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Los celtas y el Paí­s Vasco

Los celtas y el Paí­s Vasco

Si hay hoy un punto firme en la etnologí­a peninsular parece ser el carácter no ibérico ni céltico de los grupos vascos, «˜así­ como su origen en los pueblos de la cultura pirenaica del eneolí­tico. Sobre ello hemos tratado en otras ocasiones y no es preciso repetir lo dicho entonces.

Recientemente se han publicado un trabajo del Sr. Sánchez Albornoz: Divisiones tribales y administrativas del solar del reino de Asturias en la época romana (Madrid 1929) y otro nuestro: Etnologí­a de la pení­nsula ibérica (Barcelona 1932), en los cuales se ofrecen nuevos puntos de vista interesantes para el problema de la etnologí­a vasca y para su historia primitiva. El Sr. Sánchez Albornoz obtiene una delimitación muy precisa y exacta en la mayor parte de sus puntos de las tribus del N. de España, incluyendo en ellas a los pueblos vascos. En nuestro libro, tratando más ampliamente los problemas que habí­amos venido estudiando en diferentes estudios anteriores creemos poder rectificar algunos detalles de la delimitación del Sr. Sánchez Albornoz y sobre todo llegar a conclusiones de interés acerca de los movimientos célticos en España que pueden cambiar la manera de verlos en relación con el paí­s vasco. Por ello conviene, resumiendo lo dicho en nuestra obra acerca de la delimitación de las tribus vascas, tratar más ampliamente del problema de los celtas en relación con ellas.

 

El territorio de los pueblos vascos

Los vascones ocupan aproximadamente el territorio de la actual Navarra, salen al mar por el extremo oriental de Guipúzcoa y son vecinos, por su parte SE. de los edetanos que llegan a la región da Saldubia (Zaragoza) y por el SO. de los celtí­beros del Ebro, así­ como de los pelendones de la parte montañosa que limita el valle del Ebro y al O. de los berones de la Rioja. El lí­mite de vascones y berones viene a coincidir aproximadamente, en un principio, con el de las actuales provincias de Logroño y Navarra, teniendo sin embargo los vascones en el máximo territorio que se les atribuye las cabezas de puente de Calagurris (Calahorra) y Gracchurris (región de Alfaro) y probablemente los valles anejos. La divisoria entre ambos pueblos parece encontrarse en la zona de bosques que cruza la actual carretera de Zaragoza a Logroño entre la Venta de Rufina y Ausejo. Más hacia el S. y antes de Cascantum (Cascante) atribuida a los vascones, la población actual de Fitero parece señalar el lí­mite entre vascones y pelen dones, extendiéndose los últimos hacia el Oeste embocando la montaña por la cuenca del rí­o Alhama, en donde los pelendones tienen la ciudad de Contrebia Léucada (junto a Cervera de rí­o Alhama). Los lí­mites actuales de Navarra con la provincia de Zaragoza parecen constituir también la frontera de los vascones con los celtí­beros de las vertientes del Moncayo, a los cuales pertenecen Turiasso (Tarazona), Bursada (Borja) y Balsium (Cortes). Por el E. no hay ningún indicio positivo para señalar la frontera. Esta podrí­a estar indicada geográficamente por la región de Las Bárdenas y subir hacia la sierra de la Peña. Hasta donde lle gasen los edetanos de Saldubia-Zaragoza al E. de la frontera vas cona y donde comenzasen los ilergetas que se extendí­an por lo menos hasta Osca-Huesca, tampoco lo sabemos: parece sin embargo, que la divisoria entre edetanos e ilergetas, si los ilergetas llegan hasta la frontera vascona, habrí­a que buscarla por la lí­nea que de Las Bárdenas va por los Montes de Castejón y los Montes de Zuera hacia la sierra de Alcubierre y los Monegros que constituirí­an la frontera de edetanos e ilergetas, pasando el lí­mite, en el camino de Zaragoza a Lérida, acaso por la extensa zona despoblada entre Osera y Bujaraloz.

