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BARAKALDO EN EL SIGLO XX: SINOPSIS DE CIEN AÑOS DE HISTORIA Y PATRIMONIO (I)

BARAKALDO EN EL SIGLO XX: SINOPSIS DE CIEN AÑOS DE HISTORIA Y PATRIMONIO (I)

En 1865, un inglés llamado Henry Bessemer conseguía descubrir un sistema para producir acero en grandes cantidades a bajo precio. Pero este sistema solo podía utilizar mineral de hierro con poco fósforo, como los que abundaban en La Arboleda, Triano y Somorrostro; se despertó así el interés de la siderurgia europea por el mineral de hierro vizcaíno. La cuenca minera vizcaína se convirtió entonces en la más importante de Europa. Barakaldo, situado en las proximidades de la zona minera, lindaba además con la ría navegable que permitía acceder por barco al tramo entre las confluencias de los ríos Cadagua y Galindo. Disponía asimismo de abundancia de suelos llanos, formados por las vegas de dichos ríos, que iban a favorecer el establecimiento de modernas fábricas de producción de hierro y acero, que acabarían por sustituir a las formas artesanales que representaban las ferrerías. Empresarios autóctonos como la familia Ybarra, que habían hecho fortuna con el comercio de mineral, van a aprovechar esta situación privilegiada para fundar en 1854 la fábrica de Nuestra Señora del Carmen junto a las marismas de la desembocadura del Galindo. Allí en un paisaje de huertas y caseríos, había existido un “desierto” o eremitorio de carmelitas desde el que el fabulista Samaniego había escrito a finales del siglo XVIII:

“En el más sano clima de España una fértil colina hermosea y domina el mar y la campiña. Un río tortuoso, con las aguas marinas caudaloso la presenta sus naves y la baña. Coronan su eminencia un templo con cipreses, y a su lado, en un bosque frondoso, un humilde edificio colocado apenas a la vista descubierto, de veinticuatro estáticos varones, grandes por su retiro y penitencia, ésta es la habitación, éste es el Desierto. Aquí, la Naturaleza hermosa y varia recomienda la vida solitaria. Aquí cada viviente yace en reposo amable; un silencio se observa comparable a la noche más quieta; parece que de intento ni el río corre, ni la mar se inquieta, ni los pájaros cantan, ni las olas se mueven con el viento; y en el sueño profundo duerme tranquilo todo el mundo”.

