
LA FÁBRICA DE SANTA ÁGUEDA-ECHEVARRIA Y EL ÚLTIMO PUENTE COLGANTE (1956) (II)

APUNTES SOBRE LA EVOLUCIÓN DE LA FÁBRICA DE SANTA ÁGUEDA-ECHEVARRIA SA HASTA FINALES DE LOS 50
La primitiva fábrica de alambres Puerto Rico o Santa Águeda se situaba en la orilla izquierda del río Cadagua, en el barrio de Zubileta -denominado de manera genérica Kastrexana en muchos documentos-, adquiriendo su nombre del caserío Puerto Rico que Facundo Chalbaud adquirió hacia 1862 a Juan de Basterra junto con los terrenos que le pertenecían para instalar allí la fábrica. Ese mismo año cedió el caserío y pertenecidos a la sociedad comanditaria Facundo Chalbaud y compañía que en 1863 ya se había transformado en la sociedad colectiva Santa Águeda.
En un plano de 1903 -cuando la fábrica ya era oficialmente Federico Echevarria e hijos- se observa, junto al extremo oeste de la fábrica, un terreno en el que se lee labradío de la casa de Puerto Rico, integrado dentro de una nueva propiedad de la fábrica en el monte Solondo, donde la fábrica construirá, también a principios de siglo, una presa de abastecimiento de agua situada a media ladera que reformará en 1911. Inmediata a estos terrenos y encima de la fábrica, también se destacan los terrenos colindantes a la casa Buenos Aires.
La fábrica tenía un horno alto que funcionaba con carbón vegetal, transformaba el hierro colado en dulce por medio de hornos de reverbero y disponía de un tren de laminación con una fuerza útil de 300 CV y una producción de 30000 quintales.
La Sociedad Santa Águeda sobrevivió hasta 1870, año en el que encontramos al bilbaíno Ignacio de Olaechea como liquidador de la misma. Este era un activo comerciante que trabajó durante años como administrador de los bienes de Luis de la Cuadra Ordóñez de Barraicua, Marqués de Villarías y que decidió crear -en una fecha cercana a 1870- la Sociedad Industrial Olaechea y compañía junto a otros socios, entre los que figuraban Francisco Gorostiza Zuluaga y Luis Mimenza Zalbidea.
Esta sociedad estuvo muy activa en los años 80 del siglo XIX pues la encontramos en 1875 como propietaria de una fábrica en Ugao-Miraballes, como arrendataria, en 1878, de la ferrería de Irauregui, la casa de Antolín de Hurtado y la carbonera y molino inmediatas a esta, además de como propietaria o arrendadora de la fábrica de Puerto Rico o Santa Águeda en 1877, tal y como aparece en la Estadística Fabril e Industrial de 1877, donde se señala que ocupaba a 108 hombres, 4 mujeres y 12 niños.
Al parecer, la fábrica no debía ser demasiado rentable pues los miembros de la Sociedad la abandonaron muy pronto como ellos mismos señalan en un memorial de 1884 redactado para establecer las condiciones de venta de su fábrica en Ugao-Miravalles.
Allí se afirma que, con anterioridad al abandono de la fábrica de Ugao, ya habían hecho lo mismo con la fábrica de Castrejana (sic). El uso de carbón vegetal y el atraso tecnológico pudo estar en la razón de estos “fracasos”: Hiciéronse ecos de este tercer escrito los diarios bilbaínos Irurac-bat y Noticiero: […] uno de ellos, se declaró equivocadamente en nuestro concepto partidario de la ribera baja del río Cadagua como punto más propio que el Nervión para la instalación de la nueva industria con respecto a la adquisición de carbón vegetal. […] no pudimos ya contenernos y enseguida pasamos una carta al señor director del Noticiero Bilbaino saliéndole con razones que ha respetado, a la posición a lo que publicó sobre carbón vegetal en el Cadagua, puesto que nosotros mismos abandonamos la fábrica de Castrejana situada en dicho río y resolvimos construir en Miravalles principalmente por la economía y abundancia con que allí se acopia el material vegetal.
