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Luis Ruiz de Aguirre («Sancho de Beurko»)

Luis Ruiz de Aguirre («Sancho de Beurko»)

El 26 de julio de 1989 falleció en San Sebastián, a los 80 años de edad, Luis Ruiz de Aguirre, conocido también por su nombre literario «Sancho de Beurko», dirigente histórico del nacionalismo vasco de izquierda y comisario general del Ejército Vasco.

Era una de las pocas figuras relevantes que quedaban de la generación de la República y la Guerra Civil en Euskadi, después de la reciente desaparición del comunista Juan Astigarrabí­a y los nacionalistas Alberto Onaindí­a, Eugéne Goyheneche, Juan Manuel Epalza y Jesús Marí­a Leizaola. En su persona queremos también rendir homenaje a esa generación crucial en la historia vasca contemporánea que encabezó el lehendakari José Antonio Aguirre.

Voy a abordar el tema de la relación de Luis Ruiz de Aguirre con la historia desde una triple perspectiva: primero, como protagonista, centrándome en el periodo de la República y la guerra; segundo, como testigo oral de los hechos acaecidos durante esos años, cuyas declaraciones han sido recogidas en diversos libros publicados en el último decenio, y finalmente, como historiador y archivero de la Guerra Civil en Euskadi, a la que dedicó varias obras y sobre la que reunió, en colaboración con otras personas, un importante archivo.

Protagonista en la República y en la Guerra Civil

Nacido el 18 de noviembre de 1908 en Baracaldo en el seno de una familia nacionalista, Luis Ruiz de Aguirre y Urquijo militó desde muy joven en organizaciones nacionalistas: el sindicato Solidaridad de Obreros Vascos (cuando trabajaba de delineante en la compañí­a Euskalduna, propiedad del naviero jelkide Ramón de la Sota), y la Juventud Vasca de Baracaldo, entidad autónoma en los años veinte que se integró en Acción Nacionalista Vasca, partido aconfesional y de izquierda moderada nacido por escisión del PNV en 1930.

Al instaurarse la II República en abril de 1931, Ruiz de Aguirre se afilió a ANV como socio de su Euzko-Etxea de Burceña. Tras cumplir el servicio militar en Pamplona, comenzó a actuar polí­ticamente escribiendo en la prensa aeneuvista, el diario Tierra Vasca (San Sebastián, 1933-34), y participando en las actividades de su agrupación municipal.

La dureza de la lucha polí­tica en los años republicanos en Bilbao y la zona fabril de la margen izquierda, con frecuentes choques violentos entre carlistas, nacionalistas, republicanos y socialistas, llevó a la creación de grupos paramilitares de los partidos (requetés, mendigoizales, milicias…). ANV intervino en esa lucha violenta (tuvo un muerto y varios heridos en Baracaldo en 1933) y contó con una organización secreta de la que formó parte Ruiz de Aguirre. Según su testimonio, se denominaba con las siglas C.A.N. (cuyo significado no recordaba) y se dedicaba a ayudar a los presos nacionalistas, a vigilar a otros partidos y a comprar pistolas, que escondí­an en el local de las Emakumes de Juventud Vasca de Baracaldo y con las que hací­an ejercicios de tiro en el monte.

«Sancho de Beurko» participó también con otros jóvenes aeneuvistas en la Revolución de Octubre de 1934 ocupando el ayuntamiento de Baracaldo y tuvo que permanecer recluido en su casa durante algún tiempo, librándose de acudir a la cárcel gracias al entonces capitán de la Guardia Civil Juan Ibarrola (que llegó a ser un destacado jefe militar del ejército republicano en la guerra).

En los años finales de la República Ruiz de Aguirre ocupó cargos en la organización local de ANV. En 1934 fue secretario de la junta municipal de Baracaldo, compuesta por Juventud Vasca y cinco Euzko-Etxeas en diversos barrios. Se acordaba de que llegó a firmar 1.117 recibos de afiliados, lo que prueba la pujanza de ANV en la localidad fabril (su núcleo más importante de toda Euskadi), superior en ella al PNV (que no llegaba a los 1.000 militantes).

