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Leyenda triste en el Valle de Eskauritza

Leyenda triste en el Valle de Eskauritza

El siglo pasado todo el mundo hablaba de Barakaldo como de un municipio «fabril». También habí­a algunos que reconocí­an una parte rural, especialmente en el entorno del Regato. Muy pocos, a pesar de los astilleros, hablaban de un municipio marí­timo. Y sin embargo, el pasado de Barakaldo está tan ligado al mar… Con el trasfondo del mar hay una historia olvidada, muy sencilla, que trata de un padre y su hijo, separados durante toda su vida. El padre se llamaba Ortuño de Urkullu y era natural de Urkullu, en el valle de Eskauritza, en Barakaldo. Fue uno de los primeros europeos en navegar a Indias, hacia donde partió el año 1508, en los inicios del Descubrimiento. Dejó en Barakaldo a su mujer, Marina de Iguliz, y un hijo, también llamado Ortuño, al que sus vecinos siempre conocieron por el apellido materno. Ortuño de Urkullu permaneció 33 años en América sin volver a su tierra natal. Allí­ mantuvo amores con una india –Beatriz– fruto de los cuales nació un niño al que llamó «Juanico» de Barakaldo. Ortuño fue descubridor del Pací­fico en la expedición de Balboa y uno de los primeros vecinos de la ciudad de Panamá, que fundó Pedrarias Dávila el año 1519. Entretanto Ortuño de Iguliz, su hijo, habí­a crecido y dedicaba algunos meses del año a navegar, sobre todo en la «carrera» que las naos de Somorrostro hací­an dos veces al año desde las aguas del Ibaizabal hasta Flandes. No habí­a conocido a su padre pero mantení­a con él un ví­nculo semejante al que dicen que existe entre familiares que viven alejados y que se enciende cuando a alguno de ellos le sucede una desgracia. Ortuño de Iguliz embarcó el año 1529 en la nao de su vecino, el capitán Tomás de Arraxieta, cuya tripulación la componí­an casi exclusivamente muchachos de Barakaldo. Salieron rumbo a Sevilla junto a otras naos de Portugalete y Sestao, con el fin de cargar algunas mercancí­as que desde allí­ transportarí­an a Flandes. Todas las naves surgieron en el Guadalquivir sin novedad, salvo la de Arraxieta, que se habí­a visto sorprendida por una tormenta cerca de las costas de Lisboa, en los Gachopos. Más tarde llegaron noticias de que la nao habí­a zozobrado y que todos sus tripulantes se habí­an ahogado. Fue en el mes de octubre del año 1529. En Panamá, a un océano de distancia, Ortuño de Urkullu se sintió enfermo. Pronto comprendió que no era algo pasajero y que debí­a disponer su testamento. No sé si fue el mismo dí­a, pero, en cualquier caso, se trata de uno de los de octubre de aquel año 1529 cuando entregó su alma a Dios. Era como si el destino no hubiese querido esperar ni un solo minuto a unir en la otra vida a un padre y un hijo que no se conocieron en esta. Es una historia triste, como casi todas las que tienen por fondo la mar.

Goyo Bañales

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Actualizado el 05 de noviembre de 2024

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