
RECORRIDO 8: Un Puente, una Fortaleza y un Monasterio centralizan el espacio

El espacio ocupado por la anteiglesia es un cruce de caminos. No en vano todavía hoy subsiste el topónimo que da vida a uno de sus barrios más populosos y emblemáticos: Cruces. Uno de estos caminos proviene de Bilbao, el otro de la meseta. Ambos con el mismo fin: llegar al mar. Ambos por el mismo medio: las aguas fluviales del Nervión o del Cadagua.
Atravesar los ríos, proteger el tránsito, aprovechar los recursos serán algunas de las preocupaciones de quienes habiten la bien llamada “mesopotamia encartada”. Centramos este recorrido en el enigmático “puente del diablo”, la singular “fortaleza de Lutxana” y el poderoso “monasterio de Burtzeña”.
El primero se yergue aún airoso, la segunda apenas queda litografiada, del monasterio podemos ver algunos lienzos y restos que nos muestran su importancia.
1.- Un puente enigmático: el Puente de Castrejana
Esta obra de ingeniería aparece ya citada en documentos del siglo XIV. Era un elemento fundamental del Camino Real que utilizaban los mulateros para poder atravesar el río Cadagua y un enlace importante para permitir a los peregrinos del Camino de Santiago continuar andando (desde Bilbao) hacia la tumba del apóstol[1]. Porque el valle del Cadagua es desde siempre ruta de tránsito jacobeo, y los peregrinos irlandeses y británicos que llegaban a Bilbao y Portugalete en barco lo atravesaban para alcanzar el denominado “Camino Francés” en Burgos. El puente de Castrejana es un puente gótico, con un solo arco de medio punto. Las leyendas de la zona sostienen que lo construyó el diablo, de ahí su denominación popular[2].
Aunque no se conoce la fecha exacta de su construcción, parece ser que se trata de una fabricación de finales del siglo XIV o principios del XV, realizada por el maestro Pedro Ortiz de Lekeitio. Comenzó su obra el día 9 de junio del año 1435, sobre el río Cadagua y la finalizó el día 2 de mayo de 1436. Es decir: en tan sólo 326 días quedó útil para el pasaje el bonito y sencillo puente de sillares de piedra formando un solo arco de medio punto.
Jugó un papel muy importante hasta el siglo XIX[3] al formar parte del camino real que unía Bilbao y Castilla, a través de Balmaseda y el Valle de Mena. Los comerciantes o peregrinos podían utilizar el camino Bilbao-Valmaseda en cuyo caso no precisaban utilizar el puente. Sí era imprescindible si el viandante provenía de Cantabria o Portugalete. En este caso el camino hacía el siguiente recorrido: Musquiz, Abanto, Portugalete (donde había hospital, lugar para el descanso…), Salcedillo, Ugarte, Cruces (siguiendo el río Castaños sin entrar en San Vicente), Burtzeña, Zubileta y Puente del Diablo. También es posible que desde Cruces subiesen a Santa Águeda para descender, posteriormente, hasta el Puente del Diablo[4].
2.- Una fortaleza única: las Torres de Lutxana[5]
Iniciaremos el recorrido remarcando la estratégica disposición de Lutxana, en la confluencia de los ríos Cadagua y Nervión, dos cursos fluviales sobre los que discurría buena parte del comercio terrestre y fluvial-marítimo vizcaíno -sobre todo desde la fundación de Bilbao en 1300-. Por otro lado, el lugar era uno de los puntos más estrechos del cauce del Nervión, con lo que desde la torre era fácil controlar el tránsito de cualquier tipo de embarcación. Es, por ello, que cerca de las torres, en Tapia, se situaba el primer «pasage» o lugar por donde se podía cruzar la ría en un bote trasbordador. Como cabría esperar, este «pasage de Tapia» era propiedad de los señores de las torres de Luchana. Como contrapartida a esta excelente posición, la fortaleza se hallaba expuesta a las avenidas, a los embates de la mar y a los vientos dominantes en la zona, lo que obligó a realizar periódicas labores de mantenimiento, cuando no verdaderas reconstrucciones.
Dejando de lado las atribuciones mitológicas o tradicionales acerca de su fundación[6], lo cierto es que la primera mención fidedigna de la existencia de las torres es de 1384. En el documento fundacional del convento de Santa María de Burceña, Fernán Pérez de Ayala se refiere a «las mis torres de Luchana», cuyo alcaide era Juan Cruz de Burceña[7]. Por determinadas referencias pudieron alzarse entre 1349 y 1384[8] aunque pronto (1385) debieron hacerse determinadas reformas habida cuenta de la ubicación de las mismas[9].
Descripción de las Torres
Contamos con tres descripciones parciales de las torres de Luchana, que corresponden a las condiciones de las obras de restauración redactadas en 1604, al apeo de las posesiones de los Velasco realizado en 1621 y al peritaje de los daños causados por una avenida en 1752. Pero sobre todo tenemos un testimonio gráfico de gran valor: la Vista de Luchana dibujada por Luis Paret y Alcázar en 1785.
Estos documentos nos presentan un verdadero castillo, con un desarrollo muy superior al habitual en las torres fuertes vizcaínas. Su núcleo era una voluminosa torre. El piso bajo, que resulta invisible en el dibujo, serviría de bodega. El primero sería el nivel residencial, muy elevado, del que solo pueden apreciarse unos luceros altos que servirían para iluminar la parte superior de la estancia. Inmediatamente por encima de éstos una amplia ventana geminada (¿adintelada?) correspondería al segundo piso, posiblemente un amplio salón. Finalmente, varios vanos adintelados delatan la existencia de un camarote, bastante inusual en este tipo de construcciones. Se cubría todo mediante un tejado piramidal.
