Mina y Ría (Textos)

1) F. Elhuyar: «Estudio de las minas de Somorrostro» 1793 («La California del Hierro» p.63).
«Son innumerables las excavaciones que en este monte (de Triano) se han hecho, (…) y al presente hay más de ciento y veinte en trabajo ; pero su construcción, aunque con el fondo la más económica, respectivamente, a la abundancia y bajo precio del minera, la hacen en general muy defectuosa, así la ignorancia como la holgazanería y abandono de vista en los que la practican, pues se reduce a emprender un callejón, que de la superficie va las más veces en declive hacia el interior, por lo que en el invierno regularmente se Ilenan de agua, y a veces no pueden desaguarse en el verano. De este modo Ilegan a cierta profundidad, hasta encontrar mineral de buena calidad, en cuyo arranque no se sigue más regla que la de extraer cuanto se puede, por lo que sólo se suele dejar un pilar que otro de distancia, pero con tan poco orden y proporción, que resultan unas cavidades demasiado grandes e irregulares para la firmeza del mineral de suerte que, faltándoles estribos, se derrumban las bóvedas, y ciegan las labores, sepultando a veces en ella a una porción de obreros. De este resulta que las excavaciones jamás Ilegan a tener una gran extensión, pues la mayor no pasa de cincuenta pasos, y aun en este corto trecho suceden desgracias con frecuencia por el poco cuidado ; que con mucha satisfacción se ponen a trabajar en cualquier paraje, aunque conozcan que tienen sobre su cabeza un peñasco, que al menos pensar dará por tierra confiados en que o no sucederá en las horas de trabajo, o que el ruido que haga al desgajarse les avisará y dará lugar para alejarse, sin que las repetidas catástrofes ocasionadas por esta confianza, puedan servirles de desengaño y escarmiento, y así ni cuidan de saber qué parajes flaquean, ni conociéndolos ponen medio alguno para sostenerlos.
El arranque de mineral se hace con picos, con cuñas o con pólvora, según las circunstancias, y la extracción por medio de unas rastras tiradas por bueyes. A esto se reducen todos los trabajos, toda la industria y toda la maquinaria de estas gentes.
Cada una de estas excavaciones o minas está al cargo de tres, cuatro o cinco hombres, que alternativamente se ocupan los unos del arranque, y los otros en la extracción. En una de ellas todos los obreros son propietarios; en otros lo son dos o tres, y los demás, jornaleros, y, en fin, hay otras que son, en parte o del todo, arrendadas.
Todo el trabajo de estas gentes se reduce a cuatro horas por día. Entran en la mina a las ocho o nueve de la mañana, y arrancan el mineral necesario para cargar las caballerías, que Ilegan a las diez y medio o a las once, para conducirlo al puerto. Después descansan hasta las dos, y vuelven entonces a extraer de nuevo mineral para cargar segunda vez las caballerías a las cuatro, y con esto se acabó la labor del día».
2) Manu Montero : «La California del Hierro» p. 62
«Hasta 1827 no se introdujeron cambios significativos en la organización de la minería, que se trabajaba conforme a procedimientos y criterios tradicionales. Por entonces sólo era objeto de explotación intensa un territorio no muy amplio en el monte de Triano, donde abundaba vena, el tipo de hierro más rico y el único usado por las ferrerías, a las que por entonces abastecía la minería vizcaína. Tal área describía una irregular figura geométrica, que longitudinalmente media unos dos kilómetros y cuyo fondo, en su parte más extensa, no alcanzaba los 1.200 metros.
No estaba regulada la forma en que un minero podía hacerse con una mina. Conforme a la legislación foral y a la práctica minera existía un régimen de libre apropiación. Tan sólo una cortapisa se deduce de la legislación foral: el trabajo del hierro se reservaba a los vizcaínos. Por los demás, el inicio de una explotación creaba derechos suficientes para mantener el uso y disfrute de la mina abierta. Tales derechos no equivalían a un titulo de propiedad, pero su usufructo era indiscutido, cualquiera que fuese la forma en que se trabajaba o la superficie de la explotación. Eso si, para que se mantuviesen tales derechos se requería el mantenimiento de los trabajos».
3) lgnacio Villota: «Vizcaya en la política minera española» p. 23
«La mayor parte de las explotaciones mineras de Vizcaya han sido siempre a cielo abierto; de tal manera que las labores han sido propiamente de cantera. El empleo del barreno y la dinamita eran los medios comunes utilizados. El disparo de los barrenos se hace en todo et distrito minero a horas determinadas: de 8 a 8.30 de la mariana, de 12 a 1 del mediodía y de 4 a 4.30 de la tarde, dando aviso por medio de toques de corneta en el momento de encenderse las mechas, que se encienden a mano. Luego, una vez hecha la explosi6n, a base de picos y azadones se rompían los grandes trozos para, inmediatamente, separar le mineral del escombro por medio de rastrillos y cestos. Los riesgos físicos eran enormes para los obreros de las minas [].
Los obreros se dividían en tres clases: barreneros, barrenadores o artilleros (encargados de hacer los barrenos); operarios (que son los que arrancan y cargan el mineral en la cantera) y los pinches (muchachos de once a dieciocho años a quienes se emplea ya en las mismas faenas de los operarios, ya en el escogido, ya en los lavaderos mecánicos). Al frente estaba el capataz, persona de la confianza del patrono y muchas veces, sobre todo antes de la huelga de 1890, fuente de grandes conflictos, porque muchos capataces explotaban económicamente las cantinas y el hospedaje de los obreros«.
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