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Vivienda minera (Textos)

Vivienda minera (Textos)

APORTE DOCUMENTAL

Barrio-Minero-Arnabal-8-300x1857.1. V. BLASCO IBÁÑEZ : «El Intruso» pp. 50-53

 

«Aresti salió de su ensimismamiento al verse en la calle única de Labarga, dos filas de mí­seras casuchas puestas sobre los peñascos que bordeaban el camino. Los edificios de Gallada parecí­an palacios, si se los comparaba con las chozas de este barrio de mineros. Eran barracas, conocidas en el paí­s con el nombre de chabolas, con tabiques de madera delgada y techumbre de planchas corroí­das. Las puertas se componí­an de dos piezas horizontales: la hoja inferior quedaba cerrada como una barrera, y la superior, al abrirse, era la única ventana que daba a la casa luz y aire. Las incesantes lluvias habí­an podrido estas viviendas, reblandeciendo su madera, deshilachando sus fibras como si toda ella fuese a convertirse en gusanos. Fuera de las casas ondeaban sobre cuerdas unos guiñapos de color indefinible puestos a secar. Algunas gallinas flacas y erizadas corrí­an por el camino. Los niños permanecí­an sentados ante las puertas, graves e inmóviles, como si fuesen de distinta raza que la revoltosa chiquillerí­a de los pueblos del llano. […]Era la «casa de peones», el miserable albergue de las montañas mineras, donde se amontonan los jornaleros. Aresti estaba habituado a visitar estos tugurios, que olí­an a rancho agrio, a humo y a «perro mojado». En la entrada de la casa estaba el fogón, con algo de loza vieja alineada en dos estantes. Los tabiques, de madera, eran de un amarillo viscoso, como si las tablas trasudasen de una pieza a otra la suciedad y la mugre de los habitantes. Una vieja delgada de rostro y enorme de cuerpo por los pañuelos que llevaba adosados al busto y los innumerables zagalejos de su faldamenta vigilaba el hervor de un puchero. Tení­a las manos cruzadas sobre el delantal de arpillera y se miraba con ojos bizcos los cuernos de un pañuelo rojo arrollado a las sienes. Unos gatos flacos y espeluznados rondaban en torno de la mujer, esperando que cayese algo de la olla. Eran unos animales lúgubres, de mirada feroz; tigres empe­queñecidos, que parecí­an alimentarse con el hambre que sobraba a sus amos. […]

El médico levantó una cortinilla de percal rojo y desteñido que ocultaba un tugurio sin luz, ocupado por la cama de los viejos. Levantó otra, y vio un cuartucho no más grande, obstruido completamente por un enorme camastro formado con tablas sin cepillar y varios banquillos. En él dormí­a toda la banda de Zamora, siete hombres y el muchacho, en mutuo contacto, sin separación alguna, sin más aire que el que entraba por la puerta y las grietas de la techumbre. Varios jergones de hoja de maí­z cubrí­an el tablado; cuatro mantas cosidas unas a otras formaban la cubierta común de los ocho, y junto a la pared yací­an, destripadas y mustias, algunas almohadas de percal rameado, brillantes por el roce mugriento de las cabezas.»

 

7.2. MAITE IBíÑEZ : «Barakaldo» pp. 179-181

 

«Como es lógico suponer las situaciones más dramáticas se produjeron en el Desierto, Landaburu, Rageta y Zaballa, donde se concentraba mayoritariamente la población obrera de la anteiglesia, en un contexto en el que las áreas fabriles y residenciales se confundí­an en un único espacio. El Desierto en menos de una década habí­a dejado de ser una zona de arenales, juncales y marismas, para convertirse en el barrio más populoso de Barakaldo. Y sirva de ejemplo el dato de que en 1884 contaba con un total de 140 edificaciones, cuando apenas treinta años antes, en 1855, éstas no superaban la cifra de cuatro, radicantes todas ellas en la Punta.E! corresponsal de Barakaldo del Noticiero Bilbaí­no acusaba a las autori­dades municipales de marginar en todas y cada una de sus actuaciones al barrio del Desierto. Legislaturas municipales como las de Una, Gastaca, o Escauriza protagonizaron varias obras de infraestructura comunitaria en Retuerto, San Vicente, Burceña, Regato, etc mientras que en Desierto sólo se procedió a la instalación del alumbrado.

En palabras del periodista, la situación de esta barriada en el año 1889: «Es escandalosa, inmoral y sobre todo antihigiénica, la aglomeración de habitantes en las casas de este barrio por la escasez y carestí­a de las viviendas. Los primeros arrendatarios alquilan por ejemplo una habitación por veinte pesetas al mes (precisamente el alquiler más bara­to) y por no poder satisfacerlo admiten dos o más posaderos (así­ llaman a los pupilos) o uno o dos matrimonios. A los primeros les cobran men­sualmente dos duros, por cuidarles la comida, la ropa y darles cama, con los segundos comparten la renta, de suerte que hay habitaciones compuestas de tres o cuatro piezas pequeñas en donde viven diez, doce y más seres vivientes. Asi es que este barrio esta continuamente infec­tado de viruelas, difteria y otras enfermedades infecciosas y contagiosas» E…]

Las autoridades sanitarias señalaban cómo existí­a una relación directa entre el estado deplorable de las habitaciones y el sin número de enfermedades contagiosas que se padecí­an, reconociendo su origen en la falta de aire, luz y sol. La lucha se establecí­a entre el precepto higiénico que pedí­a mayor amplitud en patios, dormitorios y en general espacios libres, y el deseo del propietario de las fincas de aprovechar bien el terreno para aumentar la parte edificada y con ello el interés del capital.

