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RECORRIDO HISTÓRICO 47: una República (II) no tan insulsa

RECORRIDO HISTÓRICO 47: una República (II) no tan insulsa

Coincido con Koldobika López[1] en afirmar que la contemporaneidad más inmediata de la Historia barakaldesa está por escribirse. Tampoco es nada extraño en la mayoría de “Historias Locales” por la ausencia de investigaciones detalladas que, entre otras cosas, requieren tiempo y economía. El propio Koldobika afirma que, a nivel de la anteiglesia, debemos conformarnos con algunos “testimonios” vitales (que van desapareciendo) y unas pocas referencias anecdóticas. Esta laguna comienza su desecación con las recientes (2016) publicaciones del propio Koldobika y del dúo Hilario-Iker[2]. La reciente aportación de estos últimos nos sirve para presentar el presente recorrido.

La proclamación en Eibar de la II República Española el 14 de abril de 1931 desató en toda Bizkaia una movilización popular nunca vista siendo sus días posteriores expresión de una gran fiesta cívica. En Bilbao los concejales electos de los comicios municipales reclamaron del alcalde la vara munici­pal, interpretándose la Marsellesa, el Gernikako Arbola y la Internacional. En Barakaldo, sobre las ocho de la tarde, un numeroso grupo de jóvenes, con pancartas y banderas republicanas, se manifestaron delante del Ayuntamiento pero fueron reducidos violentamente por la Guardia Civil. Según el gober­nador civil «fue preciso emplear las armas para disolverlos». El incidente se saldó con tres heridos y provocó la protesta del bloque antimonárquico «ante los desmanes de la fuerza pública que, sin motivo alguno, disparó contra el pueblo». Al día siguiente en diferentes lugares del país numerosas manifes­taciones presionaban a las autoridades para el traspaso de poderes. Sí que se ajustan a la perfección las pautas sucedidas entre Bilbao y Barakaldo. A las siete y media de la tarde del día 15, ya proclamada la República en Barcelona y aun no en Madrid, una nutrida manifestación salió de la Casa del Pueblo barakaldesa, con enseñas republicanas, socialistas y nacionalistas, y se dirigió hacia el ayuntamiento. Allí los concejales del bloque antimonárquico, constituidos en «Comité Republicano Revolucionario», más un concejal del PNV solicitaron la vara municipal «en representación del régimen de la República imperante en España». El alcalde, Rodolfo de Loizaga, realizó el simbólico traspaso de poderes haciendo constar que lo hacía «ante la fuerza, con su protesta consiguiente».

 

RESULTADOS de las ELECCIONES MUNICIPALES de 1931
  BURCEÑA DESIERTO SAN VICENTE RETUERTO TOTAL
Republicanos 3 4 1 1 9
Socialistas 1 4 1 1 7
ANV 1 2 1 1 5
Monárquicos   4 1   5
PNV 2     1 3
TOTAL 7 14 4 4 29

 

El obispo Mateo Mujica, con su política de catolicismo a ultranza, había polarizado el ambiente en dos frentes: los partidos «cristianos» y los «laicos», ambos muy beligerantes que provocaban frecuentes disturbios sobre todo en Bilbao.

El Partido Nacionalista Vasco se decantó, a pesar de su ideología religiosa en favor de la nacida República buscando en ella lo que en el extinto régimen no había logrado la autonomía vasca, aún a pesar de renunciar siquiera temporalmente a su ideal de independencia o soberanía nacional. La ideología dio paso al pragmatismo. Eso sí, siempre que se respetasen «los derechos de la Iglesia”.

De ahí que el borrador del Estatuto de Estella y la destitución del obispo Mújica. Barakaldo no mostró su adhesión a tal proyecto estatutario puesto que a pesar de reunir éste 427 municipios de los 548 del País Vasco, no reflejaba éste el sentir de las zonas más urbanas e industriales sino el de las comarcas rurales enraizadas en un puro nacionalismo sabiniano.

La primera conspiración contra la República no tardó en llegar. En el verano del mismo 1931, la derecha monárquica, herida en lo más íntimo, intento capitalizar el descontento contra las primeras medidas del todavía gobierno provisional republicano. Desde los púlpitos y prensa afín (la Gaceta del Norte), se atacaba el beligerante laicismo gubernamental, animando a «la resistencia más activa contra esta persecución sectaria que no puede tolerarse ni un momento más».

La aprobación del artículo 26 de la Constitución de la II República, que separaba la Iglesia del Estado y preparaba una nueva expulsión de los jesuitas, provocó la retirada de las Cortes de los diputados vasco-navarros.

El nacimiento de la República implicaba dos importantes novedades en la política española: la afirmación de un marco democrático y la voluntad de abordar reformas sociales estructurales.

Estas novedades planteaban a la derecha estudiada la necesidad de definir su postura ante estas reformas y el desafío de adecuarse a la política de masas que se consolidaba. El nacionalismo vasco reunificado, por su parte, estaba muy distante en penetración social y capacitación política. Además, el integrismo antiliberal y reaccionario de su ideología se perfilaba corno un lastre para su adecuación al nuevo marco democrático.

Sin embargo, en contra de lo que este juego de imágenes podría hacer es esperar, fueron los nacionalistas vascos quienes acabaron encontrando su lugar en el nuevo marco republicano, definiendo su posición ante las reformas a realizar y adecuándose a la política de masas.

El PNV, tras su beligerante alianza inicial con la ultraderecha antirrepublicana, derivó hacia el centro político y acabó por establecer una entente cordiale con el reformismo de las izquierdas y el marco democrático. Consiguió erigir un movimiento de masas sin precedentes en las derechas españolas que prometía consolidar un marco político autónomo que conjurase el peligro de la guerra civil.

La normalización del cambio de poder se afirmó en el siguiente pleno. El día 18 los herederos de los monárquicos, ahora denominados católicos, se integraron de manera oficial en la legalidad republicana, lo que el PNV había hecho en los días anteriores. La corporación se configuró de forma muy igualitaria, siendo elegido alcalde accidental el veterano republicano radical Simón Beltrán y el socialista Evaristo Fernández, primer teniente de alcalde. Las siguientes tenencias correspondieron a ANV, PSOE y Partido Republicano.