Esta torre estaba rodeada por una muralla «con sus dos barbacanas del lado del mediodía, y su fosa a puente levadizo por el dicho lado, que es por el lado principal donde entran a la dicha fortaleza por tierra». Además de estas «barbacanas», tal vez dos torres semicirculares flanqueando el puente, existía otro acceso al castillo: un portillo con «su escala, y su embarcadero por la parte de la mar, con su puerta a escudo de armas en un cubo que está sobre la dicha escala». Es decir, una poterna hacia la ría, defendida posiblemente por una ladronera muy desarrollada o por una torrecilla, ya que estaba dotada de ventanas y almenado.
Pero el elemento más original de esta fortaleza era la segunda torre, a la que sin duda se debe el plural que casi siempre incluye el nombre del conjunto: una torre albarrana (separada del resto del castillo), aunque por lo que se aprecia en el dibujo de Paret no era totalmente exenta, ya que se adosaba al muro exterior al lado de la poterna. De volumen muy vertical, con tres alturas en correspondencia con las de la torre principal y un remate en matacán almenado y cubierto a cuatro aguas. Pueden verse sendas ventanas abiertas en los pisos primero y segundo -el bajo parece hermético-, y sabemos que contaba con otras «dos ventanas principales» hacia la ría. El acceso a esta torre se realizaba a través de un «pasadizo» sostenido por un arco escarzano.
La reforma de 1604[10] no supuso muchos cambios en este peculiar conjunto, centrándose en la albarrana y la poterna. La torre se recalzó en dos de sus fachadas hasta la altura de 20 pies (+- 5,57 metros), se repararon algunas «quiebras», se añadieron dos arcos ciegos de descarga en el lado de la ría y se desmontó y reinstaló el almacenaje. Las condiciones especificaban que cada piedra de las de la primera hilada de los nuevos cimientos había de tener «dos pies y medio (+-0,75) de lecho o más, e de cinco en cinco pies (+-1,50) sus tizones suficientes que tengan a tres pies y medio (+-1) de largo y el ancho necesario».
La escalera y su defensa fueron también desmantelados y repuestos, exigiéndose que aquella tuviera «el mismo círculo (¿era redonda?) y planta que agora tiene», y que las piezas de sus primeras gradas tuvieran un mínimo de una vara (+-0,83) de largo.
Toda la obra tenía que ser realizada con sillería, pero en concreto la aplicada en los 12 pies (+-3,65) inferiores del recalce «ha de ser piedra de los términos de Ganguren o Galdácano, que es piedra recia e no gastadiza, y no ha de tener salitre ni otra calidad gastadiza para el agua, sol e aire». Es decir, se exigía el uso de piedra caliza de la sierra de Ganguren, situada a unos 12 kilómetros de Luchana, que al parecer resultaba la más resistente a los embates de los agentes erosivos. Mucho más importante debió de ser la reforma del interior del edificio: si la cantería se remató en 9.900 reales, la carpintería alcanzó los 16.280. Según Delmas, que no transcribe las condiciones de esta parte de la obra pese a considerarlas de mayor importancia que las de la cantería, se estipulaba «la elaboración de hermosas entablaciones de madera de castaño bien seco, para el suelo del salón y cuartos destinados a S.E., las de aforro para las paredes, algunas vigas de los techos artesonados para suplir a las viejas y dañadas por la carcoma; una puerta de roble enchapada y sujeta con barras de hierro y otras obras de mayor coste en la escalera principal».
Parece, por tanto, que se trató de dotar a la fortaleza de ciertas comodidades -incluso se forraron de madera algunas paredes-, pero con una información tan escueta nos es imposible concretar nada, excepto el hecho de que la estructura interior era lígnea, como era usual en todas las construcciones del momento. Con posterioridad, las torres de Luchana no debieron de sufrir grandes transformaciones hasta llegado el siglo XIX. La única obra importante que conocemos, la de 1752, fue en realidad una recuperación mimética de la parte derruida por una avenida, aunque engrosando ligeramente la cimentación.
Últimos avatares
Poco después, en 1778, eran descritas como «un castillejo llamado el fuerte de Luchana, que antes pertenecía a la casa de los Marqueses de Solana, los que por un descuido han privado a su casa de este privilegio o posesión (?)».
Las torres fueron incendiadas durante la Guerra de la Independencia, tras la que fueron abandonadas. Con la promulgación de la ley de vinculaciones de 1820 los Velasco decidieron venderlas: las adquirió por 56.931 reales y 2 maravedíes un vecino de Barakaldo, Felipe de Murga, que las convirtió en una explotación agropecuaria. En 1821 fueron utilizadas como cuartel, lo mismo que en 1836, durante la Primera Guerra Carlista, fecha en la que sufrieron también los efectos de la batalla de Luchana, que hicieron desaparecer definitivamente la torre albarrana.
Finalmente, en 1871 los restos de las torres de Luchana fueron adquiridos por la Compañía minera Luchana Mining, que las derribó para instalar en aquel asentamiento un cargadero de mineral.
De esta forma desaparecía una fortaleza que por su tipología y por algunos de sus elementos formales, como las «barbacanas» y, sobre todo, la torre albarrana, era único en Bizkaia. Pero además este edificio presentaba otra característica bastante excepcional en el Señorío: no era una torre residencial, sino un castillo de guarnición destinado a proteger/dominar un pequeño señorío -con su alcaide-merino, cárcel…- y quizás a servir de base a ciertas actividades comerciales.
