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San Vicente, mártir (Patrón de Barakaldo)

San Vicente, mártir (Patrón de Barakaldo)

Huesca, con una iglesia construida en el sitio de su casa natal, Zaragoza, donde estudió y desarrolló su actividad apostólica y Valencia, teatro de sus atroces tormentos y testigo de su glorioso triunfo, son las tres ciudades españolas que se disputan el honor de ser la cuna de San Vicente. El relato de su «pasión» leí­do en las iglesias, excitó la admiración universal. Algunos años después preguntaba Agustí­n en la Hipona africana: «¿Qué región, qué provincia del Imperio no celebra la gloria del Diácono Vicente? ¿Quién conocerí­a el nombre de Daciano, si no hubiera leí­do la pasión del mártir?». (Sermón 276). Los papas San León Magno y San Gregorio celebraron al santo mártir en sus panegí­ricos, y San Isidoro de Sevilla y San Bernardo, en sus escritos.

1)      SUS PADRES

Vicente era bello y aristócrata. Oriundo de una familia consular de Huesca, es el prototipo del ciudadano aragonés. Su padre, cónsul y su madre Enola, natural de Huesca, lo confiaron a San Valero, obispo de Zaragoza, bajo cuya dirección hizo rápidos progresos en la virtud. A los veintidós años, el obispo, que era tartamudo, le eligió diácono y le confió el cuidado de la predicación con lo que Valero, quedó en la penumbra. La actividad diaconal de Vicente se desarrolló durante una época relativamente serena y pací­fica, pues en 270 el emperador Aurelio restableció la unidad del Imperio, y Diocleciano en 284 le dio una nueva organización, que favorecí­a la expansión de la Iglesia. Así­ se pudo cimentar el cristianismo en las regiones ya más evangelizadas y celebrar el Concilio de Elvira, que manifiesta una cierta madurez de la Iglesia en la Bética, ya en el 300.

2)      LA PERSECUCIÓN DE DIOCLECIANO

Después se originó una nueva y sangrienta persecución, decretada por los emperadores romanos reinantes, Diocleciano y Maximiano, habí­an jurado exterminar la religión cristiana. En 303 se publica el primer edicto imperial: Todos los pobladores del imperio tení­an que adorar al «genio» divino de Roma, impersonado en el Cesar.

Para llevar a cabo los edictos persecutorios, llega a España el prefecto Daciano, que permanece en la Pení­nsula dos años, ensañándose cruelmente en la población cristiana. Entra en España por Gerona, y encargó el cumplimiento de los decretos imperiales al juez Rufino, pasando él a Barcelona donde sacrificó a San Cucufate y a la niña Santa Eulalia. De Barcelona pasó a Zaragoza. Arremetió contra los pastores para amedrentar al rebaño. En Zaragoza mandó prender al obispo y al diácono Vicente, pero no quiso entregarlos al suplicio. «Si no empiezo por quebrantar sus fuerzas con abrumadores trabajos, estoy seguro de mi derrota», pensaba. Les cargó pesadas cadenas, y ordenó conducirlos a pie hasta Valencia, haciéndoles padecer hambre y sed. En el largo viaje, los soldados les afligieron con toda clase de malos tratos.

