Altos Hornos y vivienda obrera
La política paternalista desarrollada por los empresarios europeos no era desconocida por los fundadores de la empresa. En sus numerosas y habituales estancias europeas para adquirir conocimientos tecnológicos, asimilaron también tácticas empresariales, como la organización del trabajo y la creación de poblados obreros. En este aspecto, los Krupp en Essen, socios alemanes de los Ybarra, fueron un modelo a tener en cuenta.
Como resultado, Altos Hornos de Vizcaya supo desplegar un amplio programa paternalista, abarcando una extensa gama de intervenciones en diferentes esferas. En el terreno de la enseñanza construyó y sostuvo varias escuelas: una de párvulos para niños y niñas, otra de primera instrucción y otras más de artes y oficios. Su inserción en la economía familiar vino dada con el desarrollo de una caja de ahorros, dos sociedades cooperativas y bonificaciones extraordinarias en años críticos en forma de carbón para uso doméstico y subvenciones al aumento del precio del pan. La asistencia médica a sus obre ros se garantizó con dos hospitales y personal sanitario. En el plano espiritual erigió una capilla. Recurrió también al auxilio de numerosas familias en épocas delicadas, como por ejemplo en la enfermedad y la vejez, con la constitución de una sociedad de socorros y una caja de pensiones. Continuaba, de esta forma, la política emprendida por Altos Hornos de Bilbao y la Vizcaya, asegurándose, igualmente, el mantenimiento del orden social con el establecimiento cercano de la Guardia Civil al que contribuía económicamente.
Esta amplia red de instituciones benéficas completada con unos salarios comparativamente superiores a los del resto de trabajadores de la comarca y la estabilidad en el empleo convirtieron a Altos Hornos de Vizcaya en la gran empresa en la que todos los obreros de la zona deseaban trabajar. No resulta difícil, por tanto, suponer la dura competencia por entrar en la Compañía y la generación de un sentimiento de fidelidad hacia ella. Sin embargo, había que asegurarse la disposición de una oferta de trabajadores holgada y evitar al máximo el riesgo de movilizaciones obreras. En este sentido, la fijación de la población trabajadora en el espacio próximo a la fábrica podía resultar trascendental, a la vez que beneficioso económicamente al tratarse de una inversión basada en un constante déficit de viviendas obreras. No en vano, el mayor constructor de Barakaldo fue Cristóbal Murrieta, socio de Nuestra Señora del Carmen y perfecto conocedor del mercado inmobiliario en áreas industriales tras su prolongada estancia en Londres .
En 1867 la Sociedad Ybarra y Cía., promotora de Nuestra Señora del Carmen , poseía 28 viviendas en el barrio baracaldés de Beurco y se había preocupado por alojar a 74 obreros en viviendas propiedad de Cristóbal Murrieta. Unos años más tarde sería Altos Hornos de Bilbao quien promocionase la edificación de viviendas modestas, atrayendo a constructores e inversores. Juan Ybarra, Gabriel Mª Ybarra y Cosme de Zubiria, arrendaron o vendieron sus terrenos próximos a la empresa con la expresa condición de que en ellos se levantaran viviendas para obreros. Se erigieron, así, a finales de la década de los 70 y principios de los 80 del siglo pasado las «Casas de Uria» en Pormetxeta y las «De la Bomba» en Ramón y Cajal.
De igual forma, hasta 1890 existieron acuerdos entre la Compañía y algunos propietarios para alquilar sus viviendas y recaudar la correspondiente renta. Altos Hornos de Bilbao retenía el importe de los alquileres de los jornales de sus trabajadores asegurando, al mismo tiempo, a estos últimos un alojamiento y a los propietarios la rentabilidad de sus inversiones.
Más aún, en momentos críticos este control empresarial le permitía mostrarse como el guardián de los intereses obreros, tal y como ocurrió en 1888 cuando el mayor propietario de Barakaldo, Francisco de Arana y Lupardo, intentó, sin éxito, aumentar los alquileres. La Sociedad amenazó con dejar de percibir los arrendamientos, por lo que dicha iniciativa no prosperó. No obstante, la intervención de Altos Hornos de Bilbao no se quedaría ahí, puesto que en 1891 pasaría a arrendar directamente una serie de viviendas a este propietario.
P e ro todas estas actuaciones habían sido colaterales. La empresa no había intervenido directamente en la construcción de viviendas obreras, aunque Altos Hornos de Bilbao había edificado en Barakaldo, en los años 80, casas de elevada calidad arquitectónica para su personal más cualificado1 6. Con la intención de que pudieran atender en cualquier momento y con gran rapidez las contrariedades que pudiesen producirse en la fábrica se habían levantado en sus inmediaciones unos alojamientos que contrastaban con el resto de viviendas del lugar.