De hecho, las torres de Luchana nunca tuvieron nada que ver con las guerras de bandos, excepción hecha de la agitación que motivó su construcción, lo que nos lleva a pensar que su guarnición se hallaba al margen de estas luchas. Las tierras bajo su control estaban sometidas a un régimen jurídico y económico perfectamente definido y cerrado, que no admitía la intromisión de alguien ajeno a ellas, como eran los banderizos. Así, y al margen de la violencia que les rodeaba, los ocupantes de las torres de Luchana se limitaban a controlar el señorío de los Ayala -luego los Velasco- en Barakaldo.
3.- Un monasterio poderoso: los Mercedarios de Burtzeña
La instalación de monasterios (alejados de la ciudad) y conventos (en las inmediaciones urbanas) ha conllevado posibilidades económicas para su subsistencia y cumplir con su Misión. Las distintas órdenes monasteriales o conventuales procuraban, en los “contratos” fundacionales, asegurarse ambas cosas tanto de bienes materiales (propiedades) como de privilegios (exclusividades para comerciar, exención de impuestos…).
La orden de la Merced, impulsada por Pedro Nolasco en el primer tercio del siglo XIII, había nacido como una asociación asistencial, que finalmente adoptó la estructura y modo de vida de las órdenes religiosas. Su peculiaridad residía en que a los tres votos característicos de las órdenes religiosas (pobreza, castidad y obediencia) se añadía otro: liberar a los cristianos cautivos en tierras musulmanas, quedando los mercedarios en calidad de rehenes, si la situación lo requiriese. La colecta de limosnas para poder llevar a cabo esta empresa se convirtió así en una de las prácticas cotidianas de los frailes[11].
Obviamente la recogida de limosnas (de forma legalizada) no se podía hacer en cualquier lugar sino en las proximidades de las ciudades o en espacios de tránsito comercial. Como ya hemos indicado respecto a las “torres de Luchana” en este entorno se daban estas circunstancias mínimas para un establecimiento de estas características[12]. Bien es verdad que, en múltiples ocasiones, los intereses religiosos se mezclaban con los políticos y económicos. Es evidente, por ello, que este establecimiento nos habla de un gran desarrollo de la anteiglesia. El documento fundacional (que reproducimos íntegramente) del Monasterio Mercedario de Burceña[13] recoge todos estos requisitos[14].
“Sepan quantos esta carta et donación no rebocable et perpetua para siempre jamas vieren et leieren como yo el conde Fernan Perez de Ayala et en nombre de Pero Lopez mi fijo legitimo et heredero de mi estado fago esta perpetua donación para en todo el tiempo del mundo a bos el devoto religioso el licenciado frai Lorenzo de Monterrei de la orden de Santa María de la Merced et comendador del nuestro monesterio et iglesia[15] que yo obe fecho et edificado en el lugar de Burceña, pueblo de Baracaldo, de las Encartaciones del Señorío de Vizcaya, por la gran voluntad et devoción que yo he a la dicha orden de Santa Maria por las muchas et buenas obras pias en que los frailes della se emplean rescatando et sacando de poder de moros e cautiverio a los cristianos que ende estan en gran laceria et peligro de perder la fee santa, pasando como pasan grandes peligros et trabajos por mares et tierras por los librar et rescatar gastando de sus algos et haberes et ende sacando los cristianos cautivos de esta tierra, provincia et montañas que mas continuo son cautivos por ser mareantes por los mares.
Por ende acatando lo suso dicho et para que mejor se puedan emplear en la tan santa obra et se animen los otros buenos cristianos a dar a esta orden para lo suso dicho, os dono et do por mi et mis subcesores del mi estado, en nombre de toda la orden, la mi Iglesia que yo obe fecho et edificado para mi devocion intitulada santa Maria de Burceña, ribera del brazo de mar et rio caudal Cadaguas llamado, que viene et pasa por la villa de Valmaseda et pasa por las mis torres de Luchana a la mar fasta el puerto de la villa de Portugalete, por las muchas mercedes et beneficios que la Virgen Maria siempre me ha fecho et me face, para que lo haiades et gocedes para siempre et sirvades a la Virgen Maria con todos los privillegios et perdonanzas que yo tengo ganadas de los santos papas Apostolicos et de los venerables obispos de Calaorra et la Calzada para todos los que ende se enterraron et hí ende estobieren a oir los santos oficios en pro de las animas de los fieles cristianos.