Más al N. de las Bárdenas, tenemos que, según Ptolomeo, los vascones se prolongan por el Alto Aragón, al N. de la sierra de la Peña hacia la región de Jaca: dicho autor les atribuye taxativamente Iacca (Jaca), la capital de los lacetanos. Acaso aquí­ nos encontramos en un caso de restablecimiento de lí­mites antiguos por los romanos en favor del pueblo originario y de ello cabrí­a concluir que los vascones, antes de la entrada, no demasiado antigua, de los iacetanos originarios del territorio aquitano de Francia (pues los iacetanos parecen ser los mismos aquitanos) en sus domicilios históricos más acá del Pirineo, habrí­an poseí­do buena parte de los valles de éste.
Más al N. de la divisoria de vascones y berones, los primeros seguí­an hacia el O. de Estella, a encontrar las alturas de la sierra del Aralar (en donde tení­an Oarso-Oyarzun). Según Sánchez Albornoz, el lí­mite de los vascones con sus vecinos occidentales por esta parte, los várdulos, irí­a por el valle del Ega, por las sierras de Urbasa, Andí­a y Aralar y finalmente buscarí­a el mar por la divisoria entre los valles del Urumea y del Oyarzun.
Los várdulos, de los cuales Ptolomeo cita, entre otras imposibles de identificar, las ciudades de Tritium Tuboricum (Motrico), Tullonium (Alegrí­a), Alba (Albéniz) cerca de Salvatierra, seguí­an al occidente de la frontera mencionada de los vascones y llegaban por la costa hasta el valle del Deva, en cuya desembocadura se halla Tritium Tuboricum (Motrico). El valle del rí­o parece ser su divisoria con los vecinos occidentales, los caristios y aquí­, como hace notar Sánchez Albornoz basándose en Campión, parece coincidir la frontera con los lí­mites de los dialectos vascos, guipuzcoano y vizcaí­no, extendiéndose el último por Vergara y Salinas. Pasada la sierra, la frontera de várdulos y caristios atraviesa la llanura de Vitoria entre Suessatium (Zuazo) y Veleia (Iruña) de los segundos y Tullonium. (Alegrí­a) que pertenecí­a a los várdulos y entre cuyas ciudades formarí­a la divisoria la cuenca del rí­o Zadorra, yendo a parar a los montes del condado de Treviño, cuyo nombre antiguo (Trifinium) se refiere sin duda a la frontera de los tres pueblos que en él coincidí­an: autrigones, caristios y várdulos, formando la sierra de Cantabria la barrera montañosa que limita los várdulos, extendiéndose los berones por la parte meridional de dicha barrera. Los várdulos, pues, tení­an casi toda la actual provincia de Guipúzcoa y la mitad oriental de la llanura de Vitoria, en donde, algo al occidente de esta ciudad comienzan los caristios con Veleia y Suessatium.
Los caristios están situados entre los várdulos y los autrigones. Los localiza la situación de las ciudades que Ptolomeo les atribuye, esto es Suessatium-Zuazo, Tullica (probablemente Tuyo en la ibera del Zadorra) y VeleiaIruña (3). Además Ptolomeo los hace llegar a la desembocadura del Deva. Por el S. formarí­an su lí­mite las sierras que cierran el valle de Miranda por el N.: sierra de Tuyo, etcétera, tocando los caristios al condado de Treviño.

La frontera de los caristios con los várdulos serí­a probablemente el lí­mite de las actuales provincias de Guipúzcoa y Vizcaya, al occidente de Motrico, en la divisoria occidental de aguas del Deva, hacia el Alto de Urcárregui, el monte Max, el puerto de Azcárate, el grupo de montañas cerca del monte Elósua, al E. de Vergara (que desde el punto de vista dialectal cae dentro de la zona vizcaí­na), para buscar la sierra de Aitzgorri, la sierra Elguea y el puerto de Arlabán. Desde allí­ la frontera seguirí­a aproximadamente la cuenca del Zadorra, por los montes al O. de Vitoria, yendo a buscar el ángulo NO. del condado de Treviño, en donde coincidí­an los tres pueblos de autrigones, caristios y várdulos.