3)      CAMINO DE VALENCIA

Vienen a Valencia, colonia romana, por la Ví­a Augusta, extendida junto al Mediterráneo, para ser juzgados por Daciano. Antes de entrar en la ciudad, los esbirros pasaron la noche en una posada, dejando a Vicente atado a una columna en el patio, columna que se conserva en la parroquia de Santa Mónica, donde es venerada por los fieles. Ya en Valencia se les encerró en prisión oscura y se les dejó sin comer durante varios dí­as. Cuando juzgó Daciano que estaban quebrantados, los mandó llamar, y se extrañó de que estuvieran alegres, sanos y robustos. Desterró al obispo y al rebelde, que le ultrajaba en público, lo sometió al potro, para que aprendiera a obedecer a los emperadores. Le desnudaron, y le azotaron con tal saña, que las cuerdas y ruedas, rompieron los nervios del mártir; le descoyuntaron sus miembros, y desgarraron sus carnes con uñas y garfios de hierro. El mismo Daciano se arrojó sobre la ví­ctima, y le azotó cruelmente. El cuerpo de Vicente es desgarrado con uñas metálicas. Mientras lo torturaban, el juez intimaba al mártir a abjurar. Vicente rechazaba sus propuestas: «Te engañas, hombre cruel, si crees afligirme al destrozar mi cuerpo. Hay dentro de mí­ un ser libre y sereno que nadie puede violar. Tú intentas destruir un vaso de arcilla, destinado a romperse, pero en vano te esforzarás por tocar lo que está dentro, que sólo está sujeto a Dios».

Daciano, desconcertado y humillado ante aquella actitud, le ofrece el perdón si le entrega los libros sagrados. Pero la valentí­a del mártir es inexpugnable. Exasperado de nuevo el Prefecto, mandó aplicarle el supremo tormento, colocarlo sobre un lecho de hierro incandescente. El grado supremo de la tortura era el lecho candente. A Daciano le enfurecí­a la serenidad de Vicente y le asombraba y, hastiado de tanta sangre, mandó devolverlo a la cárcel. Prudencio en su Peristephanon, describe el calabozo oscuro donde, sobre cascos de cerámica y piedras puntiagudas, yace Vicente con los pies hundidos en los cepos. Pero, de pronto, la cárcel se ilumina, el suelo se cubre de flores y el ambiente de perfumes extraños. Se rompen los cepos y las cadenas. Todo es como un retazo de gloria. El prodigio conmueve la ciudad. El cruel torturador, ordena que curen las heridas del mártir valeroso. Y mientras le curan, muere Vicente.

Nada puede quebrantar la fortaleza del mártir que, recordando a su paisano San Lorenzo, sufre el tormento sin quejarse y bromeando entre las llamas. Lo arrojan entonces a un calabozo siniestro, oscuro y fétido «un lugar más negro que las mismas tinieblas», dice Prudencio. Luego presenta el poeta un coro de ángeles que vienen a consolar al mártir. Iluminan el antro horrible, cubren el suelo de flores, y alegran las tinieblas con sus armoní­as. Hasta el carcelero, conmovido, se convierte a Cristo.

4)      CURARLO PARA ATORMENTARLO

Daciano manda curar al mártir para someterlo otra vez a los tormentos. Los cristianos le curan. Pero apenas colocado en un mullido lecho, cubierto de flores, el espí­ritu vencedor de Vicente vuela al cielo. Dios le llamó a su testigo, teñido aún con la sangre martirial. Era el mes de enero del 304. El tirano, despechado, mandó arrojar a un muladar el cadáver de Vicente para ser devorado por las alimañas. Un cuervo lo defendió de los buitres y de las fieras. En el lugar donde fue tirado, se alza hoy la parroquia de San Vicente Mártir de Valencia. En la cripta del templo existe un mosaico impresionante, que representa al santo diácono muerto, calzado con cáligas romanas. Ordena Daciano mutilar el cuerpo y arrojarlo al mar.

5)      TIRADO AL MAR

Metido, pues, en un odre fue arrojado al mar, atado con una rueda de molino, de donde le viene el sobrenombre de «la Roda». Las olas, más piadosas, lo devolvieron a la playa de Cullera donde lo recogió la cristiana Ionicia, lo enterró y los fieles cristianos comenzaron a venerarlo. Y el Ecl 51,1 pone en sus labios: «Me has salvado de la muerte, detuviste mi cuerpo ante la fosa. Me salvaste de múltiples peligros». El Señor le ha salvado, pero de otra manera… El es «el grano de trigo, que si cae en tierra y muere, da mucho fruto» (Jn 12,24). Su imagen es representada revestido de dalmática sagrada, con la palma del triunfo en la mano y junto al potro y la rueda de su tortura, o con una cruz, un cuervo y una parrilla. Es uno de los tres diáconos primeros que confesaron con su sangre la fe: Esteban en Jerusalén, Lorenzo en Roma, Vicente en Valencia. Su culto se extendió por toda la cristiandad.

