Minería en el Regato (I)
En el barakaldés valle de El Regato, la vida económica del pasado giró en torno a la minería del hierro y su transformación en metal. Es muy posible que ya fuera así desde la más remota antigí¼edad, como parecen atestiguar algunos restos encontrados en recientes excavaciones hechas a orillas del pantano municipal de Loyola. Aun con las rudimentarias técnicas de aquellos tiempos, no era difícil obtener hierro gracias al bajo punto de fusión que caracterizaba a los minerales de los montes de Triano, de los que gozaban de forma mancomunada los pobladores de Barakaldo.
La estrechez del valle, el relieve montuoso de pronunciadas pendientes y la pobreza del suelo no eran las mejores condiciones para la agricultura, por lo que sus habitantes buscaron en la ganadería, el transporte, el carboneo y las minas un ingreso complementario a lo que la tierra les negaba.
Cuando a partir de la Edad Media se incremente la demanda de hierro para la fabricación de herraduras y aperos de labranza, de armas, de anclas y clavos para las naves, etc., se establecieron a orillas de los regatos del valle varias fábricas que, por el sistema «de forja a la catalana», elaboraban tan apreciado metal. En las de Urdandegieta, Urkullu, Eskauritza, Aranguren y Bengolea se produciría durante siglos excelente hierro dulce para los mercados europeos y de la corona castellana.
Los trabajos relacionados con su elaboración permitieron que, con una mínima superficie cultivada, subsistiera en el valle de El Regato una importante población. Pero perdidos los mercados europeos y americanos, desde principios del siglo XIX, las ferrerías dejan de trabajar. Con muchos altibajos resistieron dos fanderías, sistema metalúrgico de laminación introducido en Aranguren el siglo anterior, aunque hacía 1850 no ocupaban más de cinco trabajadores, un par de meses al año: su ruina se adivina inminente.
Si cerraban las fábricas quién demandaría minerales. De ahí que los pueblos recibieran con alegría la libertad de exportación (1849) y solicitaran poco después (1853) la supresión de los recargos que la limitaban, «por cuanto causan perjuicios de mucha trascendencia». En esa época trabajaban en la extracción 325 hombres, y algunos más en llevar el mineral a los puertos de Ugarte, Galindo y Desierto, en su mayoría vecinos de Barakaldo, San Salvador del Valle, Sestao, Portugalete, Santurce y Somorrostro. Si se exportara el campanil y el rubio, apenas usados en Bizkaia, podría mantenerse un buen número de empleos, y mejorar la deprimida realidad socioeconómica de la comarca.
La política de eliminar las trabas al comercio introducida por el Gobierno a partir de 1863 –supresión de derechos y aranceles a la exportación e importación de materias primas– y, sobre todo, de 1868 –aprobación de la Ley de Minas cambiaría radicalmente la situación. Así las setenta mil toneladas arrancadas 1862 se convertirían en un millón en 1877, una vez reanudadas las labores tras la guerra carlista, en su mayoría exportadas a Inglaterra.
En el pasado, como en las minas no había casas ni otro tipo de habitación, todos volvían a sus casas al anochecer, en muchos casos, tras dos horas de caminata. Contaba El Regato entonces con poco más de cuatrocientos habitantes. Ahora bien, la explotación por primera vez de algunos yacimientos en el propio valle, propicio la aparición de nuevas entidades de población en Saratxo, Burzako y, sobre todo, en Arnabal, donde Luchana Mining empezaría la explotación de un importante criadero en 1887. A partir de ese año, los 860 habitantes con que cuenta El Regato no dejan de aumentar hasta la guerra civil española.
No sólo se produjo un espectacular cambio económico, social y demográfico, la minería supuso una radical intervención sobre el paisaje, con el consiguiente deterioro de la naturaleza, en parte oculto por tres pantanos.
El brillo de la minería en otros municipios y, en comparación, la relativa importancia de la de El Regato, así como la desaparición de sus restos y el tiempo transcurrido, entre otras razones, son causa de la ignorancia de este capítulo de nuestro pasado. Contar una detallada historia de este pequeño rincón merecía nuestro empeño. Cada epígrafe, cada uno de los temas desarrollados en este catalogo, darla Para un libro entero. Pero estas breves páginas tan sólo quieren despertar el interés por un aspecto tan olvidado de la historia de Barakaldo.
