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Ferrerí­as de agua (en Busturialdea)

Ferrerí­as de agua (en Busturialdea)

    Las alusiones antiguas más claras que tenemos en Busturialdea a las ferrerí­as las encontramos en la Carta de Fundación del Convento de Fanciscanos de la Villa de Bermeo del año 1357. Por un lado nos habla de «… la puerta de la Villa, que llaman de los ferreros», indicio de la participación de la Villa en la fase de comercialización y exportación del hierro y productos elaborados, y por otro, también menciona este documento cómo cerca del rí­o, extramuros de la villa, se encuentran «ferrerí­as». Posteriormente sólo hallamos menciones a la llegada a la Viilla de hierro, acero y productos elaborados: anclas, herrajes…., con el derecho que tienen que pagar al preboste. Así­ como en la Carta de Vizcainí­a a favor de Juan Pérez de Ybeieta, hijo de Martí­n Yañes, vecino de Bermeo, fechado en 1445, se alude a la albalá del fierro y el azero y concretamente a las que tiene sobre «las renterí­as d’esas villas de Bermeo y Bilbao», esto es, nos habla de la permanencia de actividades de comercialización y explotación, sin hacer mención de las ferrerí­as.

 

Caracterí­sticas de las ferrerí­as

La aplicación de la rueda hidráulica a partir del siglo XIII hizo que las ferrerí­as se desplazaran a los cauces fluviales. Los edificios e instalaciones que componí­an la estructura básica de la ferrerí­a eran los siguientes: por un lado la presa, el canal y la antepara con los cuales se conseguí­a elevar el nivel del agua y canalizarla adecuadamente para poner en movimiento la rueda hidráulica; por otro lado en el edificio ferrerial se encontraban el horno, el aparato soplante, el fogal u hogar y el mazo o martinete. Además solí­a constar de edificios anexos para almacenar carbón, etc.

El equipo básico de operarios de una ferrerí­a estaba compuesta de cinco personas: dos fundidores, dos forjadores y un aprendiz. El vestuario de los trabajadores constaba de gabán y sombrero ancho de lana para protegerse del calor y las chispas. Trabajaban noche y dí­a a turnos mientas habí­a agua. í‰ste faltaba de San Juan a San Miguel.

 

Tipos de ferrerí­as

Según el enfoque de su producción, podí­an clasificarse en dos grupos:

  • Centros mayores: Conformaban la industria pesada del momento. Fundí­an grandes cantidades de mineral de hierro para elaborar lingotes o barras de hierro. susceptibles de venta en el exterior, y sobre todo, de exportación a zonas extrapeninsulares. Ejemplos de esta son las siguientes: Olazarra (Mendata); Muxoa y Uarka (Arratzu); Meakaur (Morga), Zelaia (Bermeo) y Muxikolea (Muxika).
  • Centros menores o Tiraderas: Dedicaban sus actividades a la manufactura de tales lingotes para la producción de aperos, herramientas, armas y otros utensilios férricos a veces de consumo local. Como ejemplos tenemos: Arestieta (Ajangiz); Zubiaur y Arrandieta (Arratzu); Azkue (Bermeo); Maguna, Barrenolea, Zugaztieta y Aurtenolea (Muxika), Arrola (Forua), Urtubiaga (Ea),

Las producciones de hierro en las citadas ferrerí­as se manifestaron desde su fundación en tales términos de lingotes en sus diferentes clases (sotil, cuadradillo…) y estas producciones estaban medidas en unidades de producción llamadas quintales. Un quintal equivalí­a a unos 70 kg. Así­, la ferrerí­a de Meakaur, en las últimas décadas el siglo XVIII, tení­a una producción media de 800 quintales.

La principal demanda de productos siderúrgicos provení­a del sector agrí­cola. El aumento de las tierras de cultivo de durante la segunda mitad del siglo XVIII trajo consigo mayores necesidades de los aperos de labranza. Contribuyó también a que se construyeran nuevas casas, siendo por ello, necesaria la utilización de los artí­culos de ferrerí­a: clavos, herrajes, balaustres… y, finalmente, carros, y para ellos llantas de hierro y herraduras para los animales. La ferrerí­a Urtubiaga (Ea) producí­a hierro tiradera planchuela, que la exportaban a Burdeos (Francia).

