LOS BOLOS A KATXETE EN BARAKALDO Y EN LA ZONA MINEROFABRIL (1865-2014) (III)
- MODALIDADES BOLÍSTICAS EN BARAKALDO Y SU ENTORNO
La parquedad de las fuentes documentales con respecto a la práctica del juego de bolos, en cualquiera de sus modalidades, es compensada por otros tipos de datos, más explícitos aunque difícilmente contrastables. En primer lugar por fuentes secundarias tales como la bibliografía relativa al juego de bolos en Barakaldo y su entorno, sistemática aunque escasa. También por la literatura de referente localista, que aporta precisiones de tipo cualitativo que complementan las anteriores, más técnicas. Además de una corta serie de datos, documentales y bibliográficos, relativos a las actividades desarrolladas en los carrejos de a katxete de cuya instalación deja constancia la primera. Y todas ellas contrastadas con el imprescindible recurso a las fuentes orales, es decir a la memoria de los protagonistas de antaño en tanto que informantes.
Aportaciones más numerosas y matizadas por lo que respecta a la modalidad citada, como corresponde a un juego de bolos gestado en la propia zona donde se practica.
4.1. Bolos a katxete, modalidad autóctona
4.1.1. Los carrejos: distribución territorial y tipologías de asentamientos y funciones
De los 161 carrejos de bolos a katxete, actuales y pretéritos, públicos o privados, de los que existe memoria, 65 -un 40,40%- han estado asentados en el ámbito municipal barakaldarra; y otros 14 (9,0 %) en su inmediata periferia: en las barriadas de Ugarte y El Juncal (Valle de Trapaga y Polveros (Galdames). Globalmente estas cifras resultan indéxicas de la posición nuclear o capitalidad de Barakaldo, con respecto a la práctica del juego popular de referencia. Pero la desigual distribución espacial de estos carrejos en el territorio local revela la asociación de su práctica con el hábitat más rural y autóctono, por contraste con su escasa incidencia en la zona urbana y la discreta presencia en la periferia de ésta.
La máxima densidad corresponde al Valle de El Regato en sentido extensivo, es decir de Mingolía -Bengolea- p´arriba, como lo delimita la popular jota, con un subtotal de 33 carrejos -50,80%- de los barakaldeses y 20,50 % del total-, 26 de ellos en la zona alta o El Regato propiamente dicho. En Tellitu hubo una verdadera proliferación de carrejos, en su mayor parte pequeños, como corresponde a la accidentada topografía de este somo montesino, y de tipo juvenil con bola de encina. Pero los jóvenes pastores y carboneros de esta barriada incluso construyeron otros dos carrejos en pleno monte, a poco de finalizar la Guerra Civil. Se recuerdan otros once en el núcleo de El Regato, de los que tan solo subsiste el de Zubitxu. Seis de los restantes estuvieron en las barriadas montesinas, entre mineras y pastoriles, además de los dos de Aranguren. En la zona baja del valle también hubo hasta siete carrejos de a katxete, singularizándose los de Gorostiza. En Retuerto y sus barriadas existieron otros once. Burtzeña, en sentido extensivo, contó con cinco. La modalidad se adentraba intersticialmente, dos en el extenso barrio de Irauregi, en su zona más próxima a Burtzeña. Entre Lutxana y Landáburu existieron otros cuatro carrejos de a katxete. En el barrio de San Vicente, la capitalidad preindustrial, hubo seis más. Dos de los cuatro de la zona urbana de El Desierto se sitúan en el extrarradio o periferia del mismo; en Lasesarre, y cerca del campo de fútbol, se instaló un carrejo puntual para las fiestas de El Carmen durante la década de los sesenta; también es probable que fuera de a katxete el promovido en 1912 por Luis Olavarría en la calle Pormetxeta, a juzgar por su adjetivación de “carrejo de bolo raso”; su fecha de fundación coincide con la apuntada por mis informantes para el carrejo de la modalidad de referencia en Karranzairu.
En la zona del Valle de Trapaga más vinculada a Barakaldo: ocho en El Juncal, sobre una marisma y otros cinco en Ugarte. En el resto de sus barrios existieron otros once carrejos. En Sestao los únicos constatables de a katxete fueron uno encima de Los Baños (El Casco), desaparecido hacia 1926, más otro en Galindo (h. 1920). Y en Portugalete, hasta seis. Más un subtotal de diez en Santurtzi y sus barrios.
