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RECORRIDO HISTÓRICO 12 (Más dura es la mina -de hierro-)

RECORRIDO HISTÓRICO 12 (Más dura es la mina -de hierro-)

Para entender cómo se explotaba el mineral de hierro[1] en Bizkaia es indispensable tener en cuenta que éste se encontraba, por lo común, en superficie. Por ello, eran las bizkainas minas a cielo abierto (más bien canteras), sin que fuese preciso efectuar excavaciones profundas para encontrar el hierro. Hubo algunas, claro está, que tuvieron que buscar el mineral en el subsuelo. Sin embargo, en todo momento fueron éstas minoritarias: a la altura de 1910 empleaban sólo al 5’98% de los mineros[2].

Así pues, las labores de las minas fueron, sobre todo, un trabajo de cantera[3]. Sin grandes dificultades técnicas, los procedimientos para la extracción del mineral consistan en el barrenamiento de la masa de mineral y en el desmenuzamiento de los grandes trozos procedentes de las voladuras. Para esto se empleaban, simplemente, picos y azadones. Después vendría la separación de escombros, por medio de rastrillos y cestos. De esta forma, la «infraestructura técnica» que se construyó no se destinó apenas a mejorar lo que propiamente podríamos llamar labores extractivas, que no requirieron por tanto grandes inversiones. Cuando se construyeron instalaciones se destinaron, primero, a crear medios de transporte desde las minas a los ferrocarriles, y, posteriormente, a mejorar la calidad del hierro ya extraído.

No está de más recordar aquí cómo se extraía el mineral a finales del siglo XVIII, antes de iniciarse, por tanto, la sistemática explotación minera. El sistema de explotación en Triano se caracterizaba por las siguientes notas (Elhuyar):

  • existencia de innumerables y pequeñas excavaciones
  • construcción desordenada de las minas
  • simplicidad de los trabajos mineros, que se reduce a emprender un callejón. De este modo llegan a cierta profundidad, hasta localizar mineral de buena calidad, en cuyo arranque no se sigue más regla que la de extraer cuanto se
  • escaso desarrollo técnico de los procedimientos de arranque del mineral, que se efectuaba con picos, con cuñas o con pólvora, según las

En realidad, los cambios no habían sido espectaculares. Dos eran las principales innovaciones: se había llegado a un trabajo ordenado, merced a una precisa distribución de la propiedad minera y, junto a ello, se había incorporado el sistemático empleo de barrenos. La espléndida configuración de las minas vizcaínas no requirió mayores refinamientos técnicos.

En cambio, lo accidentado del terreno donde estaban las minas obligó a importantes construcciones para organizar el transporte del hierro desde bocamina a los ferrocarriles. Tardará sin embargo, en concluir el tradicional recurso a la tracción animal. A la altura de 1880 aún se hablaba de «la multitud de carros tirados por bueyes[4] que circulan por las carreteras y caminos de la zona minera de Somorrostro que cargan el mineral en las minas para llevarlo a los ferrocarriles» (Alzola). Pero para entonces existían ya diversos medios auxiliares, mecánicos, cuya construcción se iría generalizando. En la década siguiente, desapareció el arrastre de carretas tiradas por bueyes: así lo exigió la explotación masiva de las minas. De esta forma se instalaron los siguientes elementos:

Planos inclinados automotores. Debido a los grandes desniveles que existían entre las minas y los ferrocarriles fue frecuente su utilización. Destacaban, en especial, los de las minas «Concha», explotadas por la Franco-Belga; y el de la Orconera, que con sus 1.300 metros era el mayor de los existentes en Bizkaia.

Cadenas sin fin. La más importante era la de la Franco-Belga que salvaba un desnivel de cerca de 245 metros, y que podía transportar hasta 2.000 Tms. diarias.

Tranvías aéreos, movidos por vapor o bien por la fuerza de la gravedad. Unían las minas con los ferrocarriles, con la excepción del que servía a la mina «Primitiva», de Castrejana, construido en 1881, que desembocaba directamente en el embarcadero. Los primeros tranvías aéreos se construyeron antes de la última guerra carlista, si bien no se generalizaron hasta la década de los noventa.