La derecha se paralizó en Barakaldo, a pesar de la fuerte implantación del PNV. La mayoría de esta derecha olvidó sus maneras ideológicas y prefirió presentarse ante los vecinos como meramente católicos. El propio alcalde les invitó expresamente para que «con su amor al pueblo contribuyan al engrandecimiento y progreso de Barakaldo y cooperen a la consolidación de la República». Juan de Arizón, conocido maurista y representante de Altos Hornos, contestó que la mera presencia de su grupo en las sesiones municipales mostraba el acatamiento al nuevo Régimen y que como católico lo reconocía de justicia y orden, siendo incuestionable que la nación lo había reclamado. Agregó el citado concejal que él y sus correligionarios daban la bienvenida a la República y que trabajarían en favor de la Patria. Regiones y Pueblo de Barakaldo, siempre que aquella “salvaguarde el orden, la justicia y la libertad”.

Sin embargo, las tensiones afloraron pronto. El anterior alcalde, Rodolfo de Loizaga, no asistió como concejal a ninguna sesión durante la legislatura, así como Antonio del Casal, que abandonó el grupo católico, incorporándose a los nacionalistas. Éste y otro edil del PNV dimitieron cuando la comisión encargada de revisar la actuación de los ayuntamientos durante la dictadura, presidida por el nacionalista de Burtzeña, Baltasar Amezaga, a instancia de socialistas y republicanos, intentaron vetar la presencia de la derecha en dichos trabajos.

A parte del batzoki de Burtzeña, la única presencia relevante del nacionalismo baracaldés es ANV, aliada con el partido republicano. El PNV, apegado a la defensa social y religiosa, no hacía muchos esfuerzos para diferenciarse de la otra derecha en función de su nacionalismo. Es más, su posición en los primeros meses de la República fue beligerante con ella en alianza con la ultraderecha, postura contradictoria con su política en el resto del periodo republicano, cuya explicación ha de encontrarse en la consecución del Estatuto de Autonomía de 1936, absoluta prioridad para dicho partido.

Llegados a los comicios constituyentes de junio de 1931 hubo una única candidatura electoral, agrupada en la denominada Coalición de Estella, que aglutinó a nacionalistas, católicos y carlistas. Este frente antirrepublicano, que trascendía el ámbito autonómico, se oponía con fuerza a las reformas del nuevo régimen que asentaba el sufragio universal, incluidas las mujeres, la separación de poderes, la igualdad de los ciudadanos, la secularización del Estado y la reforma de la Educación.

El apoyo de la derecha española al autogobierno vasco debe contemplarse como bandera de la ideología que lideraba. España había dejado de ser la ga­rantía del mundo que defendía. Se había hecho republicana y laica, mientras Euzkadi era el referente de los valores tradicionales y católicos. La citada Coalición conllevó en el País Vasco la obtención de 15 diputados, de los que 6 correspondieron al PNV, frente a los 9 de la izquierda. Por el contrario, la situación  fue la contraría en Barakaldo, donde la derecha tan solo repitió los resultados de las municipales de abril y ello no por una pérdida de votantes, sino porque muchos abstencionistas de abril votaron en junio a la izquierda, donde destacó la fuerte subida de ANV (debido al conjunto de votantes que en abril votó al bloque antidinástico) a pesar del innegable triunfo del bloque formado por socialistas, republicanos y comunistas que se hicieron con el 54% de los sufragios.

 

ELECCIONES GENERALES de 1931: BIZKAIA[3]
  Distrito Bilbao Resto Bizkaia TOTAL
Socialistas 2   2
Radical-socialistas 1   1
Republicanos 1   1
Nacionalistas 2 2 4
Tradicionalistas   1 1
TOTAL 6 3 9

La importancia de ANV en la política de Barakaldo ha de verse como el partido nacionalista que era, el único capaz de presentarse ante el pueblo solo y por sí solo, y el movimiento que mantenía las tradicionales posiciones de independencia y nacionalismo, a las que el PNV, debido a su pacto con la Colación de Estella, había ignorado. Además, ANV era un serio competidor del PNV. Se desvinculaba de la izquierda española y hacía llegar a su electorado un claro mensaje: «ni con unos ni con otros», con claros éxitos electorales en Bilbao y Barakaldo.

Así que en este municipio su voto provenía del área nacionalista descontenta con la estrategia sabiniana y no de la izquierda, demostrando que el nacionalismo era ya mayor de edad, con una evolución similar a la catalana, despojado de sus orígenes puros y duros y que la defensa de la nación vasca era compatible con ser demócrata, reformista y partidario de la secularización. Aun así hay que recalcar que el panorama de las fuerzas nacionalista en Barakaldo no era el del resto del País Vasco, ni siquiera en Bilbao, por lo que la evolución del nacionalismo en aquel municipio entró en vía muerta respecto al conjunto de Euzkadi. Esto, por evidentes razones, cambiará en los próximos comicios.

La implantación del PNV en la Bizkaia rural y su asombrosa capacidad de pacto hicieron que, superados estos tiempos de debilidad, aquel recuperase un escenario claramente favorable en Barakaldo. Dos eran sus objetivos primordiales: atraer los votos de los católicos conservadores y conservar la comunidad nacionalista recuperando a sus tránsfugas.

Pero la reconstrucción del PNV en Barakaldo fue un proceso lento. Tras el fin de la dictadura del general Primo de Rivera, al levantarse las prohibiciones, sólo en los batzokis de Alonsotegui y Burtzeña palpitaba el sentir nacionalista de Sabino Arana. Incluso ANV llevaba en esto la delantera, hasta en zonas rurales como Retuerto, donde en septiembre de 1931 este partido había levantado su Eusko-Etxea.