Ansi mismo os dono para en que moredes et bibades bos et los frailes presentes et foturos la mi torre e casa que yo fice et he acerca de la Eglesia con todas sus guertas e tierras et antezanas, bagos et por plantar, dende la casa de Sancho Perez de Tapia fasta la casa de Juan Vrtiz de Burceña mi merino et alcalde de las mis torres de Luchana et Cadahalso et sus tierras et montes et pasaje de Tapia et otros bienes et casas foreras que yo he et tengo en la dicha tierra et valles del dicho pueblo et en sus comarcas et sus terminos et asi mismo halados por buestro propio suelo et tierra para os sustentar et aprovechar et plantar et sembrar et criar todo el suelo et tierra que esta dende el esquinal de la casa et guerta de Pedro Urtiz de Unsaa mi mayordomo, fasta la mar, derecho abajo por el camino real que viene de Balmaseda a Portogalete fasta el regato encañado nombrado de Mespelerreca derecho abajo fasta la mar salada et río suso declarado que para por delante de la mi eglesia de Santa Maria de Burceña, et las mis torres de Luchana, con todos sus pastos, herbages, tierras bagas, labradas e por labrar; aguas corrientes et estancos, et dehesas et suelos plantados et por plantar con lo demas de ello annejado et a mi tocante en la dicha tierra os dono dende la foxa del monte fasta abajo la piedra del rio, para que la haiades et gocedes para siempre para el dicho monesterio et sacar cautibos et para que fagades otros santos sacrificios, et por que roguedes a Dios por mi alma et de mis señores padre et madre que Dios haia, et por el alma de Sancho Perez de Ayala mi hermano que esta ende enterrado en la dicha eglesia con otros de mi casa e linaje; et otrosí os do ende luego los mis paramentos et almalafas et aljubas, et raciles et tapettes para la dicha eglesia et servicios de Dios et todo el algo que ende mas haia en la dicha mi casa para buestro servicio, para que lo haiades et tengades et poseíades quietamente, et fago esta presente carta de donacion por las razones susodichas, con todas las mejoras, vínculos et fuerzas que al presente se pueden facer et por tiempo futuro facer podrian para que ninguno, nín algunos (del mi estado, casa linaje e descendencia, ni otros algunos quier que sean os lo perturben ni quiten; mas antes si alguno o algunos) os contrabinieren o contrallaren a esta mi voluntad et donación que ansi yo bos fago nuestro Señor Jesucristo et la Virgen Santa Maria sean buestros defensores de todo daño, traicion et alebosia et de malos acometimientos de alos homes de sin temor de Dios nuestro Señor et de justicia del mundo, sino que siempre os sean como yo al presente lo soi los míos subcesores en buestra defensa y quien lo contrario a esta mi donacion ficiere la maldicion de Dios omnipotente e de Santa Maria su madre et la mía venga sobre el.
Fue fecha esta donacion en el lugar de Burceña, dentro de la casa et torre a cuatro días de mayo del año del nacimiento del nuestro Salvador Jesucristo de mil doscientos e ochenta e cuatro años: a lo qual fueron et se hallaron presentes por testigos de la dicha donación con el dicho señor conde Fernan Perez de Ayala et su fijo Pero Lopez et ante mi el escribano Sancho de Tapia, Ochoa de Burceña et Joan de Nesana et otros vecinos de dicho pueblo et firmo el dicho señor conde et su fijo Pero Lopez-Fernan Perez- Pero Lopez. E fízelo escribir e notar por mandato de dicho señor Conde, Juan Urtiz de Unsaa escribano. Et yo Juan Urtiz de Unsaa, escribano del rey nuestro señor fui notario suyo (e de la merindad e junta de Ayala) presente fui a todo lo que de suso dicho es en esta donacion perpetua juntamente con el señor conde Fernan Perez et su fijo Pero Lopez et testigos de esta donación porpetua e por mandado de dicho señor conde la fiz escribir et notar a ruego de dicho frai Lorenzo de Monterrei de la dicha orden de la Merced: et por ende en testimonio de lo suso dicho fize aqui este mio signo acostumbrado que es atal. -En testimonio de verdad. Juan Urtiz de Unsaa”.
De este precioso Documento reseñamos algunos datos poco controvertidos: el nombre de los fundadores (“Fernán Pérez de Ayala y su hijo Pero Lopez”), el lugar donde se hace la donación (“Burceña dentro de la casa torre”), el receptor de la misma (“frai Lorenzo de Monterrei de la orden a la Merced”), los testigos presentes (“el escribano Sancho de Tapia, Ochoa de Burceña et Joan de Nesana et otros vecinos de dicho pueblo”), objeto de la donación (“monesterio et iglesia que yo obe fecho et edificado en el lugar de Burceña, pueblo de Baracaldo, de las Encartaciones del Señorío de Vizcaya”), motivo por el que se hace la donación (“por la gran voluntad et devoción que yo he a la dicha orden de Santa Maria por las muchas et buenas obras pias en que los frailes della se emplean rescatando et sacando de poder de moros e cautiverio a los cristianos que ende estan en gran laceria et peligro de perder la fee santa, pasando como pasan grandes peligros et trabajos por mares et tierras por los librar et rescatar gastando de sus algos et haberes et ende sacando los cristianos cautivos de esta tierra, provincia et montañas que mas continuo son cautivos por ser mareantes por los mares”) y, por último, lo que parece más importante: los medios de subsistencia que, por lo visto, no son pocos (“os dono et do… la mi Iglesia … intitulada santa Maria de Burceña … con todos los privillegios et perdonanzas que yo tengo ganadas de los santos papas Apostolicos et de los venerables obispos de Calaorra et la Calzada… Ansi mismo os dono… la mi torre e casa que yo fice et he acerca de la Eglesia con todas sus guertas e tierras et antezanas, bagos et por plantar, dende la casa de Sancho Perez de Tapia fasta la casa de Juan Vrtiz de Burceña mi merino et alcalde de las mis torres de Luchana et Cadahalso et sus tierras et montes et pasaje de Tapia et otros bienes et casas foreras que yo he et tengo en la dicha tierra et valles del dicho pueblo et en sus comarcas et sus terminos et asi mismo halados por buestro propio suelo et tierra para os sustentar et aprovechar et plantar et sembrar et criar todo el suelo et tierra que esta dende el esquinal de la casa et guerta de Pedro Urtiz de Unsaa mi mayordomo, fasta la mar, derecho abajo por el camino real que viene de Balmaseda a Portogalete fasta el regato encañado nombrado de Mespelerreca derecho abajo fasta la mar salada et río suso declarado que para por delante de la mi eglesia de Santa Maria de Burceña, et las mis torres de Luchana, con todos sus pastos, herbages, tierras bagas, labradas e por labrar; aguas corrientes et estancos, et dehesas et suelos plantados et por plantar con lo demas de ello annejado et a mi tocante en la dicha tierra os dono dende la foxa del monte fasta abajo la piedra del rio, para que la haiades et gocedes para siempre para el dicho monesterio et sacar cautibos et para que fagades otros santos sacrificios, et por que roguedes a Dios por mi alma et de mis señores padre et madre que Dios haia, et por el alma de Sancho Perez de Ayala mi hermano que esta ende enterrado en la dicha eglesia con otros de mi casa e linaje; et otrosí os do ende luego los mis paramentos et almalafas et aljubas, et raciles et tapettes para la dicha eglesia et servicios de Dios et todo el algo que ende mas haia en la dicha mi casa para buestro servicio, para que lo haiades et tengades et poseíades quietamente”.
