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La Arboleda: rutas por una montaña de hierro

La Arboleda: rutas por una montaña de hierro

La Arboleda es ese lugar que me encanta visitar porque cuando era niña difrutaba de los domingos paseando por verdes senderos que accedí­an a lagos en los que el perro se daba un chapuzón. Paseábamos por la mañana y a la hora del aperitivo subí­amos a la plaza del pueblo para ir abriendo el estómago y disfrutar, luego, de una buena alubiada. Qué duro es crecer. Ahora he descubierto que esos lagos de ensueño no son tales y que la aldea de La Arboleda puso su granito de hierro en el proceso de industrialización de Bizkaia.

El Museo de la Minerí­a del Paí­s Vasco, situado en el antiguo matadero de Gallarta y formado por voluntarios, propone una hermosa ruta por La Arboleda en la que, acompañados por un guí­a, podremos conocer las entrañas de la industrialización vizcaí­na mientras disfrutamos de la panorámica de lagos y zonas verdes. Kevin, guí­a del Museo Minero, nos acompañará durante una hora de paseo, podremos ir parando en diferentes lugares con estupendos paisajes o si preferimos nos irá relatando las anécdotas mientras caminamos. Todo a nuestro gusto.

La forma más bonita de acceder a La Arboleda es coger el funicular de Larreineta, que fue construido en 1926 para subir a los mineros y los camiones. De ese modo, nos podremos deleitar con las espectaculares vistas de El Abra. Del funicular a La Arboleda habrá veinte minutos caminando a paso tranquilo, un kilómetro de distancia en total, aunque también hay un autobús gratuito. Una vez allí­, rodearemos profundos pozos como El Ostión o Los Cármenes y descubriremos que hace décadas fueron grandes minas que con el tiempo se han encharcado y ahora albergan truchas y carpas.

Continuaremos el recorrido hasta llegar al casco urbano de La Arboleda donde lo que antes eran barracones de mineros se han convertido en viviendas y asadores que deleitan a los visitantes con sus famosas alubiadas. No obstante, la Diputación de Bizkaia ha conservado y restaurado una antigua casa que fue habitada por mineros y sus familias durante diferentes épocas de nuestra historia y que nos será de gran ayuda para imaginarnos como sobreviví­an en aquellos años.

Dejaremos atrás la casa de los mineros para detenernos frente a la fachada de un antiguo barracón. Kevin aprovecha para hablarnos sobre huelgas, enfermedades y explotación. Así­ podemos imaginar mejor las pésimas condiciones de vida y laborales que sufrieron los mineros y que fueron determinantes en la historia para el surgimiento del movimiento obrero.

Reconstrucción de una casa de mineros, vieja casa del barrio y la explotación a cielo abierto Concha II.

Mujeres corajudas

Para finalizar el recorrido, nos acercaremos a la Mina Concha II, una importante huella del impacto de la minerí­a en la industrialización de Bizkaia en forma de agujero en la tierra. La Corta de Bodovalle, como también es conocida la mina, es un gran corte de 700 metros de longitud y 350 metros de anchura y alberga el punto más bajo a cielo abierto de Bizkaia, a menos de 37 metros bajo el nivel del mar. En 2011 fue declarada Bien de Interés Cultural y de ese modo, se libró de la amenaza de convertirse en vertedero. Kevin nos sorprenderá cuando nos cuente lo que fue Concha II antes de ser una mina. Y las vistas son impresionantes. Si tras las exoplicaciones os quedáis con ganas de saber más sobre la minerí­a en Euskadi, el museo se encuentra a tan solo unos metros de Concha II, una vueltita por las instalaciones nos ayudará a comprender mejor la dureza de la época.

Las mujeres tuvieron un papel muy importante en la minerí­a, y como era de esperar, muy duro. Eran el último eslabón de la cadena y como tal realizaban el último de los pasos del laboreo del mineral: el lavado. «Para mí­ lo peor se lo llevaban las mujeres. Realizaban jornadas de más de 8 horas sumergidas hasta la cintura con este frí­o», cuenta Kevin. También eran las encargadas de hacer los explosivos para las voladuras y el nivel de explotación laboral era tal que llegaban a rellenar hasta 1.200 cartuchos en jornadas de ocho horas.

Pero su trabajo no acababa ahí­, al finalizar la jornada laboral las mujeres se encargaban de cuidar de la casa y los hijos, que también habí­an participado en la mina. Estos comenzaban su labor en la excavación con 9 años como pinches o aguadores, es decir, meros ayudantes, aunque, por supuesto, existen dudas sobre si también ejercí­an funciones de minero.

JENNIFER G. POLANCO

Tomado de www.elcorreo.com

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Actualizado el 3 de marzo de 2024

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