En Ortuella, nueve en el barrio de Urioste, más dos en el de Nocedal, hasta 1958; y otro en Basori, infantil. Veintiuno en el actual municipio de Zierbena y sus barrios. Y hasta siete en Abanto-Zierbena. Otros doce en el de Muskiz.
Hacia el término de los años sesenta -en 1966- tan solo subsistían 8 o 9 carrejos en algunos de los lugares precitados. En Barakaldo los de Kareaga, Gorostiza y El Regato; El Juncal (Valle de Trapaga), Urioste (Ortuella), Sanfuentes y Zierbena (Abanto) y Kabiezes (Santurtzi); más el instalado por fiestas de El Carmen en la barakaldesa campa de Lasesarre entre 1964 y 1968. En los dos primeros, más los de El Juncal y Urioste, se celebraban desafíos y concursos con carácter permanente. En todos éstos más los restantes, concursos durante las fiestas patronales de sus respectivos barrios. Si estos concursos barriales han mantenido la tradición, los desafíos marcaron su punto álgido.
Resulta paradójico que la única proyección supracomarcal de este deporte popular se limite a un carrejo en La Habana (Cuba), punto de destino de tantos vascos y de barakaldarras.
Durante todo nuestro periodo de estudio, niños y chavales se iniciaban en este juego popular de sus mayores utilizando una piedra a modo de bola, y botes de conserva como bolos. Así lo hacían, por ejemplo, en Retuerto y en Tellitu. En Basatxu llegaron a utilizarse, incluso, moldes o fundas del queso de Idiazabal. El zierbanato Francisco Bañales fabricaba bolas con troncos de perales, que eran más bien cuadradas, utilizando incluso latas de tomate como bolos y un taco de piedra como tablón. En
toda época se han fabricado bola y bolos de menor peso y envergadura para el aprendizaje de muchachos preadolescentes, contando éstos con carrejos específicos. Pero estamos aún muy lejos de los campeonatos de kintopekos o juveniles, formalizados con posterioridad a 1983, y utillaje móvil de menor envergadura que en los de adultos.
También para esta modalidad de a katxete, como para los juegos de bolos en general, resulta estrecha la asociación entre carrejo y establecimiento de bebidas. La ganancia directa reportada a éste era exigua; el tabernero de Las Carolinas (Retuerto) colocaba a los jugadores un porrón de vino por partida, al precio de dos perras (20 céntimos de peseta). Aunque resulta indudable la animación que el carrejo confería al respectivo establecimiento.
Otros carrejos capitalizaron espacios públicos asociados a funciones productivas y de uso colectivo, tales como las eras de trillar el trigo; a su vez destinadas a bailes, romerías y fiestas barriales. Denominados de La Era fueron los de Bengolea y Tellitu (Barakaldo); así como los de El Juncal, La Escontrilla y otros dos más (Valle de Trapaga); Urioste (Ortuella); Sanfuentes y dos en Valle (Abanto).
Pese a la ubicación de los carrejos de a katxete en el hábitat rururbano las características de éste, entre aldeano-pastoril y minero-fabril, así como la simbiosis operada entre las subculturas de ambos referentes en la sociabilidad popular a nivel local, quiebran hasta cierto punto la hipotética asociación entre esta modalidad bolística y las supervivencias tradicionales en la cultura de las clases populares. Será precisamente en el Valle de El Regato (Barakaldo), ámbito en el que la topografía de
los carrejos se pega literalmente al monte, donde muchos de sus vecinos y bolaris simultanean, o ejercen sucesivamente, los oficios de pastor, aldeano, carbonero, leñador, minero u obrero industrial.
Mineros regateños esperaban al término de su jornada, en Polveros o en Arnabal, para acudir presurosos al correspondiente carrejo. A partir de la posguerra, e incluso antes, la mayor parte de los más afamados bolaris, tanto de Barakaldo como del resto del ámbito de esta práctica deportiva, trabajaron como obreros en las principales factorías industriales de la zona.
- TERRENO DE JUEGO O CARREJO
Esta modalidad se practica en un terreno de juego denominado usualmente carrejo, lugar que también recibe el nombre de “juego de bolos”. En nuestra época de referencia con piso de hierba o de tierra, indistintamente. Resulta frecuente que dicho campo tenga un cierto desnivel, más pronunciado cuanto más corto sea. Y es que entonces el carrejo se adaptaba al terreno disponible en cada barrio, a veces muy escaso y reducido a las eras de trillar, aunque tendiendo a aproximarse a las dimensiones canónicas, aún escasamente normalizadas. En cualquier caso, el carrejo tiene una ligera inclinación o desnivel, y las rayas en el primer borde de la zanja que las marca, con objeto de evitar que los bolos o la bola vuelvan hacia atrás. El piso del carrejo es de tierra o de hierba, segada para que los bolos rueden con mayor facilidad.