La peculiaridad de la Juventud Vasca de Baracaldo a lo largo de su historia se confirmó en 1936 al protagonizar un cisma en el seno de ANV: se opuso a su ingreso en el Frente Popular y acordó acudir a las elecciones municipales de abril en alianza con el PNV.

Ante su disidencia, la dirección nacional de ANV expulsó al comité municipal, transformándose entonces Juventud Vasca en ANV Autónoma, y lo sustituyó por otro, que estuvo presidido por Ruiz de Aguirre y contó con el apoyo de la mayorí­a de las Euzko-Etxeas de Baracaldo. En esta situación de división sobrevino la Guerra Civil.

Fue en ví­speras de ésta cuando nuestro biografiado empezó a adquirir importancia dentro de Acción Nacionalista participando en sus principales actividades durante la primera mitad de 1936: la negociación de la alianza con el Frente Popular en las elecciones a Cortes, la redacción del semanario Acción Vasca (Bilbao) y la elaboración de un nuevo programa que marcó un giro a la izquierda en los planteamientos socioeconómicos del partido (anticapitalismo, nacionalizaciones…). Dicho programa fue aprobado en la asamblea nacional celebrada en Bilbao el 28 de junio, a la que asistió Ruiz de Aguirre como apoderado de Baracaldo y en la que resultó elegido vocal suplente del nuevo comité nacional por la comarca de la margen izquierda del Nervión.

En la Guerra Civil su actuación fue mucho más militar que polí­tica (si bien colaboró en el diario Tierra Vasca de Bilbao en 1936-37), pues intervino en los principales hechos bélicos: la campaña de Guipúzcoa, la batalla de Villarreal, la campaña de Vizcaya y el pacto de Santoña. Ya en agosto de 1936 marchó con un grupo de nacionalistas vizcaí­nos a Loyola, en donde estaban formándose las milicias vascas, el embrión del Euzko Gudarostea. Allí­ se incorporó al que luego serí­a batallón nº 1 de ANV (nº 6 del Ejército regular de Euzkadi), del que fue capitán de la compañí­a de ametralladoras y con el que combatió en Villarreal y en los frentes de Vizcaya. Su máximo ascenso se produjo el 17 de mayo de 1937 cuando Aguirre le nombró Comisario General de Guerra de Euzkadi (equiparado a teniente coronel), junto con Jesús Larrañaga (PCE), José Mª Lasarte (PNV), Máximo Astiz y Cecilio Egaña1. Vivió la evacuación tanto de San Sebastián en septiembre de 1936 como de Bilbao en junio de 1937.

Tras la caí­da de la capital vizcaí­na, Ruiz de Aguirre continuó con lo que quedaba del Ejército Vasco hasta Santander y, en representación de ANV, se sumó a última hora al llamado «Pacto de Santoña» entre la dirección del PNV y el mando de las tropas italianas que luchaban con el ejército de Franco. Fue una de las 17 personalidades vascas que pudieron salir de Santoña y viajar a San Juan de Luz en el destructor británico «Keith» gracias a un acuerdo de canje de presos polí­ticos llevado a cabo por los consejeros Leizaola (PNV) y Nárdiz (ANV) y el coronel franquista Troncoso el 25 de agosto de 19372.

Pasó el resto de la Guerra Civil en el Paí­s Vasco continental, adscrito al departamento de Agricultura del Gobierno de Euzkadi que regentaba su partido. Estando en Bayona, en octubre de 1938, firmó con otros nacionalistas un escrito propugnando la creación de un Frente Nacional Vasco, compuesto por todas las organizaciones abertzales (PNV, ANV, STV, y la Federación de Mendigoizales), que no llegó a cuajar a pesar del apoyo del comité nacional de ANV, que nombró a Ruiz de Aguirre su representante en esas conversaciones junto con su amigo José Olivares Larrondo (el destacado periodista «Tellagorri»). Acabada la guerra, marchó a América viviendo largos años de exilio en Venezuela, en donde fue presidente de ANV. Desde allí­ promovió y financió al principio la publicación del periódico mensual Aeneuvista Tierra Vasca (Bueno Aires, 1956-75), dirigido por «Tellagorri» hasta su muerte en 1960. En él colaboró de nuevo con sus escritos, al igual que en otras publicaciones vascas del exilio.