El lí­mite occidental de los caristios marca a la vez la frontera con los autrigones. Por la parte de Vizcaya y Alava eran los autrigones, según Ptolomeo, las bocas del Nervión, el Portus Ammanus, llamado también Flaviobriga (situada según unos cerca de Castro Urdiales, según otros Bilbao) y las ciudades de Uxama Barca (Osma de Valdegovia), en la ribera occidental del rí­o Omecillo y Deobriga (a la derecha del Ebro, delante de Puentelarrá, según Sánchez Albornoz). La frontera con los caristios parece arrancar de las sierras al N. del valle de Miranda, por las de Arcamo y los montes de Gutbijo sube por la cuenca del Omecillo hasta cerca del valle de Orduña y, formando aquí­ la divisoria el nudo montañoso de las peñas de Orduña, baja a buscar el mar, siguiendo primero el valle y luego el curso del Nervión.

Por el S., el territorio autrigón comprende la Bureva, intercalándose como una cuña entre las dos tribus célticas de los berones de la Rioja y de los turmódigos o turmogos de las tierras burgalesas. A los autrigones les atribuyen Plinio Virobesca (Bribiesca), Tritium (Monasterio de Rodilla) y Ptolomeo, además Segisamunculum (Cerezo de Rí­o Tirón), Vindelia (Santa Marí­a de Rivaredonda) que vigila el desfiladero de Pancorbo y que emboca el camino del interior del territorio autrigón en donde se halla Deóbriga (Puentelarrá), Vindelia y Deobriga así­ como también les atribuye Salionca (Poza de la Sal según Sánchez Albornoz).

Así­ los lí­mites extremos por el S. de los autrigones desde el valle de Miranda, el condado de Treviño y los montes Obarenes, por el lí­mite de las provincias de Logroño y Burgos, van a buscar los montes de Oca, en donde la Brújula les separa de los turmódigos que comienzan al O. con Deobrigula (Tardajos). Siguen luego el lí­mite de la zona montañosa al O. de Poza de la Sal (Alto de las Cruces: 1028 metros, Altoteiro: 1175 m. ) que forma la cuenca del rí­o Omina, hacia la confluencia del Oca con el Omina, en donde el pueblo de Terminón señala el mojón entre autrigones y cántabros, lo mismo que hacia la sierra de Canales que determina el recodo del Ebro antes de su confluencia con el Oca.

El lí­mite occidental de los autrigones que los separa de los cántabros, cruza el Ebro, que así­ viene a correr en parte de su curso por territorio autrigón, y, siguiendo por la sierra de Tasia, deja dentro de éste las regiones de Villarcayo y Medina del Pomar, así­ como las Encartaciones y va a parar a la costa al nivel de Laredo y Santoña. Cerca de Villarcayo debe ponerse la ciudad de Segontia Paramica por la coincidencia del nombre con Cigí¼enza del Páramo: esta ciudad Ptolomeo la atribuye a los várdulos, cosa que parece una confusión, pues serí­a difí­cil de admitir la extensión de los várdulos hasta allí­, garantizando la identidad del nombre la localización de la ciudad, por lo que ésta cae en territorio autrigón.

Por la parte próxima a la costa es difí­cil señalar exactamente los lí­mites de los autrigones con los cántabros. Sánchez Albornoz se inclina a hacerlos pasar desde el sistema de las sierra cántabras por el rí­o Asón (el Sanga de Plinio), que Plinio da como el primer accidente geográfico de la tierra cántabra y que hoy es todaví­a una frontera dialectal, extendiéndose a su occidente el dialecto leonés moderno. Este lí­mite es probablemente exacto, aunque creerí­amos que más que el rí­o la frontera está formada por su valle.