Cuentan los relatos que preservado en el muladar y salvado de las aguas, fue enterrado en un modesto sepulcro junto a la ví­a Augusta, desde donde, como dice la Pasión litúrgica, fue llevado a la Iglesia Madre y puesto bajo el altar, en el «digno sepulcro» a que alude la misa mozárabe del santo. San Vicente llegó a ser el gran mártir de la Iglesia de Occidente, como san Lorenzo lo fue de Roma y de Oriente san Esteban, los tres diáconos. Las homilí­as de san Agustí­n predicadas en su fiesta difundieron más todaví­a su memoria. El martirio de san Vicente fue la semilla de la Iglesia en Valencia; en lugar de temor suscitó admiración, de modo que su sepulcro fue el centro de la primera comunidad y, cuando esta se institucionalizó y creció, el mártir se convirtió en el patrono de la misma y su valedor durante los años oscuros de la dominación musulmana.

6)      EL PERISTEPHANON DEL POETA PRUDENCIO

El poeta Aurelio Prudencio Clemente, nacido en Calahorra el año 348 en una familia de la aristocracia hispano-romana, habí­a ejercido el cargo de prefecto en importantes ciudades, hasta que el emperador lo eligió para formar parte de su corte. Compatriota y casi contemporáneo de Vicente, compuso un hermoso poema en el que canta su martirio: Es el Peristéphanon, del cual estoy extrayendo datos y sorbiendo inspiración. Prudencio era hombre de gran cultura, profundo conocedor de los poetas clásicos, y heredero de una poesí­a latina cristiana, que surgida en el siglo IV, fue elevada por él a su punto culminante. En el siglo VII, San Isidoro de Sevilla, escribirá que puede ser considerado como el prí­ncipe de los poetas cristianos: «Este dulce Prudencio de una boca sin igual, tan grande y tan famoso por sus diversas composiciones poéticas». La más amplia, la dedica a exaltar la figura de los mártires, el Peristéphanon o libro De las coronas, en la que sublima el culto literario de los mártires, amplificado ya en prosa en la literatura cada vez más novelada de las Actas y, sobre todo, de las Pasiones. Prudencio despliega en el Peristépfanon el arte de la narración lí­rica y dramática teñido de cierto sabor popular, afirma J. Fontaine.

7)      DIÁLOGO CON LOS TORTURADORES

En el interrogatorio, entre amenazas y coacciones, Vicente tuvo un gran protagonismo, tomando la palabra por Valerio y confesando valientemente su fe: Hay dentro de mí­ Otro a quien nada ni nadie pueden dañar; hay un Ser sereno y libre, í­ntegro y exento de dolor. Eso que tú, con tan afanosa furia te empeñas en destruir, es un vaso frágil, un vaso de barro que el esfuerzo más leve romperí­a. Esfuérzate, en castigar y en torturar a Aquel que está dentro de mí­, que tiene debajo de sus pies tu tiránica insania. A éste, a éste, hostí­gale; ataca a éste, invicto, invencible, no sujeto a tempestad alguna, y sumiso a sólo Dios.

Admirable fue la fortaleza con que Vicente soportó tan terrible prueba. «Con clara reminiscencia virgiliana, dice Prudencio, que Vicente elevó al cielo los ojos porque las ataduras cautivaban sus manos:

Tenditque in altum luminaria

vincla palma presserant.

De este tormento Vicente salió reforzado, y se le echa luego en un antro lúgubre».