Finalmente, en 1913 Altos Hornos de Vizcaya ponía en marcha un nuevo proyecto: la construcción de un barrio obrero. Para su desarrollo fue necesaria la elaboración de un informe previo que señaló como fórmula más beneficiosa «(…) la intervención de una sociedad independiente de la de los Altos Hornos, que al efecto se puede constituir, para evitar de este modo los inconvenientes diversos que en determinados casos como huelgas pudieran suscitarse«. De esta manera, el 29 de diciembre de 1914 se constituía en Barakaldo ante notario la Sociedad de Casas Baratas de Baracaldo y Sestao S. A., con un capital social de 125.000 pesetas representado por 1.250 acciones de 100 pesetas, cada una de valor nominal.
Con el objetivo de «(…) procurar el bienestar material y moral de su personal, (…)«, la mayor parte de sus acciones fue suscrita por la empresa.
El proyecto preveía la construcción de 46 casas doble con 92 viviendas, estableciéndose un gasto de 5.000 pesetas por vivienda y 25.000 pesetas más en la urbanización y saneamiento de la zona. La iniciativa despertó recelos entre los propietarios de la localidad que hicieron llegar hasta la Dirección de la empresa una airada queja solicitando se desistiese en el empeño de construir el barrio obrero, o en su defecto, se redujeran sus dimensiones «(…) a fin de no causar perjuicio a la edificación existente en Baracaldo.« En cuanto a sí recibieron, o no, el apoyo de las instituciones, es conveniente señalar que la Sociedad en ningún momento recurrió a los auxilios estatales de la Ley de Casas Baratas, pese a que si obtuvo la aprobación de sus estatutos y de sus terrenos, así como la calificación condicional de sus viviendas en 1921 cuando ya las tenía erigidas.
Encargada la proyección de estos alojamientos por Altos Hornos de Vizcaya a Manuel Mª de Smith, fueron realizados en dos fases. En la primera de ellas (1916) se proyectaron trece inmuebles a lo largo de un solar en «L», entre las calles Francisco Gómez y Elexpuru. Se trató de unas construcciones de dos o tres alturas y planta baja, adosadas, con jardines del a n t e ros decorativos y patios zagueros de uso doméstico. La segunda fase (1918) recogió el legado de la anterior, respetando su repertorio formal, aunque perdió ese espíritu de ciudad jardín inglesa que las primeras dejaban entrever. Las catorce nuevas casas, erigidas en las calles Francisco Gómez, Elexpuru, Elejalde y un camino particular, respondían a una tipología de vivienda de triple altura, siguiendo la alineación marcada por aquella primera fase.
Igualmente, parece ser que existieron posteriormente tentativas para ampliar esta promoción a otras dos manzanas más y una segunda hilera de casas, aunque finalmente no progresaron.
Según M. Paliza Monduate no era la primera vez que Manuel Mª Smith seguía los preceptos de la Ciudad Jardín de E. Howard, aunque sí la primera que los aplicaba en un proyecto destinado a obreros y empleados. Antes, había diseñado las casas de alquiler de Lucas Urquijo en Peñota (Santurtzi) y los chalets de Ondategui (Getxo), enfocadas las primeras a la clase media acomodada y los segundos, nunca realizados, a miembros de la clase alta. En ambos proyectos se adoptaba un estilo similar a las urbanizaciones inglesas rodeadas de jardín delantero y zaguero, rezumando sanidad e higiene, apacibilidad, confort y conjunción armónica entre lo natural y lo arquitectónico.
Concretamente, en esta ocasión se repetía el mismo esquema, aunque readaptándola a la condición socioeconómica de sus ocupantes. El estilo elegido fue el Old English y sirvió para albergar construcciones unifamiliares, dobles y triples, todas ellas con sala, comedor, cocina, water closed y tres dormitorios. Del mismo modo, sintonizando con las corrientes de la época y los deseos de la empresa, Manuel Mª Smith defendió siempre la vivienda unifamiliar frente a los bloques de vecindad, porque favorecía el correcto desarrollo de la institución familiar. Aunque esto no quiere decir que nunca los proyectase, llegando incluso a edificar en 1928 uno para sí mismo en la Avenida de Neguri en Getxo.
El deseo aleccionador de la Sociedad quedó patente desde el primer momento, incluso en el diseño interior y exterior de las viviendas. El pequeño jardín o huerto delantero, delimitado por una simple cerca, símbolo indiscutible del derecho de propiedad, aparecía como el espejo en el que desde la calle poder observar la vida en armonía de la familia obrera. En el interior, la cuidadosa distribución y disgregación de sus dependencias se encargaron de transmitir los valores de la época. En todos los alojamientos se separaron los dormitorios, por sexo y edad, pero no se les dio autonomía. En las viviendas unifamiliares se diferenció entre las estancias de carácter diurno (recibidor, cocina, sala y retrete), proyectadas en la planta baja, y los dormitorios, de carácter privado, en el piso principal.
