El euskera en barakaldo, el testimonio de Bonaparte (V)
El euskera de Barakaldo, su permanencia
Una cuestión importante es saber cuál es la razón de la permanencia del euskera en Barakaldo, frente a la castellanización, no solo del resto del valle de Somorrostro, si no del resto de la Tierra Encartada. Creo que la razón es la misma que concluyó que el euskera se perdiese antes en Artziniega que en el resto del valle de Ayala / Aiara. Se trataría de un curioso efecto mariposa, en el que algo sucedido en una zona relativamente lejana afectó de forma diametralmente opuesta a estos territorios. El fenómeno sería la división eclesiástica de Euskal Herria. Como es conocido, hasta 1949 no se creó la actual Diócesis de Bilbao, que abarca la provincia de Bizkaia, excepto Orduña. Esta diócesis surgió de la de Vitoria, creada en 1861, y que abarcaba las tres provincias de Álava, Bizkaia y Gipuzkoa. A su vez, y este es el dato significativo, la Diócesis de Vitoria surgió con la unión de terrenos de cuatro diócesis, las históricas Pamplona, Calahorra y Burgos; y la más moderna de Santander creada en 1754 desgajándola de Burgos, y que incluía, además de la provincia de su nombre, Las Encartaciones y Valle de Mena.La extensión de la Diócesis de Calahorra la estableció el rey Alfonso VI en el siglo XII con la unión de la sedes de Armentia, Nájera, Albelda, San Millán y Calahorra, y abarcaba un extenso territorio desde el mar por el norte, entre Deba, comprendiendo el antiguo Valle de Leintz en Gipuzkoa, y el Ibiazabal; y el río Alhama y la sierra Cebollera por el sur. De Álava y Bizkaia solamente quedaban fuera de su jurisdicción Las Encartaciones, sin Barakaldo y Gordexola, y los pueblos del valle de Aiara situados al oeste del río Ibaizabal (en este caso se llama así el que baja de Angulo) incluyendo la villa de Artziniega y los pueblos de su entorno. Al crear esta Diócesis, la Antigua Valpuesta fue dividida en dos, entre Calahorra y Burgos. Esta disposición real fue refrendada posteriormente por la Santa Sede que en 1109 decretó que “…permanezcan unidas a dicha Sede y sometidas a ella los arcedianatos que en los tiempos presentes la dicha iglesia posee, es decir, Alava, Vizcaya, Najera y ambos Cameros…”
Como consecuencia de la nueva división, Las Encartaciones y Artziniega no solamente quedaron fuera de la Diócesis que agrupaba el resto de Álava y Bizkaia, sino que además quedaron en otra provincia eclesiástica. Consecuentemente, Barakaldo, Gordexola y la mayor parte de Aiara se situaron en el límite de una extensa zona vascófona, mientras que las Encartaciones vasco-hablantes lo hiceron en una zona periférica de la Diócesis de Burgos.
Barakaldo era uno más de los pueblos de habla vasca en los que los sacerdotes debían conocer el euskera para hablar con sus fieles, perteneciente a un arciprestazgo integrado por otros pueblos vasco-hablantes. Sin embargo, el resto de la Encartación que fue vascófona hasta tiempos recientes, valles de Cadagua y Sopuerta-Galdames y Somorrostro, estaban divididos en dos arciprestazgos, el de Portugalete y el de Castro-Urdiales. En razón de todo ello mientras que los sacerdotes enviados desde la sede de la Diócesis a Aiara, Barakaldo y Gordexola, debían atravesar y convivir en un mundo vascófono, los enviados desde Burgos lo eran desde la Diócesis castellana por excelencia. Testimonio de esta distinta visión del mundo es una visita del vicario del siglo XVIII en la que el delegado del Obispo de Burgos comenta, entre otras cosas, que en Balmaseda se “hacen bailes vascongados”.