Cien años después, este adormecido oasis rural habría de convertirse en uno de los enclaves de mayor concentración siderúrgica de Europa. Cuenta la tradición que la familia Ybarra encendió los primeros hornos altos construidos en la fábrica del Carmen con el fuego traído desde la ferrería del Poval (Somorrostro) de la cual eran propietarios. “De la ferrería al horno alto”; sin duda alguna los Ybarra eran plenamente conscientes de la trascendencia histórica del acontecimiento. Estaban inaugurando un nuevo sistema de producción de hierro: el de la siderurgia integral. Se rompía ya definitivamente con un pasado ligado a las tradicionales industrias siderúrgicas. Sin embargo, la marcha de la empresa resultó muy dificultosa y poco rentable hasta que en 1882 la vieja fábrica del Carmen se convierte en la compañía Altos Hornos y Fábricas de Hierro y Acero de Bilbao (A.H.B.). A partir de este año José Villalonga, casado con la hija de Ybarra y punta de lanza de un importante grupo inversor catalán, consigue transformar la fábrica con la incorporación de la más moderna tecnología inglesa y con la patente Bessemer en exclusiva para España. Pocos años después la fábrica instalaba las primeras baterías de carbón de coque, combustible necesario para el funcionamiento de los hornos altos. Además, la coquización del carbón permitirá crear las bases de una industria química con gran relevancia en el futuro de la industrialización de Barakaldo. Al mismo tiempo, otras grandes plantas siderúrgicas se van a ir estableciendo en municipio vecino de Sestao: en 1882 se constituye la Sociedad Anónima de Metalurgia y Construcciones “La Vizcaya” y en 1887 “La Iberia”, esta última dedicada a la fabricación de hojalata. En 1902 las tres fábricas se fusionan creando la mayor empresa siderúrgica del sur de Europa: Altos Hornos de Vizcaya, y en cuyas instalaciones se va a poder llevar a cabo el proceso completo de transformación del mineral de hierro en bote de conservas; lo que se conoce como una siderurgia integral. En aquel año se llegaron a producir 147.777 Tn. de acero con una plantilla de casi 6.000 personas. Además, en el barrio de Santa Agueda, desde 1862 venía funcionando, y utilizando también hornos altos, la Factoría de Puerto Rico, fábrica que había sustituido a las viejas ferrerías allí ubicadas desde siglos antes y que aprovechaban el caudal del río Cadagua para su funcionamiento. En 1902 la fábrica pasó a manos de Federico Echevarria dedicándose a la producción de lingotes de hierro, alambres y puntas con el nombre de Sociedad Anónima Echavarría. Mientras tanto, la circunscripción de Barakaldo se va a convertir en terminal o zona de paso de cinco ferrocarriles que ayudarán a crear una completa red de comunicaciones y servicios que la industria y la población trabajadora iba a necesitar. Algunos ferrocarriles como los de Bilbao-Portugalete (1888) y La Robla (1902) combinando el tráfico mixto de mineral y viajeros. Otros como los ferrocarriles mineros de Orconera Iron Ore (1877), Franco-Belga (1880) y Luchana Mining (1887), construyendo sus cargaderos, viviendas y talleres en los barrios de Réketa y Lutxana. Tras la minería y la siderurgia vino la industria química. Las primeras industrias químicas instaladas en la Margen Izquierda se van a levantar desde principios de siglo fundamentalmente en el barrio barakaldes de Lutxana. Su entorno natural y modo de vida rural tradicional van a verse drásticamente modificados a la vez que se transforma en un barrio de clara proyección industrial. Situado en el área de influencia del Puerto Industrial -los 6,3 kilómetros de la Ría que van desde la curva de Elorrieta hasta su desembocadura- el emplazamiento del barrio fue determinante y razón fundamental por la que se convirtió en lugar de acogida de grandes plantas químicas y de terminal de los ferrocarriles mineros. En los primeros años de este siglo se monta la Sociedad General de Industria y Comercio dedicada a la producción de abonos minerales (superfosfatos o mezcla de los fosfatos importados por vía marítima y el ácido sulfúrico producido en la propia fábrica). Otras industrias como Bilbaína de Maderas y Alquitranes (1912), destinada a la fabricación de productos derivados del alquitrán, se van a beneficiar de la proximidad de A.H.V. que le suministrarían la materia prima procedente de la destilación del carbón en sus baterías de coque. Junto a éstas, otras industrias comienzan a esparcirse por el término municipal: fábricas textiles como la de Rica Hnos. (Alonsótegui) y Castaños, Uríbarri y Cía (Retuerto); metalúrgicas como Forjas y Alambres de Cadagua o la fábrica de cubiertos de “La Cigüeña” ambas en Alonsótegui; o las dedicadas a la fabricación de productos cerámicos que se van a asentar en el barrio de Burceña.