Vuelto a Europa en los años sesenta, Ruiz de Aguirre se instaló en San Juan de Luz, hasta que recientemente pasó a residir en Fuenterrabí­a. A finales del franquismo y comienzos de la transición, siguió militando en Acción Nacionalista Vasca, su partido de siempre. Pero el ingreso de éste en la coalición Herri Batasuna le llevó a abandonarlo y a crear con otros correligionarios de su época ANV histórica, de efí­mera existencia.

Testigo de la historia

Los testimonios de protagonistas constituyen una fuente importante y necesaria al escribir la historia del siglo XX. En el caso del Paí­s Vasco han sido bastante utilizados para conocer la II República, la Guerra Civil y la Dictadura Franquista. Luis Ruiz de Aguirre ha sido uno de los que más ha aportado sobre la polí­tica y la guerra en Euskadi durante los años 30 a través de sus entrevistas con varios historiadores y periodistas.

Para el perí­odo republicano, su contribución principal se refiere lógicamente a la historia de su partido polí­tico. Datos interesantes sobre éste se encuentran en una interviú periodí­stica, en dos libros de testimonios centrados más en la guerra que en la República y en mi historia de Acción Nacionalista Vasca. Para ésta le entrevisté en varias ocasiones en 1982 y desde entonces mantuve una larga correspondencia epistolar con él, siendo sus cartas una fuente de información tan valiosa como su testimonio oral para conocer la vida interna de ANV hasta la Guerra Civil, en especial el caso singular de Baracaldo: su organización, sus grupos armados, su participación en la Revolución de Octubre, su prensa, su evolución izquierdista a finales de la República, su asamblea nacional de 1936, el cisma baracaldés, etc., aspectos a los que ya he hecho referencia.

El testimonio de Ruiz de Aguirre es también muy útil para historiar el desarrollo de la guerra en el Norte desde una perspectiva militar, sobre todo la campaña de Vizcaya, la conquista de Bilbao y el «Pacto de Santoña». Sus declaraciones han sido publicadas en tres obras, una con su visión de la fallida ofensiva del Ejército Vasco sobre Villarreal de ílava a finales de 19366, y las otras dos con informaciones acerca de su actuación y de la marcha de la contienda desde sus inicios hasta Santoña.

En ellas sostiene que el Cinturón de Hierro en torno a Bilbao era indefendible, con independencia de la traición del ingeniero Goicoechea, por no contar el Ejército Vasco con el armamento y los soldados suficientes, basándose en un informe del teniente coronel Montaud, jefe del Estado Mayor. Así­ afirma con rotundidad: <<el Cinturón de Bilbao no tení­a defensa>>; <<el Cinturón tení­a, en todo caso, una defensa heroica, pero no creo que con posibilidades de éxito>>. Y reitera lo mismo en el caso concreto de la villa del Nervión: <<la defensa de Bilbao ciudad era materialmente imposible>>, <<Bilbao capital no tiene ninguna defensa>>.

Ruiz de Aguirre acepta como correcta la decisión del Gobierno Vasco de hacer caso omiso de las órdenes del ministro Prieto y no destruir la industria pesada de la margen izquierda por considerar que su destrucción iba <<en perjuicio del pueblo vasco>>.

A mi juicio, la principal aportación historiográfica del testimonio de Sancho de Beurko ha sido hablar de la existencia del «Pacto de Bilbao» (antecedente del de Santoña), pacto no escrito pero que se concreta en hechos tan importantes como los siguientes: la huida de destacados jefes del Ejército Vasco (de artillerí­a, intendencia y sanidad) en los destructores Cí­scar y José Luis Dí­ez, la entrega de los presos de las cárceles bilbaí­nas al ejército franquista, el abandono de abundante armamento y munición, la rendición de numerosos batallones y la no voladura de Altos Hornos de Baracaldo (aquí­ señala que sí­ hubo negociación entre el batallón Gordexola, del PNV, y ANV Autónoma, y un coronel italiano). En su opinión, este «Pacto de Bilbao» tuvo más trascendencia que el posterior: <<si hay 14 batallones aproximadamente en Santoña, hay que considerar que en Bilbao se entregan más de 30>>.