Conclusiones
Las cartas de Uriarte nos hablan de un Barakaldo que estaba castellanizándose de forma paulatina, como otras zonas lingüísticamente fronterizas. El cambio demográfico que trajeron las minas y, sobre todo, la actividad industrial, provocaría una aceleración de dicho proceso, como consecuencia de la cual, en una generación, la que había sido lengua del lugar pasase a ser residual y, finalmente desapareciese de la práctica totalidad del municipio. Sirva como ejemplo que en 1826 había 2.099 habitantes, en 1860 el número ascendía a 2.688, y tan sólo 17 años después 4.360.
Tomando como disculpa estas dos cartas y su relación con el euskera de Barakaldo, avanzo una hipótesis que se desarrollará más ampliamente en una –esperamos- próxima publicación sobre la toponimia histórica de toda la costa encartada, es decir, la que se extiende desde Barakaldo hasta Muskiz.
La toponimia nos indica que este espacio tiene una génesis que no se corresponde con la realidad actual, en la que, al menos en torno al siglo XII, existía una unidad cultural, que no necesariamente lingüística, que se agrupaba en torno al denominado “Fuero de Bezio”, y que sin grandes variaciones respondía a la parte norte y costera de lo que los historiadores romanos asignaron al pueblo autrigón.
La comunidad de Bezio de transformó posteriormente en dos entidades jurídicas diferenciadas. En la occidental -valle de Bezio- tenemos un romance con características propias y que, como ha ocurrido con la mayor parte de los romances del norte peninsular, incorporó y se aglutinó en el romance castellano. La otra parte –Las Encartaciones- también tiene el mismo romance, pero en su mitad oriental lo comparte con el euskera, una lengua que no tenemos ninguna razón objetiva para considerarla importada, y por contra debemos entender que era la propia.
Las relaciones culturales de ambos espacios se desarrollan con un intercambio mutuo, y con el resto preferentemente de Sur a Norte, en Bezio desde Medina hasta la costa y en Las Encartaciones desde el valle de Aiara hasta la costa. La lengua hablada, en base a la toponimia, repite este mismo esquema.
Por otra parte, creemos que para entender el distinto devenir del euskera en la franja Aiara-Gordexola-Barakaldo frente al resto de Las Encartaciones es de capital importancia la división eclesiástica existente desde el siglo XII hasta el siglo XX.
Para terminar, me gustaría hacer una apreciación sobre la profunda relación que Louis Lucien Bonaparte tuvo con lo vasco y con el euskera.
Para ello, podemos recordar, por ejemplo, a la mujer citada al final de la segunda carta de Uriarte, Clemencia Richard Grandmontaigne o Granda Montagne, fue posteriormente la segunda esposa de Bonaparte, y cuñada de Claudio Otaegi, su más fiel colaborador. Contrajeron matrimonio en 1881, tras enviudar Bonaparte, pero parece que mantenían relaciones desde bastante antes, como indica la fecha de esta carta, 1866. Hay que recordar que Bonaparte y su mujer vivían separados legalmente desde 1850, y él intentó anular su matrimonio repetidas veces. Pese a su nombre y apellido Clemencia había nacido en Euskal Herria, en Atharratze, Zuberoa, desde donde su familia se trasladó a Araia, en Álava, y era vasco-hablante. Sin duda, ella contribuyó a afianzar la ya de por si estrecha relación que Bonaparte tuvo con el euskera.
Y como prueba de todo ello no hemos más que repetir aquí lo que Bonaparte escribió a Vinson en 1877. Un testimonio del profundo amor que tenía a euskera y a Euskal Herria:
“Cuanto a mí, que no tengo el honor de ser vasco sino de corazón, deseo a todo individuo, de cualquier país que fuere, sin exceptuar al Sr. Vinson, la inteligencia, la honradez, la valentía y, sobre todo, la lealtad de la inmensa mayoría de los naturales de esta noble raza.”
Mikel Gorrotxategi
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