En el carrejo podemos distinguir tres partes diferenciadas. Delante del terreno de juego se encuentra la primera de ellas y propiamente dicha. Se trata de una piedra de forma trapezoidal y plana, encachada en el suelo y denominada tire, donde el jugador afianza el pie al lanzar la bola, proporcionando así un mayor impulso a ésta. Sus dimensiones, variables según carrejos, son de 46 cm. De longitud, 74,9 cm. de ancho por su base superior, 76,7 por la inferior, 59 cm. De ancho y 6,7 cm. de desnivel a modo de promedio. Este tire se viene realizando de cemento o de hormigón, ya que estos materiales ofrecen mayor adherencia –que el simple suelo de tierra o de hierba- para que el jugador afiance su pie. Situado a unos 5,8 o 5,9 m. (media 5,76 y Reglamento: 5,75 m.) por delante del tire está el taco, consistente en un taco de madera, preferentemente de roble, de forma rectangular o trapezoidal, hundido y fijado en el suelo donde se arman o colocan los bolos. Su cara externa tiene forma de rampa o de desnivel, siendo su parte más baja la que mira hacia el tire, con objeto de que los bolos colocados sobre ella salgan remontadas hacia arriba al recibir el impacto de la bola. Las medidas del taco, asimismo variables, pueden estimarse entre 75,7 cm. de largo, por 60,5 cm. –o de 80X65 cm. de ancho en su parte más alta y 58,6 cm. en la baja, y 9,9 cm. de desnivel entre ambas (Reglamento: 90Xt0 cm.). El roble ha sido la madera más utilizada para confeccionar el
taco, aunque se utilizó la de plátano en Gorostiza y Basatxu. En Retuerto, el herrero Barquín colocaba en su carrejo tacos de madera de guayacán.
En la parte anterior al taco, e inmediato al mismo, se encuentra un pequeño pozo con agua, que sirve para mojar y limpiar los bolos y el propio taco, sirviendo como lubricante para facilitar el deslizamiento de aquéllos y de la bola. Este pozo mide 33,5 x 40.0 cm.
Una tercera zona es el terreno de juego propiamente dicho o campo, de forma semicircular, en el que existen dos semicírculos concéntricos o rayas, cuyo centro es la base del taco, por el que pasa la línea horizontal de donde parten las marcas de ambos semicírculos. Línea que sirve de límite al terreno de juego. La primera de estas rayas tiene un radio entre 9,5 y 11 m., y de 18,4 m. a 20 m. la segunda o externa (Reglamento: 10 y 10 m.). Tras esta segunda raya, aunque sólo en los carrejos más modernos, existe un pequeño murete recubierto de gomas o llantas, reforzadas con un cierre de malla, que hacen de tope para evitar que los bolos salten fuera.
5.1. Elementos móviles (bolos y bola)
Los elementos móviles del juego son los bolos y la bola, tipificados hacia el final de nuestro periodo de referencia, si bien con ligeras variantes entre los diferentes carrejos.
Los bolos son seis de madera, preferentemente de encina, de 1 kg. de peso y de forma esférica, aunque algo achatados por los polos, con objeto de facilitar su apoyo en el taco. Con un diámetro entre 10 y 13 cm., su peso está normalizado, oscilando entre los 1.020 y los 1.200 gr. de peso, aunque la tendencia apunta hacia los pesos más bajos a partir de los primitivos en torno a los 1.250 gr. Los utilizados por los jugadores juveniles pesan entre 675 y 800 gramos. Suelen tener una base de 5 cm. y una altura de 9 cm.
La bola es esférica, construida desde 1920 con madera de guayacán –por iniciativa de Cecilio Quintana-, cuya dureza y consistencia permite fabricarla de peso suficiente y cuyo volumen posibilita que pueda ser abarcada con la mano. Su diámetro oscila entre los 17 y 18 cm., y su peso está comprendido entre los 3.600 y los 3.800 gr.
