Industria y patrimonio en la ría de Bilbao (III)
La demanda de la marina de guerra en 1887 y las medidas proteccionistas significaron el renacer de los astilleros que desde entonces fabricarán buques con casco de acero. Astilleros del Nervión (1890) nace para un primer pedido de tres buques de guerra adjudicados en concurso público. En 1900 un grupo de navieros vascos crea la Compañía Euskalduna de Construcción y Reparación de Buques, con el objetivo inicial de reparar y mantener su flota. Posteriormente, en 1908, con un 40 por 100 de capital inglés se constituye la Sociedad Española de Construcción Naval, embrión de la conocida como Naval de Sestao inaugurada en 1916. Además de estas empresas a lo largo de la Ría surgieron otras que se dedicaron a la reparación y fabricación de material y maquinaria naval[1]. Las compañías navieras proliferaron los años finiseculares ante la importante subida de los fletes. Hasta entonces la marina mercante extranjera venía controlando el tráfico de mineral de hierro y de carbón, mientras que los grupos navieros autóctonos mantenían una cierta prosperidad económica gracias a las integraciones verticales, el cabotaje o el comercio con América. La crisis de los fletes a partir de 1901 dio lugar a una doble estrategia. La llevada a cabo por algunas compañías creadas en la etapa anterior que se integraron horizontalmente formando empresas muy capitalizadas o la mantenida por otras dedicadas al cabotaje[2]. La publicación en 1909 de la Ley de Fomento de las Industrias Marítimas incorporó el sector naviero al proteccionismo, reservando el cabotaje a la flota nacional y concediendo primas a la navegación al tráfico internacional de altura y gran cabotaje[3].
La construcción naval se vio beneficiada por la neutralidad española durante la IGM. Sin embargo con la paz sobrevino la quiebra del tráfico marítimo, cayendo bruscamente hacia 1921 los fletes. Muchas navieras se arruinaron y en el mejor de los casos tuvieron que amarrar alguno de sus buques. Esta situación arrastró a los astilleros que se vieron obligados a diversificar sus actividades; este fue el caso de Euskalduna que en 1921 se dedicó a la construcción de locomotoras para ferrocarril[4]. Algunas medidas legales siguieron protegiendo esta industria y así en 1923 una disposición de rango nacional prohibía el cabotaje a los buques no construidos en España. La depresión internacional de los años 1930 redujo la demanda de bienes de equipo y repercutió sobre manera en navieras y astilleros, iniciándose el desguace de buques[5].
Si bien los años 1950 significaron a nivel global una aceleración del crecimiento, la economía española a finales de esa década no gozaba de buena salud. Algunos autores afirman que de hecho se encontraba en una situación cercana a la bancarrota exterior como consecuencia de la falta de divisas[6]. Era necesario un programa económico de ajuste y reforma estructural, que se concretó en el Plan de Estabilización de 1959 que vino acompañado del inicio del aperturismo hacia Europa. Se inició así una fase de fuerte crecimiento económico que impulsará de forma notable el desarrollo de las industrias de las orillas de la Ría. La coyuntura internacional benefició la marcha de la industria española y en particular de la vizcaína. El crecimiento económico de los países de la Europa occidental generó una amplia demanda que entre otros beneficios actuó de forma positiva con el sector naval. Los astilleros rebosaban de trabajo y una pequeña industria auxiliar repartida por la ribera vivía sus mejores tiempos. La demanda se dirige a los grandes buques y en especial a los buques-tanque para el transporte petrolífero[7].
La crisis del petróleo actuó negativamente sobre el sector naval que padeció la reducción de los pedidos de grandes buques a medida que los países contemplaban el uso de energías alternativas más baratas y menos contaminantes. Igual que en el sector siderúrgico se aplicaron en éste, si bien con alguna demora, planes de reconversión. En principio la caída de la actividad constructora se palió con las reparaciones, pero a la larga fueron cerrando astilleros privados y públicos. Astilleros Españoles SA clausuró sus instalaciones de Olabeaga y concentró su actividad en Sestao. Igualmente para tratar de luchar contra la crisis, pequeños astilleros de la ribera se unieron constituyendo Astilleros Reunidos del Nervión. Con todo, a pesar de los créditos y avales concedidos para hacer frente a la reconversión del sector, fue evidente la pérdida de importancia de los astilleros vascos que habían sido hasta entonces un elemento clave del desarrollo económico de la región. La actividad del Puerto también se resintió debido a los cambios operados en el consumo de materias primas y productos energéticos, que cada vez requerían menos buques e incluso llegaron a prescindir de ellos en el caso del traslado del gas a través de los gaseoductos[8]. La construcción naval siguió manteniendo las gradas de Sestao, botando grandes buques, petroleros y gaseros, con una lucha continua por mantener los pedidos y la competitividad a nivel mundial.