Orconera: Estación y plano inclinado del arroyo Granada

Entre la infraestructura que se creó en las minas para explotar el hierro, han de contarse algunos elementos que intentaban mejorar la calidad del producto, con vistas a su comercialización. No se instalaron sistemáticamente hasta fechas algo tardías, bastante después del comienzo de la explotación moderna de las minas. Se levantaran durante los años noventa. Fueron una primera respuesta técnica a la disminución de la calidad del mineral[5]. En los últimos años del s. XIX tales instalaciones eran aun marginales dentro del conjunto de la explotación de la zona minera. Pero, aunque trabajaban sólo un reducido porcentaje del hierro extraído en Bizkaia, permitieron mantener un alto nivel en el volumen de la explotación. Paulatinamente, se incrementaría al porcentaje de mineral tratado en tales instalaciones sitas en la propia zona minera.

De dos tipos fueron estos elementos técnicos: los hornos de calcinación y los lavaderos. Con los primeros, se pudieron aprovechar los carbonatos. Gracias a los lavaderos, se consiguió sacar al mercado los hierros menudos, provenientes de las voladuras y del desmenuzamiento de la masa de mineral.

Los hornos de calcinación[6] permitían aprovechar los llamados carbonatos (siderita), hasta entonces sin utilización alguna debido a su baja ley metálica ya que se encontraban en las capas más profundas de los yacimientos. El carbonato se introducía en los hornos y se quemaba durante 24 horas a una temperatura inferior a los 900º C.

Como combustible se utilizaba carbón (antracita). Las primeras calcinaciones las efectuó en 1881 la Franco-Belga, aunque se realizaron en montones al aire libre y en un pequeño horno, como los de cal, construido en Concha 3ª. En 1882 también hizo ensayos MacLenan en la mina Amalia-Vizcaína (Muskiz). Los hornos más antiguos eran muy sencillos. Tenían una estructura cúbica y una sola boca de descarga. El exterior era de mampostería, con sillares de caliza en las esquinas, y el interior de ladrillo refractario. Hornos de este tipo son el de la mina Lejana, en el barranco de El Cuadro (Ortuella), y los de Sopuerta y Kobaron.

Pero el primer horno de calcinación propiamente dicho lo construyó en 1889 la Luchana Mining en El Regato, según el modelo inglés Cleveland. La cuba estaba construida con ladrillos refractarios y revestida exteriormente por planchas de hierro. Tenía mayores dimensiones que los construidos posteriormente (14 metros de altura y 6,40 de diámetro interior) y, aunque su producción también era más elevada, se comprobó que reduciendo el tamaño se ganaba en rentabilidad. Para la descarga contaba con tres puertas y dos boquillas en cada puerta.

El uso de hornos de calcinación se generalizó en los años noventa del siglo XIX, aunque en 1899 el mineral obtenido por este proceso sólo representaba el 10% del total de la producción de las minas de Bizkaia. Sin embargo, a lo largo del siglo XX los hornos fueron fundamentales porque en la mayoría de las explotaciones ya sólo se extraía carbonato.

El tipo de horno más utilizado era el de cuba cilíndrica (algunos eran troncocónicos), con una altura de entre 10 y 15 metros y un diámetro aproximado de 3. El interior del cilindro era de ladrillo refractario y el exterior de ladrillo normal reforzado por unos anillos de metal para proteger la estructura de las dilataciones producidas por el calor. También se utilizaron modelos con las boquillas de descarga en la base misma del horno, en lugar de los laterales, lo que facilitaba la carga de las vagonetas que se situaban debajo.

A veces había un sólo horno, pero lo ideal era construir varios colocados en batería para facilitar las labores de carga y descarga. En algunos casos se instalaban en la misma mina y en otros cerca de los ferrocarriles, como los de la Orconera y la Franco-Belga.

