Vida cotidiana (siglo XIX) (aporte documental)
V. Blasco Ibáñez : «El Intruso» pp. 62-63
«Cerca ya de Gallarta, al quedar solo el doctor, vio venir hacía él un hombre montado en una burra blanca, tan grande y tan fuerte que casi parecía una mulita. Por esta cabalgadura conoció Aresti desde lejos a don Facundo, el cura párroco de Gallarta. Hacía diez años que había sido trasladado al distrito minero desde un pueblecillo de ílava, y afirmaba que la mejor tierra del mundo era la de las Encartaciones. «Paz, mucha paz; para todos hay vida en el mundo.» Yen santa paz vivía, siendo gran amigo de Aresti y tomando a broma las doctrinas revolucionarias que el doctor, por aburrimiento, exponía a los ricos de Gallarta después de sus famosas cenas. […] Para él, la religión verdadera no decrecía ni experimentaba quebranto alguno mientras se celebrasen bautizos, casamientos, y sobre todo, entierros, muchos entierros.
A misa sólo iban algunas viejas del pueblo. La iglesia estaba siempre vacía, pero el país era muy religioso. La prueba estaba en que él no tenía libre un momento, y continuamente veían todos trotar su burra blanca por los caminos y atajos del distrito. Aquel curato valía más que algunos obispados. La gente pobre, que no se acordaba de la casa de Dios, encontraba siempre en su miseria el dinero necesario para que el pariente marchase a la fosa escoltado por la burra de don Facundo y mecido en su ataúd por el vozarrón del cura. Había días en que acompañaba cinco entierros en los lugares más lejanos de la parroquia; asunto de leguas. Pero a él no le infundía miedo el trabajo mientras contase con su cabalgadura infatigable, y montado en ella acudía a todas partes. Marchaba delante el ataúd en hombros de los mineros, escoltado por mujeres que daban alaridos y se mesaban el pelo con desesperación de gitanas, y detrás don Facundo, montado en su burra, con sobrepelliz y bonete, seguido a pie por el sacristán, al que llamaba su «corneta de órdenes», siempre cantando, pues los parientes ponían reparos a la hora de pagar si cantaba poco, repitiendo automáticamente los versículos del oficio de difuntos, al mismo tiempo que marcaba el compás esgrimiendo sobre su cabeza la vara de fresno con que arreaba a la cabalgadura».
José I. Homobono : «La Cuenca minera vizcaína» p. 135
«La estructura de las prácticas alimentarias de la población minera, por contraste con la rural y autóctona, denota su adscripción a subculturas netamente diferenciadas.
La dieta básica en los naturales del Concejo de San Salvador del Valle, durante el período intersecular la integran el cocido -castellano o del país- y el guiso de porrusalda, acompañados por vinos foráneos pero también por txakolí. Son habituales las legumbres y hortalizas del propio concejo o del inmediato Barakaldo, así como la leche, y el desayuno habitual consiste en café con leche. Entre los trabajadores de las minas, en cambio, son usuales los citados cocidos, tasajo argentino, patatas con bacalao en ocasiones, vino -aunque no siempre- y como desayuno antes de empezar el trabajo, una copa de aguardiente.
En cuanto a la dieta cotidiana del minero castreño, sabemos que el frugal almuerzo de los temporeros de Setares consistía en pan, además de un pedazo de tocino o de chorizo para los trabajadores autóctonos de Otañes, en cuyos caseríos se efectuaba la matanza del cerdo. Los pupilos hospedados en casas de Campo Ezquerra comían un puchero de alubias, patatas y tocino. Los de Otañes realizaban una ligera merienda, a base de bacalao tostado o sardina gallega (arenque), antes de iniciar los trabajos del caserío al término de su jornada en la mina. De pan y arenque se componía la cena en Campo Ezquerra. El tasajo, cecina, bacalao seco y vino completaban la dieta de los mineros de esta zona.