De aquel primer Astilleros del Nervión, todavía se conserva y se continua utilizando el caisson de cierre del Dique Seco nº 1. El caisson es un casco de chapa de acero roblonado de 20 metros. de eslora que sirve para cerrar el dique seco. Recuerda el casco de un submarino, disponiendo en su interior de un nivel inferior con tanques que se inundan o se vacían según se quiera cerrar o abrir el dique. En el piso superior se aloja una sala de máquinas con bombas que se utilizan para el achique de los tanques. Construido entre 1888 y 1891, junto al resto de las instalaciones de Astilleros del Nervión, es probablemente el más antiguo de los que se conservan en todo el Estado.
Un extraordinario valor patrimonial tienen también los Diques secos de Euskalduna (Bilbao). Formaron parte de la desaparecida Compañía Euskalduna de Construcción y Reparación de Buques. La empresa se constituyó en 1900 adquiriendo los diques secos 1 y 2 de la Sociedad Diques Secos de Bilbao que venía funcionando desde 1868. Además, se construyó de nueva planta el dique seco número 3, considerado en su época el mayor existente en España, con sus bombas de achique capaces de desalojar 200 toneladas de agua por minuto. Actualmente, los tres diques alojan material flotante del Museo Marítimo de la Ría de Bilbao. El museo ha acometido las labores de puesta en seco y recuperación de los diques 1 y 2, contado con un espacio expositivo de elevado valor patrimonial, teniendo en cuenta que el dique 1 es el dique civil dedicado a la construcción naval, más antiguo del Estado. También se conserva parte del edificio de bombas de achique, con su maquinaria, del dique seco número 3, interesante construcción proyectada en 1902 por el ingeniero José Eugenio Ribera, pionero en la técnica de construcción con hormigón armado. El otro elemento conservado junto a los diques es la grúa Carola, construida por Talleres de Erandio en 1954, y que con sus 60 metros de altura fue la primera grúa de gran potencia fabricada y montada en España.
LA INDUSTRIA QUíMICA
En Vizcaya se va a desarrollar también la industria química, de hecho se convertirá en la máxima productora de explosivos y de fertilizantes de sulfato amónico. Un carbón barato y los subproductos de la siderurgia estimularán la aparición de fábricas como la Cantábrica de abonos minerales, La Sociedad Anónima Española de la Pólvora Dinamita, la Fábrica de Elorrieta, la Sociedad Anónima Vasco-Asturiana Santa Bárbara o la Sociedad General de Industria y Comercio[9].
En los primeros años del siglo XX se monta en le barrio de Lutxana (Barakaldo) la Sociedad General de Industria y Comercio dedicada a la producción de abonos minerales (superfosfatos) que encontrará en su proximidad a la Ría un espacio idóneo para su instalación, con el fin de acercar las materias primas necesarias en la fabricación de los superfosfatos. Curiosamente, el establecimiento cercano de los ferrocarriles mineros junto a la fábrica poco tuvo que ver con el desarrollo del sector de los superfosfatos, dado que el bajo contenido en azufre del mineral de hierro vizcaino, que le convertía en valiosa materia prima para la fabricación de acero por el sistema Bessemer, favorecía bien poco la producción de ácido sulfúrico, reactivo fundamental de los superfosfatos.
El sector experimentó un esfuerzo notable durante los años 1940 y 1950. Muy cerca del curso de la Ría sugieron empresas como Unquinesa, Sociedad Española de Fabricaciones Nitrogenadas y Sefanitro, que venían a paliar la imposibilidad de importar, por la escasez de divisas, productos químicos diversos[10]. Sin embargo el sector químico de la ribera atravesó problemas de competencia. Es el caso de Sefanitro con las empresas del INI más competitivas o de Unquinesa que acabó siendo absorbida por Dow. Coincidiendo con el desarrollo del sector petroquímico se monta en Somorrostro Petronor, una moderna refinería[11].
