
Hospitales Mineros

El día 13 de mayo de 1.880, fue constituida la Junta General de Hospitales Mineros. En ella, se aprobaron las bases y se suscribió un capital de 75.000 pesetas para la construcción de los edificios.
En 1.885, se constituyó en escritura pública una Sociedad Anónima de los Hospitales de Triano, con un capital de 150.000 pesetas.
Formaban parte de esta Sociedad, las siguientes entidades y patronos: Empresa del Ferrocarril de Triano; The Bilbao River and Cantabrian Railway Ca Limited; The Orconera Irou Ore Ca Limited; Societé Franco Belga; Juan María de Ibarra; Gabriel María de Ibarra; Luis de Zubiría e Ibarra; Fernando Luis de Ibarra; Chávarri Hermanos; Juan B. Rochelt; Cirilo de Ustara; Tomás Allende; Darío Arana; Petronila Somonte; Jacinto Zumalacárregui; José Martínez Rivas; Dionisio Castaños; Juan B.Davies; José Mac Lennan; Fernando Alonso.
Los patronos debían percibir por su aportación un 5% de intereses, y la sociedad estaba constituida para un periodo dé quince años. Una vez pasado este tiempo, se podía disolver, vender o hipotecar sus muebles e inmuebles, o hacer una renovación para cinco años.
El 21 de enero de 1.881, se inauguró el primero de los Hospitales Mineros construido en el Cerro– Buenos Aires (Gallarta).
Este Hospital tenía una capacidad de 66 camas, una sala de operaciones, un aparato de rayos X, una sala de consulta, una sala de curas y varios laboratorios.
Paralelamente a esta construcción, –se levantaron unos barracones para atender enfermedades contagiosas, tales como tifus, varicela, cólera…
Por estas mismas fechas; se construyeron los Hospitales de Matamoros en La Arboleda, y el de El Cerco en Galdames, pero estos Hospitales no estaban tan bien dotados como el de Gallarta. Lo que más se hacía eran curas de primera urgencia, por lo que eran una especie de cuartos de socorro.
La dirección de todos los Hospitales corría a cargo del Doctor Areilza, que tenía un equipo médico a su cargo compuesto por Don Vicente Fidalgo, Don Felipe Llano, Don Cipriano Abad y Don José María Somonte, además de un grupo de religiosas Siervas de Jesús, que además de atender los Hospitales, cuidaban enfermos a domicilio.
De estas religiosas, podemos destacar a la fundadora, que fue María Josefa Sancho de Guerra. Esta mujer, al pasar a la condición de religiosa, fue conocida con el nombre de Sor María del Corazón de Jesús, la cual fue elevada a la categoría de Santa en el año 2.000 por el Papa Juan Pablo, por los servicios prestados durante su vida.
Como ya se ha dicho, el Hospital Central era el de Gallarta. En aquellos tiempos en los que no había ambulancias y ni siquiera carreteras, los accidentados eran trasladados a hombros por sus propios compañeros, en una especie de parihuela, tapados con un toldo que no se lavaba nunca.
De esta forma, podemos hacernos una idea de cómo estaba la camilla después de trasladar a un minero que había muerto reventado por un tiro.
Comentar, asimismo, que este artilugio se puede ver en el Museo Minero.
Dependiendo del lugar donde se producían los accidentes, en el traslado tenían que intervenir varios compañeros del accidentado, ya que el lugar donde se construyó el Hospital de Gallarta era muy bueno para enfermedades contagiosas, pero se pensó muy poco en el traslado de heridos, no previendo en absoluto los traslados rápidos que había que hacer a menudo desde las minas hacia el hospital.
Aún hoy se pueden ver la cantidad de escaleras que había que subir para poder acceder al hospital. Si tenernos en cuenta lo mal que se transporta una camilla en estas condiciones y que al herido había que llevarlo en posición horizontal, podemos hacernos una idea del esfuerzo que conllevaba realizar un traslado en estas condiciones.
En este Hospital, se practicaban operaciones quirúrgicas, tales como amputaciones y trepanaciones.
Los accidentes más comunes eran los golpes producidos por vagonetas en brazos y piernas, así corno las piedras que salían despedidas de las voladuras, que muchas veces encontraban alguna infortunada cabeza.
Cuando se efectuaban las voladuras, se avisaba con un sonido de trompetilla hasta tres veces. Entonces, los obreros se retiraban a algún sitio que hacía de refugio, pero luego venía la madre del cordero.
La persona que había puesto los barrenos, los iba contando a medida que explotaban, pero cuando salían tres o cuatro a la vez, ¿cómo se podían contar las explosiones de manera fiable?
Sólo quedaba el recurso de esperar un poco más de tiempo, y cuando quedaba un tiro rezagado, cosa que no era nada difícil (ya que podía estar la mecha húmeda, por poner un ejemplo), era cuando ocurrían las desgracias, ya que estos tiros inesperados eran los que la armaban. De esta desafortunada manera, se han quedado muchas mujeres viudas en la comarca.
Los obreros eran atendidos en estos Hospitales de los accidentes laborales y de enfermedades, pero para beneficiarse de esto último, tenían que contribuir con el 2% de su salario.
Esto se dejó de pagar a partir del 1 de julio de 1.898, fecha a partir de la cual sólo se atendían accidentes laborales.
La estancia y las curas, tenían que ser abonadas por los patronos, y como consecuencia de esto, los patronos montaron su propio plan y concertaron con empresas privadas las curas de sus obreros accidentados.
A partir de esta fecha, toda la ilusión y garantía de los Hospitales Mineros se fue al traste. Parece ser que el equipo médico que tan buena labor hizo, así como las religiosas, pasaron al Hospital de Basurto.
De los edificios, el único que se conserva es el de Gallarta, pero este último también ha sufrido varias remodelaciones, y ha tenido otras actividades.
Del de La Arboleda, quedan las ruinas de sus fachadas, y del de Galdames, sólo quedan los cimientos hasta el nivel del suelo.
Como anécdota, comentar que cuando contemplamos alguna fotografía de época de este Hospital, se pueden ver dos arbolillos en su delantera, que hoy son dos árboles bien frondosos. Este edificio también se usó como escuela Del Cerco en alguna época de su duración en activo.
José Mª Díaz Ramos
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