
Antecedentes de la gran siderurgia vasca (1840-1880) (I)

EUROPA EN EL SIGLO XIX. EN BUSCA DEL ACERO
Uno de los problemas que en la primera mitad del siglo XIX más espoleó la imaginación y estimuló la investigación de los metalúrgicos fue, sin duda, el de la fabricación económica de acero.
Reservado hasta entonces para la fabricación de cuchillería y de instrumentos para trabajar metales, el acero comenzó a ser cada vez más requerido por la nueva industria que se estaba desarrollando como primera opción productiva por encima del hierro.
Una de ellas fue la industria ferroviaria. Los fabricantes de locomotoras comprendieron la ventaja que tendría utilizar acero para piezas en las que el hierro proporcionaba una prestación poco adecuada. Las bielas, por ejemplo, o los ejes de las locomotoras, los bandajes de las ruedas y los propios rieles exigían la intervención útil del acero en su fabricación. El problema residía en el alto costo del producto por lo que se conformaron con fabricar con acero sólo algunas partes de las máquinas de vapor logrando, a pesar de todo, hacerlas más ligeras y resistentes.
La utilidad del acero y la importancia de la industria que pretendía fabricarlo se podría resumir en varios puntos: el acero ofrecía una gran resistencia al uso, formaba aristas menos propensas a la alteración, se podía estirar en hilos muy sólidos y se laminaba en finas láminas difíciles de romper o perforar, excelente para enrollar. Además, convertido en limas o brocas, se podía utilizar para desgastar la superficie de otros cuerpos así como diversos metales y maderas.
Acero pudelado, aceros Krupp, los sistemas de Uchatius, Chenot, Bessemer, Tessié du Molay y Fontaine y muchos otros surgieron de esta necesidad aunque los resultados obtenidos rara vez cumplían con las expectativas anunciadas, abusándose mucho de la palabra “acero” para designar productos de naturalezas muy diversas. El hierro, por tanto, siguió siendo básico durante bastante tiempo pero no lograba dar respuesta a las demandas del momento.
Además, el gran desarrollo de las ferrerías que, en los siglos XVII y XVIII, fabricaban hierro dulce en hornos bajos, dio lugar a que la industria siderúrgica de muchos países europeos experimentara una fuerte demanda de carbón vegetal. Esta se encareció en consecuencia, provocando el esquilmo de muchos bosques y obligando a importar madera de Suecia y Rusia.
Existía además el riesgo de que, en caso de guerra, la escasez de carbón provocase que los países se vieran privados del hierro, materia prima necesaria para la fabricación de proyectiles de artillería, fundamentales para la defensa.
Por ello, a partir del siglo XVII, en algunos países ricos en carbón mineral como Alemania, Bélgica, Inglaterra o Luxemburgo, se comenzó a emplear el coque en sustitución del carbón vegetal aunque los resultados iniciales produjeron hierros de mala calidad ya que el hierro absorbía un porcentaje muy importante del azufre que contienen esos carbones.
En consecuencia, la necesidad de superar el tradicional uso de carbón vegetal y la consiguiente producción de hierro, llevó a un viaje tecnológico que terminaría culminando en el nacimiento del acero moderno y la aparición de una potente industria siderometalúrgica en el continente europeo a lo largo de los siglos XIX y XX.
Miguel Ángel Martínez Vítores
José Eugenio Villar Ibáñez
Comentarios recientes