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Los Unzaga y las fanderías de Barakaldo (I)

Los Unzaga y las fanderías de Barakaldo (I)

HERRERÍAS MASUQUERAS, TIRADERAS Y MACERAS

Barakaldo es un lugar privilegiado para observar y comprender cómo ha ido generándose en el tiempo el desarrollo de la industria del hierro. Las primeras noticias documentales que tenemos, correspondientes a finales del siglo XV y comienzos del XVI, nos describen ya cómo las ferrerías se distribuían en dos zonas claramente diferenciadas: la correspondiente al río Castaños (río de Eskauritza o del Regato-Errekatxo), y la del río Cadagua. 

Todas las ferrerías que se hallaban en el curso del Castaños eran conocidas con el nombre de ferrerías masuqueras, a las que en ocasiones también se denomina como rayeras, regateras y agorrolas. Las masuqueras fueron un tipo de ferrerías eminentemente vascas, pues si bien es posible encontrar abundantes instalaciones de ferrerías en toda la cornisa Cantábrica, con poca o ninguna diferencia entre unas y otras fábricas, no sucede lo mismo con las masuqueras, cuyo ámbito se circunscribe casi exclusivamente al País Vasco, y sobre todo a zonas muy concretas de éste, como son el entorno de Mondragón y el de Las Encartaciones-Enkarterri. 

Su característica principal era la de labrar raya para elaborar acero. La raya era vena de excepcional calidad, que, al parecer, únicamente se hallaba en algunas de las veneras de Triano (Somorrostro) y Mondragón. En Triano ha quedado referencia en la toponimia, en el lugar de “La Raiera” o “Las Raieras”, que se localiza en los Montes Altos.

El tocho de raya obtenido en las masuqueras se llevaba a las tiraderas o a las herrerías, en las que, maestros herreros especializados, elaboraron el acero a partir de dicha raya. Ya desde el tercer cuarto del siglo XVI es frecuente hallar en la documentación que, junto con la masuquera o en su inmediación, se había instalado una tiradera o un martinete, de manera que todo el proceso se lograba en un mismo lugar. 

La segunda característica de las masuqueras es la de no disponer de mazo. Aún hoy día hay autores que mantienen la idea de que las ferrerías masuqueras no utilizaban un sistema hidráulico, ni para soplar los barquines ni para accionar el mazo, supuestamente en contraposición a las maceras o de mazo de agua, confundiéndolas, al parecer, con las más antiguas haizeolak o ferrerías de monte, y suponen que todo el trabajo se realizaba por fuerza de hombres. La mayor parte de quienes mantienen esta opinión se apoyan en el texto del “Fuero de las Ferrerías de Segura”, otorgado en el año 1335 por Alfonso XI, en el que se decía que: “por razón e manera que avemos ferrerías masugueras e otras de maço de agua e de omes nos e otros en Necaburu e en Legazpia e en otros logares de que labran la vena de Necaburu…”. Si bien es cierto que las masuqueras no llegaron a disponer de mazo, porque el agua de los arroyos en los que se situaban no generaban la fuerza precisa para que percutiese con la cadencia necesaria, la documentación consultada nos demuestra que las masuqueras se servían de la fuerza hidráulica para mover los barquines. Un ejemplo cercano es la que instaló Lope García de Salazar de Galindo, en el año 1557, en el barrio de Zaballa, en Trapagaran. 

Otra característica de las masuqueras es la de hallarse situadas en regatos o arroyos de escaso caudal, razón por la que trabajaban únicamente los cuatro meses de invierno, oscilando su producción media entre los 300 y 600 quintales por año.

El acero labrado a partir de la raia alcanzaba unos precios mucho mayores que el hierro en cualquiera de sus variedades. Así, en el año 1573, en Gernika, se estimaba el valor del quintal de acero labrado y puesto en la rentería de Zubileta (Barakaldo) en 36 reales, aproximadamente un tercio por encima de lo que valía el de hierro platina y bergajón por las mismas fechas.

Todas las ferrerías existentes en Barakaldo en la cuenca del río Castaños respondieron a este modelo y se mantuvieron en funcionamiento hasta el año 1582, en que desaparecieron como consecuencia de la brutal avenida de agua que ese año las desbarató completamente. Cuando se procedió a su reconstrucción, sus propietarios decidieron sustituirlas por herrerías mayores o maceras, situándolas en el mismo lugar en que se hallaron sus predecesoras.

En el mismo río, aunque en término de Galdames, también se transformó en macera la ferrería de Urdandeguieta. No sucedió así con las dos ferrerías situadas más arriba, en el entorno del barrio de Castaños, que siguieron durante muchos años labrando como masuqueras, tal vez porque la altura a la que se situaban las libró de que la inundación las destrozase.

La otra cuenca barakaldarra, correspondiente al curso del Cadagua, en contraposición a la del Castaños, dispuso de ferrerías mayores, las cuales estaban dedicadas a la elaboración de tochos de hierro que se trabajaban para elaborar las dos presentaciones principales: el hierro bergajón y la planchuela, es decir, hierro en barras o en planchas. Estas ferrerías aprovechaban la mayor fuerza que les proporcionaba el río caudal para accionar mazos y barquines. Las más antiguas fueron las de Erbuxo y Azordoiaga (Aldanondo), a las que se unió en el año 1553, la construida en Irauregi. Esta última fue pionera en introducir en el País un tipo de ferrería que recibe los nombres de menor o tiradera, cuya labor consistía en estirar la masa de hierro que se producía en las mayores, fabricando el denominado hierro sotil, así como elaborar clavetería y herramientas. Tanto la ferrería de Azordoiaga como la de Irauregi pueden considerarse como ferrerías dobles, pues contaban, en una misma instalación, con la ferrería mayor y con la menor. Con posterioridad se construyó en Zubileta una ferrería tiradera, posiblemente en el mismo lugar -o muy próxima- a las instalaciones en que se encontraba la rentería en la que se pesaba el hierro y la vena, y en la que se cobraban los derechos e impuestos reales correspondientes a su comercialización.

A partir de mediados del siglo XVIII, al tiempo que aparecieron las primeras fanderías en Euskadi, de todas las ferrerías antes citadas de ambas cuencas barakaldarras, únicamente se hallaban en funcionamiento las de Urkullu, Aranguren, Irauregi y Azordoiaga, dirigidas por renteros o administradores puestos por sus dueños.

Goio Bañales Garcia

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Actualizado el 29 de mayo de 2025

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