Además de los pueblos mencionados, Mela (6) señala con los autrigones otro, el de los arigeviones que debió estar situado a su oriente, separándolos el rí­o Nerva o sea el Nervión. Los origeviones no son conocidos por ningún otro texto y podrí­an ser un pueblo comarcal del territorio entre el Nervión y el Deva, esto es de la región montañesa de Guernica, desapareciendo luego los origeviones absorbidos por los caristios. Es probable que en el paí­s vasco, como en otras regiones peninsulares de topografí­a difí­cil, por ejemplo Galicia, quedasen olvidados pequeños grupos étnicos comarcales en los textos que trataban de dar una descripción de conjunto, borrándose en estos casos los menos importantes y tomando según las épocas como representativo de todo el grupo a unos o a otros. La delimitación de los pueblos del grupo vasco parece haber sido en general siempre la misma en lo fundamental, excepto las pequeñas modificaciones periféricas a que nos hemos referido, quedando intacto siempre el núcleo del territorio de cada uno de sus pueblos. Los autores antiguos, al describir de modo incompleto esta zona y sobre todo al generalizar el nombre de alguno de aquellos pueblos, por ejemplo el de los vascones o el de los várdulos, si se interpretan literalmente, pueden dar otra impresión: esto ha inducido a algunos a excluir a los autrigones del grupo vasco para unirlos a los cántabros (9), así­ como Schulten ha intentado la hipótesis del incremento sucesivo del territorio de los vascones. Según Schulten  éstos tendrí­an su sede principal en el Ebro, desde donde se extendieron, conquistando poco a poco no tan sólo la montaña de Navarra y la salida al mar, sino incluso el territorio de los várdulos, caristios y autrigones (entre 150 y 580 de nuestra era) así­ como haciendo incursiones en Aquitania en 587, en donde se extendieron hasta el Garona y dieron su nombre a la Gascuña (Vasconia-Guasconia). De las incursiones en Aquitania da testimonio Gregorio de Tours, pero movimientos anteriores, a través de las fuentes, no hay motivo alguno para suponerlas. En aquéllas, en los tiempos en que esos pueblos eran poco conocidos sólo se citan, sin delimitarlos exactamente, los vascones del Ebro o se atribuyen a los vascones ciudades de otros pueblos, por tenerse entonces a los vascones por los principales de todo el grupo vasco, convirtiendo en genérico el nombre del de aquellos. Se concibe fácilmente que desde su territorio originario, los vascones pudiesen avanzar o retroceder en el Ebro o caer sobre la llanura de Aquitania, pero una conquista de los valles vascos parece inverosí­mil y el sólo silencio de las fuentes respecto al nombre de los demás pueblos vascos es insuficiente para comprobarla.

 

