas ha podido recuperar datos sobre los modos antiguos de extracción dado que en la antigí¼edad, mientras las explotaciones fueron manuales y apenas provocaban gastos, casi cualquier pequeño afloramiento de hierro podrí­a ser aprovechado. Por ejemplo para Manonni (2004: 87) en las canteras, la erosión atmosférica elimina las trazas de elaboración, si no se ha ocupado antes el propio avance de la explotación

La madera es el segundo elemento que condiciona el asentamiento paleosiderúrgico. Es evidente que hoy dí­a es prácticamente imposible imaginar mediante observación directa las condiciones reales de vegetación en las que trabajaron nuestros ferrones, aunque queden algunos reductos de vegetación autóctona que han evolucionado desde aquella primigenia. De todos modos, el combustible y su aprovisionamiento para las ferrerí­as de monte o haizeolas no debieron de condicionar sobremanera la labor de los antiguos ferrones, dado el carácter boscoso en general del territorio vizcaí­no en épocas antigua y medieval.

El tercer elemento de estudio es la orientación de los hornos hacia los vientos dominantes. Contrastando las ubicaciones de yacimientos arqueológicos con los datos que arrojan las estaciones meteorológicas más próximas, hemos de desestimar esta hipótesis en Bizkaia, que sin embargo sí­ se habí­a logrado demostrar por Arbide y Urcelay (1995: 289-303) en una zona estudiada del Goierri guipuzcoano (de dicha área proviene el nombre en euskera de haizeola o ferrerí­a de aire para estos yacimientos). Los datos que manejamos muestran indicios de la actividad ferrona casi en cualquier dirección de la rosa de los vientos y algunas situadas incluso al abrigo de los mismos. Hemos de coincidir en que si bien algunas haizeolas se encuentran en lugares de altura claramente venteados, lo propio serí­a desestimar la ventilación natural como práctica generalizada a la hora de avivar los hornos y pensar más en la hipótesis de que su atmósfera reductora se lograse con la ayuda de instrumentos artificiales como fuelles.

Un nuevo factor de localización que analizamos desde la última campaña de prospección, es la proximidad a las ví­as pecuarias o antiguas ví­as de comunicación. Lo difí­cil en este caso es lograr, una regresión que nos aproxime de modo fiable al paisaje primitivo y a su red viaria tradicional. Existen en las dos últimas campañas, una cuarta parte de ferrerí­as de monte muy cercanas a ví­as pecuarias o tradicionales de comunicación, lo cual demuestra que no es determinante como factor de ubicación, pero que habrá que continuar su estudio.

El último factor de localización, aunque no por ello el menos importante es el agua. De nuevo el trabajo de campo nos muestra una realidad bien distinta a su clásica consideración como algo secundario y su presencia en el entorno de los escoriales no deja de ser notable. La prospección de superficie arroja el dato de que todos los yacimientos incluidos en nuestra carta están próximos a un curso de agua o surgencia, de modo que el más distante se haya a menos de 150m. del agua y la mayorí­a se encuentran junto al propio cauce. Ante esta afirmación, el factor disponibilidad de agua, parece que al menos en Bizkaia deja de ser interpretado como algo secundario de cara a elegir una ubicación y pasa a ser considerado como un factor primordial sobre el que trabajar en el paisaje actual.

Los resultados de las labores de prospección propiamente dicha podrí­an ser suficientes para la Carta Arqueológica de las ferrerí­as de monte de Bizkaia. Pero además nuestro equipo trabaja con otras estrategias de investigación que facilitan un análisis más global de estos yacimientos arqueometalúrgicos y que tan solo vamos a bosquejar a continuación:

Para conocer más datos de la tecnologí­a que manejaban los antiguos ferrones hemos comenzado los pertinentes análisis quí­micos de escorias mediante el método de absorción atómica. Así­ se podrá comparar datos entre distintos yacimientos y con otros materiales férricos de la época.