Tiempo después, en 1890, se creó la Sociedad Santa Águeda dedicada a la trefilación y galvanización de alambres de hierro gris, puntas y tachuelas, continuando así con la gestión de las instalaciones, todavía limitadas al lado barakaldés del río. Años después, en 1899, Ricardo Saralegui, vocal de la sociedad, solicitó autorización al ayuntamiento de Bilbao para construir una fábrica de clavos en la otra orilla del río, en Kastrexana, en terrenos propiedad de la misma sociedad. Los planos fueron elaborados por Antonio Carvelaris en 1899 y debió suponer el primer salto a la otra orilla. A este tiempo pertenece el puente de hierro que se ve en los planos anteriores a 1950 y que tenía 52 metros de luz.
Todas estas instalaciones fueron adquiridas por Federico Echevarria en 1901, quien para entonces ya era un importante industrial en Bizkaia.
De esta manera, a su fábrica de Recalde (sic), en el barrio de Begoña (Bilbao), Echevarria añadía en 1901 las de Castrejana (sic), y Santa Águeda, consideradas como factorías independientes -aunque interrelacionadas- a pesar de situarse una frente a otra en distintas orillas del río Cadagua: El año 1901 se adquirió por traspaso la fábrica de alambres a orillas del Cadagua, en Castrejana (Baracaldo), y poco después la otra fábrica de tachuelas en jurisdicción de Bilbao lindante con ese mismo río, empalmadas por un puente de hierro.
Nada más adquirirlas, Federico Echevarria dio inicio a una serie de obras para la mejora de las instalaciones. Así, en el mismo 1901, se redactó un proyecto de dragado del río Cadagua bajo dirección del ingeniero de caminos Manuel de Uhagón, dando continuidad a un tipo de obras que pretendían mejorar el entorno de las fábricas y que serán constantes a lo largo de los años: dragados, corrección y canalización de orillas, y mejoras de caminos y accesos.
Aunque eran instalaciones independientes, todas las factorías formaban parte de un proceso de producción global que, iniciado en la factoría de Recalde (sic), llegaba por vía férrea a la de Castrejana (sic) y terminaba en la de Santa Águeda.
El fermachine para producir el alambre de los diversos gruesos, crudos y recodidos. Los alambres a su vez, pasando el puente de unión de ambas fábricas, alimentan las fabricaciones en la de Santa Agueda, de puntas de París, tachuela espiga cortada, celosía, becquets y remaches.
En muy poco tiempo, las instalaciones del complejo Castrejana-Santa Águeda ya eran considerables como vemos en un plano del año 1903. En el lado barakaldés se encontraban las infraestructuras principales, con la fábrica de alambres, las carboneras y la capilla, comunicadas con el lado bilbaíno por el citado puente de hierro. En esta margen había una pequeña instalación para la fabricación de tachuelas y una estación de tren. Para entonces ya se estaban adquiriendo terrenos colindantes en ambas orillas que, posteriormente, darían lugar a nuevas ampliaciones.
En 1920 la sociedad se reconvirtió en Sociedad Anónima Echevarria, aunque se mantuvo en manos de sus antiguos propietarios quienes comenzaron un proceso de mejora y modernización de las diferentes factorías, de ahí que el entorno fabril Santa Águeda-Castrejana continuase creciendo: en 1919 se proyectan viviendas económicas para los obreros y una capilla, en 1920 se hacen nuevas obras en las orillas del río, en 1921 se invierte en la reparación del Puente del Diablo –denominado en la documentación Puente de la Cadena- y en 1924 se proyecta un nuevo puente.
Las nuevas obras hicieron preciso acometer la consolidación de las dos orillas para el buen funcionamiento de ambas factorías como señala Luis de Echevarria y Zuricalday, consejero delegado, en la solicitud que hace al Gobernador Civil de Vizcaya el 27 de marzo de 1920: Que constituyendo las orillas de dicho río “CADAGUA”, en el indicado lugar, terrenos flojos, sin firmeza alguna, se propone consolidarlos construyendo los necesarios muros de contención.