5.2. Forma de jugar
La fase preliminar al juego es la de armada, o colocación de los bolos sobre el taco. Cada jugador es ayudado al efecto por un armador, o veterano bolari que le coloca los bolos una vez remojados en la forma que más conviene al estilo de aquél. La armada, por lo general en forma de cuña, consiste en colocar los seis bolos en forma de V invertida es la más usual. En la armada al triángulo se emplean seis o siete bolos de idéntica forma a la anterior, pero uno de ellos a modo de vértice superior que cierra el vértice. Otra forma de armar consiste en colocar seis bolos al corrillo, formando una especie de círculo. Excepcionalmente se han utilizado otras variantes, como situar dos o tres bolos en cada brazo de la V, o colocar cinco bolos a modo de cuadrilátero, con uno de ellos en medio. También orientando la armada de forma más abierta o más cerrada, más arriba o más abajo en el taco, una vez azuelado (limpiado y pulido éste), hacia uno u otro lado del carrejo, etc.
El bolari, tras limpiar y secar la bola, para poder controlarla mejor, sujeta ésta con la mano extendida, apoyando sobre la piedra de tire el pie del mismo lado que la mano a utilizar; extiende su brazo hacia atrás y lanza con fuerza la bola contra los bolos armados sobre el taco.
Tras el impacto, los bolos se extienden por el carrejo. La puntuación se computa de la forma siguiente: por cada uno que rebasa la primera raya se anota un bolo o punto, y dos si alcanza la segunda raya. Pero, para que la tirada sea válida, es condición indispensable que la bola no quede corta o txorra, es decir que también rebase la primera raya. Si alguno de los bolos, en lugar de ser proyectado hacia el campo de juego, sale más allá del semicírculo externo que sirve de límite y lo rebasa, se denomina
pudre y no computa. Por último, cuando la bola no impacta sobre los bolos, la tirada resulta blanca (nula) en el argot del juego.
En cuanto a las formas de lanzar la bola, cada jugador tiene su propio estilo. Existen ligeras variantes, como la tirada a lo raso, golpeando los bolos de forma menos violenta pero con menor riesgo de hacer txorra; o la de machetón, lanzada de arriba hacia abajo, impactando a plomo la bola sobre los bolos, aunque incrementando las posibilidades de quedarse corta o txorra. Este estilo ha correspondido a bolaris de gran potencia física. Aunque según Eugenio Barquín (1913), de Valle (Zierbena) el “arte del” bolo no consiste tanto en la fuerza, sino en la destreza.
5.3. Desafíos, concursos y campeonatos
En los partidos o desafíos entre dos jugadores se determina de antemano el número de bolos o puntos a alcanzar, generalmente entre 200 y 300, proclamándose ganador el primero que alcance la cifra estipulada. Cada jugador tira alternativamente dos bolas seguidas. Pero teniendo en cuenta quién de ellos es mano y quién postre, ya que es el primero de estos quien comienza a tirar y es preciso esperar a que lo haga por última vez el que juega en segundo lugar para que el partido se dé por finalizado. Cada jugador tira alternativamente dos bolas. Tradicionalmente, quien perdía había de abonar las cuerdas o tasa al propietario del carrejo, independientemente de las apuestas cruzadas, bien entre los propios jugadores como entre el público asistente, casi siempre por cuadrillas de diferentes barrios.
En muchas fiestas patronales de barrio eran clásicos estos concursos a dos bolas, forma tradicional de competición individual, consistente en que cada uno de los jugadores lance este número de bolas, recibiendo premio tanto quien más bolos consiga como el jugador que más bolos haya logrado con una única bola. Después del concurso se producían in situ desafíos entre parejas de jugadores participantes en aquél, con importantes apuestas. En los concursos a todo jugador se le da la oportunidad de llevarse la “bola de honor”, consistente en un lanzamiento único, el que ha de conseguir el número más alto de bolos. En estos desafíos los jugadores elegían los carrejos de mayor
dureza, que dependía de lo accidentado del terreno, siendo el de Urioste el elegido para los grandes desafíos, dada esa condición adversa.
Durante la década de los sesenta, con independencia de la denominación que reciban, comienzan a celebrarse campeonatos, con participación de jugadores de todo el ámbito minerofabril.
Durante los Campeonatos de las Encartaciones de Bolos a Cachete (1962-1969), los bolaris de primera categoría tiraban 30 bolas y 20 los de segunda, clasificándose los cuatro primeros de entre estos últimos para jugar en primera. La tirada celebrada en Barakaldo por sus fiestas del Carmen -en el carrejo improvisado en Lasesarre-, individual algunos años, fue por parejas en 1964. El primer día cada pareja lanzó 20 bolas, 10 por cada jugador, clasificándose las siete primeras parejas para la
segunda tirada; ésta consistió en el lanzamiento de 14 bolas por cada jugador.
José Ignacio Homobono Martínez
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