Importancia y distribución

En los años 50 del siglo XVIII una brusca subida de la producción, continuada en lo años 60 de manera más pausada, convertirá a estos años en los mejores del siglo para la siderurgia vasca.

José íngel Barrio Loza y otros (Arqueologí­a, Urbanismo y Arquitectura Histórica) afirman que en ese siglo XVIII «más de ciento cincuenta ferrerí­as» funcionarí­an en Bizkaia, por lo que, siguen «varios millares de trabajadores y sus familias» estarí­an «directamente vinculados a las labores de acarreo, carboneo y transformación de las materias primas».

De esta manera estaban repartidas las ferrerí­as en Busturialdea en el siglo XVIII: Ajangiz, 1 (Arestieta, actualmente conocido como Goikoerrota, funcionaba también como molino); Arratzu, 4 (Muxoa, Zubiaur, Uarka y Arrandieta); Arrieta, 2 (Ferrerí­a menor de Kornabiz y ferrerí­a mayor de Kornabiz, Arrietaolea o Arrietaolatxua); Busturia, 2 (Alarbin y Olabarria); Bermeo, 3 (Azkue, Barruti, Zelaia); 1 en Ea (Urtubiaga); Forua, 1 (Arrola); Kortezubi, 1 (Goikolea); 1 en Murueta (primero llamado Busturia y, más tarde, Olatxua); 1 en Errigoiti (Errigoitiolea). En el XVII existió la de Uriarrikoa, pero en el XVIII no se menciona.); 2 en Munitibar-Arbatzegi-Gerrikaitz (Munditibar y Olatxua); 3 en Mendata (Ororoaga, Olazarra y Olatxua); 1 en Morga (Meakaur o Errotaolea); 5 en Muxika (Maguna, Barrenolea, Aurtenolea, Muxikaolea y Zugaztieta).

No sabemos cuándo se inició en Busturia la actividad ferrona. Ya en el siglo XVII contaba con cinco ferrerí­as: Arbe, Alarbin, Beotegi, Zeleta y Olabarria. En Propios y Arbitrios de 1795 sólo se mencionan la de Alarbin y Olabarria.

Busturian olagintza noiz hasi zen ez dakigu, baina XVII. mendean bost burdinola zeuden: Arbe, Alarbin, Beotegi, Zeleta eta Olabarria. 1795eko Propio eta Arieletan Alarbin eta Olabarria bakarrik aipatzen dira.

En Mendata conocemos la existencia de al menos siete ferrerí­as, desde fecha muy temprana: Gogorza, Berrenondo, Lejarza, Olabarrí­a, Olazarra, Ororoaga, Olatxua, pero documentalmente no se ha hallado constancia de ellas hasta 1661 y sólo de la tres últimas gracias al libro de cuentas municipales, a excepción de la de Ororoaga cuya octava parte pertenecí­a a Pedro Ortiz de Olaeta en 1593. Esta abundancia nos indica unas condiciones idóneas para su establecimiento. Para 1880 todas dejaron de funcionar.

Desde la carta de fundación de la villa de Gerrikaitz en 1366 «e todos los pobladores del dicho lugar que taxen las ferrerí­as e tagen e pasen y hagan así­ como acostumbraron fasta aquí­ ellos e los de los dichos lugares…», que nos indica una actividad desde antaño, hasta documentos como el de 1638 en el que se aceptan las propiedades de la colegiata de Ziortza a pesar de la queja de «los señores de ferrerí­as del valle de Guerricáiz» que les acusan de apropiación indebida. En este documento se mencionan hasta seis ferrerí­as (la ferrerí­a nueva de Gerrikaitz, Monditubar, Bengoolea, Olaechea, Aranola y Goycoolea). Hay noticias de la existencia hacia 1549 de la ferrerí­a Olabarrí­a y hacia 1555 de una ferrerí­a nueva en propiedad de la villa. í‰stas se sitúan en torno al rí­o Lea. Para 1880 todas dejaron de funcionar.

