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De Pobeña a Kobaron por los acantilados

De Pobeña a Kobaron por los acantilados

ImprimirDurante años, de mediados del siglo XIX hasta los 60 del XX, el tramo de costa entre Pobeña y Ontón, ahora tranquilo, fue un hervidero de actividad industrial. Minas y planos inclinados, carreteras, poblados y hornos de calcinación colonizaban el paisaje. Habí­a incluso un ferrocarril que iba de El Kobarón hasta el cargadero de El Castillo en Pobeña.

Aquella actividad cesó hace 50 años (1963). Cerraron los pozos y los mineros se fueron. Nos legaron ruinas industriales que la vegetación ha colonizado y el paseo Itsas-lur, un camino venteado y abierto a las olas por el trazado del tren minero ya desmantelado.

Es fácil y con un único desnivel de salida. Final del aparcamiento de Pobeña. Letrero de Itsas-lur y del Camino de Santiago del Norte. Nos introduce en un tramo de escalones (unos 120), desiguales y traicioneros que suben hasta la trinchera del ferrocarril. Arriba el camino llanea y tras una curva el paisaje se abre a la bahí­a de La Arena. Viento, gaviotas y surfistas sobre las olas. Ciclistas y algún peregrino nos acompañan por el acantilado. Protegidos del abismo por una barandilla nuestros pasos nos llevan hasta el cargadero de El Castillo (1,4 km).

La vista es magní­fica, pero ha desaparecido. Quedan la base de las instalaciones y las escombreras. Era del tipo volado. Fue el primero que se instaló en Bizkaia y el único que trabajó en mar abierto. Cargaba en los barcos el mineral que llegaba por ferrocarril (3 km) de las minas Amalia Vizcaí­na (Kobarón) y San Francisco (Carrascal), propiedad de la Compañí­a José McLennan. Estuvo en servicio desde el año 1882 hasta su cierre en 1963. Luego inició un deterioro que remató el temporal del 11 de marzo de 2008. Una ciclogénesis que arrasó la joya minera.

Seguimos adelante. Poco después (derecha) un bunker destaca en el extremo del promontorio de El Castillo. Caminamos por prado, sin sendero, hasta la instalación militar (2,00 km). Está sobre los rompientes y las olas. Conserva el techo y sirve de cobijo.

Volvemos hacia el camino y nos invade el olor a yodo. Son las algas que se descomponen en la base de las mareas. Tuvieron una próspera industria extractiva de la que quedan algunos hierros (escaleras y ganchos). Un panel informa del proceso.

Por la antigua ví­a, con la ladera de Campomar (izquierda) y el mar cerrando el horizonte caminamos con calma. Queda un trecho por terreno llano, abierto y venteado. Desarbolado, pero con bancos y fuentes, hasta el aparcamiento de El Kobarón (3,5 km).

Más allá (un kilómetro largo) está el barrio, con bares y la parada del autobús. También más edificios mineros, entre ellos dos hornos de calcinación. Nos damos la vuelta, ahora con el sol de espalda, hacia Pobeña.

 

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Actualizado el 05 de noviembre de 2024

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