Introducción
En el despegue y desarrollo industrial de Bizkaia, como tantas veces se ha señalado, tuvo mucho que ver la explotación intensiva de los ricos criaderos de mineral de hierro de Somorrostro, de Bilbao y, en menor medida, de otros lugares a partir de la segunda mitad del siglo XIX.
Se trataba de los óxidos de hierro o hematites conocidos como campanil y rubio, de fácil extracción y excelente calidad, y los más apropiados por carecer de fósforo para la obtención de acero con el procedimiento Bessemer, ampliamente usado por la siderurgia británica a partir de 1865.
En la fiebre desatada por hacerse con tan apreciada materia básica, el papel más sobresaliente de Barakaldo fue el de ser estación terminal del hierro consumido en Altos Hornos y punto de carga de una parte importante del que salía con destino a fundiciones españolas y europeas.
Ya desde la Edad Media, la proximidad de Barakaldo a los minerales, los privilegios que indirectamente le concedía la carta Puebla de Portugalete, la riqueza maderera de los montes, que dos caminos reales cruzaran su jurisdicción y la cercanía a vías fluviales navegables habían convertido nuestro pueblo en el lugar de Bizkaia en que los costos de producción y comercialización del hierro eran, en principio, más ventajosos.
Quizá por este conjunto de circunstancias, en 1377, uno de los caballeros más poderosos de su tiempo, el Canciller de Ayala, escogiera el lugar de Urkullu del valle de El Regato para establecer una ferrería hidráulica, de la que todavía dos siglos después algunos ferrones opinaban con indisimulada envidia que:
La dha herrería de Urkullu suele ser bien proveída de carbón y vena por estar muy cerca, medio por medio de carbón e vena (…) bien proveída y bien acondicionada de todo lo necesario y la mejor que ninguna herrería de regato que hay en Vizcaya.
Durante siglos el abastecimiento de ésta y de otras ferrerías locales (Irauregi, Zubileta, Aranguren, Bengolea) y el transporte y comercialización de la vena dulce que demandaban establecimientos del resto de la provincia, de Gipuzkoa, de Cantabria y lugares aun más lejanos supuso un importante complemento para la economía de los campesinos barakaldeses y de los Siete Concejos del Valle de Somorrostro.
Como al Canciller de Ayala, esta privilegiada situación geográfica animó a los Ybarra a instalar en Barakaldo la fábrica de Nuestra Señora del Carmen a partir de 1855. Eran los más poderosos comerciantes de vena de Bizkaia, pero este negocio atravesaba una profunda crisis. Los ferrones empobrecidos, y endeudados en exceso, no les compraban ya minerales. Una tras otra, las ferrerías apagaban sus hornos y apenas subsistían medio centenar, cuya producción no llegaba a las siete mil toneladas de hierro anuales.
Por otro lado, la inauguración de los primeros hornos altos en Santa Ana de Bolueta en 1848 y la puesta en producción en 1860de los hornos tipo Chenot de Nuestra Señora del Carmen anunciaban la definitiva desaparición del tradicional método de hierro, al no poder competir tan siquiera en el reducido mercado local:
Además, la mena dulce, única empleada en dichas ferrerías, es la que necesitan también en la fábrica del Desierto para obtener hierro-esponja, y como van a obtener anualmente 10.000 toneladas de hierro por el sistema de cementación, resulta que ella bastará para consumir toda la mena de primera clases que producen las minas de Somorrostro.
El campanil (hematite rojo) y el rubio (hematite pardo) no se extraían entonces porque no eran suficientemente puros ni fusibles para los sistemas empleados en la siderurgia vizcaína todavía. Pero daban muy buenos resultados en hornos altos al carbón vegetal con aire frío (campanil) y al coke con aire caliente (rubio). Una gran riqueza desaprovechada que los Ybarra y otros importantes mineros mostraban en cuantas exposiciones internacionales concurrían.
La riqueza de los yacimientos de Triano era conocida en Europa hada siglos, pero las leyes forales y de la Corona impedían vender la vena fuera del reino para proteger la industria del país; legalmente, no se exportó hasta 1849, con la consiguiente alarma de los ferrones. Pero las cantidades vendidas a Francia e Inglaterra, sobre todo, serían modestas (3.200 t en 1850) por los fuertes impuestos que gravaban la venta a extranjeros.
