
Barakaldo y el alzamiento carlista de 1860 (II)

La Guerra de Marruecos
Los continuos problemas que tenía España con Marruecos habían sido inteligentemente magnificados y, el 22 de octubre de 1859, O’Donnell propuso en el Congreso la Declaración de Guerra. Esta “guerra de prestigio” sumirá al país en un estado de frenética actividad y ardor patriótico, donde la posibilidad de volver a tener en frente al enemigo secular por antonomasia, permitirá aparcar durante un tiempo las desavenencias de las dispares corrientes ideológicas de Las Españas.
Las provincias forales no permanecieron ajenas a este conflicto, pactando una contribución a la guerra con un donativo de 4 millones de reales y una tropa de 3.000 hombres equipadas por ellas mismas. Con no pocas dificultades, el 27 de febrero los Tercios Vascongados llegarán a África. Mientras la atención pública mantenía sus ojos en los hijos y esposos destinados a la guerra de Marruecos, Carlos VI regresó a la Península para ponerse al frente de sus seguidores.
El desembarco de San Carlos de la Rápita
Muchas incógnitas rodean este fallido intento de levantamiento carlista, definido como una “gran conjura envuelta en misterio”1. El peso de la acción recaía sobre los hombros del general Jaime Ortega Olleta, Capitán General de Baleares, definido posteriormente como “aventurero de espíritu fogoso”2 y liberal moderado reconvertido en ferviente carlista. El proyecto de sublevación, excesivamente simple de concepción, consistía en tomar las fuerzas bajo su mando acantonadas en Mallorca, trasladarlas a la Península y, en un golpe de efecto, hacer aparecer a Carlos VI entre ellas. Este acto debería bastar para enardecer sus espíritus y hacerles avanzar triunfantes hacia un desprotegido Madrid.
Pero la intentona nacía viciada. Prominentes figuras del carlismo eran tremendamente críticas o, directamente, se negaban a formar parte de semejante dislate, Sin embargo, el proyecto siguió adelante con el único beneplácito de Carlos VI y algunos de sus acólitos.
En Marsella, el 24 de marzo de 1860, embarcó de incógnito el pretendiente, arribando a Palma de Mallorca cinco días después. Recibidos por el general Ortega, transbordaron a los buques atestados con el pequeño ejército.
Descartado el desembarco en Valencia por el tiempo borrascoso, fue San Carlos de la Rápita en la costa de Tarragona el destino de los buques. Mientras desembarcaban las tropas, se remitieron órdenes para que todas las Juntas carlistas en las distintas provincias secundasen el alzamiento.
Sin embargo, los oficiales de Ortega comenzaron a recelar de la actitud de su general y el 3 de abril le interpelaron, mostrando éste sus verdaderas intenciones. La reacción de sus hombres fue inmediata con vivas a la Reina. Todo había fracasado. El carruaje que mantenía oculto en su interior al rey carlista fue advertido por el propio Ortega para que huyese, y la desbandada entre los conjurados se hizo tangible.
Jesus Arrate Jorrín
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