Los hornos que la Franco-Belga construyó en Ortuella, junto a su ferrocarril, eran bastante curiosos. Se instalaron entre 1915 y 1916, siguiendo el modelo del horno número 7, construido en 1896. Eran más pequeños de lo normal, cuadrangulares y con los vértices redondeados, de forma casi ovalada, y estaban situados en batería de dos en dos. Había dos filas de 12 hornos.

Los sistemas de carga de los hornos también se fueron perfeccionando. Lo normal era empujar la vagoneta por una pasarela elevada hasta situarla encima de la boca superior, por eso los hornos se construían junto a una ladera, para estar más bajos que la vía de carga. Sin embargo, la batería de hornos de la Orconera se alimentaba mediante un plano inclinado que subía las vagonetas y los de la Franco-Belga con un tranvía aéreo que llegaba hasta la misma boca de carga; esta última compañía incluso utilizó un montacargas eléctrico para subir las vagonetas. Para facilitar estas labores también se utilizaron cintas transportadoras, vagones skip, etc.

La mejora de los sistemas de calcinación permitió aprovechar los “polvos” de menudos crudos que se acumulaban en escombreras al no poder utilizarse por su reducido tamaño. También se facilitó la calcinación al homogenizar el tipo de carbonato introducido en la cuba, lo cual se conseguía a través de la trituración y la clasificación por tamaños, realizadas con machacadoras y cribas automáticas.

Por las mismas fechas en que se construían los hornos de calcinación se levantaron los primeros lavaderos. En concreto, fue en 1891 cuando se decidió recurrir a esta opción técnica. En este caso fue decisivo el éxito de procedimientos similares utilizados en la cuenca minera de Santander, si bien en Bizkaia el lavado de los minerales tendrá una función diferente a la que cumplía en la provincia vecina. En Santander, se utilizaba para aprovechar los depósitos aluviales de hierro que se encontraron entre 1870 y 1890. En la zona minera de Bizkaia, en cambio, sirvió para poder comercializar los menudos que se acumulaban en las escombreras, hasta entonces considerados demasiado pobres y sucios como para su venta. Con los lavaderos, se conseguía separar la arcilla de tales menudos. Se pusieron en explotación, así, los escombros acumulados desde los comienzos del trabajo de las minas; y se encontró un medio de dar salida a todo el mineral explotado, evitando la acumulación de desechos.

El primer lavadero fue construido en 1891 en la mina «Marta» por los Srs. Larrucea y López. Se reducía a un cilindro forrado por tela metálica que, sumergido y batido en un depósito de agua, permita que se separase la arcilla. Posteriormente, el sistema se perfeccionó, recurriéndose a trómeles[7] terminados por un cono: el mineral y el agua marchaban dentro de él en dirección contraria, arrastrando el agua a la arcilla; se conseguía así un mineral limpio, apto para su comercialización. El trómel giraba sobre unos rodillos, movido por una máquina de vapor, y a partir de los años veinte por motores eléctricos.

A la altura de 1899 se habían instalado 17 lavaderos, que servían a 27 minas. La implantación de este procedimiento era aún parcial, pese a lo cual la producción que pasaba por los lavaderos suponía ya 318.000 Tms. de mineral, algo más del 5% del total obtenido en Bizkaia.

El agua sucia que vertían los lavaderos contaminaba los ríos y los arroyos, a pesar de las quejas de los vecinos. De hecho, una de las causas de enfermedad más frecuente de la población minera eran los problemas gastrointestinales provocados por el mal estado de las aguas Para paliar estos problemas se construyeron balsas de decantación donde se depositaban las aguas sucias. De esta manera la arcilla iba al fondo y el agua quedaba más limpia. Cada dos o tres meses, cuando las balsas estaban llenas, se avisaba a los vecinos de los pueblos situados en el cauce de los ríos y se abrían las compuertas para liberar el agua. Con el fin de que se cumplieran estas condiciones se nombraba una comisión vecinal que inspeccionaba los lavaderos y las balsas. Después se fueron instalando unas torres en las propias balsas, que controlaban el nivel del agua y servían para eliminarla directamente mediante un sistema de alcantarillado subterráneo.