La descripción de la cárcel, hecha por Prudencio, sólo pudo ser descrita por un testigo ocular: Hay en lo más hondo del calabozo un lugar más negro que las mismas tinieblas, cerrado y ahogado por las piedras de una bóveda baja y estrecha. Reina allí­ una noche eterna, que jamás disipa el astro del dí­a; allí­ tiene su infierno la prisión horrible. Pero Cristo no abandona a su siervo y se apresura a otorgarle el premio prometido a la paciencia, puesta a prueba en tantos y tan duros combates. «Y en este momento el numen de Prudencio se hincha, como una vela, en un soplo pindárico… «Guirnaldas de ángeles ciñen con su vuelo la tenebrosa mazmorra». Se cumplí­a la profecí­a de Cristo: «Os entregarán a los tribunales, y os azotarán». Pero «no os preocupéis de lo que vais a decir, el Espí­ritu de vuestro Padre hablará por vosotros» (Mt 10,17).

Hemos de tener coraje para empezar desde cero y paciencia para aguardar a que el grano germine, y vaya creciendo. A nosotros nos toca sembrar, al Dueño de la mies dar el crecimiento (1 Cor 3,7). Dar valor a estas pequeñas cosas que hoy hacemos, y desechar las tentaciones de ir por caminos de espectacularidad, amar la siembra anónima y monótona, no agradecida, o desagradecida, sabiendo que ahí­ queda la semilla, portadora de germen vivo de vida nueva.

8)      VALENCIA NO ES IGLESIA APOSTÓLICA

Las Iglesias más antiguas de la España romana, fueron fundadas o por Apóstoles, o por discí­pulos de los Apóstoles. No así­ Valencia, que estaba muy poco evangelizada, según afirma Lorenzo Rí­ber: «La ciudad de Valencia, antigua colonia romana, conservó tenazmente el culto de los dioses». La historia guarda silencio absoluto sobre el anuncio del Evangelio en los tres primeros siglos. El martirio de san Vicente en el año 304, es el primer testimonio cristiano de la Iglesia de Valencia, con lo que el joven diácono viene a ser el padre en la fe de Valencia. Como ocurrió en el resto de Hispania, los primeros cristianos en las actuales tierras valencianas debieron ser militares de paso y comerciantes provenientes del ífrica romana, con la que existí­a una prolija red de comunicaciones comerciales. Alguno de los primeros evangelizadores conocidos, eran africanos. No podemos asegurar que hubiese una Iglesia constituida en torno a un obispo, como en otras ciudades de Hispania, pero no debieron faltar en una urbe tan bien comunicada como Valentia – situada entre Tarraco y Cartago Nova – actividades de evangelización, de reuniones litúrgicas y catequéticas aunque fueran clandestinas, con la asistencia de algún presbí­tero local o itinerante.

9)      SAN VICENTE FUNDA LA IGLESIA DE VALENCIA

La Valencia cristiana entra definitivamente en la historia con el acontecimiento del martirio del diácono san Vicente a comienzos del siglo IV. Durante los tres primeros siglos de la era cristiana no tenemos datos de vida cristiana no sólo en la ciudad de Valencia y sus alrededores sino también en las otras ciudades del territorio desde la desembocadura del Ebro hasta el sur de Alicante. No sabemos la forma en que las persecuciones de los emperadores romanos durante los tres primeros siglos afectaron a los cristianos de nuestra región. En el año 304, la ciudad de Valentia es el primer lugar que entra documentalmente en la historia del cristianismo con el martirio del diácono de Caesaraugusta, Zaragoza, Vicente.

Sobre el cuerpo de Vicente enterrado en el surco, se levanta hoy la frondosa Iglesia Diocesana Valentina, que también está necesitando una nueva evangelización. ¿Quién quiere ser ese grano de trigo que cae, es olvidado, se pudre, pero que dará mucho fruto? Ofrecerse a ser grano es fruto de la gracia, porque a la naturaleza le gusta más cosechar que sembrar. Reza Dámaso, papa español y también poeta: «Vicente, que por tus tormentos nos escuche Cristo».