Los cántabros

Este pueblo, dividido en varias tribus y de naturaleza ibérica según parece, ocupa el territorio intermedio entre los astures y los autrigones en la costa, esto es la parte oriental de Asturias desde el valle del Sella, y la mayor parte de la provincia de Santander en donde los cántabros coniscos parecen ser los vecinos de los autrigones, pareciendo que la frontera debió pasar, como se ha dicho por el rí­o Asón (el Sanga de Plinio) o por su divisoria, que es también la frontera dialectal del leonés moderno, dejando dentro del territorio autrigón las Encartaciones, y pasando en la costa entre Laredo y Santoña. Por el interior, los cántabros se extienden hasta el territorio de los vacceos y los turmódigos, siendo los vecinos de los autrigones (que hemos admitido que tení­an la región de Villarcayo y Medina del Pomar) los iuliobrigenses de la comarca de Reinosa y los morecanos de la región de Sedano, corriendo el lí­mite desde las sierras que cierran la Bureva, indicado por el pueblo de Terminón, por la sierra de Canales que determina el recodo del Ebro antes de su confluencia con el Oda, y continuando, después de cruzar el Ebro, por la zona montañosa (sierra de Tasia) para ir a buscar las Encartaciones y la costa, como hemos dicho, entre Laredo y Santoña.
Complica el problema del lí­mite entre cántabros y autrigones la posibilidad de que, por la parte de Villarcayo, los cántabros pudiesen haberse extendido más al E. de la frontera indicada, según discute Sánchez Albornoz a base del texto de Estrabón III 4 que dice que al N. de los berones (de la Rioja) habí­a los bardietas o bardialos, esto es los várdulos y, además, los cántabros coniscos. Esto se contradice con la delimitación que se obtiene sobre todo a base Ptolomeo y de los demás autores, puesto que, si es exacto que los várdulos están al N. de los berones, no lo es para los coniscos que se hallan separados de los berones por los autrigones. Este texto ha obligado, al querer explicarlo literalmente, a buscar soluciones forzadas que contradicen la situación real: así­ Fernández Guerra arbitrariamente hace a los autrigones idénticos con los berones, lo que es absurdo y otros como Balparda  creen cántabros a los autrigones. Sánchez Albornoz, teniendo en cuenta que lo mismo Estrabón que otros autores no citan todos los pueblos de la zona N. de España y los reducen generalmente a los cántabros y a los várdulos, propone distintas soluciones al problema que son las siguientes: I), que en el tiempo a que se refieren las fuentes de Estrabón, los cántabros realmente hubiesen ocupado toda la costa hasta el Pirineo y que, por el Ebro bajasen hasta tocar con los berones de la Rioja, dejando al E. los várdulos, los caristios y los autrigones, de los cuales los dos últimos pueblos vivirí­an en las comarcas interiores, ya no vecinas de los berones. II), que a consecuencia de la guerra cántabra; se redujese el territorio cántabro y se extendiesen los demás pueblos llegando entonces hasta el mar los autrigones y várdulos, así­ como los autrigones por entonces se extenderí­an hacia el S. por el valle del Ebro y La Bureba, lo cual vendrí­a reflejado en los textos de Mela y Plinio que les atribuyen dichos territorios; y III), que posteriormente a Mela y Plinio los caristios bajasen al mar.

Las anteriores hipótesis reconoce Sánchez Albornoz que no se apoyan en ninguna base positiva y también admite la posibilidad de que Cantabria fuese, en un principio un nombre genérico aplicado por los romanos a pueblos más o menos afines étnica y lingí¼í­sticamente y que, un conocimiento más exacto de las modalidades populares del N. de la pení­nsula, en la época en que esta zona fue dominada y organizada, más tarde hiciese concretar dicha denominación a uno solo de los pueblos a quienes antes se aplicó en con junto.

Nosotros creerí­amos que las lagunas en la citación de pueblos en los distintos autores proviene de la falta de conocimiento exacto de la topografí­a étnica del N. de España, excesivamente complicada para ser conocida desde lejos como en los tiempos de Estrabón o para ser indicada de modo completo en las descripciones sumarias de Mela y Plinio. Solo con la guerra cántabra primero y luego con la romanización, fue posible hacerse cargo de la verdadera naturaleza de cada pueblo y de su situación exacta. El argumento exsilentio no es probatorio, por lo cual nosotros dudamos para la mayorí­a de los casos de que hayan existido movimientos de pueblos desde el tiempo de las fuentes de Estrabón a Ptolomeo, ya que es posible que tan solo pueda haber habido falta de citación de tribus pequeñas o falta de atribución de determinados territorios a unos u otros, cuando no se atribuye un mismo territorio a dos pueblos determinados, en cuyo caso podrí­a creerse con razón en la substitución de dominio.