Por lo que respecta a Morga, la actividad siderúrgica se centró exclusivamente en una única instalación, la ferrerí­a de Meakaur. Fue construida en 1663 -a diferencia de las demás, sus orí­genes no se situaron en épocas bajomedievales sino en el mismo núcleo de la crisis del siglo XVII- a cargo de Juan Saez de Dúo, reconocido carbonero del municipio, y de una cierta intervención del ayuntamiento. Sin embargo, pudo haber igualmente otros núcleos menores, de los que hoy no queda constancia alguna, que pudieron haber mantenido la vigencia de sus producciones al menos durante el desarrollo del siglo XVI, en virtud del apogeo del sector a nivel local. Tal serí­a el caso de la ferrerí­a de Ibaizabal, citada únicamente en un documento judicial de 1561.

Las cinco ferrerí­as de Muxika estaban situadas en los márgenes del Oka, es decir, del rí­o más caudaloso de la zona. De esos cinco, tres se localizaban en el barrio de Ibarruri.

No ha sido posible probar documentalmente la existencia de ferrerí­as en Ereño, Nabarniz, Gautegiz Arteaga, Ibarrangelu, Elantxobe y Gernika-Lumo. Sin embargo, en Gautegiz Arteaga y en Gernika-Lumo por toponimia y oikonimia se constata la presencia de actividades de esta naturaleza en varios puntos. Además, en el riachuelo Errekalde de Gautegiz Arteaga se puede encontrar algún que otro resto de fundición. Por otro lado, en Gernika-Lumo, la presencia en la cercaní­as del molino de Goikoerrota, de las ruinas de una construcción que en un mapa de 1920 de la Diputación de Bizkaia es denominada Olaerrota y teniendo en cuenta la abundancia de escoria en el cauce del arroyo cercano nos lleva a tomar en consideración la presencia de alguna instalación de éstas.

 

 Propiedad

Todas eran de propiedad privada, excepto las dos de Kornabiz, de Arrieta, que pertenecí­an a la anteiglesia de Arrieta hasta que en el siglo XVII fue privatizada y es, a partir de entonces, cuando empiezan a llamarse ferrerí­a Arrietaolea o Arrietaolatxua. La mitad de la ferrerí­a de Uriarriko y dos molinos de ahí­ pertenecí­an al Ayuntamiento de Errigoiti. Los dueños pertenecí­an a mayorazgos del entorno. Así­, Olazarra (Mendata) pertenecí­a al conde de Baños, Arrandieta (Arratzu) a la poderosa familia de Urdaibai, Errigoitiolea (Errigoiti) pertenecí­a a Pedro Antonio Arana Butroi… También habí­a ferrerí­as porcioneras como las de Muxoa (Arratzu), Arrietaolea (Arrieta), Urtubiaga (Ea), Meakaur (Morga)…

 

    Materias primas necesarias para el funcionamiento de las ferrerí­as

La buena marcha de cualquier ferrerí­a siempre dependí­a de la disponibilidad de tres elementos fundamentales: agua, mineral de hierro y carbón. Este último siempre fue el determinante. Resultaba más costoso económicamente transportar el carbón que la vena, por lo que las instalaciones siderúrgicas prefirieron ubicarse próximas a amplias masas forestales (robles, encinas, hayas y castaños) que garantizaban el suministro a precio razonable. A la vez era impensable levantar una ferrerí­a sin un caudal de agua que proporcionará la fuerza motriz. Ambos motivos explicaban las caracterí­sticas que definieron el sector siderúrgico vasco: la atomización y dispersión de las ferrerí­as por todo el territorio.

Nuestras anteiglesias disponí­an a priori de buenas condiciones para convertirse en centros ferrones. Contaban con buenos bosques y rí­os o riachuelos, a pesar de que su situación geográfica cómo pueblos interiores apartados de las principales ví­as de comunicación era una desventaja, ya que la mayorí­a del hierro era destinado a la exportación más allá de nuestras fronteras.

A pesar de que prácticamente toda Busturialdea estaba salpicada de ferrerí­as, algunas cuencas eran más aptas que otras para instalarlas. No todos los arroyos que corrí­an por la zona eran los más adecuados, ya que su mismo carácter de arroyos determinaba que su caudal no fuera muy abundante lo que unido a la propia pendiente podí­a dar lugar a grandes y bruscas crecidas. La regularidad mayor o menor del caudal era lo que determinaba el periodo de producción y por tanto el producto potencial, además el régimen de estiaje de los rí­os paralizaba el trabajo durante una parte del año en función de cada rí­o. Así­, pues, el aprovechamiento del agua se convertí­a en otra fuente de conflicto. En este sentido, en 1663, se acordó que el molino Errotakuria de Arrieta aprovechará el agua del 1 de junio a últimos de octubre, ya que la ferrerí­a de Olabarri (Errigoiti) trabajaba de noviembre a mayo.

