Matadero
En el año 1992 el matadero municipal de Barakaldo, situado en la calle Juan de Garay, era objeto de una rehabilitación integral y ejemplar, recuperando para la localidad un destacado elemento de su historia y arquitectura contemporáneas.
En el año 1854 nacía la empresa Nuestra Señora del Carmen, embrión de A.H.V. Pero la anteiglesia de Barakaldo, con apenas 2.500 habitantes, no era aún un núcleo fabril. El cambio se irá fraguando a partir de 1877. En apenas dos décadas, la anteiglesia duplicó el número de habitantes, pasando de 4.360 en el año 1877 a algo más de 10.000 en 1895. Cinco años después, el censo arrojaba una cifra de 22.000 habitantes. Esta circunstancia obligó a las autoridades municipales a replantear la dotación de servicios, construyendo nuevas escuelas, alhóndigas, mercados, asilos, hospitales y un matadero de concepción moderna.
El proyecto del matadero se encargó al arquitecto Alfredo Acebal. Este profesional de obra prolífica fue uno de los máximos hacedores del Barakaldo que hoy conocemos. A Acebal se deben, entre otras, la iglesia parroquial de San Bartolomé, la ermita de San Martín, la escuela pública de Alonsotegi, la alhóndiga del barrio de Arnabal, el hospital de Rontegui y el Teatro Campos de Bilbao, uno de los ejemplos más relevantes del Art Nouveau en el País Vasco, de 1902, en el que colaboró con Jean Batiste Darroquy.
Arquitectónicamente, el matadero es un edificio complejo, de planta simétrica en cruz, por agrupación, en un patio de distribución cubierto, de un pabellón principal, en el eje longitudinal de la cruz, dos laterales y un elemento frontal a la calle Juan de Garay. Los muros perimetrales, con fábrica de ladrillo macizo, posteriormente enfoscada, se sustentan en estructura de hormigón armado y dos hileras de columnas de fundición. El acceso al interior es a través de un túnel de carga situado en la fachada principal y tres puertas, abiertas en la cabecera de cada nave.
El carácter estrictamente funcional del edificio se compensó con la profusa decoración de sus fachadas, donde se alternan los frontoncillos escalonados, las pilastras que enmarcan los ejes de vanos, regularizados en retícula, frisos y líneas de imposta en dientes de sierra y otros motivos geométricos. Para todo este repertorio ornamental se empleó ladrillo fino prensado en Basurto. En el interior, un zócalo de enchapado de azulejo rojo, con cenefas blancas barnizadas, decoraba todos los pabellones.
Asociación Vasca de Patrimonio Industrial y Obra Pública
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