La tradición de Santa Águeda (hace 130 años)
El articulista de la interesante gacetilla que copio a continuación, aprovechaba la circunstancia del estreno en Bilbao de la ópera «Mirentxu«, del maestro Guridi, para escribir acerca de una antigua costumbre. Se trata del popular festejo y romería de Santa ígueda, el cual, en el tiempo en que se escribió esta nota, se hallaba bastante olvidado, al menos en los pueblos inmediatos a la capital. Algunos matices de la tradición, que aquí se describen, no suelen ser muy habituales hoy día; por ejemplo, el acompañamiento de los coros por bertsolaris.
«EL CANTO DE SANTA AGUEDA
La inspirada partitura del señor Guridi, unida al interesante libreto compuesto por el señor Echeve, para la ópera vasca Mirentxu, estrenada anoche con éxito tan brillante en el teatro de los Campos Elíseos, han traído a nuestra memoria una antigua costumbre popular de nuestros campesinos, que ha desaparecido ya de los pueblos, al menos, de los que rodean a nuestra villa.
Nos referimos a la costumbre tradicional de entonar a la puerta de los caseríos, en la noche que precede al 5 de Febrero, el canto de Santa ígueda, entonado por buen número de mozos, a los que acompañaba por lo general un versolari (sic) que improvisaba canciones alusivas a los habitantes de la casa festejada.
El que estas líneas escribe, recuerda haber oído por última vez este canto el año 1881, en un barrio de la República de Abando.
No eran mendigos, no, los que componían los grupos que, previo el permiso del alcalde de la localidad, se dedicaban a este popular entretenimiento. Eran los mozos de cada barriada que, provistos de sendas estacas, que las utilizaban para llevar el compás del canto, golpeando con ellas en el suelo, recorrían las casas del pueblo, recibiendo como premio de su trabajo, huevos en abundancia y sartas de chorizos, y con estas provisiones preparaban el almuerzo de la mañana, con el que quedaban fortalecidos, para emprender a continuación la caminata para la ermita de Santa ígueda, en el alto de Castrejana, en donde se celebraba una clásica romería, muy distinta de la que en nuestros días se celebra en el mismo punto, en la segunda Pascua de Pentecostés.
Ocurría con mucha frecuencia, que al encontrarse los grupos de dos barriadas distintas, resultaba un choque en el que las estacas prestaban servicio más eficaz que el que para el acompañamiento del canto habían prestado hasta entonces. Como es natural, del choque resultaban algunos contendientes lesionados, cuyo estado no exigía utilizar los servicios de las casas de socorro, pues en aquellos tiempos no eran de uso en nuestros pueblos las armas blancas, que hoy vemos salen a relucir en análogas contiendas.
El alcalde, al conceder el permiso para dar tales serenatas, señalaba el radio que cada grupo había de recorrer, a fin de evitar el encuentro del grupo de una barriada con el de otra, pero esta medida previsora resultaba por lo general inútil, porque en ambas agrupaciones ardía el deseo de hallarse enfrente de los del coro contrario y medir con él sus fuerzas.
Lástima grande que en el transcurso del tiempo hayan desaparecido estas prácticas tan originales que los señores Guridi y Echave han tenido la fortuna de resucitarlas, introduciendo en la ópera Mirentxu un coro hermosísimo que nos recuerda costumbres ya desaparecidas de nuestro pueblo. Y la enhorabuena a la Sociedad Coral, a la que se debe principalmente la gloria de habernos dado a conocer esta hermosa obra musical.
CHANTON«. EL NERVIí“N. 1 junio de 1910
Comentarios recientes