10)  LOS REYES DE ARAGÓN

Casi siete siglos han de pasar, para que arraigue y se extienda la devoción al protomártir valenciano Vicente, propagada por los reyes de Aragón, que, desde la reconquista de Valencia, se han acogido a su intercesión. Ellos fueron los que demostraron interés por la basí­lica sepulcral del santo ubicada junto a la ví­a Augusta en los aledaños de la ciudad de Valencia, en torno a la que se formarí­a un poblado mozárabe, el arrabal de Rayosa, cuyo núcleo era la basí­lica de San Vicente de la Roqueta, iglesia matriz y como catedral de los mozárabes valencianos.

En 1172 Alfonso II, que pobló y dio fuero a Teruel, sitió a Valencia, y para levantar el cerco, exigió el dominio la iglesia de San Vicente. También Pedro II demostró su devoción al santo. Y su hijo, el rey D. Jaime I, heredó y superó, la devoción de sus antecesores a aquel joven diácono, venerado en toda la Cristiandad, en la «era de los mártires» de la persecución de Diocleciano. Y cuando el rey preparaba su cruzada, y en los momentos más álgidos y arriesgados, encomendaba a San Vicente la empresa.

San Vicente de la Roqueta fue el primer lugar que ocuparon en 1238 las huestes de Jaime I cuando conquistó Valencia. Llegaban desde el campamento del arrabal de Ruzafa. En su iglesia quedarí­a luego, pendiente de la bóveda del presbiterio, el histórico estandarte del «penó de la Conquesta», «la Senyera», que ondeó en la torre de Ali Bufat o del Temple, como señal de rendición de la ciudad musulmana, y que permaneció allí­ hasta que fue trasladado al Ayuntamiento. Cada año es bajado por el balcón, porque la «Senyera» no se inclina ante nadie, para presidir la procesión cí­vica hacia la Catedral para el Canto de Tedeum de acción de gracias por la Conquista.

11)  EL REY DON JAIME EL CONQUISTADOR

El mismo Jaime 1 proclamó al mártir Vicente «el santo protector de la reconquista de Valencia», como «Santa Maria», bajo diversas advocaciones, y en Valencia, Nuestra Señora del Puig, lo era para todos los reinos de España. Existe un documento del 16 de junio de 1263 conservado en el Archivo de la Corona de Aragón, cuyo texto traducido dice: «Estamos firmemente convencidos de que Nuestro Señor Jesucristo, por las oraciones, especialmente del bienaventurado Vicente, nos entregó la ciudad y todo el reino de Valencia y los libró del poder y de las manos de los paganos.» La gratitud del rey Jaime I a San Vicente permanecerí­a viva y encendida hasta el fin de sus dí­as. Mandó construir una iglesia más grande y junto a ella, un nuevo monasterio y un hospital para pobres y enfermos.

12)  PATRÓN PRINCIPAL DE VALENCIA

Valencia, compartiendo estos sentimientos de gratitud, aclamó a San Vicente como a su principal patrón. Y los magistrados de la Ciudad acordaron que el 9 de octubre de 1338, festa de Sant Doní­s, se celebrase el primer centenario de la Conquista con una processó general, la cual partirá de la Seu e irá a la esglesya del benaventurat mártir San Vicent per fer laors y gracies de la dita victoria.

La Santa Sede declaró 2003 año santo en Valencia por la celebración de los 1.700 años de su martirio. Es patrón de Valencia, Zaragoza y otras ciudades de España y Portugal. Se ha podido obtener indulgencia en la Catedral de Valencia, la parroquia de Cristo Rey, también en Valencia, donde fue inicialmente sepultado; las dos capillas conocidas como «las cárceles de San Vicente», en la calle del mismo nombre y en la plaza de la Almoina; y la iglesia de los Santos Juanes de Cullera.