La mayor parte del mineral de hierro que llegaba al concejo procedí­a de Muskiz y Galindo, y era transportado por mar y repartido en las renterí­as de la comarca, como por ejemplo en la «Renterí­a» de Ajangiz (actualmente un barrio de Gernika-Lumo), excepto las de Munitibar-Arbatzegi-Gerrikaitz que lo hací­an desde el puerto de Lekeitio; no obstante, las ferrerí­as de Arratzu se abastecí­an de mineral de hierro procedente de dos minas de hierro situadas en ese municipio: las minas Gregoriana (barrio Zubiate) y Elena (barrio Elorriaga). En Ibarrangelu, en el paraje de Uspiltza y en Elantxobe en el bosque de Larrazelai contaban, cada una de ellas, con una mina de hierro. La citada ferrerí­a de Arrola situada en el barrio de Urberuaga de Forua contaba además en sus proximidades con un yacimiento de mineral férrico. Documentalmente está registrado la existencia del mineral de hierro en Gernika-Lumo. Según Agirreazkuenaga, en 1860, en Lumo, se producí­an 10.000 quintales de hierro que se vendí­an a Francia. Aunque varios autores han manifestado que los yacimientos de Gernika-Lumo, Errigoiti…, en realidad eran andesitas con una simple oxidación superficial, hay otros que consideran que durante algún tiempo hubo alguna mina de este mineral, hoy agotada. No obstante, Carmen, Kruger, Iberaspi… son algunos de los nombres de las minas de hierro de Gernika-Lumo.

Entre los diferentes minerales usados en Bizkaia la goethita y el hematites u oligisto eran los más ricos en hierro, con más del 70% de ley. Con el paso del tiempo la siderita, un 48% de hierro, se convirtió en el mineral de hierro más empleado por la siderurgia moderna vasca.

Un buen ejemplo de la importancia de la calidad del mineral de hierro lo hemos recogido en dos barrios de Muxika. En Ibarruri se fundí­an cuatro quintales de mineral de hierro para obtener un quintal de hierro y en Gorozika se fundí­an 2200 quintales de mineral para obtener 600 quintales.

El transporte del mineral de hierro desde las renterí­as y minas de alrededor a las ferrerí­as se hací­a a hombros de los animales.

El carbón siempre estuvo garantizado gracias a los cuantiosos recursos de los bosques de la zona. Influí­a directamente en los costes de producción del hierro y parece que en las ferrerí­as distantes de los puertos son más caras las venas y más baratos los carbones que en las inmediatas a ellos. Algo siempre lógico y por ello los ferrones preferí­an realizar sus compras de carbón en los lí­mites del mercado local o comarcal, abasteciéndose preferentemente de los montes próximos. Los precios de la carga de carbón variaban incluso dentro del ámbito de una misma anteiglesia en función de la distancia da la ferrerí­a, la disponibilidad de caminos y la orografí­a. Cuanto más alejados y peor comunicados estuviesen los recursos forestales, la leña resultaba más barata: en 1799 las 240 cargas de carbón que cada 7 años producí­a la casa de Uribe de Arrieta se cotizaban a 4 reales y cuartillo la carga por estar muy distantes de la ferrerí­a, mientras que las 40 cargas anuales de la casa Otazua se tasaban a 5 reales por estar próximas a ella.

En Nabarniz en los siglos XVII y XVIII la producción de carbón vegetal, sobre todo para las ferrerí­as de Aulesti, tuvo mucha importancia. í‰ste suponí­a el 50 % de los ingresos totales de la Hacienda Municipal. Para que esta actividad pudiera mantenerse en el futuro el Ayuntamiento de Nabarniz obligó a sus vecinos a plantar todos los años 300 quejigos en los montes comunes de las dos anteiglesias, repartiéndose la labor a tres pies por foguera en el siglo XVII. Otras especies plantadas en Nabarniz y en Ereño fueron el castaño y la encina.

