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Lavaderos y escombreras de mineral

Lavaderos y escombreras de mineral

Lavaderos de mineral.

El mineral, además de encontrarse en filones más o menos grandes, también se encon­traba revuelto entre arcillas. Como la separación de mineral y arcilla se realizaba con agua, se denomi­naba lavar. La opera­ción de lavado consis­tía en introducir en un aparato llamado Trómel los tres elementos: arcilla, mineral y agua.

El Trómel y sus fundamentos

El trómel, era un aparato construido en hierro. Constaba de dos cuer­pos unidos entre sí. El primero de los cuerpos, donde se encontraba la boca de carga, tenía una longitud aproximada de las dos terceras par­tes del trómel, y tenía una forma cilíndrica. Mientras que la boca de salida y el otro tercio del trómel tenían forma troncocónica. En algu­nos casos, en la boca de salida había otro cilindro lleno de agujeros.

El trómel se basaba en un movimiento de rotación. Para ello, tenía en la parte exterior una especie de vías fijadas al trómel en todo su diámetro, más una cremallera que era la encargada de moverlo.

El trómel estaba colocado sobre un basti­dor, que poseía el engrane del motor, que acoplado a la cre­mallera, se encargaba de mover el trómel. Además, en este bas­tidor, estaban las rue­das que hacían la función de pistas para las vías que tenía el trómel.

En algunos trómeles, no había cremallera, y la tracción estaba en estas mismas ruedas.

En su interior, había una serie de apéndices, que también eran de hie­rro, fijadas al cilindro. Podían estar soldadas o remachadas, depen­diendo ‘de la época de su construcción.

Estos apéndices tenían como objeto desmenuzar los bloques de arci­lla que entraban con el mineral, pero siempre con un aliado: el agua.

También en el interior, había una chapa colocada en forma de espiral, • que tenía la finalidad de llevar el revuelto hacia la boca de salida-. Aquí era donde entraba en juego el cilindro de agujeros, ya que por ellos marchaba el lodo, mientras que el mineral caía a una cinta, cilla que se retiraban las piedras que nada tenían que ver con el mineral. Esta cinta, en muchos casos, era accionada por el mismo motor que tenía el trómel, y de la cinta pasaba a un depósito o a un vagón.

En la parte inmediatamente anterior al trómel, había unas instalacio­nes donde se depositaban los materiales a lavar. Eran conocidas como maseras, y tenían una forma específica, que facilitaba la entrada de estos materiales al trómel con el mínimo esfuerzo.

A estas maseras, llegaban los materiales por planos inclinados y tran­vías aéreos. El más importante de estos tranvías, era el que tenía la empresa Orconera, que hacía su recorrido desde las minas Cármenes en Triano (Ortuella), hasta Campoamor (Pobeña). Este tranvía se construyó en 1910.

El lavadero al que abastecía este tranvía aéreo que hemos comentado, fue muy importante por su capacidad de lavado. El agua para su abastecimiento, se subía del río Barbadún en la desembocadura al mar. Los lodos los tiraban al mar por el lugar conocido por el Aspra. Casi todo el recorrido del lodo era subterráneo. Los minerales una vez lavados, eran transportados en la misma línea que los traía hasta Pucheta.

Otro de los lavaderos con mucha capacidad, estaba en Granada (Ortuella), era propiedad del industrial Núñez Anchustegui, y fue construido en 1920.

Asimismo, otros lavaderos de similares características eran el de Solano en los Castaños, y posteriormente, el de Morante en La Reineta, el de Burzaco…

Lavaderos de mineral ha habido por todas partes. A poco que caminemos por la Zona Minera, encontraremos maseras y otros testigos, como son las balsas de decantación. Estas balsas de decantación eran los lugares donde se depositaban los lodos. Hoy son campas, pero no hace falta ser un gran experto para saber lo que fueron ante­riormente.

Muchas de estas bal­sas se hacían aprove­chando una mina ago­tada, o un barranco. Es el caso del barran­co de Granada. Se tiraban         escombros para hacer una espe­cie de dique, que iban subiendo a medida que subía el lodo. En el centro de lo que iba a ser la balsa, aproximadamente, se hacía una especie de chimenea, y cuando se depositaban los lodos, la tierra quedaba en la balsa y el agua salía por esta chimenea, que, a su vez, coincidía con algún arroyo.

En esta zona de Granada, tenemos tres de las más grandes. De una de ellas, la más cercana a Orconera, hubo que lamentar un hecho bastante desgraciado al reventar el dique de escombros, saliendo una riada de lodos que se llevó por delante todo lo que encontró a su paso, incluyendo unas casi­tas con sus moradores. Podemos imaginarnos el destino de estas pobres gentes. Eso ocurrió en el año 1.964.