En cambio Ruiz de Aguirre resta importancia a la rendición de Santoña y justifica la negociación del PNV con las tropas italianas: <<me parece que está justificado ese pacto o cualquier otro cuando se trata de salvar un ejército>>. Recuerda que el presidente Aguirre, en su último parte dado en Trucí­os antes de abandonar el territorio vasco, escribió: <<Salvar el Ejército es misión principal>>. Para ello, el propio Lehendakari viajó a Valencia y negoció con el Gobierno Republicano su evacuación a Francia por ví­a marí­tima. Pero este proyecto falló y el que se llevó a cabo fue el de la dirección del PNV (Ajuriaguerra), conocido como la «solución italiana», cuyo fracaso se debió a la traición de los italianos, a juicio de Ruiz de Aguirre: <<El Ejército Italiano no cumplió con su palabra. No mereció que se le entregase lo que quedaba del Ejército Vasco>>. Otros protagonistas e historiadores no comparten esta opinión ni tampoco su valoración sobre el polémico «Pacto de Santoña».

  1. Historiador y archivero de la Guerra Civil en Euskadi

Al correr del tiempo Luis Ruiz de Aguirre acabó siendo historiador de los acontecimientos bélicos de los que habí­a sido protagonista y que contó a otros autores.

Ciertamente, no fue (ni podí­a serlo) un historiador académico. A escribir sobre la guerra en el Paí­s Vasco no le llevó la profesión ni la vocación (su vocación fue más ser poeta que historiador), sino la necesidad de defender los ideales (el nacionalismo vasco) y las instituciones (el Gobierno autónomo surgido del estatuto de 1936) por los que dio su visión de la Guerra Civil, la de los gudaris vencidos, en oposición a la ofrecida por los vencedores, por la historiografí­a militar franquista. Así­, por ejemplo, criticó aspectos de las obras del coronel Martí­nez Bande, como lo que éste ha denominado la «Rendición de Guriezo». Del mismo modo, formó parte de la comisión de historiadores investigadora del bombardeo de Gernika en los años 1977-1978.

Sancho de Beurko fue autor de varios artí­culos sobre el Pacto de Santoña, en los que defendió las tesis ya mencionadas, y de dos libros sobre la guerra. Aparte del valor de éstos a los que enseguida aludiré, Ruiz de Aguirre ocupa un puesto destacado en la historiografí­a vasca de la Guerra Civil por haber editado completo El Informe del presidente Aguirre al Gobierno de la República, extenso y capital documento para entender el conflicto en Vizcaya bajo el Gobierno Vasco de octubre del 36 a junio del 37. Con su publicación Ruiz de Aguirre cumplió su misión de dar a conocer al pueblo vasco la defensa que de él hizo el Lehendakari Aguirre y <<su terrible esfuerzo para salvar el Ejército Vasco>>, y al mismo tiempo proporcionó a los historiadores una fuente de excepcional valí­a, cuya consulta es imprescindible para todo aquel que quiera escribir sobre la Guerra Civil en Euskadi.

Precisamente, en su prólogo a El Informe…, Beurko revela que el presidente Aguirre (tan admirado por él aún no perteneciendo al mismo partido) le pidió a él y a otros destacados nacionalistas que escribieran sobre los hechos que habí­an vivido en 1936-37.

Ruiz de Aguirre hizo caso de esta petición y prueba de ello son los dos libros que dedicó a la contienda fraticida.

El primero, escrito en el exilio, lleva el significativo tí­tulo de Gudaris14. Como señala su prologuista Tellagorri, <<no pretende ser una historia de la Guerra Civil en Euzkadi; a veces se preocupa de los detalles bélicos y los consigna escrupulosamente, pero la tónica general es la del pintor literario>>. En efecto, son –como indica el subtí­tulorecuerdos de guerra que el autor narra de forma literaria, no en vano <<Sancho de Beurko ha sido siempre un poeta>> (Tellagorri). La parte final del libro es la que tiene más valor desde el punto de vista histórico, ya que reconstruye la reorganización del Ejército Vasco en Santander en los meses de julio y agosto de 1937 y sigue su evolución dí­a a dí­a en base a la documentación del Estado Mayor. Bastantes de estos documentos, que él mismo sacó en una cartera de Santoña y conservó a lo largo de toda su vida, figuran reproducidos fotográficamente en la segunda edición de Gudaris, entre ellos el último parte de Aguirre en suelo vasco. Esta aportación documental acrecienta considerablemente el valor histórico del libro: la publicación de un gran número de fotografí­as en su mayorí­a referidas al Ejército vasco y a la guerra en

Vizcaya, y una muy útil relación de batallones del ejército regular de Euzkadi con sus nombres, numeración, filiación polí­tica o sindical y mandos superiores.