Incluso cuando ANV abre un nuevo local, esta vez en Cruces, se producen bajas en el batzoki de Burtzeña: 10 en total, 5 de ellas expulsiones de muy activos nacionalistas. Había pues motivos para general conflictos en el partido ortodoxo. Entre julio y septiembre de 1931 abandonan el batzoki de Barakaldo 27 socios, nutriéndose de este de Eusko-Etxea de Retuerto. Se puede incluso hablar de escisión en el PNV barakaldés, pues entre los tránsfugas se cuentan el secretario, el tesorero y un vocal. Fue una tormenta en la familia nacionalista del Regato, puesto que su batzoki contaba sólo con 57 afiliados.

En las Cortes Generales el PNV se había unido a la minoría vasco-navarra. Su estrategia y discurso antirrepublicanos llegaron a tal nivel que el grupo parlamentario pronto fue tildado de «cavernícola» y retrogrado. Su retirada del Congreso, en protesta por las medidas aconfesionales, ayudó a reafirmar esta imagen. No fue hasta diciembre cuando los nacionalistas variaron el rumbo desvinculándose de la beligerancia contra la República. Su vuelta a las Cortes y el voto de sus seis diputados a Alcalá Zamora como Jefe del Estado cambiaron su imagen aceptando desde entonces el PNV el marco constitucio­nal republicano.

El motivo del giro fue el anhelo nacionalista de un autogobierno, una autonomía entendida como delegación de poderes del Estado central, lo que supuso el abandono de los carlistas del Pacto de Estella. Además, si esta en­tente buscaba la no implantación de la República, democrática y laica, con la aprobación de la Constitución del 31, ésta se había consolidado por lo que el citado pacto no tenía razón de ser. De ello eran conscientes carlistas y jeltzales. La cuestión era si mantenerse en la intransigencia antirrepublicana o acomodarse y sacar ventajas de la nueva situación. Unos y otros tomaron tales caminos distintos.

El PNV también valoró para su cambio político el peligro de la represión y la ilegalización, ya conocidas en la dictadura anterior, de mantenerse en una radical oposición a la República. Además el caso catalán se mostraba suma­mente atractivo como ejemplo de todo lo que se podía conseguir «lamiendo en vez de mordiendo», creándose un halo de legalidad republicana en las reivindicaciones nacionalistas. De todas formas hay que marcar distancias entre vascos y catalanes, pues ni unos ni otros se veían semejantes en circuns­tancias ni estrategias.

Pero el PNV no agotaba en sus aspiraciones el autogobierno. Deseaba convertirse en el “Gran Partido” de las derechas católicas vasca, una vez fuera de juego los alfonsinos y el empresariado vizcaino ocupado en hacer frente a las medidas laborales del nuevo régimen. En cuanto a los carlistas no había ningún problema. Todo este panorama se vio favorecido por la entrada en escena, tras la dictadura, de nuevos dirigentes jeltzales como Aguirre e Irujo. La figura de Luis de Arana, todavía presidente del partido, se había quedado obsoleta frente a los novedosos tiempos que tocaba vivir. De ahí que de un radical tradicionalismo el PNV evolucionó a la democracia cristiana que mantendría el resto del siglo. Se abandonó, pues, el lastre del integrismo religioso, el racismo y el antiliberalismo.

En cuanto toca a Barakaldo, en donde existían diferentes sensibilidades nacionalistas, la alianza antirrepublicana era un freno para la expansión del partido. De ahí, el estancamiento del PNV baracaldés, fenómeno que se produce en otras localidades de Bizkaia, como Bermeo o Amorebieta. Una vez izadas las anclas y la consiguiente ruptura con los tradicionalistas, el PNV experimentó una evolución hasta llegar a ser un partido de masas. En junio de 1931 se reinaugura la histórica Euskalduna de San Vicente. Esta sociedad contaba en abril de 1932 con 182 socios, el batzoki de Burtzeña con 159 y el del Regato con 56. Incluso existía en el municipio una rama femenina que llegó a contar con 212 afiliadas. Aun así, por el carácter rural de Barakaldo, el nacionalismo seguía siendo en la localidad eminentemente ortodoxo.

A pesar de ello, si en diciembre de 1932 el partido contaba en Barakaldo con 684, en enero de 1933 llegó a 1.018 más las 219 componentes de Emakume Abertzale Batza. En abril de 1932 se crea la Sociedad “Instrucción y Recreo» con la intención de levantar un céntrico batzoki en el Paseo de los Fueros. Se inició con un capital inicial de 16.500 pesetas y se emitieron mil obligaciones de mil pesetas cada una. El Eusko-Batzokija fue inaugurado en junio de 1933, convirtiéndose en el centro vertebrador del nacionalismo local contando en diciembre de ese año con 436 socios. Ese mismo año el PNV abría otro centro en Lutxana, por lo que en Barakaldo no sólo se consolidaba sino que ampliaba sus locales.

Con el advenimiento de la II República se intentará la reforma del sistema educativo, heredado de la vieja Ley Moyano. Pero to­davía no estaba solucionado el problema de la escolarización. Pese a lo mucho realizado en los últimos años, la mayoría de las es­cuelas se hallaban abarrotadas. Y la posi­bilidad de que los centros regentados por religiosos (ley de Confesiones y Congrega­ciones religiosas) tuvieran que cerrar, incre­mentaría de forma substancial la matrícula[4].

Por otro lado, la limitación legal republi­cana de que sólo hubiera 50 alumnos por aula hacía imprescindible continuar la políti­ca de construcciones, pese a la crisis eco­nómica, e intentar eliminar definitivamente el déficit de plazas. Se construyeron con presupuestos municipales extraordinarios y la ayuda de los fondos gubernamentales las escuelas de Vitoricha (8 aulas), de Bagaza (9 aulas) y Arbuyo (3 aulas); se ampliaron algunas de las existentes, Vilallonga (3 aulas) y Lasesarre (1 aula) y se completaron con dos aulas las secciones de párvulos de San Vicente y Arteagabeitia. Y de forma provisional se crearon escuelas municipales en Zaballa, Ibarra, Av. de Euzkadi, etc.

