
Minería en el Regato (y XI)

Desaparición de Luchana Mining
El estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) desorientó a los empresarios mineros: Franco – Belga cesó durante unos meses la actividad; Orconera redujo la plantilla y días de trabajo; Luchana Mining se dedicó al desescombro hasta que en setiembre de 1914 paralizó totalmente las labores. Las páginas de El Liberal se hacían eco del continuo desfile de obreros sin trabajo por el Ayuntamiento a inscribirse en las listas para obtener socorros en especie en febrero de 1915.
Ahora bien, poco tiempo después, los pedidos para la fabricación de armamento por los aliados permitieron mantener a buen nivel las exportaciones, sobre todo, de los minerales de mayor calidad. Los empresarios confiaban en que una vez terminada la contienda la situación del sector mejoraría. No fue asó. En los años inmediatamente posteriores se mantuvieron los niveles de exportación, para bajar drásticamente a poco más de medio millón de toneladas en 1921.
Desde los últimos años de la Gran Guerra, las siderurgias inglesas habían instalado hornos Martin-Siemens básicos, cuya carga requerían casi un 80 por ciento de chatarra –muy barata por la enorme oferta postbélica – en la producción de acero (Escudero, 1998; p.290). Por otro lado, en 1921 se desarrolló en Inglaterra una importante huelga de carboneros. La suma de ambos factores explicaría la gravedad de la crisis. Ante la falta de pedidos, los precios bajaron, incrementándose las existencias en los depósitos al no encontrar salida, sobre todo, los de inferior calidad: los carbonatos.
Muchas explotaciones estaban paradas, «y en las más importantes solo se trabaja tres días por semana, y esto para evitar un conflicto social». El aprieto afectó naturalmente a Luchana Mining, que se plante6 cerrar y vender sus instalaciones. A tal efecto hizo inventario y tasación pericial de las propiedades en Luchana (viviendas de empleados, chalet, oficinas, cocheras, laboratorio, cuadra y tres pequeños terrenos próximos al cargadero), valoradas todas ellas en algo más de un millón de pesetas.
Ya a principios de febrero de 1921, el gerente había comunicado al alcalde de Barakaldo su intención de despedir a 198 trabajadores en el plazo de un mes; en marzo del siguiente año, paralizaría totalmente las labores.
Mientras tanto, la empresa realizaba exploraciones en Pickwick en Arnabal, pero los sondeos no resultaron positivos, a pesar de haber alcanzado cotas de gran profundidad. No podía recurrir ahora, como había hecho en el pasado, a la compra de minas a otros propietarios –Linda y Mendivil fueron adquiridas en 1912– ni a la demarcación de nuevos yacimientos –en 1919 fue denunciada Encontrada–, pues un decreto de 14 de junio de 1921 lo prohibía expresamente a las compañías extranjeras. Las prospecciones desalentadoras, el agotamiento de las reservas y la política proteccionista en el sector amenazaban su presencia en Barakaldo.
La situación de los mineros llegó a ser angustiosa, viéndose obligado el Ayuntamiento a instalar un comedor en El Regato, donde se suministraban dos comidas diarias a los parados y sus familias. Los mineros en 1923 (Luchana Mining, 64, Orconera, 198 y Franco-Belga, 40) no representan más de un seis por ciento de los trabajadores locales.
De todos modos, superada la apurada situación del mercado, Luchana Mining adoptó el trabajo a destajo y solicitó hacerlo también los festivos para incrementar la producción. Durante 1924 con 173 jornaleros extrajo 43.800 toneladas y al año siguiente poco más de treinta y siete mil. Pero la dependencia del mercado británico anunciaba su definitivo cierre, porque «la mayor o menor actividad de nuestras minas de Vizcaya –afirmaba el ingeniero Luis Barreiro–, está casi siempre relacionada con la mayor o menor actividad de las siderurgias inglesas.
Como cinco arios antes, en 1926 se desarrolló en Inglaterra una nueva huelga de mineros del carbón, uno de los conflictos laborales más largos de su historia, con la consiguiente paralización de las siderurgias, determinando el abandono definitivo de Luchana Mining, desesperanzada de que volvieran mejores tiempos.
La decadencia del sector era evidente desde 1914. Durante la Primera Guerra Mundial los costes laborales se habían duplicado y, en aquel año, la cotización del mineral superaba a la de 1926:
Como, por otra parte, el precio de costo es hoy aproximadamente el doble, en ambas clases (carbonato y rubio), se percatara el lector cuan distintos son los negocios mineros del año 1926 y 1913, teniendo que vender un carbonato que cuesta el doble que entonces a un precio 30 por 100 inferior.
