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Los Unzaga y las fanderías de Barakaldo (III)

Los Unzaga y las fanderías de Barakaldo (III)

LA HACIENDA DE LOS UNZAGA EN BARAKALDO

Juan Policarpo de Urquijo fue un afamado abogado de Bilbao, que posteriormente ejerció como abogado de los Reales Concejos y del colegio de la Corte en Madrid. Urquijo asesoraba en los negocios a las personas más acaudaladas de la villa, entre las que se encontraba una mujer de edad muy avanzada y delicada salud, llamada María Antonia de Madariaga Villachica, viuda de José de Zabala. El matrimonio había tenido cinco hijos y dos hijas, pero todos los varones, excepto uno, llamado Manuel José de Zabala, entraron en religión, y habían renunciado a la herencia que pudiera corresponderles. El citado Manuel José, además de la abundante herencia que por esta razón se concentraría en sus manos, había adquirido por un precio simbólico todos los bienes libres que poseía en Barakaldo Diego de Llano y Villachica, su tío materno, poseedor del mayorazgo de Llano. Se trataba de una hacienda más que notable, compuesta por casas y heredades de un valor considerable: la casería de Munoa -el actual palacio Munoa- con sus “pertenecidos”, otra casa contigua a la anterior, llamada La Larga, la casa menor de Munoa, la casa de Sarasti, la casa torre de Bitoritxa (también llamada de Basarrate), otra casa en Bitoritxa, y varias heredadesy fincas dispersas. La cuestión es que Manuel José había fallecido recientemente sin descendencia, nombrando heredera a su madre, la citada María Antonia de Madariaga y ésta, de acuerdo con sus dos hijas, había decidido vender todas esas propiedades “por ser muy incómoda su administración, así como por su sexo y su avanzada edad”. Con este motivo había acudido al abogado Urquijo en busca de asesoramiento.

Al mismo tiempo, Juan Antonio de Unzaga había emprendido varios negocios en Bilbao, relacionados con el comercio marítimo, con inversiones en compras de censos e hipotecas, y con la compraventa de hierro y sus derivados. Además había recibido la parte que, como a uno de cuatro herederos, le correspondía de una cuantiosa herencia dejada por su hermano Domingo de Unzaga, fallecido años atrás en México. Esta circunstancia era perfectamente conocida por el abogado Urquijo, con quien Unzaga consultaba sus negocios, de manera que este no tardó en comunicarle la intención que tenía María Antonia de Madariaga de vender todas sus propiedades en Barakaldo. Unzaga, tan pronto como conoció la propuesta, se apresuró a realizar el que sería el negocio más grande de su vida. Un negocio que, en palabras del propio abogado, era tan descaradamente perjudicial para las vendedoras y tan beneficioso para Unzaga que hasta podría considerarse inmoral. De hecho, hizo la compra sin llegar a realizar desembolso alguno. Las palabras de Urquijo son suficientemente esclarecedoras:

“…habiéndolo propuesto a Juan Antonio de Unzaga, de quien también era abogado, no quiso entrar en la compra con desembolso, sino haciendo negocio, esto es tomando por parte de precio tanto los censos impuestos sobre la hacienda como los de la questión, y pagando doscientos ducados interín vivían las vendedoras, quando la acienda en inteligencia del testigo,que la tiene bien reconocida en trece años que vivió en dicha villa de Vilbado (sic), desde la que pasó muchas veces a la anteyglesia de Baracaldo, inmediata a ella, produce más de quatrocientos veinte quatro ducados anuales, los que son perpetuos y doscientos pactados, producto de la misma acienda, y por la vida de las vendedoras, que ya no faltó más que doña María Catalina (sic), quien es notorio esta por su avanzada edad y allarse accidentada para vivir poco, y tanto por esto quanto por el valor de la hacienda en venta y renta hizo verdaderamente negocio Vnzaga, pues aún contados todos sus censos y los de la casa de la calle de Somera, entiende el testigo que si se fuese a apurar el justo precio se sacaría irremisiblemente una lesión enormísima demasiadamente descubierta que anulase o rescendiese la benta o contribuir con el suplemento del justo precio…”.

La compra y traspaso de bienes se realizó en mayo de 1768, ante el escribano de Bilbao Juan Bautista Asturiazaga.

Con posterioridad, Urquijo aconsejó a Unzaga que, ya que había heredado miles de pesos de su difunto hermano, redimiese y cancelase los censos que grababan aquellas propiedades, dejando la hacienda totalmente libre, pero este no lo consideró oportuno: “…la respuesta era que no le tenía cuenta, tanto por ser ducados de plata quanto porque en el trato de fierro, toma de letras y otras negociaciones y especulaciones de comercio produciría más el dinero que los réditos de los censos, que si no los hubiera redimido”.

De esta manera, poco antes de cumplir los 50 años, Juan Antonio de Unzaga se había convertido en uno de los mayores hacendados de Barakaldo, anteiglesia en la que seguía manteniendo la administración de la ferrería de Aranguren. Compartía ahora vecindad con Bilbao, su otro centro de actividad, villa en la que disponía de casa y lonja en el barrio de Allende el Puente. En consecuencia, nada parecía interponerse en lo que se predecía como un futuro totalmente halagüeño para sus finanzas; sin embargo, muy poco después, Unzaga dio comienzo a la que sería su mayor aventura, la que atraería más admiración hacia su persona, pero la que finalmente significaría su ruina más absoluta: la fandería de Arriluze, en Errekatxo.

Por otra parte, en esos mismos años, Juan Antonio de Unzaga seguía envuelto en continuos procesos judiciales. Además del ya acostumbrado con los Etxabarri (en esta ocasión por cuestión de tratos de hierro), se había visto involucrado en dos litigios con Asensio de Llano, actual propietario del mayorazgo de Llano: por un lado Llano le reclamaba un arbolar que decía pertenecerle, y por otro Unzaga, en nombre de María Antonia de Madariaga, le requería que le entregase la casería de Landaburu que aquel ocupaba. También se hallaba atrapado en medio de la disputa que mantenían José Antonio de Aranguren, dueño de una cuarta parte de la ferrería de Aranguren, y José Javier de Novia, dueño de las otras tres cuartas partes, sobre la preferencia en el arrendamiento de la misma. En medio de aquella vorágine de pleitos y tratos de comercio, Unzaga aún encontraba tiempo para perfeccionar el proyecto al que desde muchos años atrás venía dedicando la mayor parte de su tiempo, consistente en construir en Barakaldo la que sería la segunda fandería del Estado.

Goio Bañales Garcia

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Actualizado el 29 de mayo de 2025

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