En una visión global de la instalación en las minas de sistemas de explotación, podríamos establecer las siguientes características[8]:

  • El comienzo de la explotación masiva de las minas a mediados del siglo XIX supuso, en primer lugar, la ordenación del territorio minero y el empleo sistemático del barreno: estas dos fueron las primeras innovaciones.
  • Los procedimientos extractivos apenas tuvieron desarrollo técnico. En todo momento consistieron en el barreno y posterior desmenuzamiento de la masa por medio de la fuerza humana. Las condiciones en que se encontraba el mineral vizcaíno lo permitan.
  • En las explotaciones a cielo abierto, el primer trabajo consistía en eliminar la capa exterior (tierra, rocas, vegetación, etc.), y una vez encontrado el mineral se comenzaba a profundizar. El trabajo se realizaba a roza abierta, dejando escalones o bancos de unos 20 o 30 metros de altura, con el fin de trabajar en diferentes niveles. La extracción del mineral se llevaba a cabo mediante explosivos: dinamita (normalmente dinamita n.º 3) y pólvora. Posteriormente comenzaron a utilizarse la sabulita y la goma 2.
  • Para colocar los explosivos había que realizar unos agujeros con la barrena, que era una barra metálica acabada en punta o en bisel, de varios metros de longitud, según la profundidad del agujero. Normalmente, el minero iba golpeando con la barrena directamente en la roca, aprovechando su fuerza, pero también podía ayudarse con una maza y si el agujero era muy profundo, varios mineros a la vez utilizaban una barrena larga. Los agujeros tenían una profundidad media de 4 a 5 metros y, dependiendo de la dureza de la roca o del mineral, se empleaba entre 1 y 4 horas por metro. La operación de carga del barreno se llamaba maniobra.
  • En 1903 comenzaron a utilizarse los martillos perforadores a vapor y en los años veinte los eléctricos, lo cual permitía un rendimiento superior al barrenado manual. En los últimos años de la explotación minera la mecanización era completa y se empleaban máquinas perforadoras.
  • La voladura, también llamada disparo o tiro, se efectuaba a unas horas determinadas: de 8 a 8,30, de 12 a 13 y de 16 a 16,30. Momentos antes de encenderse las mechas (operación que se realizaba a mano) se avisaba con tres toques de corneta y se colocaba una bandera roja cerca del lugar de la explosión. Una vez desprendida la masa de la pared se procedía a desmenuzarla con picos, azadones, mazas, mayos, cuñas, etc.
  • Los bloques más grandes se troceaban con pequeñas cargas explosivas; a veces, en lugar de practicar agujeros, la carga se adhería a la roca con arcilla. Después se reducían con mazas a muy pocos centímetros de diámetro. A principios del siglo XX comenzaron a generalizarse los martillos mecánicos para realizar también las labores de troceo o taqueo. En los años treinta se introdujeron machacadoras mecánicas.
  • Después, ayudados de azadas y rastrillos, llenaban los cestos de mineral para cargar las vagonetas. El mineral más pobre o las rocas se amontonaban en escombreras.
  • La posibilidad de disponer de un hierro abundante y rico, así como la rapidez del proceso por el que masivamente comenzaron a explotarse las minas, permitieron que hasta fechas tardías no se incorporaran elementos técnicos en ningún aspecto del trabajo.
  • Las primeras mejoras técnicas consistieron en la instalación de medios de transporte desde la bocamina al ferrocarril. Comenzaron a construirse entre 1880 y 1890, cuando se levantaron los primeros planos inclinados. Los procedimientos de transporte más complejos (los tranvías aéreos) no se generalizaron hasta la década siguiente.
  • El agotamiento o escasez de los minerales más ricos llevó a crear instalaciones que mejoraran la calidad de los hasta entonces desechados y que permitieran el aprovechamiento de los escombros. Fue entre 1889 y 1892 cuando comenzaron a construirse, consistiendo en hornos de calcinación para los carbonates y lavaderos para los escombros. Sin embargo, a la altura de 1899 sólo un 15% del mineral producido en Bizkaia era tratado en la propia zona minera. El 85% restante se vendía sin ningún tratamiento especial, tal y como se obtenía en un trabajo que podríamos definir como de cantera[9].