Queda, sin embargo, por dilucidar un dato: la fecha de la concesión. En el texto que hemos transcrito se afirma que fue “a cuatro días de mayo del año del nacimiento del nuestro Salvador Jesucristo de mil doscientos e ochenta e cuatro años”. Mañaricua afirma al respecto que la fecha (repetida en textos posteriores) está equivocada[16] retrasando en un siglo la misma. Por tanto, la donación sería de 1384. A partir del mismo se ha dado por buena la presencia mercedaria en Bizkaia desde este año. Así lo hacen Maite Ibáñez (1994) en Monografía de Barakaldo, Pedromari Ojanguren Iralakoa (1998) en Mercedarias de Orozko: Historia del convento “Jesús María” de Ibarra y, más recientemente, el que fuera párroco de la Natividad de Nuestra Señora, Javier Echevarren Villate (2007), que reproduce íntegro el artículo de Mañaricúa en “Burtzeña-Barakaldo: ayer y hoy” sin comentario alguno. Sin embargo, Ana Palacio y Pedro Simón rechazan la fecha del documento, cuestionan esta última datación y la retrasan hasta el verano de 1432 tanto por la personalidad de los donantes como por determinadas referencias a las torres de Luchana (construidas en los años 30 del siglo XV) y otros varios argumentos.
Añadiremos, por nuestra parte, un nuevo interrogante: se afirma en el Documento de Donación: “en el lugar de Burceña, pueblo de Baracaldo, de las Encartaciones del Señorío de Vizcaya”. Esta afirmación, salvo que sea una interpolación posterior o copia de documentación anterior, nos lleva a 1366 (14 de abril) fecha en la que Barakaldo deja de pertenecer a las Encartaciones y pasa a la jurisdicción Bizkaina. Si es así, no podemos admitir que las fechas aducidas por Mañaricua (1384) o por Palacio-Simón (1432) sean correctas. ¡Ahí dejamos el asunto!
Por la propia Misión del Monasterio (redención de cautivos) no abundaban este tipo de fundaciones y, en todo caso, tenían claramente definidos los entornos en los que podían recoger las limosnas necesarias para llevar a cabo los intercambios. Por ello, no eran desconocidos los problemas entre los propios monasterios. Afirma Mañaricua que ya en el primer siglo de vida del nuevo monasterio tuvieron serias disputas con las casas de Pamplona y Logroño[17].
Pero la cuestión no terminó. Años después el obispo de Tuy y mercedario, Fray Diego de Muros, dicta sentencia arbitral sobre los límites de los conventos de Burceña, Estella y Logroño; dicha sentencia es confirmada por el capítulo general de Gerona en 1481 y se le ordena al comendador de Logroño que respete los derechos ajenos. Resuelto este problema, el convento de Burceña puede crecer y fortificarse como, en efecto, lo hace a lo largo del siglo XVI. La vida del monasterio tuvo un desarrollo espectacular[18]. Sin embargo, sus problemas comenzaron en los inicios del siglo XIX. Con motivo de las guerras y de la ocupación francesa en torno a los años 1808-9 el convento fue ocupado judicialmente con el pretexto de realizar un “inventario y conocimiento” lo cual conllevó la pérdida de gran parte de su Biblioteca y Documentación. Este hecho se constata fehacientemente en un oficio fechado en abril de 1824, redactado por el comendador fray José de Larraondo, en el que dejaba constancia de las causas de la pérdida; decía que “con motivo de la guerra pasada de los franceses se la extraviaron a dicha comunidad todos los papeles y escrituras de sus pertenencias”, y “además entregó al gobierno rebolucionario por causa de la supresión de dicho convento los pocos papeles que tenía”[19].
El asunto se agravó con los inicios de las revoluciones liberales. Los mercedarios consiguieron sortear la orden dada en 7 de marzo de 1820, que mandaba la clausura y extinción de su convento y la ocupación de sus propiedades, gracias a la oposición del pueblo[20] y a las instancias llevadas a cabo ante la regencia del reino por fray Eugenio Castiñaras quien consiguió que se reintegrasen a los frailes de la Merced todos sus bienes.
Sin embargo, pocos años más tarde, durante el desarrollo de la contienda carlista, algunos monasterios fueron utilizados como puestos fortificados, lo que supuso que se ordenase la extinción de todos los que se hallasen en descampado, es decir, fuera de núcleos urbanos (R. Orden del 31 de Octubre de 1934). En esta ocasión no hubo vuelta atrás y en noviembre del año 1834 Burtzeña fue clausurado y cerrado, cuando contaba con 20 miembros, siendo su superior fray Pedro de Abaitua[21].