Cronológicamente manejamos datos arqueológicos en nuestro territorio que enmarcan la actividad de estas haizeolas entre el siglo III y el XIII (Pereda Garcí­a:1997, 69-93). Nuestro trabajo ha completado estas cronologí­as con sendos análisis de microcarbones de los yacimientos Salbartondo II y Campillos (municipio de Galdames). Son dataciones de Carbono 14 pertenecientes al siglo X y XI respectivamente. A los carbones se les ha efectuado previamente un estudio antracológico para conocer las especies con que habitualmente se trabajaba en los talleres paleosiderúrgicos. Esta lí­nea de trabajo continúa abierta para enmarcar más de cerca la investigación y porque los lí­mites temporales de esta tecnologí­a han de ser lógicamente anteriores y algo posteriores a los que conocemos.

Para conocer el estado actual de los yacimientos es necesario incidir en el estudio geoarqueológico de los diversos factores postdeposicionales, tanto de carácter antrópico como natural, que afectan a estos materiales enterrados. Este estudio que realizamos en cada yacimiento catalogado, permite obtener mejores conclusiones a la hora de interpretar los materiales de superficie.

Muy ligado a la carta arqueológica, existe la necesidad de protección efectiva de estos yacimientos ya que prácticamente el 50% de los yacimientos catalogados y la mayorí­a de los que se han quedado fuera de inventario, se han visto afectados en mayor o menor medida por la explotación forestal del entorno. Práctica que si desde luego crea serias dudas sobre su sostenibilidad medioambiental, no ofrece ninguna sobre su efecto devastador sobre el patrimonio arqueológico enterrado. Es por ello por lo que nuestro equipo ha impulsado una mayor protección de alguna de estas ferrerí­as en la actualidad e incluso ya en el pasado se logró desde el Museo de la Minerí­a del Paí­s Vasco, la inscripción de la zona arqueológica del campo de los ferrones de Tellitu (Galdames) como Bien Cultural en el Inventario General del Patrimonio Cultural Vasco.

Unido a la anterior necesidad de protección camina la difusión de los resultados de nuestra investigación. Es necesario dar a conocer este patrimonio para protegerlo adecuadamente. Nuestro equipo considera la difusión como una etapa más de la investigación y en la actualidad por ejemplo, entre otras iniciativas (congresos, publicaciones, etc), se colabora en la rehabilitación medioambiental de una antigua zona minera de época industrial (Sopuerta, Bizkaia). donde se realizará un panel informativo junto a los restos de una antigua ferrerí­a de monte.

CONCLUSIONES

En primer lugar, se ve cumplido el objetivo de haber diseñado un sistema de prospección arqueológica estable para un territorio concreto: Bizkaia, y para un tipo de yacimiento concreto: las ferrerí­as de monte o haizeolas. Las técnicas y diferentes estrategias empleadas a lo largo del trabajo de campo, desarrollan en la práctica el método sobre el que nos basamos desde un inicio.

Se ha realizado un esfuerzo para sistematizar anualmente dos zonas con caracterí­sticas geográficas distintas y que hay que trabajar de modo diferente. Dado que nos encontramos en un territorio donde es francamente difí­cil, si no imposible, realizar una prospección ortodoxa, se ha de utilizar una metodologí­a abierta, coherente, eficaz y sencilla de aplicar, que sea capaz de adaptar la intensidad del trabajo dentro de una misma zona, incluso con posterioridad a la planificación teórica previamente realizada. Se usan por tanto diferentes estrategias de prospección adecuadas a los diferentes paisajes que nos vamos encontrando: la combinación entre prospección intensiva y extensiva en unas zonas y entre extensiva y selectiva en áreas más amplias, ha aportado la cobertura máxima posible al territorio y una sistematización del mismo en función de planteamientos bien definidos de antemano.

Aunque el aislamiento de estas instalaciones productivas ha creado yacimientos en los que es difí­cil establecer sus relaciones fí­sicas espaciales y materiales con el mundo circundante de la época, trataremos de solventar en lo posible este problema tanto a través de la prospección superficial como valorando la relación que establecen con otros lugares y con el área de influencia más próxima. Si bien el análisis espacial adquirirá mayor sentido según se vaya completando la carta arqueológica, la comarca de Encartaciones, territorio abonado para estas ferrerí­as, puede generar interesentes cuestiones. Es esta comarca una de las que menos documentación arqueológica ha generado sobre su estructura de poblamiento romano y medieval de toda Bizkaia y sin embargo contará con un buen perfil de su actividad productiva en el mismo espacio en esos siglos. Es sin duda un buen punto de partida para futuros proyectos de investigación.