En estos inmuebles se trató de garantizar al máximo la correcta iluminación y ventilación desde el exterior, a la vez que se adoptaron gran parte de las innovaciones tecnológicas producidas a lo largo de todo el siglo XIX: progresos en los sistemas de calefacción, ventilación, alumbrado, vidriería,… Todo un conjunto de avances que re d u n d a ron en pro de un mejor equipamiento y un mayor confort que el resto de viviendas obreras de la localidad no poseían.
En este aspecto, la introducción del water closed en la vivienda fue tal vez uno de sus logros más sobresaliente. Por esa época, el re t rete comenzaba a disponerse en el interior de los alojamientos, aunque lo más frecuente fue encontrarlo en los patios, corrales o pasillos de los inmuebles modestos. Buscaban los constructores la mayor rentabilidad, aprovechando al límite el espacio o restando dimensión a las viviendas. Razón por lo cual, la instalación de retretes comunitarios reducía el capital desembolsado en este tipo de inversiones.
Inclusive la situación topográfica de estas viviendas fue cuidadosamente estudiada. Relativamente alejadas de la fábrica y sus efectos negativos (contaminación ambiental y acústica, conflictos sociales, alcoholismo, prostitución, criminalidad,…), se dispusieron lo suficientemente cercanas para que sus ocupantes pudieran desplazarse a pie hasta su puesto de trabajo en una época marcada por la carestía de los medios de transporte y la exigí¼idad de los salarios.
El control ejercido por Altos Hornos de Vizcaya quedó también materializado con la introducción en el Consejo de Administración de la Sociedad de Casas Baratas de Baracaldo y Sestao de varios delegados: Gregorio Prados Urquijo (sustituido en 1918 por Juan María de Goyarrola y Aldecoa); Alfonso Churruca y Calbetón; Casimiro de Basaldua e Ibieta; Domingo de Sagastagoitia y Aboitiz; y Martín Fernández de Villaran y Fernández Cormenzana (sustituido en 1917 por Lorenzo Vivanco y Ortiz). De esta forma, la empresa penetró en la organización de la Sociedad y en la construcción de sus viviendas, interviniendo en todos y cada uno de pasos bajo la disculpa de la financiación y la dirección altruista y desinteresada.
Pero, ¿qué se escondía detrás de esa tutela magnánima y humanitaria? Altos Hornos de Vizcaya, al igual que otros muchos patrones, pretendía combatir con estas viviendas, como ya se ha señalado, la inestabilidad residencial y laboral, la escasez de viviendas, el descontento social, el desorden sexual y moral, el elevado índice de mortalidad y enfermedades, la i m p revisión y el gasto desordenado en vicios como la taberna, el alcohol, la prostitución,…
Además, con esta inversión, se conseguía sembrar diferencias entre sus operarios. Entendidos como parte de ese «salario indirecto» estos alojamientos sirvieron para segregar a la población trabajadora en función de su disfrute.
Ciertamente, con estos inmuebles la Compañía lograba de forma indirecta garantizar los tres objetivos del paternalismo señalados por J. Sierra ílvarez. En primer lugar, aseguraba el reclutamiento de mano de obra, fijándola en las cercanías de la fábrica. En segundo lugar, el hogar, después de la fábrica, se convertía en un espacio pedagógico que facilitaba el aleccionamiento de todo un conjunto de valores burgueses, redundando en pro de un adiestramiento productivo de sus obre ros. Y por último, se le apartaba de la autoorganización, al llevar la Compañía el peso de la organización de la Sociedad y la edificación de las viviendas.
Con todo esto se conseguía un doble objetivo: producir al «obrero modelo» y al «hombre nuevo». De hecho, en ningún momento se pretendió con ellas atender las necesidades de alojamiento de toda la población trabajadora, que en 1920 alcanzaba en Barakaldo y Sestao, conjuntamente, la cifra de 3.5002 9. Más bien al contrario, sirvieron para quebrar la solidaridad obrera y garantizar la lealtad de un grupo de operarios.
Incluso la forma en que fueron entregadas a esos obre ros, en alquiler, resultó una clara manipulación, pese a que Altos Hornos de Vizcaya intentaba disimularlo, señalando que la «(…) intención primera de esta Sociedad, fué la de que los arrendatarios pudieran llegar á constituirse en propietarios de las viviendas arrendadas, pero los abusos que la experiencia demuestra á que esto ha dado lugar, por las condiciones que de ordinario los nuevos propietarios suelen señalar para los arriendos ó subarriendos, la han movido á la determinación de conservar, en todo momento, la propiedad de las casas, como medio más eficaz de mantener fiscalización directa, haciendo que el arrendamiento responda en un todo á la finalidad de la Ley y el Reglamento de Casas baratas, persigue».
El alquiler, mes a mes, hizo crecer en el interior de cada uno de sus ocupantes una dependencia y un sentimiento de lealtad hacia la empresa. Se transformó en una práctica eficaz para combatir la creciente autonomía de las masas obreras, cada vez más influidas por las nuevas teorías sociales y apartadas de los valores tradicionales y religiosos.
Domingo Hernández, Mª del Mar
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