Otro tanto sucedía con los accesos, uno de los cuales era el histórico Puente del Diablo, denominado en los planos como Puente de la Cadena. Como ocurrió años atrás, de nuevo se encontraba en un estado deficiente, un problema que afectaba tanto al vecindario como a la fábrica. Por ello, Luis de Echevarria solicitó la pertinente autorización para repararlo:
Que por diversas causas y debida a su antigüedad, el puente llamado “DE LA CADENA” que cruza el río Cadagua en jurisdicciones de Bilbao y Baracaldo, no se halla en condiciones de prestar el servicio público que se desenvuelve en ese barrio. […] La Sociedad Anónima “ECHEVARRIA” es una de las que sufren con la falta de ese servicio, y con ese motivo, se halla interesada en que se restablezca el servicio habitual, cuya operación se compromete a realizarla, sin perjudicar en nada a su carácter histórico.
La fábrica siguió creciendo y, en 1924, se proyecta una gran reforma que tiene como objetivo producir aceros de calidad. Se habla entonces de que las nuevas instalaciones puestas en marcha estos días, producen cok, metalúrgico en diez hornos sistema LECOCQ. Además, se producen diversos subproductos Junto a ello, combinando con la batería de coque y los depósitos de mineral de hierro,
se instala un alto horno con capacidad de toneladas por cada 24 horas del que se dice que su instalación es completamente moderna y automática para economizar la mano de obra. Además, se añade que sus condiciones de producción tienen la importante finalidad de suministrar lingote de calidad especial para aplicarlo a la fabricación de los aceros fundidos y rápidos, influyendo en la fabricación del acero.
Finalmente, se pone en marcha la construcción, inmediato al horno alto, de un horno eléctrico de inducción productor de aceros de diversas clases, utilizando directamente una parte el hierro en fusión, procedente de aquel.
Estas nuevas construcciones aumentaron la producción y obligaron de nuevo a mejorar los accesos. El puente de la Cadena ya no era suficiente y fue necesario proyectar otro en 1924, con el cual se pretendía tener capacidad para circulación de vagones de 20 T arrastrados por bueyes o caballerías. Este puente se convirtió en uno de los principales accesos a la fábrica y sigue en pie hoy en día.
Las mejoras y ampliaciones fueron la tónica durante estos años. En 1926 se prolongó el almacén de puntas e incluso se hizo un garaje para bicicletas; en 1927 hay un proyecto de ensanchamiento del camino de acceso a la fábrica y en 1932 se proyectó un arreglo del camino vecinal de Zubileta. Se trata de diversas obras a las que se une la fabricación de maquinaria como la grúa pórtico de 1000 kg diseñada en 1929. En estos años los planes de obras fueron habituales. Un plano de 1926 nos muestra una instalación fabril que ha aumentado enormemente su tamaño en unos pocos años, ocupando grandes espacios de ambas orillas. Para entonces la fábrica ya disponía, entre otras muchas infraestructuras, de dos puentes -el antiguo de hierro y el reciente de hormigón-, instalaciones para la fabricación de alambre, motor diésel, calderas, almacenamiento de coque, capilla y casas de obreros en el lado barakaldés, y un fábrica de puntas y tachuelas con sus correspondientes almacenes y dependencias auxiliares en el lado bilbaíno, donde todavía quedaba espacio libre para seguir construyendo Tras la guerra civil, al igual que ocurrió con otras instalaciones siderometalúrgicas de Bizkaia, la producción aumentó. Así, Echevarria S. A. pasó de declarar pérdidas en 1937 a distribuir dividendos durante 1938 y 1939.
Esta situación favorable generó nuevas mejoras en la factoría como los nuevos comedores diseñados en 1939,55 situados en la margen izquierda e integrados dentro de la fábrica, cerca de la fábrica de alambres, y los nuevos hornos nº 4 y nº 5 que sustituyeron a los construidos en los años 20 -aunque conservando muchas de sus características-.
También vemos las habituales reparaciones en caminos, como ocurrió en 1942, cuando se arregló el que comunica Alonsotegi con Burceña por el deplorable estado y casi totalmente desaparecido el camino que […] va a la casa núm. 31 habitada por obreros de dichos barrios- ,o la reparación del cauce de la fábrica en 1947.
También se amplía la fábrica en la margen derecha del río, en un espacio situado entre la curva frente a la capilla y el Puente del Diablo. Dos planos de 1945 y 1947 muestran que entonces ya estaba construido el taller de laminación con sus anexos de acero, de temple, de recogido y de decapado.
