LA CENTENARIA CAPILLA DE LA FÁBRICA DE SANTA ÁGUEDA DE ZUBILETA-KASTREXANA (IV)
EL PROYECTO INICIAL DE LA CAPILLA Y SU MOBILIARIO
Tal y como fue concebido en 1919, el edificio de la capilla era una sencilla construcción que se disponía prácticamente encajada entre el camino de Larrazabal y el cauce del río Cadagua, que transcurría junto a su fachada trasera. El edificio, levantado sobre un pequeño desnivel contaba con una sola nave rectangular de 18 x 10 metros protegida por una cubierta a dos aguas.
Su simplicidad constructiva solo se veía levemente atenuada por la apertura del ingreso en arco de medio punto sobre el que se abría en la fachada principal un óculo para iluminar el coro. El frontis remataba en una espadaña de contorno algo más elaborado que la que hoy podemos contemplar. En los laterales se abrían vanos, igualmente de medio punto, dos en el lateral derecho y uno en el izquierdo. A éste se adosaba junto a la cabecera un pequeño recinto, también rectangular, destinado para servir como sacristía y que contaba con otras dos ventanas.
La construcción fue aprobada por el arquitecto municipal, Alfredo Acebal, que dio su visto bueno el 3 de noviembre de 1919, autorizándose su construcción previo dictamen de la comisión correspondiente por el alcalde el 18 de diciembre, decisión que se comunicó a los peticionarios al día siguiente. Probablemente comenzó a construir de inmediato, valorándose su costo en agosto de 1920 en unas 15.000 pesetas.
No hemos conseguido localizar ninguna documentación sobre el proceso de su construcción y amueblamiento, por lo que poco es lo que podemos aportar al respecto, salvo lo que puede deducirse de una descripción del mismo. La iglesia cuenta con tres retablos de madera que responden a un mismo estilo ecléctico, algo trasnochado, pues parece más propio del cambio de siglo.
El central cuenta con tres calles que se elevan sobre un alto zócalo, decorado con motivos vegetales enmarcados en rombos en las calles laterales y un esbelto hueco de medio punto en la central que en origen acogería el sagrario y hoy aloja un Cristo Crucificado, lo que contribuye a dar mayor altura y protagonismo a la calle que aloja la titular. Ésta se singulariza además por la incorporación de columnas de estilo corintio con fuste estriado frente a las pilastras de orden jónico de las calles laterales soportes que enmarcan en los tres casos hornacinas de medio punto.
Rematan las casas frisos con roleos, coronados por frontones de perfil curvo dispuestos entre jarrones. Toda la mazonería se cubre de un uniforme color marrón que contrasta con la policromía de las tallas, de tamaño superior al natural, que precisan de repisas que sobresalen del plano del retablo para asegurar su estabilidad.
Al centro se dispone la titular del templo, Santa Águeda, en actitud frontal, de contenido dinamismo, sosteniendo en su mano derecha el platillo con sus pechos y una palma del martirio con la izquierda. Viste túnica verde recorrida por pliegues que convergen hacia su cadera derecha donde se recoge un extremo del manto terciado rosado ornamentado con orla dorada, trazando un perfil sinuoso en su borde inferior. Completa su indumentaria un largo velo que casi oculta sus cabellos y se desliza desde sus hombros. Todo ello está inspirado en fórmulas propias del estilo gótico, como es habitual en muchas de estas tallas de expresión dulcificada que se fabricaban en serie en los talleres de Olot desde las décadas finales del siglo XIX.
Una imagen de la Inmaculada que cruza sus manos sobre el pecho y se asienta sobre nube con angelitos retomando modelos de Murillo, ocupa la calle de la izquierda del espectador. En el lado opuesto, San José toma de la mano al Niño Jesús, en una disposición que carece de naturalidad, rasgo habitual en este género de imágenes.
No hemos podido determinar su autoría, aunque sí constatamos la existencia del sello característico en esta producción en una de las imágenes, pero dado su localización y su considerable peso y tamaño no nos fue posible voltearla para determinar el taller de procedencia.
Los retablos colaterales siguen en líneas generales el diseño del central con escasas variaciones como la adición de aletas laterales en su base o la simplificación de los frontones de remate. A la izquierda, en el lado del evangelio, se dispone la imagen del Sagrado Corazón de Jesús abriendo sus brazos en gesto de acogida y apoyado en una nube de aspecto algodonoso. El mismo soporte se aprecia en la imagen del colateral derecho, dedicado a la Virgen de El Carmen que sostiene unos escapularios con la mano derecha y a un Niño Jesús, de aspecto almibarado, sobre su brazo izquierdo. El predominio del uso de colores pastel, la decoración en base a orlas doradas que corren por el borde de las prendas o la adición de halos de latón son otros rasgos propios de estas imágenes que se incorporaron al mobiliario de muchos templos durante buena parte de la primera mitad del siglo XX. Siendo piezas de ejecución correcta, carecen de la naturalidad y singularidad de las imágenes de épocas anteriores, pero resultan muy características de este momento.
Al mismo estilo afectado y un tanto kitsch, pero no carente de cierto encanto, pertenecen un par de ángeles lampadarios, retirados ya del culto, que se conservan en dependencias anexas y que de nuevo conservan en el dorso el preceptivo sello habitual en la producción industrial, aunque el paso del tiempo lo ha vuelto ya ilegible. En ellos nos reencontramos con los rasgos ya señalados: una marcada plasticidad en los pliegues, el suave cromatismo de las telas enriquecido con orlas más o menos vistosas y elaboradas junto a unas caracterizaciones ambiguas y delicadas que buscan una elegancia pero terminan por resultar algo teatrales, carente de espontaneidad. Todo lo dicho al respecto de estas imágenes es aplicable a la talla del Crucificado que se conserva bajo el coro que seguramente es de factura aún más reciente.
Por contra algunas piezas de metalistería parecen corresponder a una etapa ligeramente anterior. Es el caso de unos ciriales de estilo tardoneoclásico, con cabeza en forma de copa de boca ancha recercada por coronas de hojas de acanto de borde sinuoso. Un poco posterior, ya más ecléctica es la Cruz procesional, con guirnaldas de laurel en el nudo ovalado, cuadrilobulos calados en los extremos de los brazos y densa ráfaga de rayos enmarcando la imagen del Crucificado. Tal vez se trate de piezas que en origen pertenecieran a la ermita de la Santa del monte Arroletza, pues por su factura debieron de realizarse antes de que el templo fuese planificado.
Más acordes con la cronología del edificio parecen un Sagrario dorado con el Cordero con oriflama sobre el libro de los siete sellos en la Puerta o una custodia que alterna en el ostensorio ráfagas de rayos rectos con palmetas, piezas en todo caso carentes de valor artístico.
Un sencillo reloj de pie sin indicación del fabricante que se dispone en una esquina del presbiterio, el discreto soporte del cirio pascual, junto a la funcional pila bautismal en piedra de Ereño, un sobrio confesionario retirado en la antigua capilla bautismal y un armónium en desuso de la casa Juan Cotrina de Vitoria situado en el coro, completan el mobiliario de la iglesia.
Jesús Muñiz Petralanda
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