Llegada de la electricidad Y con las fábricas llega también la electricidad. El 13 de octubre de 1883 se inaugura la primera instalación de alumbrado eléctrico de Bizkaia. El recorrido iluminado partía del Muelle de Hierro de Portugalete y llegaba hasta el fondeadero del Desierto en Barakaldo. Se perseguía con ello agilizar el tráfico marítimo nocturno que causaba continuos conflictos en el interior de la ría. En Barakaldo comienzan a crearse las primeras centrales térmicas de producción eléctrica. En 1895 se constituye la Eléctrica del Nervión para dar servicio a los tranvías. Además, industrias como A.H.V., que mantenían un gran consumo de energía, instalaron sus propias centrales autoproductoras. Y en 1907, la Sociedad Hidroeléctrica Ibérica construye la primera Central Térmica de Burceña que con sus 8.000 KVA será la de mayor capacidad de producción de todo el norte de la península. Y con la industria también llegó la inmigración; “un ejército de reserva procedente de la agricultura”, población proveniente del medio rural empobrecido, especialmente de las provincias limítrofes de Castilla, de Galicia y del resto de Euskalherria. Los poco más de 8.000 habitantes de 1884 llegan hasta los 19.249 en 1910. Se dispara el número de edificaciones para alojar a la creciente llegada de mano de obra, pasando a ocupar el primer plano las viviendas masivas y en altura; al mismo tiempo comienzan a desaparecer los caseríos y viviendas rurales del municipio. El centro neurálgico se desplaza desde el primitivo San Vicente hasta el Desierto y Lutxana. En pocos años se irá creando un apretado conjunto a lo largo de la ría en el que se entremezclan fábricas y viviendas, espacio industrial con espacio residencial, aspecto que caracterizará al Barakaldo del siglo XX. La plaza del Desierto se convierte en el centro vital, en el lugar de ocio y encuentro de la población barakaldesa, rodeada por el mercado municipal, también utilizado como escuela, estafeta de correos, cine, el edificio de oficinas de AHV y la estación de ferrocarril. Sin embargo, anticipándose al futuro desarrollo urbano, las dependencias del viejo Ayuntamiento ubicado en San Vicente son trasladadas en 1891 a un nuevo edificio que se construirá en la “plaza de arriba” (Herriko Plaza). Aparecen las primeras viviendas obreras en las calles San Juan y Arana, las primeras que pueden considerarse como tal en Barakaldo si exceptuamos las escasas viviendas que fueron construidas por las fábricas y compañías mineras para sus trabajadores. La iniciativa privada vino a paliar las carencias existentes. Burgueses y propietarios locales, algunos de ellos alcaldes, como Tomás de Begoña, Casimiro Zunzunegui, Francisco Arana, Ramón Loizaga, Cristobal Murrieta o Angel Uría comenzaron a construir viviendas en sus propias tierras sin ningún tipo de ordenamiento, se convirtieron en grandes especuladores que se enriquecieron con el alquiler de sus viviendas a los trabajadores inmigrantes. Estos, asociados en la Sociedad de Inquilinos de Sestao y Barakaldo, respondieron en bloque frente al aumento de los alquileres impuestos por sus propietarios en la primavera de 1905. El 22 de mayo de aquel mismo año, los vecinos de la calle San Juan, especialmente mujeres y niños, sacaban sus muebles a la vía pública para protestar contra tal medida. Se iniciaba así la conocida como “huelga de los inquilinos”, que acabaría con un rotundo fracaso de los sublevados, abandonados además por la mayoría de los dirigentes obreros. También entre los vecinos del municipio van a surgir algunas resistencias a la industrialización y a la construcción de determinadas obras públicas. Ya en los años sesenta del siglo XIX aparece una fuerte oposición al proyecto de construcción del ferrocarril Bilbao-Tudela que podía arruinar a los agricultores barakaldeses que temían la competencia de los productos agrarios de Navarra y de la Rioja. En otras ocasiones el mismo Ayuntamiento tuvo que mostrarse riguroso con las problemas de servidumbres que planteaban los tendidos ferroviarios y la construcción de las fábricas que concedían más importancia a sus instalaciones que a las molestias ocasionadas a la población. En 1896, vecinos y ayuntamiento se opusieron al embalse de El Regato con cuya construcción se pretendía solucionar las escasez de agua dulce que existía en las siderurgias de la margen izquierda durante la época estival. Las alegaciones hechas por los vecinos por causa de la destrucción de los tres molinos existentes en la zona y las restricciones en el regadío de sus huertas y el lavado de la ropa fueron resueltas por la vía de la expropiación forzosa. Cincuenta años después una situación parecida coincidirá con la construcción del embalse de Sefanitro en Gorostiza, que hizo desaparecer bajo sus aguas al barrio de Aranguren con su ferrería, molino, casa solariega y ermita de la Concepción.