Añadí­an que el viciamiento que en el aire producí­an los humos de las fábricas y la densidad de población era muy elevado y que a esto se sumaba el hecho de que los animales hicieran vida común con las personas, infectándoles la atmósfera. Como ya señalaba el corresponsal del Noticiero Bilbaí­no, los médicos incidí­an en la idea de que a muchas de las viviendas se las habí­a concedido la licencia para habitar sin tener las habitaciones el cubo de aire necesario y otras en que si bien al conce­derles el permiso tení­an suficiente capacidad, posteriormente y sin previa solicitud al municipio, los propietarios las habí­an subdividido y reducido con tabiques. La consecuencia eran dormitorios que daban a patios cerrados, lóbregos y sucios donde el aislamiento del hogar doméstico no

 

existí­a y los vecinos del 22 piso respiraban los gases que se desprendí­an del primero y los secretos de la vida í­ntima, eran traí­dos y llevados a través de los suelos. Aconsejaban la construcción de casas higiénicas y baratas donde al obrero por un bajo alquiler se le diera sin lujos una habitación sana y agradable.

Habrí­a que esperar a los años 20 de nuestro siglo para que se oyeran estos consejos y empezaran a construirse en Barakaldo las primeras casas baratas. La iniciativa privada prefirió invertir en sectores económicos más remunerados que en el de la construcción de viviendas dignas para obreros.»

7.3. MAITE IBíÑEZ : «Barakaldo» pp. 292-293

 

«La sociedad cooperativa «Villa Róntegui» se constituyó como tal en el año 1929 por iniciativa de Valeriano Serna. Compró entonces unos terrenos sitos en la ladera sur del monte Róntegui, propiedad de Juan Arteche, con el objeto de edificar un grupo de viviendas. En Noviembre de 1930 los 27 socios de la cooperativa, habiendo fallecido ya su promotor, contrataron la ejecución de los muros de mamposterí­a. Aprobados los estatutos con fecha 31 de Enero de 1931, el arquitecto Ismael de Gorostiza formula un proyecto de 27 viviendas. Iniciadas las obras en el mes de Junio, dieron fin al cabo de siete meses. Todas las casas de idéntica factura, tamaño y distribución interna, disfrutarí­an de la misma superficie de terreno para cultivo . Actualmente se conservan 26 de estos inmuebles. El que resta del primitivo conjunto fue demolido para facilitar el acceso a unas instalaciones deportivas, también hoy desaparecidas.Se disponen adosadas formando una hilera y articuladas de dos en dos, compartiendo techumbre. En la fachada principal se abre un acceso lateralizado, flanqueado por un vano semiovalado en la derecha, y dos ventanas adinteladas en la izquierda, de una y doble hoja respectivamente. Por encima de ellas, en el primer piso, un pequeño balconcillo y un hueco adintelado. En la trasera presenta tres alturas, la añadida corresponde a un espacio de semisótano, por el que se accede a la huerta (inicialmente de 400 metros cuadrados hoy visiblemente mutilados), y dos ejes de vanos adintelados, muy alargados los de la planta intermedia. El último piso se decora en fachada con hileras de piedra coloreada dispuestas en retí­cula.

Interiormente las viviendas se compartimentan en pequeño recibidor, cocina, comedor y servicio, en la planta baja, y tres dormitorios en el piso superior al que se accede a través de un cuerpo de escalinatas de madera. El sótano es un espacio con columnas y empedrado en base y paredes.»

 

7.4. INSTITUTO POLITí‰CNICO DE BARAKALDO : «Vivienda obrera …»

«[La vivienda obrera del tipo casa corredor] son construcciones de planta rectangular, con baja y tres pisos … y una balconada corrida a lo largo de la fachada principal, apoyada sobre columnas de fundición, a la cual se llegaba desde dos escuetas cajas de escalera y desde la que se accedí­a a las distintas viviendas formadas por tres o cuatro huecos de entre 5.5 y 14 m2 cada uno -normalmente de 8 a 9 m2-, uno o dos de ellos atravesando el primero, generalmente el mayor, destinado también a cocina. En el último hueco, un espacio de aproximadamente 1 m2 alojaba un asiento en cuya tabla de madera existí­a un orificio que serví­a de retrete. A las viviendas de planta baja se accede directamente desde la calle. En un espacio de unos 40 m2 viví­an dos o tres familias o una familia sola con varios pupilos. En aquellos casos en las buhardillas están habitadas como en la casa de La Bomba, las condiciones de estas son aún más deficientes»

7.5. MAITE IBíÑEZ : «Barakaldo» p. 254

«Por otra parte, está bastante definido ya para estas fechas (1920) el esqueleto básico del entramado de Barakaldo, que irá completándose en décadas sucesivas. El resultado será un único recinto urbano -a excepción del Regato, Alonsótegui e Irauregi- que comprenda los diversos barrios y entidades poblacionales hasta entonces con una vida, en cierta manera, autónoma. La zona urbana del término municipal ocupa un reducido extremo al norte de una lí­nea teórica que uniera Sestao y el Ganecogorta. El centro neurálgico se ha desplazado desde el primitivo San Vicente hasta los núcleos del Desierto y Luchana, situados en las confluencias del Nervión con el Galindo y el Cadagua, respectivamente. Después, exceptuando la zona densamente poblada que ha borrado toda solución de continuidad entre el Barakaldo de abajo y el Barakaldo de arriba -San Vicente- se alzan los barrios de Burcena, Retuerto, El Regato -rural-, Irauregi, Alonsótegui -próximo a desanexionarse-, Cruces y Gorostiza.»

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Actualizado el 25 de junio de 2024

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