Los grupos domésticos rurales de toda la zona minera guardaban las patas, morros y orejas del cerdo para comerlas, «en salsa vizcaína», durante los días de Carnaval. Pero quizás el elemento más característico de la comensalidad ritual, puesto que lo degustaban también las familias de mineros, fueron las tostadas de pan de fote o gallofa fritas con manteca de cerdo o aceite, características asimismo de las carnestolendas. Un postre característico de la cena de Nochebuena fue la nogada, compuesta de nueces machacadas con algo de bacalao«.
Pilar Leseduarte: «Los pueblos mineros» p.101
«TRABAJADORES: La huelga que con tanto tesón hemos sostenido durante 67 días ha terminado con un feliz resultado para nuestra causa. Las bases que para la solución del conflicto se han firmado por ambas partes representativas de obreros y patronos, y que más abajo se insertan, no duda esta Comisión ejecutiva que tiene la honra de dirigirse a vosotros, que serán de vuestra conformidad..
Ayer estábamos en guerra; hoy estamos en paz; con la paz renace la tranquilidad y la cordialidad compatible entre el capital y el trabajo.
Esta Comisión ejecutiva, que termina hoy su misión oficial, no puede menos que felicitaros efusivamente por la abnegación y sacrificio con que habéis luchado; sois buenos soldados del trabajo y los buenos soldados ganan las batallas por sí solos, máxime cuando son bien dirigidos; vosotros, nadie más, nos diréis si lo hemos hecho mal o bien, vosotros sois quienes podéis juzgarnos y de vosotros esperamos la censura o la alabanza, la palma o el palo a que nos hayamos hecho acreedores.
La huelga terminada ayer abre nuevos y más amplios horizontes a nuestras reivindicaciones. ¡Adelante, mineros de Vizcaya !. Hacemos votos porque la paz sea duradera en esta provincia y porque en lo sucesivo las luchas entre obreros y patronos no revistan el encono que ha podido tener en algunos momentos la que ahora termina.
Cuando sea levantado el estado de sitio, cuando podamos gozar de las garantías que nos da la Constitución y podamos celebrar reuniones públicas os convocaremos a un mitin monstruo y en el daremos cuenta exacta de nuestra misión, y asimismo la Comisión administrativa.
Bilbao 21 de Septiembre de 1910. La Comisión : Facundo Perezagua, Benito Bugedo, Lesmes Bargas, Pedro Peña, Pedro Zorraquín, Manuel Delgado y Manuel Varela.»
BASES
Primera: se reanudarán los trabajos el 22 de Septiembre actual, trabajándose nueve y media horas durante el resto del mes de septiembre y todo el mes de octubre, en el que, según el horario llamado de Loma, se había de trabajar diez horas. En cambio, en el mes de noviembre de este año, en que según el indicado horario se había de trabajar nueve horas, se trabajará nueve y media, abonando los patronos a sus obreros la suma de diez pesetas, que les entregarán a fin de noviembre en sustitución de la misma cantidad que les tienen ofrecida con anterioridad.
Segunda : constituyendo las presentes bases una solución transitoria hasta fin de noviembre de 1910, se entenderá que desde primero de diciembre próximo regirá el horario llamado de Loma hasta que aprueben las Cortes la ley prometida por el Gobierno para regular la jornada de trabajo en las minas».
Pilar Leseduarte: «Los pueblos mineros» pp.129-130
«En la huelga de 1906, además de las reclamaciones de jornadas, los obreros pedían la prohibición de cantinas, barracones y no permitir la existencia de economatos. Por medio de un Real Decreto de 19 de julio de 1907, se prohibían las cantinas en la zona minera, se suprimían los economatos y se eliminaban los barracones, así como se imponía el pago del jornal en metálico.