En este Monasterio se formaron, entre otros, Fray Martín de Samundi (jurista), Fray Pedro de Salazar (catedrático de hebreo en Salamanca y Cardenal), Fray Domingo de Zabala (catedrático de Alcalá), los historiadores Fray Martín de Coscojales y Fray Miguel de Alonsótegui y el mártir Fray Juan de Zorroza.
[1]Entre las anteiglesias de Abando y Barakaldo existió un puente de piedra que se cayó a finales del siglo XVIII. Por ello, en 1824, se firma un convenio para la construcción de un nuevo puente en madera, colgado de maderas. (Libro IV del Monasterio de Burceña).
[2] Recogemos la escrita por Antonio Trueba. “Cuentan que en un adusto caserón junto a la orilla del río vivía una hermosa y sencilla joven, amante y creyente, siendo querida y admirada por todo el vecindario del lugar barakaldés de Santa Águeda.
En el lado opuesto del río, residía un apuesto y sencillo muchacho del que se prendó la bella barakaldesa. Eran frecuentes las visitas que se hacían, siendo preciso para ello vadear el río de piedra en piedra, poniendo en peligro la integridad de los amantes, y más aún en las épocas de grandes avenidas. La bella barakaldesa tenía la buena y piadosa costumbre de subir todas las mañanas junto a la ermita y desde allí, dirigía su mirada al Santuario de Begoña, a la vez que de sus labios salía un susurro de plegaria destinada a la Virgen de Artagan. El noviazgo se formalizó, pero la edad no era la apropiada para la celebración del matrimonio y debían esperar tal y como era el deseo de sus progenitores. Por ellos no hubiera habido problemas persona les, pero sí económicos, tema éste que debían solucionar los padres de los jóvenes enamorados. Más tarde las malas lenguas sembraron la cizaña, y la envidia hizo acto de presencia poniendo en entre dicho a la joven de Santa Águeda. Celos que calaron en el corazón del mozo de Castrejana que herido en su orgullo, dudó de ser correspondido por su amada y sí engañado.
El guapo aldeano de Castrejana, triste y desesperado no lograba poner en orden su cerebro y daba vueltas y revueltas a todas aquellas dudas que manchaban la pureza de su novia. Ante todo este desorden moral decidió ausentarse y cuanto más lejos mejor, por ello decidió ir sin tardanza a combatir a la guerra, alistándose en las filas cristianas para así olvidar a su infiel amor.
Enterada la guapa barakaldesa de todo cuanto estaba ocurriendo, así como de la marcha de su novio a la guerra, salió corriendo de la casa de sus padres al atardecer. Pese a que la gran tormenta de agua y granizo que caía no fue obstáculo para ir en busca de su amado, el río bajaba muy crecido y no le fue posible vadearlo. Entre sollozos se arrodilló en el suelo sin darse cuenta de que su vida peligraba por la gran riada. Fue en ese momento cuando en la noche se hizo un claro que alumbró la silueta de un hombre misterioso de afilada barba y fino bigote, a la vez que susurraba: «Antes de que el gallo cante esta madrugada, puedo construir un puente a cambio de tu alma». Era tanto el amor de la muchacha que no dudó en comprometer su palabra. Pero al ver que el puente se hacía realidad dudó de que la persona no era otra que el mismo Diablo. De sus temblorosos labios salió una plegaria para su amatxu de Begoña y, he aquí que, apenas terminada la oración, apareció un nuevo personaje con abundante y blanca barba, del que se dijo era San José. Con gran destreza -el Santo Varón- movió la vara para evitar que se colocara la última piedra que formaba el ojo del puente.
A falta de esa postrera piedra, el gallo empezó a cantar ¡Era el alba! En vista de la impotencia, el Diablo salió corriendo entre maldiciones, mientras que el Santo retiraba su vara y, la última piedra quedó encajada, con lo que el puente quedó terminado.
Desde ambas orillas, Maruja en Santa Águeda y Martín en Castrejana, vieron como el pequeño desfiladero se unía por medio del deseado puente y tras una breve vacilación corrieron para abrazarse precisamente allí donde San José trabó la vara de avellano. La alegría fue inmensa y dicen que se juraron amor eterno junto a la ermita de Santa Águeda, mientras que sus miradas se perdían mirando a lo alto de Artagan, dando gracias a la Virgen de Begoña. Dicen que se casaron y fueron muy felices”[2].
[3] Construcción en Burtzeña de sendos puentes para carretera y ferrocarril aunque ya en este lugar existió un antiguo “puente colgante” (más bien, una pasarela).
[4] De hecho aún hoy en día se conserva un tramo de la calzada que unía Santa Águeda con el puente.
[5] El texto es una síntesis del trabajo de Juan González Cembellín en “Lutxana”. Juan DELMAS tiene un excelente trabajo titulado “Las Torres de Luchana, desde su fundación hasta su ruina” publicado en Euskal-Herria, Revista Vascongada, pp.54-58; 90-93; 140-143; 174-178; 212-217; 234-239; 269-272 y 302-305.
[6] Delmas las lleva hasta el siglo XI y las atribuye al mítico conde don Vela. Este autor asegura además que «poseemos documentos anteriores al siglo XIII que a ellas se refieren», aunque no especifica de qué documentos se trata. Señala también -en esta ocasión basándose en una incierta tradición oral- que desde las torres se cobraban impuestos a los barcos que subían al puerto de Bilbao cargados de aceite de ballena, y que para evitar evasiones los alcaides de la fortaleza tendían una cadena entre ambas orillas del Nervión.