13)  LORENZO, ESTEBAN, VICENTE – CORONA, LAUREL Y VICTORIA

La autenticidad de sus virtudes, vividas heroicamente en la sencillez de su vida ordinaria, quedó sancionada por su sangre derramada. Y la Iglesia correspondió a su eminente servicialidad con el homenaje de su rápido culto: San León Magno en Roma, San Ambrosio en Milán, San Isidoro en Sevilla y San Agustí­n en ífrica son testigos de la amplia difusión de su fama. Tres basí­licas dedicadas a su culto en la Roma medieval atestiguan la popularidad de su nombre. Es también uno de los pocos mártires mencionados en el Calendario de Polemio Silvio. El Liber Sacramentorum contiene una Misa en su honor. Su imagen, en actitud orante, con una gran tonsura, y revestido de la pérula, aparece en un fresco del siglo VI-VII en el cementerio de Ponciano, en Roma. Es honrado especialmente en Zaragoza, en Salona, Sagunto y Tolosa. Reliquias suyas se veneran en Carmona de Sevilla y en algunas ciudades de ífrica. En la Catedral de Valencia se conserva al culto el brazo izquierdo del protomártir, regalado por Pietro Zampieri, de la diócesis de Padua (Venecia), el 22 de enero de 1970. Vicente, el Vencedor, es uno de los tres grandes diáconos que dieron su vida por Cristo. Junto con – Corona, Laurel y Victoria – forma el más insigne triunvirato. Cubierto con la dalmática sagrada, ostenta en sus manos la palma de los mártires invictos, Vicente.

Jesús Marti Ballester

1 comentario

  1. Salvador Raga

    La Asociación VIA VICENTIUS VALENTIAE , que presido , está recuperando un camino histórico desde Roda de Isábena hasta Valencia que rememora los pasos de San Vicente Mártir , cuando en el siglo IV fue apresado en Caesar Augusta junto al Obispo Valero por los soldados romanos enviados por el Cónsul Daciano y trasladado a Valencia para sufrir martirio ante la negativa a renunciar a su fe. Así­ la difusión del conocimiento de este hecho provocó en los siglos siguientes una corriente de peregrinaciones desde toda Europa hasta Valencia para visitar los restos del mártir , convirtiéndose este fenómeno en algo muy anterior a las peregrinaciones medievales a Santiago de Compostela.

    Todos los detalles del Camino de San Vicente Mártir, que discurre desde Roda de Isábena, hasta Traiguera, atravesando de Norte a Sur Aragón , y atravesando la provincia de Castellón y Valencia para enlazar con la antigua VIA AUGUSTA hasta llegar a Valencia en un camino de unos 750 km , y multitud de aspectos históricos y leyendas del santo pueden consultarse en las webs que la asociación ha creado en Internet: http://www.caminodesanvicentemartir.es y http://viavicentius.blogspot.com. En ellas, junto a la información práctica como mapas y perfiles de la ruta, el peregrino puede acceder a consejos para caminantes, un foro especializado y abundantes datos sobre la biografí­a de San Vicente Mártir y el arte o la arquitectura dedicados al Santo, además de consultar la Carta Vicentina y el Libro de Peregrinos, e incluso obtener la Credencial Vicentina. Asimismo realizamos reportajes ,conferencias, videos y artí­culos que pretenden difundir las excelencias de este camino . Se insiste particularmente en la idea de que este es un gran proyecto de recuperación histórica que queda al servicio de la sociedad con aspectos tan maravillosos como son las peregrinaciones ,el senderismo , el cicloturismo y la recuperación del tránsito por pueblos olvidados y de la misma Via Augusta como parte de su trayecto. Quedo a vuestra más absoluta disposición para aportar nuestro granito de arena en el conocimiento de nuestra historia . Un saludo afectuoso.

    Salvador Raga Navarro
    PRESIDENTE
    Asociación VIA VICENTIUS VALENTIAE – VIA ROMANA

    http://www.caminodesanvicentemartir.es
    http://viavicentius.blogspot.com/

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