Tan solo en el caso de los cántabros coniscos, vecinos de los berones por el N. en el texto antes citado de Estrabón, podrí­a haber lugar a suponer un cambio que acaso explicase mejor el problema cántabro y la enemistad con los autrigones. Tal vez los coniscos entraron en Cantabria desde la Rioja y ocuparon desde el valle de Miranda la región de Villarcayo y Medina del Pomar, siguiendo hacia las tierras santanderinas antes de que los celtas en su perí­odo de máximo poder de los siglos VI a IV, ocupasen temporalmente dicha región y estableciesen en ella para vigilar posibles intentos de reconquista de los coniscos la fortaleza de Segontia Paramica. En tiempos de la decadencia céltica los coniscos conseguirí­an recuperar su antiguo territorio (época de las fuentes de Estrabón que se basa en Timágenes, escritor precisamente de la época de Augusto y por lo tanto del tiempo de la guerra cántabra) y esto pudo originar los conflictos con los autrigones, que fueron una de las causas de las guerras cántabras, después de las cuales los autrigones recuperaron sus antiguos territorios quitándoselos a los cántabros coniscos. El cambio, sin embargo hay que reducirlo a la región de Villarcayo y Medina del Pomar y todo lo más a un posible avance cántabro hacia el valle de Miranda, con lo que quedarí­a justificado el texto de Estrabón antes mencionado que parece situar cerca de los beronos de la Rioja, por el NO., a los cántabros coniscos, lo que corresponderí­a al estado de cosas anterior a la guerra cántabra, rectificándose a consecuencia de olla y devolviéndose entonces las conquistas de los coniscos a los autrigones que quedaron tal como los describe Ptolomeo. Pero, en tal caso, de ninguna manera hay indicios para suponer a los cántabros en posesión de la zona montañosa del interior de Vasconia y ni siquiera del territorio autrigón del N. de Vizcaya. Todaví­a menos es posible a base de este texto confundir a los autrigones con los cántabros coniscos ni creer cántabros a los autrigones.

 

La naturaleza de los autrigones en relación con la de los cántabros y de los demás pueblos vascos

La supuesta afinidad de cántabros y autrigones ya hemos visto que no puede deducirse del silencio de determinadas fuentes respecto del territorio de estos, para suplir en él a los cántabros. Tampoco puede ser probatorio que, al hablar César de los aquitanos que buscan refuerzos en España, hable de los cántabros que les ayudan, para demostrar que los aquitanos fuesen vecinos de los cántabros y considerar incluí­dos en el grupo cántabro, en este caso, no sólo los autrigones sino también los demás pueblos vascos.
Como ya habí­a establecido el P. Flórez en el siglo XVIII en contra de los «cantabristas »de su tiempo (el P. Larramendi por ejemplo) y cuyos argumentos repiten los modernos partidarios de la identidad de naturaleza (Balparda), la diferenciación esencial entre cántabros y autrigones viene indicada por el hecho de la guerra de cántabros y astures con los romanos, provocada por la enemistad de aquellas tribus con sus vecinas, no sólo los autrigones sino también los turmódigos y berones, afines de los turmódigos. Además, los ataques de los cántabros contra los autrigones se corresponden con la amistad de los autrigones con los romanos, los cuales se sirven del territorio autrigón, lo mismo que de toda la costa vasca para su base de operaciones.
Sánchez Albornoz no cree que la enemistad de cántabros y autrigones pueda probar su diversidad étnica, ya que a veces tribus afines luchan entre sí­ y que, además, como aliados de los cántabros se hallan los astures que tienen una naturaleza étnica distinta de los cántabros. Nosotros, en este caso, creemos muy significativa esta enemistad, puesto que los cántabros luchan con los celtas vecinos o con tribus en í­ntima relación con los celtas como eran los autrigones, en cuyo territorio meridional, como veremos existen abundantes elementos célticos. Esta alianza contra los cántabros produce el efecto de algo más que una rivalidad sin trascendencia y más bien opone grupos compactos de pueblos los unos a los otros: el hecho de que con los autrigones estén aliados los berones y los turmódigos célticos se corresponde con la alianza de los cántabros con los astures, de los cuales los últimos son montañeses que se hallan dentro del cí­rculo de acción de los cántabros, así­ como los autrigones van juntos con los demás pueblos vascos y con los celtas del alto Ebro.