Hemos dicho que el coto de Arnabal se caracterizaba por la abundancia en carbonatos que, a pesar de su menor precio, casi no se compraban; por otro lado, la generalización de la crisis perjudicaba al principal negocio de la compañía: el transporte de minerales de otras empresas, que ahora apenas significa la cuarta parte de lo arrastrado en del periodo 1888-1913.
En esta coyuntura tan difícil, Luchana Mining negocio la venta de sus propiedades con AHV, cuyo gerente, Eduardo Merello, opinaba que la compra sepia muy interesante: especialmente bajo el punto de vista del aprovisionamiento de calizas, y el de la solución del problema del transporte de escorias y escombros, así como el cargue de los hornos altos». En efecto, la compra permitiría cubrir el consumo de caliza en los hornos, estimado entre ciento cincuenta y ciento ochenta mil toneladas anuales, pues las reservas del coto de Arnabal se estimaban en más de quince millones.
En julio de 1927, AHV compraba todas las propiedades, derechos y ferrocarril de la empresa británica, por 35.000 libras esterlinas o 988.750 pesetas, bastante menos de lo tasado a precios de mercado seis años antes. En el mes de diciembre, Altos Hornos adjudicaba las canteras y el suministro de caliza a la compañía de Demetrio Retolaza y Eugenio Gorostiza, fijándose el precio en fundición de la cantidad servida. Si durante la explotación aparecieran vetas de mineral, AHV se comprometía a comprarlo a comprarlo, pagando 13 pesetas la tonelada de carbonato calcinado y 10 la de rubio lavado, aparte de las 4 pesetas de gastos por arranque y transporte.
Mientras hubo actividad en las canteras, la línea de El Regato siguió funcionando y transportando el mineral de las pocas minas en las que se trabajó hasta la guerra civil. Una vez acabado el conflicto armado, con la fijación por el Gobierno de un cupo de mineral a precio tasado -muy bajo- para las industriales nacionales, el pobre consumo de estas y la paralización del mercado exterior por la Segunda Guerra Mundial, la crisis se extendería a toda la provincia: solo trabajaban 31 minas en 1943.
En la cuenca del Cadagua, en el área comprendida entre Zaramillo y Samunde, se pusieron entonces en explotación, para la factoría de Santa Agueda de Castreja, Amalia y el coto de Saratxo -Santa Regina, Modesta y Carlota-, con resultados inferiores a las cinco mil toneladas anuales. Las locomotoras de las compañías Franco-Belga y Orconera, en cuyos yacimientos se arrancaba más de la mitad del mineral vizcaíno, seguían cruzando el pueblo con sus vagones cargados de rubios y carbonatos para Altos Hornos. Para asegurar el autoabastecimiento, AHV compraría en 1948 la totalidad de las acciones de Orconera Iron Ore (hasta 1971 no se haría con la propiedad de lo que había sido Franco-Belga). Se planteé también la reapertura de las explotaciones de Luchana Mining, encargándose varios estudios y reconocimientos de las reservas, idea desechada finalmente por la escasa calidad y pobreza de los filones.
De todos modos, a pesar del evidente agotamiento del criadero, entre los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, previamente a la inauguración del pantano municipal de Loyola (1964), se explotaron con medios rudimentarios varias minas de El Regato. Simplemente se intentaba aprovechar las chirtas de algunos yacimientos importantes en el pasado, como Mendivil; otro tanto pretendería una compañía alemana (Lipperheide) en las escombreras de Parcocha en Pena Mora, muy cerca del barrio de Agirre, si bien con resultados poco halagí¼eños. La última explotación en los montes de Triano –Bodovalle– dejaría de trabajar en 1993; poco después lo haría AHV. Quedaba tras ellos una comarca esquilmada después de aportar durante mas de un siglo la materia básica para el progreso de Bizkaia, el hierro.
Agotada su legendaria riqueza, recibimos como legado un suelo pobre incapaz de regenerarse un paisaje gravemente alterado por balsas, escombreras, lagos artificiales y galerías, a veces aprovechadas como vertedero de materiales peligrosos (lindane) , es el caso de Julianas. Relegada como siempre por los poderes públicos, la zona minera se enfrenta al difícil reto de encontrar su futuro.
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