En la década de los años 50, superada ya la posguerra, la fábrica fue objeto de nuevas reformas y construcciones, evolucionando hasta adquirir una imagen similar a la que tiene hoy en día. Las instalaciones parecían necesitar de un remozamiento general y de una modernización global que debía abarcar los accesos y las oficinas así como los talleres o infraestructuras puramente industriales. Incluso se levantó una casa cural junto a la capilla de la fábrica.
Los archivos de la fábrica recogen obras constantes. En 1951 hubo un proyecto para la ampliación de las oficinas -en las que ya se usó hormigón armado- y se siguieron proyectando muros para la contención de tierras. En 1952 se realizaron obras para almacenar el mineral del horno alto, se autorizó la construcción de un pabellón, la prolongación de otro de las trefilerías de alambres, y se diseñó un proyecto para laminación en frío de fleje. En 1955 se construyó un frontón64 y se realizó un proyecto de cobertizo-garaje, etc…
El de 1956 parece ser un año especial, pues se anunciaba que la S. A. Echevarria está llevando a cabo un plan de obras de cierta importancia en su Fábrica de Santa Águeda. Un plano de noviembre de ese año, por ejemplo, señala que se preveía realizar numerosas obras para mejorar el acceso a la fábrica como eran la desviación de las vías del ferrocarril de Santander a Bilbao, una carretera de acceso a las nuevas instalaciones, un paso sobre el ferrocarril en la nueva carretera, el desplazamiento de la estación al otro lado de la vía y la construcción de una pasarela superior para el paso de peatones en la estación del tren de Santa Águeda.
Este afán reformador se trasladó también a la propia fábrica, destacando el proyecto de gasómetro y la sustitución de los hornos de coque por otros nuevos para aprovechar la producción de gas y transportarlo a Bilbao y otras zonas. En El BOE de ese año encontramos una autorización para instalar tres máquinas afiladoras para preparación de alambres. También son muy importantes las obras de mejora y ampliación del taller de laminación
en frío, con las que la fábrica se extendió aún más por su margen derecha, ocupando el espacio restante que quedaba entre el taller de laminación original y el Puente del Diablo. Con estas obras las instalaciones ocupaban ya la práctica totalidad de ambas orillas, desde el citado puente hasta el lugar de Puerto Rico, cercano al lugar donde se ubican los restos de la histórica torre-palacio de Zubileta.
En el taller de laminación, en paralelo a su ampliación, se desarrollaron diversos proyectos como el de una pulidora de banda abrasiva, un horno continuo de rodillos para recocido en blanco de flejes y alambres, y una instalación combinada de latonar y niquelar (fleje de hierro), todo en 1956. Al año siguiente, en 1957, el mismo departamento propuso la construcción de tres naves adicionales, la modificación de otra en 40 metros73 y la ampliación de industria para laminación en frío de flejes.
En 1958 se hablaba de la modernización de la instalación de fabricación de pletines de alambre de acero. Fue esta, por tanto, una de las grandes ampliaciones de la fábrica que, como ocurrió en ocasiones anteriores, requirió mejoras en los accesos, asentamiento de orillas y construcción de instalaciones complementarias.
Así, en 1956, la empresa pidió permiso para consolidar el desvío del cauce entre el Puente del Diablo y el taller de laminación en frío, en terrenos de su propiedad. El ayuntamiento de Barakaldo respondió favorablemente el 7 de agosto afirmando que en realidad el proyecto […] se reduce a dar carácter de permanencia a la natural desviación que el río Cadagua ha hecho en el transcurso del tiempo; instalando malecones a ambas orillas del río.
En paralelo a todo ello, comenzó a diseñarse el recorrido de las tuberías que deberían transportar el gas excedente obtenido de los nuevos hornos de una orilla a otra del río, y de ahí a la fábrica de Recalde (Bilbao), a la Fábrica de Gas (Bilbao) y a la propia fábrica de Santa Águeda, a las instalaciones de laminación.
En el caso concreto de la fábrica el paso más delicado era el del río Cadagua, para cuya
solución se decidió la construcción de un puente colgante que también pudiera tener un uso peatonal.
Javier Barrio
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