Otros lavaderos tiraban los lodos directamente a los ríos. Podemos imaginarnos cómo era el agua de estos ríos, entre los que estaban Cotorrio, Barbadún, Castaños y Granada. En los tra­mos finales de los ríos, que ade­más eran las zonas más llanas, era donde se quedaba depositada la arcilla. Así que cuando llegaban los aguaduchos, como el río tenía reducida la superficie del canal muchas veces en más de un 50%, la situación era caótica.

Toda la zona de Muskiz, desde San Juan hasta la playa, así  como desde San Juan hacia el Crucero, parecía más una enor­me balsa que un pueblo.

La zona del barrio de San Martín, también sufrió lo suyo.

Otra zona también muy castigada, era la de Ugarte y Juncal, así como las vegas vieja y nueva de Sestao.

Hoy todavía, si paseamos por la playa de La Arena y la zona de Pobeña en bajamar y descalzos, la piel de los pies se pone del color de mineral, a pesar de los años transcurridos. Si paseamos por el malecón del río Barbadún y nos fijamos un poco de qué material está hecho y de dónde lo han sacado, podemos llegar a la conclusión de cómo fue trans­portado.

Para terminar con el tema de los lavaderos, tenemos que comen­tar algo relacionado con el agua.

Hablamos del agua que entraba al trómel. Esta se aprovechaba de minas abandona­das, ya que rara era la mina en la que no había brotado el agua. Otras de las veces se construían depósitos para almacenar el agua de las épocas de lluvia. De todas for­mas, sea como fuere, de entre los más des­tacables, podemos citar el pozo de San Benito y el pozo de El Escorial, este último en Triano; y de las minas Confianza en El Hostión en La Arboleda, que era la mina Mame, el de la mina hoy llamado Gerente, el de La Barga, el de la mina Sol, Parcocha; había otro llamado El Chato, para el lavadero de San Miguel, el Blondi en la mina Orconera 5ª…

Hubo una temporada en que los residuos de los lavaderos, que eran un poco granulados y se les denominaba «miñón», los recuperaban empresas alemanas y los llevaban a las fundiciones de Alemania para seguir sacando producto de ellos.

Escombreras.

Volviendo al capítulo de las primeras actividades en las minas, ya comentamos, que el mineral se encontraba tapado por tierras y otros minerales que no eran hierro. A este material se le conocía por escom­bro. Algunas veces también iba mineral entre estos restos. Económicamente, escogerlo costaba un dinero que no merecía la pena que se gastase, porque había abundante mineral limpio corno para no tener que pararse a escogerlo. Más adelante volveremos a hablar sobre esto.

Volvamos al tema que nos ocupa. Los escombros tenían un proceso parecido al del mineral. Sólo cambiaba el destino. El trabajo consistía en desmenuzarlo, cuando eran piedras grandes, cargarlo en vagones, y transportarlo hasta las escombreras. Estas podían ser minas abando­nadas u otros lugares donde se presumía que no había mineral.

Sólo necesitamos dar un paseo por la Zona Minera observando un poco el panorama, y sin hacer mucho esfuerzo, observaremos la can­tidad de escombreras que hay. En el monte Bitarrachu, en la misma cumbre, están las de las minas Orconeras. En Barrio Nuevo, están las de las minas Parcocha y Unión. En El Barco (San Fuentes), las de las minas Franco Belgas, además de lo que ha quedado en las galerías.

Todo el relleno de las minas Conchas 1ª y ª, el relleno del polígono del Campillo, la escombrera del Cirinal (Gallarta), las escombreras de las minas de Cobarón, y tantas otras con las que de hecho podríamos llenar un libro.

A las escombreras también llegaban los materiales por planos inclina­dos, tranvías aéreos y pequeños ferrocarriles, en algunos casos movi­dos por tracción animal.

Cuando el mineral empezó a escasear, algunas de éstas se volvieron a recuperar, aquí volvemos al tema que habíamos aparcado antes, se revolvieron de nuevo las escombreras, y se escogió el mineral que antes se despreciaba por considerarlo un gasto inútil. La primera en ser recuperada estaba en El Zarzal (Ortuella), aquí se desencadenó un conflicto de mucha envergadura entre las dos grandes, Orconera y Franco Belga, entre los años 1.914 a 1.920. Después, también se han recuperado las de las minas Parcocha y Unión. En la de la Parcocha, lo hicieron los alemanes; por eso se conoce como la mina de los ale­manes, y está situada en Peña Mora (Valle de Trápaga-Trapagaran). La de la Unión, la recuperó Morante, y lo hizo por la Reineta. Los últi­mos años, desde que se metieron los camiones a las minas, se han revuelto todas las minas por lo menos una vez, buscando lo que antes se dejaba. De todas formas, a la vuelta de 40 o 50 años más, la vegetación habrá cubierto todo y no se distinguirá una escombrera del resto del monte.

José Mª Díaz Ramos

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Actualizado el 29 de mayo de 2025

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