La educación pública era para republica­nos y socialistas una función ineludible del Estado. Por acuerdo municipal de tres de agosto de 1931 se aprobó solicitar la nacionalización de varias escuelas que se realizó en un breve espacio de tiempo: Arteagabeitia, San Vicente, Llano, El Regato, Rájeta, Lasesarre y Vilallonga, etc. Esta política sólo fue seguida en Vizcaya por los municipios gobernados por la izquierda: la zona minera, Portugalete, Basauri, Bilbao y Barakaldo. En 1936, una vez concluido el proceso, la si­tuación era la siguiente: 81 escuelas (aulas) nacionales, 10 escuelas (aulas) municipales y 3 escuelas (aulas) dependientes de la Dipu­tación.

La medida nacionalizadora permitiría ahorrarse más de 200.000 pesetas anuales. Sin embargo, no fue el ahorro el principal objetivo, y los presupuestos se mantuvieron durante todo el período republicano. Con el dinero ahorrado se intentará conseguir el viejo ideal de la igualdad de oportunidades en el acceso a la enseñanza. Se promoverán actividades circunescolares de marcado carácter social: patronato escolar (colonias, ropero, cantinas), enseñanzas especiales (artes y oficios, euskera, música), institucio­nes culturales (biblioteca, subvenciones) y becas. En esta último apartado, en 1936, por ejemplo, se destinaron más de 50.000 pesetas para el sostenimiento de 28 becas para alumnos de primaria y varias para es­tudios de Bellas Artes.

Pero sin lugar a dudas, el mayor éxito en el camino para hacer efectiva la igualdad de oportunidades fue la aprobación (1933) de un centro de enseñanza secundaria: «Ha­ciéndose cargo de la importancia de Baracaldo, pueblo eminentemente fabril y obrero donde muchas aptitudes se malogran por su falta de medios pecuniarios…»[5].

En los mismos se atraía a buena parte de la juventud, pues aparte de la vida política se ofrecían otras actividades, tanto culturales como deportivas, sobre todo montañismo. El recién creado de Lutxana contaba así en 1934 con 150 afiliados más 100 socias, 120 jóvenes y 20 montañeros. Pero había un hueco por cubrir: el sindical. El nacionalismo, a pesar de su poder social y político, no era capaz de hacerse un sitio en el sector laboral. El sindicato STV era irrelevante en su actividad frente al anarco sindicalista o el mayoritario socialista. Además, la existencia de otras dos entidades (el Sindicato Obrero Católico Metalúrgico y el Centro Católico Obrero) aún mermaba más su pretendida actividad.

 

ELECCIONES GENERALES de 1933: BIZKAIA[6]
  Distrito Bilbao Resto Bizkaia TOTAL
Socialistas 1   1
Acción Republicana 1   1
Nacionalistas 4 2 6
Tradicionalistas   1 1
TOTAL 6 3 9

 

A pesar de todo ello en 1934 el PNV se había impuesto sobre ANV, su claro competidor, aún de la vitalidad de éste en San Vicente y Desier­to. Los carlistas desplegaban una amplia labor, por lo que el nacionalismo vasco seguía teniendo dificultades para ser un referente político en Barakaldo. Lo que resulta evidente es que el movimiento católico, entre unos y otros (además de los alfonsinos), fue en la localidad un importante capital político durante toda la II República.

Esta precisión es relevante en Barakaldo, puesto que ANV distinguía claramente entre política y religión, adelantándose a su tiempo. Si muchos de sus dirigentes y de sus bases eran católicos, no les impedía protestar por la intervención de la Banda Municipal de Música en la procesión del Viernes Santo. No admitían, frente a la crítica feroz de los tradicionalistas, el automatismo de catolicismo y voto a la derecha. Por ello fustigan al empresario confesional “que niegan a sus obreros una subida de jornal que les permita vivir con decoro». Esto invalida, de paso, la extendida manipulación, a través de los medios de comunicación, de que no se puede ser católico y de izquierdas, o de derechas y republicano. Se puede ser perfectamente.

En Barakaldo, sin embargo, fluía un catolicismo social como en la Casa Social Salesiana, mantenida por el carlista José María Garay mientras su arquitecto, Benito Areso, aparece en 1936 como presidente del Batzoki. Tal era la interrelación de las fuerzas confesionales de derechas.

Pero había diferencias entre tradicionalistas y nacionalistas, puesto que si los primeros marcaban acciones prácticas, los segundos se quedaban en meras cuestiones ideológicas. Por ello el PNV defendía en 1935 en las Cortes Generales principios socialcristianos no apoyados, e incluso criticados, por la derecha española, la CEDA. De ahí la ruptura de aquel con el periódico «La Gaceta del Norte», apoyo hasta entonces del nacionalismo vasco.

La situación en este sector político se complicó con la irrupción de nuevo partido católico: Acción Popular, que tuvo en Barakaldo la primera sede de la formación que liderará Gil Robles y que en 1934 abriría local en Bilbao. En Acción Popular convergían la clase media-alta baracaldesa con obreros y sindicalistas católicos. También reunía a profesionales y empleados de Altos Hornos, algunos con rentas anuales elevadas. Sin embargo, a pesar del poder que tenía en la prensa, en Barakaldo Acción Popular apenas tuvo relevancia pública.

En resumen, las diferencias políticas de los católicos baracaldeses no surgían en la forma de ser social ni en la reforma litúrgica sino en la postura adoptada ante la República, manteniendo cada sector las posiciones ya descritas. Aun así, Pedro de Basaldua, posterior secretario del lendakari Aguirre, en el batzoki de los Fueros defendió en 1933 «el acatamiento a la legalidad, si bien ello no implicaba la renuncia a la desobediencia puesto que los vascos no tienen por qué cumplir las leyes que vayan contra ellos». Basalsua fue un claro ejemplo de cómo en general las familias católicas, carlistas o neutras, de elevada clase social de Barakaldo, fueron derivando en sus generaciones hacía el PNV.

Las elecciones a Cortes de 1933 señalan el momento álgido del nacionalismo vasco frente a sus rivales de derecha o izquierda. La clave fue el haberse hecho con el apoyo de los católicos neutros y el sector centrista de ANV. De todas formas PNV y ANV tenían en común más de lo que parecía: se habían unido en las movilizaciones nacionalistas y habían sufrido juntos la represión gubernamental, amén del enfrentamiento que sostenían con las izquierdas.

