
BARAKALDO EN 1911 (El contexto socioeconómico y político) (II)

2.2. Urbanismo central y periurbano
Con respecto al urbanismo, los barrios de la anteiglesia son nueve, incluyendo la nueva capitalidad de El Desierto. El principal cambio vino determinado por el asentamiento de un gran contingente de población inmigrante, llegado con la intención de mejorar sus expectativas vitales. Las primeras viviendas obreras se instalarán junto a las fábricas (El Desierto, Rágeta, Pormetxeta y Zaballa), siendo en parte sus promotores y propietarios los propios industriales. Ya en 1893 el casco urbano se extiende, además, por las calles Arana, Carmen, Estación, Ibarra, Lasesarre y Murrieta, satelizando las pequeñas barriadas de Landaburu, Beurko y Zaballa. El centro vital se desplaza desde la zona interior (San Bizente) hasta la Ría (El Desierto -Plaza de Abajo o de Vilallonga-), aunque las dependencias municipales se instalan en la Plaza de Arriba. Esta zona se convierte en espacio de diversión, mercado municipal, escuelas de Artes y Oficios, correos, cine, oficinas de Altos Hornos, estación de ferrocarril… En los barrios hay que denotar dos actuaciones privadas.
El rápido incremento de la población barakaldarra, iniciado con el despegue demográfico consecuencia de la revolución industrial, se traduce en la promoción de numerosas viviendas. El número de casas pasa de 671 en 1884 a 919 en 1897, y a 1454 en 1920; con un crecimiento sumamente caótico. La situación de las viviendas en El Desierto: “Es escandalosa, inmoral y sobre todo antihigiénica, la aglomeración de habitantes en las casas de este barrio por la escasez y carestía de las viviendas […] Así que estos barrios están continuamente infectados de viruelas, difteria y otras enfermedades infecciosas y contagiosas”.
Además, se puede añadir la muy deficiente llegada de agua a las casas, cuya mayor parte procedía del subsuelo infiltrado por los pozos negros. La primera traída de aguas se realizó desde el monte Mendibil, aunque ya en 1890 se consideraba insuficiente. En 1903
únicamente 78 inmuebles disponían de agua potable, y la mayoría de las viviendas carecían de excusados y lavaderos. Una excepción significativa son las casas de la Compañía Orconera en Lutxana. Es en 1889 cuando se concibe y reglamenta el planeamiento urbano del municipio y, un año después, se elabora el primer plano urbano de la anteiglesia, aunque solo referido al núcleo de El Desierto y parte de Landaburu. En 1907 se vio reformado por uno nuevo.
Ya en 1920 se contabilizan 250 caseríos. En 1937 aún existía un numeroso conjunto de explotaciones hortícolas, muchos menos que las viviendas rurales de 1910, constituyendo una nebulosa dispersa entre los núcleos urbanizados. Barakaldo contaba, por entonces, con 135 caseríos, de los que el 52% se explotaban en régimen de inquilinato.
Durante la primera década del siglo se consigna la existencia de varias casas-torre, vestigio de la vivienda señorial y/o guerrera de siglos anteriores. Las construcciones de la época siguen una directriz fundamentalmente ecléctica: la estación de ferrocarril de Lutxana (1902), casas de Zugaza, de Arana o de Achaval; el palacio Munoa (hacia 1860) es uno de los ejemplos más sobresalientes de la vivienda unifamiliar burguesa, correspondiendo a un diseño de eclecticismo isabelino y rodeado de un magnífico jardín de 6,8 Has.
La arquitectura inglesa queda reflejada en los chalets para los técnicos mineros de la Orconera, construidas en 1876; y el modernismo tiene un magnífico ejemplo en el Asilo para ancianos pobres de la anteiglesia, de la Fundación Miranda, de iniciativa privada, con sus estatutos aprobados en 1911.
Las transformaciones descritas no estuvieron exentas de conflictos. Los agricultores se quejaban constantemente de las sustracciones en sus tierras, solicitando la designación de nuevos guardas-jurados, serenos o alguaciles. En la vida cotidiana los altercados nocturnos fueron constantes, especialmente en la zona minera y en los prostíbulos de los barrios de Zaballa de Larrea y de Lasesarre, fruto obligado de borracheras y peleas casi constantes los días de paga. También eran frecuentes los alborotos en las romerías.
En cuanto al urbanismo, algunos problemas estructurales se derivan del uso del agua. El proceso de industrialización y urbanización de Barakaldo demanda agua para nuevos usos.
Fundamentalmente con destino a la industria siderúrgica (procesos de enfriamiento) y minera (procesos de lavado), pero también para el abastecimiento urbano.
La actuación decisiva es la construcción del Pantano de El Regato (1896-1901), en el río Castaños, con objeto de abastecer los pueblos y fábricas de la zona fabril. El proyecto concitó una gran oposición por parte del vecindario y del ayuntamiento de la anteiglesia, ante los notorios perjuicios de los intereses particulares y comunales.