El segundo de sus libros sobre la Guerra Civil está dedicado al Ejército Vasco. Tampoco se trata de una historia propiamente dicha, sino más bien de una recopilación de documentos, estadí­sticas, fotografí­as y croquis de operaciones, de gran importancia para la historia militar. Entre ellos sobresalen los numerosos datos que proporciona sobre la composición del Ejército y de la Marina Auxiliar de Guerra, su armamento y el Cinturón de Hierro. Al final del libro reproduce textos de los historiadores militares franquistas sobre la campaña de Vizcaya, que sirven de contraste a la visión y a las fuentes ofrecidas por Sancho de Beurko.

En suma, su mayor aportación a la historiografí­a de la Guerra Civil en Euskadi es de í­ndole testimonial y documental. Y es que Ruiz de Aguirre hablaba y escribí­a de la guerra de 1936 basándose no sólo en los recuerdos de su memoria sino sobre todo en un importante archivo, que tuvo su origen en la documentación militar que logró sacar del puerto de Santoña en agosto de 1937. A los papeles y las fotografí­as que fue reuniendo se sumó la cuantiosa documentación recuperada en los años setenta por «Bidasoa. Instituto de historia Contemporánea», asociación de la que fue uno de sus principales promotores y que publicó varios fascí­culos sobre la Guerra Civil. Ruiz de Aguirre entregó en 1985 una copia del Archivo Bidasoa a la consejerí­a de Cultura del Gobierno Vasco, que se encuentra en el centro de microfilm de Bergara19, y en 1989 otra copia del mismo a la Biblioteca Central de la Universidad del Paí­s Vasco en Leioa, garantizando así­ su conservación y difusión.

Para terminar quiero resaltar la vinculación que le unió a la Universidad vasca en los últimos años de su vida. Hombre trabajador y autodidacta, que no tuvo oportunidad de estudiar una carrera universitaria pero con una fuerte vocación cultural, decidió  así­ me lo comunicó constantemente en sus cartas- que sus fondos bibliográficos, hemerográficos y documentales fuesen a parar a la Universidad pública para que sirviesen en el futuro a los investigadores. Así­, en 1987 la UPV adquirió sus colecciones de prensa, valiosas para la etapa del exilio (Euzko Deya de Parí­s y México, Alderdi, OPE, etc.), con las que la hemeroteca universitaria organizó una interesante exposición titulada «40 años de Historia». En 1988 y primeros meses de 1989, aquejado ya de larga y penosa enfermedad que le obligó a peregrinar por diversos hospitales, fue pasando paulatinamente a la UPV su biblioteca, en la que destacaban los libros referentes a la Guerra Civil y a la figura de Simón Bolí­var (otra de sus aficiones culturales: era el presidente de la Sociedad Bolivariana del Paí­s Vasco desde 1987). Y por último, en julio de 1989, unas semanas antes de su muerte aprobó el traslado de su archivo (¡De lo que más le costó desprenderse!) desde su casa de Hondarribia hasta la Biblioteca Universitaria de Leioa.

Este postrer gesto en pro de la cultura y de la memoria colectiva del pueblo vasco honra a Luis Ruiz de Aguirre, que supo ser hombre de acción y gudari en la guerra y hombre de letras e historiador en tiempo de paz, siempre al servicio de la causa vasca por la que luchó primero con las armas y después con la pluma.

En 1980, en el prólogo de su libro sobre El Ejército Vasco, escribió: <<Siempre he temido por la muerte de un gudari porque además de llevarse nuestras lágrimas, se lleva con él una parte de la reciente historia de Euzkadi>>. Pienso que pocas veces se han aplicado con mayor propiedad estas palabras que en el caso de Luis Ruiz de Aguirre, sin duda, son su mejor epitafio. Descansa en paz, amigo Luis.

Por José Luis de la Granja

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