El 5 de mayo de 1933, tras el éxito de una huelga general en Bilbao y margen izquierda, la sede de la Juventud Vasca de Barakaldo fue tiroteada y a pesar de ser ellos las víctimas, seis militantes de ANV fueron detenidos y el local clausurado por encontrarse armas en su interior. Esto nos da idea de la violencia política latente en la localidad.

A pesar del intento de acercamiento entre ANV y PNV, rotas las negociaciones, este último concurrió en solitario a las elecciones, si bien el primero recomendó el voto para los jeltzales. El nacionalismo vasco, en el triángulo de la vida política en Euzkadi, se presentaba como una opción centrista frente a los excesos de los extremos llegando incluso a justificar por qué un votante no vasco pudiera apoyar la candidatura del PNV: «Porque elegí libremente este país para crear en él mi familia y mi hogar, atraído por su belleza natural y nobleza y la laboriosidad de los vascos, demócratas y cristianos, que noblemente se defienden de quienes quieren cambiar sus leyes y sus instituciones

Por tanto, el PNV se hizo en 1933 con el 31% de los votos del País Vasco consiguiendo 12 de los 16 diputados en juego. En Barakaldo estas elecciones dieron un claro triunfo al conjunto de la derecha, en donde republicanos y socialistas obtuvieron el 43 % de los sufragios, los nacionalistas el 37%, la derecha española el 11% y los comunistas tan solo el 9%.

Consecuencia de la recomendación del voto para el PNV por parte de ANV es la continuación de la violencia entre esta formación y la izquierda en general. La misma tarde de las elecciones grupos izquierdistas volvieron disparar contra la Eusko-Etxea baracaldesa. De nuevo se detuvo a la junta directiva de ANV clausurándose el local a pesar de las protestas de los afectados que señalaban al juez municipal, hijo del primer teniente de alcalde socialista, con el jefe de los violentos grupos de izquierdas. El PNV también se sumó a dichas quejas. De todas formas esta formación consolidó su presencia institucional derivando hacia posturas de centro, al contrario de lo que pasaba en el resto del Estado.

El panorama social baracaldés en esta época refleja una población fruto de inmigración de obreros que trabajaban en grandes industrias. Básicamente el municipio se dividía entre trabajadores de fábrica (77,5%), empleados (8,8%) con poca presencia de propietarios rentistas (0,12%). En cuanto a clases, la media llegaba al 3,5%, con un 10% de labradores, y 0,67% para la alta y llenando el resto el estamento obrero.

A partir de 1933 se produce un choque entre el PNV y las instituciones republicanas puesto que, tras el plebiscito para el proyecto de Estatuto de Euskadi, la derecha triunfante en las elecciones generales torpedeó y bloqueó en las Cortes cualquier avance para hacer realidad la autonomía vasca. Ante esta situación, en junio de 1934 los diputados nacionalistas abandonan por segunda vez el Congreso junto con los catalanistas de izquierda. El autogobierno, entendido como transferencia formal de poder, era para ambos la prioridad, lo que la derecha española no estaba dispuesta a conceder.

Incluso los ayuntamientos vascos se enfrentaron con el Gobierno Central al entender que el Ministerio de Hacienda invadía el Concierto Económico con el nuevo Impuesto sobre la Renta y, en especial, con la supresión del gravamen del vino que era una de las principales fuentes de ingresos para las entidades locales. La pugna se agravó ante la negativa radical del Ministro de Gobernación y del Gobernador Civil de Bizkaia. A pesar de la prisión policial, los Ayuntamientos vascos se reunieron en Bilbao a primeros de julio de 1934 eligiendo representantes para una Comisión Ejecutiva Permanente. Ante ello, el alcalde de Bilbao y cinco tenientes de alcalde fueron destituidos. El 2 de septiembre se celebra una nueva asamblea en Zumárraga produciéndose al día siguiente una carga policial en Gernika, lo que provocó un a de dimisión general de los ayuntamientos vascos que se cumplió en la práctica mayoría de Bizkaia y Gipuzkoa.

Para entonces el PNV había pasado de un enfrentamiento con las autoridades centrales a una colaboración con la izquierda a partir de movilizaciones conjuntas contra el gobierno de la CEDA. Los nacionalistas fueron blanco de fuertes ataques desde la derecha y sus medios de comunicación, especialmente «La Gaceta del Norte». Esta situación forzó al partido a una reflexión interna que provocó un auge del sector demócrata cristiano aunque en 1935 los diputados vascos defendían en Madrid tesis socialdemócratas respecto a salarios familiares y la participación de los obreros en los beneficios de las empresas.

En cuanto al conflicto de los ayuntamientos del País Vasco por el conflicto del vino, en Barakaldo dimitieron todos los concejales socialistas, excepto el primer Teniente de Alcalde, Evaristo Fernández, y los del PNV y ANV, permaneciendo en sus cargos republicanos y católicos. Esta crisis municipal se agravó por los sucesos de octubre de 1934. La Huelga General tuvo en la margen izquierda un carácter violento, casi de insurrección. En Portugalete murió en los enfrentamientos un suboficial de la Guardia Civil y en Barakaldo los huelguistas se apoderaron de ayuntamiento dirigidos por Miguel de Abasolo, concejal de ANV. La situación del consistorio era pues caótica. El primer Teniente de Alcalde, no acudía ya a los plenos, el segundo estaba inhabilitado por ocho años, el tercero se hallaba preso en Granada y el cuarto había renunciado por motivos personales.

Al PNV no le importaba su aislamiento frente a la derecha y sin poder local por las dimisiones. Le bastaba con la fuerza de un ingente movimiento social que lideraba eficazmente. Además, el enfrentamiento con el Gobierno de Madrid y la represión favorecían su expansión en Barakaldo llegando a abrir una oficina para los parados y sus familias, dispensando medicamentos gratuitos y contando con cuatro enfermeras. Se reforzaba así uno de los puntos débiles del partido: el social. La citada oficina se abrió solemnemente en octubre de 1935 con servicio religioso, bendición de local, mitin y banquete.