[7] “Por ende acatando lo suso dicho et para que mejor se puedan emplear en la tan santa obra et se animen los otros buenos cristianos a dar a esta orden para lo suso dicho, os dono et do por mi et mis subcesores del mi estado, en nombre de toda la orden, la mi Iglesia que yo obe fecho et edificado para mi devocion intitulada santa Maria de Burceña, ribera del brazo de mar et rio caudal Cadaguas llamado, que viene et pasa por la villa de Valmaseda et pasa por las mis torres de Luchana a la mar fasta el puerto de la villa de Portugalete…” Tomado de Andrés Mañaricúa “El Convento Mercedario de Burceña”.
[8] Señalan Ana Álvarez y Pedro Simón que “Las verdaderas torres de Luchana se erigieron en torno a los años treinta del siglo XV por el hijo del canciller -el segundo Fernan Pérez de Ayala-, como recordaban en 1500 varios testigos, entre ellos la sexagenaria nieta del primer alcaide, Juan Urtiz de Unsana, y Sancho Martínez de Ulibarri: “Que al tiempo que el dicho Fernán Pérez labraba las dichas torres de Luchana que la mujer de dicho Fernán Pérez se quejaba mucho con el dicho Fernán Pérez porque enviaba muchos haberes de dineros a gastar en el dicho valle de Baracaldo, diciéndole que para dónde llevaba o enviaba tanto dinero. E que el dicho Fernán Pérez decía que llévolo a gastar en cosa que habréis placer desque (sic) la veáis e que hayáis.”
[9] «labro su muger (Leonor) la casa fuerte de Baracaldo, e estorvandolo algunos vizcaynos, señaladamente el solar de Butron e de Muxica, vinieron en aiuda de Doña Leonor los de Avendaño e todos los de Gamboa».
[10] Juan DELMAS “Las Torres de Luchana, desde su fundación hasta su ruina” publicado en Euskal-Herria, Revista Vascongada
[11] www.monasteriodelolivar.com
[12] En este mismo siglo XIV comienzan a proliferar los “beateríos” (instituciones semi-religiosas configuradas como pequeñas comunidades femeninas que, residentes en alguna casa particular, se dedican a las prácticas de devoción y piedad, contemplación y mortificación, tendiendo, si su aparición no los condiciona desde sus mismos orígenes, a vincularse a alguna de las casas de las Órdenes conventuales, en especial, franciscanos y dominicos. En 1443 se citan, como beateríos de la Provincia franciscana de Cantabria, entre otros, los existentes in dominio oppidorum Bilbao, Uribe, Bermeo, Durango, suponiendo Labayru (III, p.116) que el segundo (Uribe) pudiera ser el instalado en Barakaldo. José Ángel GARCÍA de CORTÁZAR y Cía: “Bizkaia en la Edad Media” III, pp. 135-136.
[13] Un buen artículo es el escrito por Daniel CASTILLO y publicado en ARBELA 2001, pp.34-50.
[14] Tomado de Mañaricua “El Monasterio mercedario de Burceña”. El mismo autor nos indica las diferentes versiones del mismo: En el archivo de los Duques de Alba existió este documento, según testimonio del Marqués de Lozoya ¿Era original o copia autorizada o simple? Lozoya, que en otros casos de copias advierte, nada dice. Copia simple, varios siglos posterior, se conserva en el Archivo de la Corona de Aragón (Barcelona), entre otros papeles procedentes del archivo antiguo de los mercedarios de Barcelona. Lo publicó Fray FRANCISCO DE LEDESMA en su Historia breve de la fundación del convento de la Purissima Concepcion de María Santissima, llamado comúnmente de Alarcon y del convento de San Fernando, de Religiosas del Real Orden de Nuestra Señora de la Merced, Redención de Cautivos. Lo transcribió JUAN RAMON DE TURRIZA ZABALA en su Historia General de Vizcaya. De los varios manuscritos que personalmente hizo, aparece en los dos que se han publicado con los apéndices documentales, a saber, el de 1875 y el de 1793. Es de notar que mientras en el primero aparece añadido al final -quizás porque hizo la copia después de transcrita parte de la obra-, en el segundo aparece ya en el orden correspondiente. Iturriza conoció la obra del Padre Ledesma, al menos la menciona. Nuevamente lo transcribe y publica JUAN E. DELMAS en su interesante estudio sobre Las torres de Luchana desde su fundación hasta su ruina. LABAYRU reproduce este texto sin modificar ni aun los más manifiestos errores.
[15] Desde la construcción hasta su entrega a los frailes mercedarios la iglesia de Santa María de Burceña estaría servida por algún clérigo nombrado por el patrono, ya que, aunque éste la llama «monesterio», sabemos que en la Vizcaya de la época nada más quiere decir este nombre que iglesia de patronato. Dicha iglesia sería claramente útil para la piedad de los fieles, pues las iglesias parroquiales de Abando y Baracaldo estaban alejadas.