La supresión en 1863 de estos aranceles, y la elevada cotización de los minerales más puros en Inglaterra, generaría un fuerte incremento de la demanda foránea. Por primera vez, en 1864, se sobrepasaron las cien mil toneladas extraídas, convirtiéndose el mineral de hierro en la principal mercancía salida por el puerto de Bilbao.
Por esta razón, en 1865, casi desaparecidas las antiguas ferrerías y recién cerradas las que modestamente hablan intentado modernizar el viejo método directo de elaboración de hierro en Irauregi, Alonsotegi y Castrejana, paradójicamente, parecía renacer el sector local del transporte carretil. Cerca de doscientos cincuenta animales de tiro de campesinos barakaldeses se empleaban en la venaquería, o acarreo de mineral a los puertos, y en el arrastre de otros materiales (carbón vegetal, tierras industriales, etc.) para la fábrica Nuestra Señora del Carmen.
Desde los montes, en carros y volquetes tirados por bueyes o en simples caballerías, hombres y mujeres lo acercaban hasta los cargaderos de Galindo, Retuerto (Zubitxueta) y Ugarte. Posteriormente en lanchones y gabarras lo trasladaban hasta la desembocadura del río Galindo, junto al viejo convento carmelitano, muy cerca del Lugar denominado La Punta de los municipios de Sestao y Barakaldo.
En las riberas, a falta de instalaciones más apropiadas, un importante número de hombres y mujeres levantaban sus cestos cargados con cuarenta o cincuenta kilogramos de mineral hasta una planchada de madera en el costado de las embarcaciones, desde donde lo volcaban en las bodegas, pudiendo cargar por este sistema doscientas toneladas por jornada de doce horas.
Todo el mundo confiaba en que, con una extracción larga y metódica a cielo abierto y la modernización de los medios de carga y transporte, se lograrían rebajar los precios del mineral; antes de 1864 una tonelada embarcada venía a salir, en francos franceses (1 f =4,01 reales), lo siguiente:
Extracción 1,75
Transporte del río Galindo 3,50
Transporte en Gabarra 1,25
Administración 2,50
Total 9 f
El transporte suponía todavía un porcentaje muy elevado del precio final, por lo que desde hacía algunos años existía la idea de trazar un ferrocarril que uniera directamente las minas y los puertos que rebajara su importe. El proyecto lo llevó adelante la Diputación tras conseguir el traspaso de una concesión de un particular para trazar un ferrocarril entre Ortuella en el centro de la zona minera, y la ría.
En La Punta del concejo encartado terminaría en 1865 el recorrido del tren minero de Triano, muy cerca del tradicional punto de embarque de San Nicolás, casi enfrente de la pequeña siderurgia de la familia Ybarra, curia de Altos Hornos de Vizcaya. Los yacimientos de Ol1argan, Mirivilla y el Morro podían servirse ya del tren Tudela-Bilbao, por lo que podemos decir que los criaderos de hierro más importantes contaban en esa fecha con medios de transporte rápidos y seguros.
La salida masiva de menas a los mercados extranjeros exigía también la adecuación de las instalaciones portuarias. Para acelerar las labores de embarque, la vía de Triano se ramificaba en la estrecha ribera de La Punta de Sestao, hacia tres embarcaderos – posteriormente siete- capaces de verter cada uno 1.250 t diarias, pudiendo cargar medio millón de toneladas al año.
Estos modernos sistemas no anularon completamente los tradicionales medios de transporte y de carga, tan lentos y costosos. Todavía en 1882 numerosos carros de bueyes arrastraban la cuarta parte de los minerales hasta la estación de Triano en Ortuella. Y, en la parte superior de la ría de Bilbao, se mantendría la carga de buques por medio de cestos o cuévanos durante muchos años.
Incluso, a las barakaldesas campas de Lasesarre, tan próximas al ferrocarril de Triano, llegaron hasta 1892 los minerales de Parcocha con un remolcador y doce gabarras por los llamados «canalitos de Ugarte» y el río Galindo, como antaño. Este sistema utilizarían también en Bilbao para acarrear hasta Deusto las menas de Malaespera, San Luis y otras minas importantes.
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