Encauzado el aspecto social, el nacionalismo baracaldés se volcó con una actividad innata a sus principios: las ikastolas. Por primera vez aparece en Barakaldo la conciencia de la importancia de la lengua vasca para la comunidad. Sin embargo, los resultados no fueron los esperados ya que en las aulas del batzoki no se llegaba a 35 alumnos.

A pesar de su enfrentamiento con la derecha, el PNV mantenía sus principios católicos. En la publicación «Euzkadi», llegó a escribirse: «Estamos llegando a un extremo intolerable. Recientemente, en ese mismo cine se pusieron en la pantalla unos gráficos de propagan­da soviética. Antes y ahora, inmoralidades, desnudeces y groserías a todo pasto. Y ello para público de ambos sexos y de todas las edades. (…) En estos momentos padres y madres vascos deben hacer frente a un materialismo grosero que quiere corromper el alma de sus hijos. Hay que enseñar a estos las sanas costumbres en que se criaron nues­tros mayores».

Este sentimiento religioso se plasmaba también en la participación jeltzale en los coros de Santa Águeda y en el homenaje al obispo de Pamplona, el baracaldés Marcelino Olaetxea, a instancias de la Asociación de Antiguos Alumnos Salesianos. Para entonces, el catolicismo baracaldés no nacionalista ya se había encuadrado en Acción Católica. Esta organización mostraba una inhibición política centrándose en cuestión de catequesis sin pretender adoctrinar en otros aspectos a sus adeptos. Sin embargo, la empresa católica baracaldesa aplaudía el decreto de enseñanza religiosa obligatoria en las escuelas austriacas o el Concordato alemán que aseguraba la libertad de la Iglesia de Roma.

Igualmente Acción Católica tampoco se interesaba por las cuestiones sociales puesto que consideraba a esta cuestión como la causa del abandono de la fe religiosa considerando que de no haber existido el problema social ni el obrero se quejaría del patrono, ni el patrono del obrero. Según esta mentalidad la vuelta de la masa obrera a la Iglesia Católica establecería la paz social. En esta línea, el citado Obispo de Pamplona en un acto en el Gran Cinema de su Barakaldo natal llegó a exclamar: «Bajo la sotana guardaré siempre la blusa del obrero por ser hijo de un humilde trabajador».

El alzamiento del diez de agosto de 1932 del general Sanjurjo no tuvo repercusión en Bizkaia, pero sirvió al presidente de Gobierno, Manuel Azaña para acelerar la aprobación del Estatuto de Autonomía de Cataluña. Mientras tanto en el Señorío se sucedían las alteraciones del orden público.

La decisión del ayuntamiento republicano-socialista de retirar la estatua del Sagrado Corazón que culmina la Gran Vía, motivó grandes desórdenes que coincidieron con la visita del presidente de la República a Bilbao. Setenta y dos nacionalistas encarcelados se pusieron en huelga de hambre, se cerraron la mayoría de comercios, usando el Gobierno Civil el uso de la infantería. En Barakaldo la principal preocupación del ayuntamiento era evitar sucesos violentos y mantener el orden, al mismo tiempo que hizo saber al clero baracaldes que con el cambio de régimen no había porqué temer nada. En la sesión de constitución del primer consistorio republicano, ante la discusión entre un empleado de filiación españolista y varios asistentes al acto, aquel disparó a uno de ellos y huyó disparando de nuevo por la calle, hiriendo a su paso a una mujer. El periódico «El Liberal» afirma que el agresor fue linchado por los vecinos de la localidad.

En 1934 se suceden las huelgas políticas que preparan el levantamiento obrero de octubre. En Bizkaia se producen 26 huelgas en 9 meses, siete de ella generales. En Barakaldo el 35 % de los obreros perdieron su puesto de trabajo solicitando su readmisión en febrero de 1936 con la victoria del Frente Popular. No olvidemos que tras el primer bienio socialista en el gobierno republicano, a partir de la elecciones de 1936 rige la derecha a través de la agrupación política CEDA. Desde el nacimiento de la República la patronal y el capital se habían unido en la llamada Unión Nacional Económica, buscando enmendar o paliar las medidas del gobierno socialista. Sobra decir que muchas de sus acciones, de manera torpe, buscaron el perjuicio de la clase trabajadora en vez de buscar su apoyo.

Los nacionalistas vascos trataban de aprobar el Estatuto de Autonomía, que curiosamente contaba con la oposición del grupo catalanista dirigido por Cambó. La izquierda vasca hablaba entonces de la dictadura de la derecha, mientras que ésta, mayoritaria en Álava, intentaba hacer naufragar el proyecto de Autonomía de Euzkadi. De ahí la ardua labor del líder jeltzale, José Antonio Aguirre, de contactos con los catalanes de Ezquerra y con la izquierda madrileña, lo cual a la larga tuvo sus frutos en el Estatuto de 1936 y el subsiguiente Concierto Económico.

Este acercamiento del PNV a la izquierda molestó en gran medida a la derecha gobernante y a la catalana, que iniciaron una campaña contra los intereses vascos a la que respondieron nacionalistas, socialistas y comunistas convocando en Julio de 1934 elecciones en todos los ayuntamientos vascongados. En agosto el Gobierno Central disolvió todos los consistorios nacidos de estos comicios, entre ellos el de Barakaldo y todos los de la margen izquierda.

El poder de la derecha hizo surgir un movimiento católico baracaldés durante los años de la República, apoyado por diferentes organizaciones como Asociación de Antiguos Alumnos de Salesianos o la Congregación Católica de Padres de Familia. En 1933 comienza la prensa católica religiosa con la aparición de «El Eco de la Mujer Católica», publicación a la que siguieron “El Amigo de los Niños y los Mayores» y «Espigas». Al calor de estos hechos pugnaba la derecha baracaldesa junto con los carlistas, de indudable peso en municipio, para configurar su referente político.

