Ferrerías y molinos
Las Ferrerías son los antepasados remotos de las modernas fábricas. La abundancia, calidad y facilidad de extracción del mineral de hierro hizo posible que desde muy antiguo existiesen en los alrededores. Son instalaciones que sirven para transformar el mineral de hierro en metal y, posteriormente, elaborar diferentes productos. En sus inicios estarían asentadas en lugares altos para aprovechar la fuerza del viento (haizeolas) para, posteriormente, instalarse en las orillas de los regatos y beneficiarse de la fuerza impulsora del agua (necesidad de mover martillos-pilones y fuelles).
Tras la extracción y limpieza, los carreteros y muleros transportaban la «vena» a las ferrerías mientras que en los montes cercanos, los carboneros, elaboraban el carbón de madera necesario para la combustión del horno. También es posible que se exportara, por barco, a otros lugares dada la gran demanda que, desde siempre, tuvo el mineral bizkaíno.En nuestro entorno hubo abundantes ferrrerías como las de Aldanondo (Alonsotegui), la mayor y menor de Iráuregui y, como más concentradas, las de Urdandeguieta, Tellitu, Urkullu, Eskauritza, Ragoa, Aranguren y Bengolea en el Valle del Río Castaños.
Los Molinos han existido desde la época Neolítica cuando la humanidad se inicia en la agricultura. La «panificación» obligó a las gentes a tener que triturar el grano y, en consecuencia, nace el rudimentario molino de mano. El perfeccionamiento del mismo llevó, con el transcurso de los siglos, a la sustitución a la hora de mover la piedra de la fuerza humana por la del agua. Por ello, se irán situando en el borde de los cauces de los ríos. Y junto al edificio del molino, donde se encuentran las piedras de la molienda, encontraremos, normalmente una presa, un canal y un estanque cuyas aguas van directamente a la rueda.
En Barakaldo encontramos los molinos de Linaza, Laskao, Aldanondo, Iráuregui y Zubileta en el río Kadagua; y Urkullu, Eskauritza, Llano, Urieta, Gorostiza, Bengolea y Retuerto en el Castaños. Además, utilizando otros cauces, encontramos los de Kareaga y Ugarte. De singular importancia fue el «molino de marea» de San Juan, único que utilizó el agua de mar para mover sus ruedas.
Mitxel Olabuenaga
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