 

[1] Es a partir del siglo XIII cuando se empiezan a encontrar testimonios claros sobre la industria del hierro en la Zona Minera de Las Encartaciones, con una clara orientación exportadora. El mineral que se extraía, tenía cuatro aspectos diferentes, y por ellos se le conocía. Uno de ellos era el denominado «vena», por su color rojizo como la sangre. Otro era el «campanil», ya que al ser golpeado con una herramienta, producía un sonido que se asemejaba al de una campana. Un tercero era conocido como «rubio», por su color amari­llento, y el cuarto, tenía el nombre de «carbonato». Normalmente, era el que a más profundidad se encontraba.

[2] Debemos recordar que las minas de hierro más importantes de Bizkaia se hallaban situadas en tres cuencas: Somorrostro, Bilbao y Galdames-Sopuerta. La más importante de ellas tanto por cantidad como por calidad, era la de Triano-Somorrostro (con dos grandes criaderos de mineral: Triano y Matamoros, de 3 y 2 Kms. de longitud respectivamente y una anchura de 1,5 Kms como máximo).

[3] Las canteras son explotaciones de la minería que se llevan a cabo a cielo abierto. De una cantera puede obtenerse granito, caliza o mármol, por citar algunas posibilidades. Cabe destacar que una cantera constituye un recurso limitado: se agota en determinado momento sin que exista la posibilidad de generar nuevas piedras.

4] En Trapagarán, a comienzos del siglo XX, existirá una cabaña mular y asnal cercana a las trescientas cabezas, toda ella dedicada al transporte del mineral.

[5] «Como es fácil suponer, los mejores minerales se fueron agotando rápidamente, de tal manera, que cuando en 1886 se inician las actividades del Circulo Minero, ya no había para nada de la vena. El campanil será siempre el mineral de mayor cotización, y cada día más extraño. De ahí que, en la década de los ochenta, en diciembre de 1881 concretamente, se comienzan a realizar las primeras calcinaciones del carbonato que, hasta entonces no se había comenzado a explotar”. Ignacio VILLOTA “Vizcaya en la política minera”, p.25

[6] Eneko PÉREZ GOIKOETXEA “Minería del hierro en los Montes de Triano y Galdames” pp. 100-114

[7] Trommel en alemán significa tambor, como el tambor de una lavadora.

[8] En Barakaldo apare­cen veintinueve centros de explotación, con los siguientes nombres: Modesta, Salvadora, Teresa, La. Negra, Augusta, Fi-gueras, Elena, Impensada Juliana 1, Juliana 2, Pepe, Emma, Disgusto, Mer­cedes, Carmen, Lucas, Hormidas, Bienvenida, Vicenta, Berna, Boni, La Concepción, San Gre­gorio, San Pedro, Mengolice, Rosario, Cercana, Estrella y Acebal.

[9] Entre 1876 y 1900 se extrajeron un total de 94.016.807 Tm de mineral de los que el 90% se exportaron y de éste un 60% a Gran Bretaña. En el periodo de 1901 y 1920 se extrajeron 75.643.494 Tm y a partir de 1920 por agotamiento de los yacimientos la industria minera decayó considerablemente. Como consecuencia de la exportación masiva de mineral (además de las infraestructuras imprescindibles para ello) el puerto de Bilbao adquirió una actividad inusitada, multiplicándose por tres el movimiento general portuario de 1878-79 a 1898-99. En 1884 el tráfico de barcos ingleses en el puerto de Bilbao superó incluso a los de Hamburgo y Amberes, hasta entonces los puertos que registraban mayor entrada de buques británicos.

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