Cuando estalla la Revolución de Octubre de 1934 en Asturias, en Euzkadi, a través de socialistas y UGT principalmente, ésta tuvo carácter de insurrección, a la que los nacionalistas vascos se sumaron (aunque luego lo negarían) junto con los comunistas. No sólo se dejaba de trabajar sino que se participaba en los disturbios de manera activa. El Estado de Excepción fue decretado siendo arrestados numerosos alcaldes y concejales vizcaínos mientras que las cárceles se llenaban de activistas obreros y sindicalistas acusados de alzarse en armas contra el gobierno de la República.

Sofocada la rebelión, en donde un general conocido desde la guerra de Marruecos, Francisco Franco, se destacó por su extrema dureza en Asturias, los nacionalistas vieron enfriadas sus ansias de autonomía como represalia a su participación en los sucesos del Octubre revolucionario. Ello llevó al PNV a la radicalización y a oponerse aún más a la derecha gobernante, multiplicándose las movilizaciones antiespañolas de corte sabiniano, lo que explica que el futuro Gobierno Vasco del 36 rechazara unirse al Alzamiento y se mantuviera fiel a la legalidad republicana, entonces de izquierdas.

A mediados de 1935 la izquierda y el movimiento obrero en Bizkaia se iban reponiendo del descalabro de la Revolución de Octubre. Se fundó el Partido Comunista de Euzkadi que en Barakaldo contó desde el primer momento con regular aceptación. La izquierda supo aliarse con estudiantes de universidad y abogados liberales que luchaban por vaciar las cárceles de obreros revolucionarios.

El 7 de enero de 1936 fueron disueltas las Cortes Generales y convocadas elecciones legislativas que cambiaran totalmente el panorama político del Estado. Muchos eran los que opinaban que la nacida República no había  servido para el cambio y modernización de España, sobre todo bajo el gobierno de la derecha, la CEDA. Por ello, toda la izquierda se unió sin fisuras en llamado «Frente Popular» que logró desalojar a la derecha, que pronto reaccionaría  mostrando su verdadera e innata ideología política: o gobierno con las urnas o gobierno por la fuerza.

 

ELECCIONES GENERALES de 1936: BIZKAIA[7]
  Distrito Bilbao Resto Bizkaia TOTAL
Socialistas 2   2
Izquierda Republicana 1   1
Nacionalistas 2 3 5
Comunistas 1   1
TOTAL 6 3 9

 

En el País Vasco, el PNV, triunfador de los comicios de 1933, fue duramente castigado por su electorado más conservador debido a su viraje a la izquierda en el segundo bienio republicano, llegando a ser los nacionalistas tildados «socialistas blancos» o «cómplices de la revolución». Incluso fue presionado el partido por el mismo Vaticano para unirse a un frente de derechas católicas, circunstancia que fue rápidamente rechazada. Además, el objetivo deseado del Estatuto Vasco hacía imposible una regresión de su política y alianzas.

El discurso nacionalista baracaldés en la campaña electoral del 36 no fue baladí. Al contrario, por primera vez el PNV habló en serio. En primer lugar se defendió de las acusaciones de la derecha española por su acercamiento a la izquierda y dando claras razones de ello. Sin alterar el orden social, se debía atender a las justas reivindicaciones de los obreros. La defensa del orden y el reformismo social no eran incompatibles. En la revista Euskadi se publicó el siguiente razonamiento: “En Barakaldo entendemos que atendiendo a las necesidades legítimas de las clases humildes, no alentamos la subversión, el desorden y la anarquía”.

Los jeltzales de esta manera se diferenciaban de los católicos no nacionalistas, aun sabedores de que estos no votarían al nacionalismo vasco, expresando que el PNV “quiere la religión para defenderla y ellos quieren a la religión para defenderse”. El nuevo presidente del Batzoki de Barakaldo, Benito Areso, incidía en esta idea en su primer discurso: «Me reafirmo en estos momentos en mis principios cristianos y vascos. Pero, entendedlo bien, no haré nunca de mi cristianismo arma ofensiva de combate, no me serviré nunca de él para salvar intereses egoístas». Este planteamiento marcó un punto sin retorno en las pautas de movilización política de las bases electorales del PNV barakaldés que llevó a las elecciones el siguiente lema: «¡Civilización Cristiana, Libertad Patria y Justicia Social!».

Pero los avatares del proyecto estatutario en los últimos años habían también afectado al discurso nacionalista. La reivindicación no era ya el antiliberalismo combativo de 1931 sino una reconciliación con el marco republicano, incluso con una victoria de la izquierda. La referencia al tema social diferenciaba al PNV del resto de la derecha al afirmar sus intenciones reformis­tas. Los nacionalistas ofrecían pues a los católicos neutros la defensa de los principios cristianos en las Cortes y la aplicación de la doctrina social de la Iglesia, frente al discurso apocalíptico de la derecha católica española.

A pesar de ser unos comicios bipolarizados, el PNV aguantó bastante bien. Si bajó del 31% de 1933 a un 23%, seguía siendo a distancia el primer partido vasco, habiendo sido el único en presentarse en solitario puesto que el resto de las fuerzas políticas fueron en coalición. De todas formas, esta pérdida de voto procede del catolicismo neutro a quién pesó más el no nacionalismo que Ia religión, además de no haber sabido retener a los votantes de izquierda de 1933.

Por lo que respecta a Barakaldo las elecciones supusieron un fuerte revés para el PNV que perdía algo más del 20% de sus votos mientras la derecha no nacionalista subía en un 50% y el Frente Popular con un 58%. Un jeltzale baracaldés describió con acierto estos resultados: “Seamos sinceros con nosotros mismos. Hemos luchado y nos han ganado”. Aun así el PNV siguió manteniendo sus lazos con la izquierda lo que motivó el voto favorable a Manuel Azaña como presidente de la República en sustitución de Alcalá Zamora. Con ello, entre otras cosas, reactivaron el proceso autonómico y la vuelta la normalidad en los ayuntamientos vascos enfrentados con el anterior gobierno de la CEDA.

Sin embargo, no terminó el bloqueo del consistorio baracaldés que duraba casi dos años. Retirados los concejales socialistas, republicanos, radicales y católicos, la parálisis total vino con la dimisión de los nacionalistas de derecha e izquierda. Al final, un acuerdo entre PSOE, ANV y PNV hizo posible la normalización institucional del ayuntamiento. El 10 de mayo se convocó una sesión para destituir al alcalde y nombrar un nuevo equipo de gobierno.