Establecido el contraste entre cántabros y autrigones, parece lógico suponer, con Campión y otros a los autrigones afines en general a los demás grupos vascos. En todo caso si contení­an algún elemento extraño éste no era el cántabro, sino el celta, como veremos, aunque sea difí­cil admitir su definitiva celtización. Lo que se deba pensar de la posibilidad de matices célticos de los autrigones ya lo veremos más adelante. Aquí­, de momento nos interesa, además de recoger los argumentos mencionados que hacen imposible la identificación de cántabros y autrigones, sin perjuicio de posibles movimientos cántabros, apuntados en la región de Villarcayo, insistir en que los argumentos contra un cierto basquismo de los autrigones no son de peso. El carácter no ibérico de los vascos y la supervivencia en ellos de los pueblos pirenaicos del eneolí­tico la hemos deducido de la topografí­a arqueológica de la cultura pirenaica y particularmente de la antropologí­a de los restos humanos pirenaicos que según Aranzadi entran de lleno en el tipo antropológico vasco (raza pirenaica occidental) bien distinto del de los demás pueblos peninsulares con parentesco ibérico. Y la cultura pirenaica se extendió también por el territorio de los autrigones, por lo menos por la parte montañosa del Este de Vizcaya, lo que da también una base positiva para admitir la existencia de un núcleo étnico vasco en el territorio autrigón.

Con este problema no tienen nada que ver el de la lengua vasca y de sus posibles afinidades o elementos ibéricos, si es que los filólogos los encuentran. Son dos problemas independientes. Incluso si resultase que el vasco es una lengua totalmente ibérica, ello no probarí­a que los vascos sean iberos, pues habrí­an podido adoptar la lengua en el transcurso de los siglos y a consecuencia de la relación con los iberos, o con sus antepasados desde el eneolí­tico en que la cultura almeriense de los últimos rozó los lí­mites de los pueblos pirenaicos. Los filólogos están además muy lejos de explicar satisfactoriamente la filiación del vasco y por lo tanto es muy difí­cil aquí­ operar con materiales lingí¼í­sticos.

Por otra parte y en cuanto al problema de los autrigones, se ha hecho argumento contra su carácter vasco del retroceso de la lengua vasca en Autrigonia. Esto no puede ser motivo para negar el carácter vasco a su pueblo, como tampoco lo serí­a para negarlo a Navarra el retroceso semejante que allí­ se comprueba, ya que es un fenómeno general en toda la periferia vasca, y que tanto en Vizcaya como en Navarra, en Alava abunda la toponimia vasca. La abundancia de toponimia semejante en el Alto Aragón y aun en Cataluña, demuestra claramente que el grupo de pueblos afines pirenaicos, con más o menos mezclas y matices en la periferia de su territorio, ha ido borrando su personalidad que quedó solo intacta en la zona más abrupta de Vasconia, propia para el arrinconamiento y no se modificó en las zonas más abiertas por mezcla o por influencia.

 

Los elementos célticos entre los pueblos del grupo vasco

La filologí­a parece atestiguarnos la extensión de elementos lingí¼í­sticos celtas en distintos lugares del Paí­s Vasco, especialmente a lo largo del camino de Pamplona a la Bureva y muy particular mente entre los autrigones a través de Pancorbo y desde esta base en distintos lugares hacia el N. Estos nombres se relacionan con los que ofrecen en abundancia los berones y turmódigos vecinos, y a éstos ya sin duda hay que considerarlos como verdaderos celtas.

Entre los autrigones tienen indudable carácter céltico las si guientes ciudades: ante todo las dos que dominan el desfiladero de Pancorbo: Deobriga Puentelarrá, en el lugar en que el camino cruza el Ebro y el punto de partida para embocar la subida en dirección a Orduña, así­ como Vindelia -Santa Marí­a de Ribarredonda vigilando la salida del desfiladero en la Bureva, y además, Segisamuncu lum – Cerezo de rí­o Tirón;en la montaña, al N. del Ebro con seguridad Segontia Paramica -Cigí¼enza del Paramo en la región de Villarcayo y (si fuese realmente un nombre céltico, aunque Meyer Luebke lo duda) Uxama Barca -Osma de Valdegovia en el camino de Puentelarrá a Orduña y Bilbao. De estos nombres Deobriga equivale a Devobriga: castillo de los dioses y de él es un diminutivo Deobrigula la ciudad de los turmódigos vecinos de los autrigones, Vindelia está formada con el tema vindelo- que aparece en el nombre de la tribu céltica de los vindelicios de Wurtemberg y Baviera y deriva del adjetivo céltico vindo (blanco, bueno, feliz) y Segisa munculum es diminutivo de Segisamum, también ciudad de los turmódigos y a su vez derivado de Segisama formado con el tema céltico sego- (acto de alcanzar un objetivo, de triunfar o vencer) y con el final céltico -ama, estando formado el nombre de Segontia Paramica con el mismo tema sego-. Está también formado con sufijo céltico el nombre de Flaviobriga en la costa autrigona, pero siendo una fundación romana de carácter militar en la que pudieron inter venir soldados celtas que podí­an no ser precisamente del paí­s y que fuesen los que le diesen el nombre céltico de fortaleza (briga) como se hizo en el caso de Reinosa (Juliobriga), independientemente de la gente del paí­s, el caso de Flaviobriga se supone habitualmente que no prueba nada respecto del carácter de éste.