Otros problemas se derivan de los hornos de calcinación del mineral y de las industrias químicas afectando, sobre todo, a los barrios de El Regato y de Lutxana. También los abusivos usos del suelo para construir caminos, por parte del embalse y de las minas en terrenos comunales. En definitiva: el “progreso” hipotecó muchas de las características del Barakaldo rural y de la calidad de vida en general.
Diversos focos de problemas son los derivados de la situación escolar: locales inhabitables, maestros mal pagados y muchos niños sin escuelas. Y los derivados de la infravivienda entre la población obrera: con deficientes e insalubres condiciones, estado deplorable de las habitaciones y el hacinamiento de sus moradores, en régimen de inquilinato. Todo ello, sumado a la contaminación industrial del aire, los ríos y del agua precisa para el lavado y aseo, se tradujo en la proliferación de enfermedades contagiosas.
En mayo de 1905 tuvo lugar el conflicto de los inquilinos barakaldarras en oposición a los desahucios y contra la subida de alquileres, protagonizado por las mujeres de varias calles. Huelga promovida por la Sociedad de inquilinos de Sestao y Baracaldo e impulsada por el anarquista Centro de Estudios Obreros.
El encarecimiento de los artículos de primera necesidad motivó, el 13 de junio de 1909, una multitudinaria manifestación por las calles del municipio.
Esta “foto fija” del Barakaldo primisecular quedaría incompleta con los datos del informe “técnico” municipal y otras fuentes, que soslayan el asociacionismo nacionalista y obrero más la sociabilidad y asociacionismo de todo tipo y los aspectos conflictuales de la sociedad local.
2.3. Sociabilidad informal de las clases populares
Los vínculos derivados de expresiones de sociabilidad elemental se entablan en los barrios populares en torno a diversos espacios y prácticas, preferentemente de esparcimiento, así como de la vecindad. Aunque coexistiendo con otros juegos populares, no cabe duda de que la primacía entre las prácticas correspondió a la taberna y los bolos, así como las casas de citas para los hombres. El lavadero, la tienda y la costura para las mujeres. Y el baile para todos/as. En cuanto a la vecindad también en torno a la ayuda mutua entre vecinas, con motivo de enfermedad, parto o fallecimiento. Las veladas invernales vinculaban a dos o más grupos domésticos en casa de uno de ellos, contribuyendo no sólo al ahorro de combustible o la realización de tareas colectivas, sino también y sobre todo al placer de la conversación sociable entre todos/as y socializadora
para los más jóvenes.
La taberna fue el foco nuclear de la sociedad obrera masculina, propia del tiempo de ocio y del espacio de esparcimiento, donde se reunían obreros fabriles y mineros tras su jornada de trabajo, sirviendo como fragua de una comunidad emocional. Lugar indistintamente denominado tienda, porque en él se vendían asimismo toda clase de artículos de consumo y de uso doméstico. En las tabernas, espacio semipúblico, se desarrollaban vínculos de confianza y camaradería, reforzadas a través del acto de beber grupalmente. En este tipo de local no sólo se bebía, sino que se jugaba, cantaba y bailaba, con acompañamiento de guitarras y filarmónicas, actividades a través de las cuales los obreros iban afirmando una identidad nueva: moderna y urbana. La taberna fue el lugar, por excelencia, de reafirmación de la masculinidad obrera. Su difusión alcanzó a la capitalidad fabril, así como a todas las barriadas y núcleos restantes.
Durante este período, y aún más adelante, subsisten txakolies en caseríos de la periferia urbana. Unos 15 en todo Barakaldo. En los que se degustaban jarrillas de vino del país, acompañado de una cazuelita. Muchos de ellos contaban con carrejo de bolos, y en otros se jugaba a la rana o a las cartas. Frecuentados principalmente por la población autóctona, la sociabilidad amical a menudo imbricó las relaciones de cuadrilla con expresiones asociativas de tipo recreativo o político.
El espacio de la sociabilidad informal, la taberna, fue también sede de asociaciones recreativas y políticas, pronto irá dejando paso a una sociabilidad más formalizada: la asociación (cultural, mutualista y/o política), que se irá dotando de sus propios espacios de convivencia y de socialización. Ante la inexistencia de un lugar específico de reunión política, la taberna suplía esta carencia en los barrios obreros.
Una degeneración de la taberna fueron los prostíbulos existentes, durante el período intersecular, en la periferia urbana: La Punta, Reketa, Portu, Lasesarre, Zaballa y Larrea, también frecuentados por los marinos de las embarcaciones que transportaban el mineral, lugares todos ellos de borracheras y peleas.
JOSÉ IGNACIO HOMOBONO MARTÍNEZ
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