De la antigua Sociedad de Industria y Comercio se mantienen las naves de almacenamiento de fosfatos, consideradas como el ejemplo más sofisticado y grandioso de estructura de madera -cerchas y soportes- de toda España. Se construyeron entre 1909 y 1912, época en que los nuevos materiales de construcción -hierro y hormigón- se estaban implantando definitivamente en la arquitectura industrial. Constituyen, por tanto, un extraordinario ejemplo de continuidad y permanencia de la arquitectura de madera, material considerado por su poco peso que le hacía adecuado para terrenos poco firmes y por ser casi insensible a la acción de los ácidos y sales. Pese a que la empresa cerró su producción hace ya una década con su última razón social de «Ercros», las naves fueron declaradas Bien Cultural por el Departamento de Cultura del Gobierno Vasco. Está proyectado que acojan el edificio de servicios del futuro Parque Empresarial de Burtzeña que se pretende instalar en la zona.
Frente a las instalaciones de Sefanitro, en la otra margen de la Ría se encuentra el edificio de la desaparecida fábrica de Pinturas Internacional. Es probablemente uno de los edificios industriales mas antiguos (1923) de los que se asoman a la Ría. Tipológicamente presenta unas características singulares muy alejadas de las arquitecturas propias del sector naval y siderúrgico, con pretensiones representativas características de las empresas dedicadas a la producción de bienes de consumo tan escasas en la primera industrialización vizcaina. Aguas arriba, en término de Zorroza (Bilbao) Industrias Químicas Canarias tiene el interés de haber reutilizado, aunque oculto tras una chapa metálica, el magnífico edificio de la primera central térmica de electricidad instalada a orillas de la Ría: la Eléctrica del Nervión (1894) cuya producción sirvió para alumbrar a Bilbao.
Lamentablemente no correrán la misma suerte las instalaciones de Sefanitro en Lutxana (Barakaldo) que están siendo derribadas mientras se escriben estas líneas. Se trata de construcciones adelantadas en el empleo del racionalismo arquitectónico en las arquitecturas industriales de todo el Estado. Las naves y edificios de Sefanitro, que fueron construidos bajo la dirección del arquitecto Germán Aguirre, forman parte de un extenso recinto concebido como ciudad-fábrica con un ordenado entramado de calles interiores. La Sociedad Española de Fabricaciones Nitrogenadas, SEFANITRO, se fundó en 1.941 siendo declarada «empresa de interés nacional» respondiendo a las necesidades de producción de fertilizantes nitrogenados para aumentar las cosechas agrícolas en un país desabastecido y devastado por la guerra. Gracias a esta declaración, las instalaciones de Sefanitro dispusieron del hormigón necesario y suficiente para llevar a cabo las obras, pese a la escasez de cemento de los años cuarenta. Precisamente la utilización vanguardista de dicho material convertirán a algunos de los edificios de la empresa en una referencia en la arquitectura de aquellos años, en especial los formidables silos de hormigón visto, de líneas rotundas y expresionistas. Las oficinas, junto a otras naves de la fábrica, son también pioneras en la utilización de la plaqueta de ladrillo, característico del racionalismo local, y que tanto predicamento tendrá en años sucesivos en la arquitectura vizcaína. Por otra parte las dos torres de refrigeración de la fábrica de Lutxana son las únicas de tiro natural existentes en Euskadi. Las instalaciones forman parte del Inventario del Patrimonio Industrial del Gobierno Vasco así como del Inventario del DOCOMOMO internacional realizado por el Colegio Oficial de Arquitectos Vasco Navarro con el fin de inventariar, divulgar y proteger el patrimonio arquitectónico del Movimiento Moderno.
[1] Fernández de Pinedo (1986), p. 39 y (1998), p. 114.
[2] Valdaliso (1988), p. 34.
[3] Fernández de Pinedo (1986), p. 39. Véase también Valdalido (1991).
[4] Fernández de Pinedo (1998), pp. 116 a 118 y (1986), pp. 44-45.
[5] Fernández de Pinedo (1998), p. 119.
[6] Catalán (2002), p. 205.
[7] Fernández de Pinedo (1998), pp. 121 y 122.
[8] Fernández de Pinedo (1998), p. 123 y Valdaliso (2003).
[9] Fernández de Pinedo (1986), p. 35.
[10] Fernández de Pinedo (1998), p. 121.
[11] Catalán (2002), p. 207 y 208.
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