El catálogo de hallazgos revela que a pesar de la distancia entre unas zonas y otras, existen patrones comunes en las condiciones idóneas para el asentamiento de las ferrerí­as de monte. El mapa de distribución de esta tecnologí­a paleosiderúrgica, revela la necesidad de buscar parajes donde se conjugen el mineral de hierro, el combustible vegetal y la necesidad de algún curso de agua. Estas variables de localización no se han de reflejar necesariamente en un paisaje tan humanizado como el actual, ni parecen estar condicionadas por el régimen de vientos dominante. Al margen de las peculiaridades de cada yacimiento, existen una serie de coincidencias sobre el terreno que identifican cualquiera de las ferrerí­as de monte localizadas hasta el momento:

Estar ubicadas en zonas de montaña, aisladas de los lugares de habitación, donde se aprovechan los pequeños rellanos que existen en las laderas para colocar en sus bordes los talleres y hornos. Tras la reducción del mineral desalojarán las escorias de sangrado resultantes a favor de la pendiente.

La forma que presentan en superficie estos escoriales tiene forma tumular de tamaño variable, bajo cuyo manto vegetal se encuentran los niveles de escoria, piedras de horno (areniscas en este caso por su alto poder refractario) y otros materiales propios de un lugar de producción.

La presencia en las inmediaciones del yacimiento de arroyos o manantiales. El agua era utilizada por el ferrón para varias operaciones, como el lavado de mineral, puesto que la eliminación de la ganga disminuye la cantidad de combustible vegetal necesario; se necesitaba además para recubrir las paredes interiores del horno de reducción de arcilla humedecida que facilita una fusión a menor temperatura, y por último, se usarí­a tanto en labores de forja como para uso propio de los ferrones.

Una de las caracterí­sticas de las investigaciones que se han realizado hasta el momento sobre las ferrerí­as de monte, ha sido la dureza del trabajo a realizar para un tipo de yacimiento tan humilde y denostado desde el ámbito arqueológico como este. Paralelamente, los mismos apelativos se podrí­an usar para definir el concepto que habitualmente se tiene sobre el potencial interpretativo de los restos de superficie mediante prospección arqueológica. Si bien constatamos que la dureza de la prospección de superficie en Bizkaia es cierta, no cabe duda de que el empeño y los resultados cosechados hasta el momento por nuestro equipo invitan a continuar creciendo con la «Carta arqueológica de las ferrerí­as de monte de Bizkaia». Aún así­, el desterrar las ideas preconcebidas y mitologí­as asociadas con que se ha analizado este tipo de paleosiderurgia en el Paí­s Vasco hasta hace bien poco, llevará tiempo y ha de concentrar esfuerzos en explorar todas las ví­as posibles de divulgación que nuestra investigación pudiera tener y su apertura a nuevos enfoques.

 

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Por Fco. Javier Franco Pérez

Publicado en revista: «Territorio, sociedad y poder» Nº2, Universidad de Oviedo, ediciones TREA. 2007, páginas 37 a 52.

Museo de la Minerí­a del Paí­s Vasco
RESUMEN:
El presente artí­culo trata de sintetizar el trabajo que el Equipo de Arqueologí­a del Museo de la Minerí­a del Paí­s Vasco iniciara a finales del 2001, cuya lí­nea de investigación se centra en la paleometalurgia del hierro y en el análisis del territorio mediante un sistema de prospección abierto y coherente, que combina diversas estrategias de prospección arqueológica superficial. En la actualidad contamos con una metodologí­a consolidada para realizar la Carta Arqueológica de las ferrerí­as de monte de Bizkaia.

Los resultados obtenidos en el trabajo de campo, ponen de manifiesto la necesidad de redimensionar las variables comúnmente aceptadas hasta la fecha para la localización de estos talleres paleosiderúrgicos. Así­ como la necesidad de plantear una estrategia de prospección audaz, que sea capaz de cubrir sistemáticamente un territorio tan complicado y amplio como el que se propone.

PALABRAS CLAVE:

Prospección superficial, metodologí­a de prospección, arqueometalurgia, ferrerí­as de monte, carta arqueológica.

 

 

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