Los quejigos plantados se extraí­an de los viveros municipales que muchas veces se ubicaban en las heredades de los particulares. En Nabarniz existí­an viveros de robles y castaños mientras que en Ereño únicamente aparecen mencionados los de robles en sus libros de cuentas municipales.

El consumo de leña en las ferrerí­as era impresionante. Para obtener un quintal de hierro hací­an falta seis cargas de carbón.

En el horno de la ferrerí­a el mineral era redcido y calentado hasta formar una pasta o «agoa», que era golpeada en el mazo para separarla de la escoria y darle forma.

La presencia de los hornos se constata en Forua desde los siglos II-III. En el yacimiento romano de Forua se han hallado numerosas estructuras excavadas en la tierra de forma alargada y circular que se corresponden con hornos de fundición de hierro, algunas de ellas con indicios de haber sido utilizadas en distinta fases.

La relación entre ferrones y particulares también se vio jalonada de dificultades, en este caso por que los segundos no cumplí­an con sus obligaciones de acarreo o de venta de montazgos: así­ se encontraba Francisco de Borica, arrendador de la ferrerí­a de Arrietaolea, cuando en 1766 varios vecinos de Arrieta, Errigoiti, Meñaka y Morga le debí­an 2.892 reales y medio en carbón, cantidad de dinero que les habí­a adelantado.

Futuro

Durante el siglo XVIII el hierro vasco, que a pesar de su buena calidad era de elevado precio, se mantuvo gracias a unas normas que reservaban, casi de forma monopolí­stica, el mercado colonial y el de las provincias interiores de España. En el último tercio del siglo XVIII el precio del carbón subió, lo que encareció mucho los costes. Con el arancel de 1782 se acabó con la anterior prohibición de importar hierros extranjeros. El hierro vasco dejaba de ser competitivo, agravándose esta situación por el desinterés de los propietarios de las ferrerí­as que no invertirí­an capital en sus establecimientos. A finales del siglo XVIII se iniciará la crisis definitiva de la siderurgia vasca.

Los mismos autores afirman que «molinos y ferrerí­as compartí­an instalaciones hidráulicas prácticamente idénticas. Esto permitió en muchos casos que al entrar en crisis la producción artesanal del hierro, a raí­z de la difusión de las técnicas industriales durante la segunda mitad del siglo XIX, las antiguas ferrerí­as se adaptasen a la molienda de maí­z y a otros usos acordes con la demanda de su entorno rural. Un caso paradigmático de metamorfosis industrial es el que protagonizó Alarbin Goikoa, de Altamira (Busturia), que pasó de fundir tochos de hierro a moler cereal cultivado por sus vecinos, para dedicarse sucesivamente a pulverizar caolí­n destinado a la fábrica de cerámica de Busturia, y a producir corriente eléctrica para la barriada, mediante una turbina adaptada al viejo salto de agua·.

Pero, ninguna ferrerí­a de Busturialdea ha conservado el más mí­nimo resto de su equipamiento mecánico. Ruedas, ejes, mazos y barquines han desaparecido.

Sin embargo, el tendido hidráulico aún se mantiene en Uarka (Arratzu), Goikolea (Oma, Kortezubi); Goikoerrotan (Kanpantxu, Ajangiz); Urtubiaga (Ea), Zugaztieta u Olazarra (Zugastieta, Muxika), Maguna Olea (Maume, Muxika) y Olazarra (Olabe, Mendata).

1 comentario

  1. Mikel Z.

    La ferrerí­a Urtubiaga de Ea, entonces bajo jurisdicción de Natxitua, era una ferrerí­a «mayor» cuya producción eran «tochos» destinados a ser manufacturados con posterioridad en otras ferrerí­as «menores».
    Aunque está documentado únicamente UN viaje a Burdeos en 1763, en el que se exportó 240 quintales de hierro «planchuelo» y en su retorno se trajo trigo y maí­z, es lógico suponer que su producción se destinó a otros lugares.
    Como asociación Hea Kultur Taldea hemos publicado un artí­culo en Eusko News con el siguiente enlace:
    http://www.euskonews.com/0645zbk/gaia64501es.html
    Saluddos.

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Actualizado el 05 de noviembre de 2024

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