[16] He aquí las razones: 1ª) Don Fernán Pérez de Ayala vivió de 1305 a 1385 y su hijo Pero Lóez de Ayala de 1332 a 1407. En la escritura de Burceña llama Fernán Pérez a Pero Lópes, “mi fixo lexitimo et heredero de mi estado”. Ahora bien, Fernán fundó el mayorazgo de Ayala por público instrumento datado a 12 de diciembre de 1373 (era 1411), nombrando sucesor suyo a Pero López y lo confirma en su testamento hecho en Vitoria a 6 de enero de 1375 (era 1431). 2ª) El mismo documento fundacional nos dice que dona a los mercedarios su iglesia y monesterio de “Burceña, pueblo de Baracaldo, en las Encartaciones del Señorío de Vizcaya”, Ahora bien, en 1357, en el documento fundacional de San Francisco de Bermeo, dice el Señor de Vizcaya, Don Tello: “acordamos de facer un monesterio de fraires en el nuestro Señorio de Vizcaya, por quanto en todo el nuestro Señorio no havia monesterio ninguno de orden de religiosos”. Ello excluye claramente la existencia de un convento mercedario de Burceña. 3ª) El documento que nos ocupa menciona al “puerto de la villa de Portugalete”, Y Portugalete fue fundada por la señora de Vizcaya, Doña María Díaz de Haro, en 1322. 4ª) La Orden la Merced celebró el año 1317, en Valencia, un capítulo general de trascendental importancia para el futuro de la Orden. Sus actas nos dan a conocer las distintas casas que entonces contaba. Burceña no aparece; prueba inequívoca de que aún no existía”.
[17] El capítulo general de Guadalajara, en 1467, decreta -quizás zanjando la controversia- que Burceña sea casa aneja del convento de Logroño; a éste le corresponden también las limosnas de Guipúzcoa. El 10 de enero de 1470 El papa Pablo II corresponde a las súplicas del fraile mercedario Pedro de Logroño, cuya solicitud contenía indicaciones sobre la pobreza en que se encontraba la preceptoría de Logroño, y por tanto, dispone que la casa de Santa María de Burceña venga unida e incorporada a la dicha preceptoría de Logroño. Reg. Vat. 534, fols.2v-3v.
[18] Basta ver la relación de propiedades acumuladas que, en torno a 1755, eran: 3 casas en Bilbao la Vieja; parte de una casa en Lejona; molinos y ferrería de Bengolea, comprados en 1733; los molinos de Retuerto, comprados en 1725; una casa grande en Retuerto, comprada en 1726; otra casa en Retuerto, comprada en 1734; las tierras llamadas La Bastida, compradas en 1733; las hijuelas de Vallejo y Otabarsa; el sitio de casa de Zenarruza, en el barrio de Vitoricha, comprado en 1740; la casería de Goicoechea en el barrio de Yrauregui (sin fecha); la casería de Ascueta, bajo Santa Agueda; la casería de Vallejo; una casa nueva en Rajeta; la casa de Tapia, comprada en 1701; una viña frente a la portería del monasterio en Burzeña, comprada en 1695; una viña grande en Burzeña, comprada en 1654; unas tierras en Sarachu, Yrauregui; una tierra en la vega de Zorroza, comprada en 1721; la heredad llamada de Aysio, comprada en 1703; unas tierras donde llaman La Punta en el barrio de Zorroza; unas tierras en Arteagabeitia, compradas en 1647; una tierra que fue de la casa de Susunaga en Aguirre; una viña en Munoa, confinante con la estrada que baja de Llano a Las Begas; una tierra que llaman Artabellacos en las Begas de Burzeña; un cuarto de casa y tierras en Uraga, adquiridas en 1739; una heredad llamada Arizabala en Gorostiza; libertad de pasar todos los religiosos sin pagar el barco de Beurco, otorgado en 1643 por Lope Saez de Anuncibay, dueño de las casas de Retuerto y Veurcu; una heredad grande en la estrada de Retuerto, hacia Luchana, adquirida en 1726; una heredad en el barrio de San Bartolomé; una tierra en Rajeta, comprada en 1755; una tierra en el barrio de Careaga, comprada en 1755; una tierra en el barrio de Mesperuza; la vega llamada Lata de Ybarra, en Retuerto, comprada en 1755; heredad en la vega de Acicio (sic) en el barrio de Retuerto; en el mismo barrio otra heredad en la vega de Ybarreta; tierras pertenecientes a la casa de Echachua, sita en el barrio de Landaburu; las propiedades del concurso de acreedores a Domingo de Mesperuza en Gorostiza, el año 1714; un cuarto de casa en el barrio de Retuerto; una tierra en el barrio de Bagaza, en 1656; la casa de Goicohechea en el barrio de Yrauregui, por concurso de acreedores. (Libro 2). Goio Bañales: “Libros del Monasterio de Burceña y toponimia”
[19] Libro IV de los Documentos del Monasterio de Burceña. Goyo Bañales.
[20] Esta decisión contó con la oposición tajante del pueblo de Barakaldo, cuyo Ayuntamiento, en sesión celebrada en 25 de diciembre de 1820, elevó una queja en la que se hacía eco de “la opinión y clamor del pueblo”, solicitando que, en lo que afectaba al convento de Burtzeña, se revocase y diese por nulo el decreto de extinción, o que se suspendiese hasta que el Congreso Nacional respondiese al recurso que se le solicitaría. Argumentaba su demanda en que no se hallaba situado en despoblado (la extinción solo afectaba a estos), y que el hecho de que los frailes hubiesen salido del convento era acorde a la necesidad de atender su oficio. Se indica también el grave perjuicio que se ocasionaba al pueblo, pues Barakaldo necesitaba a la comunidad de frailes por ser su parroquia una de las de mayor extensión de Bizkaia, y porque el convento tenía escuela pública y gratuita de filosofía y primeras letras, y que mandaba todos los festivos cuatro individuos a diferentes capillas para oficiar la misa, e instruían a los que por distancia no podía atender el párroco. Finalmente se apuntaba que se sujetaba a las normas decretadas, pues se componía de 12 ordenados “in sacris”, y esperaba otros dos sacerdotes con las licencias necesarias, y tenía cinco filósofos profesos.
[21] Goyo Bañales: “Libros del Monasterio de Burceña y toponimia”.
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