Dentro de un programa de reclamaciones que desarrollaron en 1909 la UGT y el PS se pedía que se suprimiera la retención de jornales y se dictasen medidas protectoras ante los accidentes trabajo, la mejora en las condiciones de trabajo de los mineros de Almadén y que las compañías explotadoras concedieran pensiones vitalicias a los obreros que resultaren con inutilidad por algún accidente de trabajo.
Se pidió la inspección de las minas por parte del Instituto de Reformas Sociales y de los vocales de las Juntas Locales. El Instituto consiguió reformas importantes, especialmente en lo referente a la sanidad y condiciones humanas de trabajo«.
J.I.Homobono: «La Cuenca minera vizcaína» p. 120
«En cuanto al euskera, los más fiables datos históricos perfilan un retroceso histórico gradual de O. a E. común al resto de Las Encartaciones. En 1753 un natural del lugar de Allende (Galdames), avecindado en la ciudad de México, decide dotar de escuela en su barrio natal a dicho concejo y a los colindantes, con maestro de primeras letras que sepa la lengua bascongada. Los testimonios de Delmas, Trueba y Labayru son coincidentes al afirmar que el vascuence todavía se hablaba en Galdames durante el siglo XVIII, habiendo agonizado en este concejo durante el período de entresiglos, para quedar reducido en el XIX a la inmediata anteiglesia de Barakaldo. Los datos del mapa lingí¼ístico de Bonaparte (1864), excluyen explícitamente de la zona de lengua vasca los barrios baracaldeses de El Regato y Retuerto, considerando dudoso Irauregí, así como vascófonos los de San Vicente, Beurko, Landaburu y Burceña fuera ya de la zona minera. Ladislao de Velasco corrobora la vascofonía baracaldesa para 1850 y afirma que hacia 1780 todavía hablaban vascuence los de los barrios de Galdames y Gueñes, que habitaban las alturas confinantes con Baracaldo. Ya en la margen derecha del Cadagua, sabemos que en los barrios rurales de Abando aún se hablaba euskera hacia 1890, época de su anexión a Bilbao. Hacia 1930 aún conocían este idioma muchos vecinos de Artíba (Alonsotegi), Larraskitu, Begoña y la práctica totalidad de los de Seberetxe y Bula (Bilbao), así como los de los caseríos de Basaun y Arrigorriaga confinantes con los cotos mineros de Mirabilla -El Morro y Ollargan-Montefuerte. Más al E., el euskera perdura hasta hoy en torno a las pequeñas minas existentes en Zarátamo, Galdakao y Bedia. Pero en definitiva, la industrialización y el consiguiente flujo migratorio sobre el ámbito nuclear de la zona minera tienen lugar en un territorio ya castellanófono.
En las barriadas y pueblos de éste -como sucede en Las Encartaciones y en ílava- se designa con el apodo de el vasco o erri a cada uno de los vecinos inmigrados desde la zona euskaldún, genéricamente designada como El Vascuence. Estos se insertan en una subcultura territorial de acogida diferente a la suya de origen, con múltiples rasgos compartidos pero a la vez con otros -como el idioma- netamente diferenciados, sin que en este contexto se produzca la transmisión intergeneracional del euskera.
El lenguaje propio del grueso de la zona minera durante el período de explotación intensiva fue un habla comarcal castellana, con peculiaridades locales pero común al conjunto de Las Encartaciones – Castro. Su léxico, con numerosas persistencias de raíz euskérica, informa la obra de diversos escritores costumbristas y aunque se cuenta con algunos inventarios locales de voces, aún no ha sido objeto de un estudio filológico sistemático. Voces específicas de la actividad minera fueron las de harrenador, barnila o barrena, cargue o cargadero, chirtero o escombrera de mineral, estroza o espacio bajo las galerías, galguero o galguista de los trenes mineros, mesilla o plataforma ferroviaria, motil, motiluco o pinche de las minas, etc… venaquero, antiguo minero o transportista de mineral o cena; galsarrí o cuarcita pedregosa de algunos minerales, etc».
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