En 1913 la Sociedad General de Industria y Comercio de Lutxana inauguraba la planta de producción de ácido sulfúrico; su puesta en funcionamiento ocasionó un escape de gases hiponítricos con graves problemas de deterioro ambiental que fueron respondidos por los vecinos con la primera manifestación ecologista en la historia de Barakaldo. Otros muchos testimonios de descontento se reproducirán a lo largo de este siglo, especialmente con la instalación de industrias químicas. En los años veinte continuó la expansión industrial y urbana de Barakaldo. En AHV se acometió un plan de mejoras de sus instalaciones: a las nuevas oficinas que habían sido inauguradas en 1913 se incorporó la subestación Ilgner para dar servicio a un nuevo tren de laminación más potente. En 1929 se llega al techo productivo (452.342 Tn) finalizando así un periodo de crecimiento industrial que vendrá sucedido de la crisis de los años treinta, la Guerra Civil y los años de escasez de la autarquía. Crecimiento urbanístico El crecimiento industrial va a correr paralelo al crecimiento urbanístico del municipio. A partir de los años veinte comienza la construcción de casas baratas para obreros, por iniciativa de sociedades cooperativas que van a ver la luz durante estos años. Las ayudas de la Diputación de Bizkaia y los préstamos de la Caja de Ahorros Vizcaína van a facilitar que los socios cooperativistas, trabajadores de las empresas de Barakaldo, puedan acceder por primera vez a la propiedad de una vivienda. La mayor parte de las iniciativas van a desarrollar el modelo de casas unifamiliares –de planta y piso– agrupadas en pequeños barrios, imitando el ejemplo de las ciudades-jardín con la parcela dividida en tres partes: jardín, vivienda y patio o huerto. Casi todos los proyectos serán obra del arquitecto municipal Ismael Gorostiza. Muchos de los grupos se edificaron en zonas de extrarradio donde los suelos eran más baratos facilitando la viabilidad económica de los mismos. Esto influyó en la concentración de muchos de estos grupos en los barrios de Arteagabeitia y Beurko-Bagaza. Los nombres con los que fueron bautizados estas comunidades: –La Esperanza, El Porvenir, La Familiar, La Voluntad, La Felicidad, La Providencia, La Tribu Moderna, El Hogar Futuro, El Hogar Propio– evocan un marco de relaciones sociales que luego se perdería con el urbanismo masificado de los años posteriores a la Guerra Civil. Entre 1910 y la Guerra Civil el casco urbano va a continuar su expansión hacia los barrios de Zaballa y Rontegui. La “plaza de arriba”, hoy Herriko Plaza, va a convertirse en el centro neurálgico del municipio sustituyendo a la “plaza de abajo” en el Desierto. En torno a la misma se levantan los edificios de la Caja de Ahorros Municipal de Bilbao, la Cooperativa de consumo de A.H.V., la Casa del Pueblo y un nuevo Mercado de Abastos. También en esta época se construyen otros magníficos edificios para alojar todo tipo de servicios: el hospital de AHV, el colegio de Juan Ignacio Gorostiza y el asilo de la Fundación Miranda, todos ellos en el barrio de San Vicente. El matadero municipal (actual Escuela de Idiomas), la sede de Acción Nacionalista Vasca (actual euskaltegui), la cooperativa BideOnera y el tristemente desaparecido Colegio de AHV regentado por los Hermanos de las Escuelas Cristianas, todos ellos en Zaballa.

Tomado de: https://ezagutubarakaldo.barakaldo.eus/wp-content/uploads/2021/02/VILLAR-Eugenio-Barakaldo-en-el-siglo-XX.pdf

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