Se inició la sesión con un programa general de política vasca defendiendo el Concierto Económico, la autonomía municipal y solicitando Ia aprobación inmediata del Estatuto de Euzkadi plebiscitado en 1933. Así, las relaciones entre el PNV y el Frente Popular se convirtieron en una coalición de gobierno que continuó hasta el estallido de la Guerra Civil. Esta alianza fue descrita en los siguientes términos: «un espíritu de colaboración y convivencia entre los distintos partidos políticos a favor del bien común y los principios de equidad y justicia, sin dejarse arrastrar por afán bastardo o de venganza». Con ello, el nacionalismo rompía definitivamente con el resto de la derecha con la que, cinco años antes, había formado un frente contra la República.

El alcance de esta apuesta quedó claro cuando el gobierno de Azaña convocó elecciones municipales con un nuevo sistema que incluía la prevotación del alcalde. En Barakaldo, de una forma audaz, el PNV ofreció la alcaldía al aeneuvista Miguel de Abasolo y el 50% para el resto de la candidatura. Esto era un regalo envenenado como enseguida se vio. Había girado en los últimos tiempos hacía la izquierda radical llegando a integrarse en el Frente Popular. En Barakaldo, los afiliados disidentes fundaron, en vísperas de la Guerra Civil, Acción Autónoma Vasca.

Las elecciones fueron suspendidas a principios de abril pero llegó a celebrarse la antevotación del alcalde. El socialista Leonado Calderón se llevó el 58% de los votos frente al 41% de Miguel Abasolo. La estrategia jeltzale tuvo éxito atrayéndose a la derecha y a los nacionalistas de izquierda. En las semanas anteriores al alzamiento militar el PNV había pasado de posiciones antiliberales a un compromiso con la legalidad democrática republicana. El nacionalismo moderno se había impuesto sobre el sabinismo originario y en Barakaldo había conseguido atraer a la derecha no nacionalista creando un bipartidismo político: el nacionalismo y la izquierda. El PNV se habla convertido en un elemento clave para la consolidación del sistema político en Euskadi, evitando la fractura social que se producirá violentamente en la Guerra Civil.

El triunfo en febrero del Frente Popular tuvo inmediatas repercusiones en Bizkaia. A los pocos días 150 presos de la revolución de 1934, internos en la cárcel vizcaína de Larrinaga, fueron puestos en libertad con amplias manifestaciones y el vuelco del callejero en la Villa de los nombres dados por la CEDA en su gobierno. La izquierda tendió puentes al nacionalismo vasco prometiendo un rápido Estatuto de Autonomía, apuntalando así la supuesta fidelidad del PNV a la República. Sin embargo, no hay que silenciar los contactos de los sectores más conservadores nacionalistas con los grupos de ultraderecha lanzados ya a la rebelión abierta contra el régimen. El líder carlista navarro Baleztena llegó a invitar al propio Lehendakari Aguirre a sumarse al levantamiento militar.

El 12 de julio de 1936 es asesinado en Madrid el líder de la oposición José Calvo Sotelo y ante una situación desbordada en todos los órdenes (quema de Iglesias, muerte de religiosos y atentados diarios a políticos) el ejército colmó su paciencia. El día 18 del mismo mes la Guerra Civil se hizo una realidad trágica e irremediable.

 

[1] Koldobika LÓPEZ GRANDOSO “La Guerra Civil en Barakaldo”, p.17

[2] Ramón HILARIO-Iker MARTÍNEZ “Barakaldo a través de los tiempos” pp.189-206

[3] En Barakaldo, los candidatos más votados fueron los representantes del bloque republicano-socialista. Los resultados son muy parecidos a los del total de la circunscripción de Bilbao, a la que la localidad fabril pertenecía. Así las cosas, en Barakaldo los más votados fueron los socialistas Indalecio Prieto (4.312 votos) y Luis Araquistain (4.255) seguidos por los republicanos Vicente Fatrás (4.190) y Ramón Mª Aldasoro (4.179). El candidato del PNV, José Horns, obtuvo 1.729 votos. Koldobika LÓPEZ “La Guerra Civil en Barakaldo” p. 53.

[4] La Ley de Congregaciones Religiosas, que entró en vigor a finales de 1933, prohibía la enseñanza a las órdenes, no a los eclesiásticos, que podían ejercer, si disponían de la titulación exigida, en instituciones públicas. Sin embargo, la medida no tuvo ninguna repercusión al cambiar el Gobierno de la República pocos meses más tardes. Pedro SIMÓN “San Vicente de Barakaldo” p. 254, Nota 275.

[5] Pedro SIMÓN “La enseñanza pública en Barakaldo 1857-1957”. ARBELA, 2000, pp.23-28

[6] En Barakaldo, los más votados pertenecían a partidos políticos republicanos y de izquierda. Votaron un total de 13.992 personas, que eligieron como sus representantes a Indalecio Prieto del PSOE con 6.085 votos, seguido del también socialista Julián Zugazagoitia con 6.069 votos. Los siguientes más votados fueron Manuel Azaña, de Acción Republicana, y Marcelino Domingo, del Partido Republicano Radical Socialista Independiente. Los miembros del PNV quedaron un poco más rezagados en número de votos, aunque obtuvieron buenos resultados. Koldobika LÓPEZ “La Guerra Civil en Barakaldo” p. 57.

 

[7]  En Barakaldo votaron un total de 16.663 electores, de los cuales la gran mayoría eligió a los candidatos del PSOE frente a los demás. Julián Zugazagoitia (PSOE) obtuvo 9.215 votos, Indalecio Prieto (PSOE) 9.143 votos, Mariano Funes (Izq. Rep.) 9.120 y Leandro Carro (PCE) 9.028. A bastante distancia (en torno a 4.000 votos) los candidatos del PNV. Koldobika LÓPEZ “La Guerra Civil en Barakaldo” p. 61.

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