Entre los caristios es céltico el nombre de Suessatium-Zuazo, que hay que comparar con el pueblo de los suessiones de Soissons en la Galia. En territorio várdulo lo es el nombre del rí­o Deva (rí­o de los dioses).

Para D ‘Arbois de Jubainville serí­a céltico el nombre de los autrigones, formado con el sufijo ones que compara con el de los nombres de tribus célticas como los senones, lingones, etc. En tal caso lo serí­a también el de los vecinos de los autrigones, los origeviones y estarí­a también formado con un sufijo céltico el propio nombre de los vascones que a la raí­z indí­gena (-vasc, ausc- eusc-) agregarí­a el sufijo céltico -ones. En España hay también otros pueblos célticos o celtizados que lo tienen como los berones, los celtí­beros pelendones y lusones y los astures lungones. En cambio lo tiene el pueblo de los ilercavones de la costa que no tiene ningún elemento céltico, lo cual no prueba naturalmente que en los demás el sufijo no pueda serlo. En cuanto al nombre de los autrigones hay que notar también que su primera parte, que en un texto tardí­o (Liber generationis del siglo IV) aparece en la forma autricones, con c, puede compararse con el de la ciudad Autraca de los turmódigos y con el del rí­o vecino Autura-Odra.

Sea lo que sea que se deba deducir del nombre de los autrigones y de los origeviones, el hecho es que las comarcas estratégicas que dominan los caminos de penetración en la zona montañosa así­ como el camino a través de la llanada de Alava y el de la Meseta están vigilados por ciudades de nombre céltico, lo mismo que los vecinos de los autrigones tanto por el Ebro (Rioja) como por las llanuras burgalesas, son celtas: así­ de los berones, dice Estrabón taxativamente que lo son y el carácter céltico de los turmódigos viene confirmado por la abundancia de nombres célticos de sus ciudades (Deobriguia-Tardajos, Segisamum-Sasamón, Segisama-Julia hacia Villadiego, Auca cerca de Burgos) y acaso por el mismo nombre del pueblo, pues en la ciudad de Turmogum-Garrovillas de Alconétar perteneciente a los lusitanos en Extremadura, pero en territorio ocupado anteriormente por los celtas, parece reconocerse el mismo nombre de los turmogos o turmódigos. Estos además no son calificado: de ninguna otra manera por las fuentes y viven en el lugar estratégico de penetración en la Meseta y en el punto de partida de la expansión céltica hacia Occidente.
La intensidad de la celtización de la parte meridional del territorio de los autrigones y Saristios, que parece ir en aumento a medida que nos aproximamos a la Bureva y por tanto al enlace con la Meseta propiamente dicha o sea al territorio de los turmódigos y vacceos, hace pensar que un tiempo dominaron los celtas no sólo el camino de la Rioja a Burgos, sino también el de Pamplona-Vitoria-Pancorbo-Bureva.

¿Quiere decir esto que los autrigones y origeviones y los demás pueblos de la época romana, como los vascones, várdulos y caristios sean celtas? Creemos que no y que debe mantenerse en la gran masa de su pueblo su carácter indí­gena. Los elementos célticos en cuestión, representados por nombres de lugar en sus posiciones estratégicas, alguna señalando claramente una estación militar como Deobriga, harí­an creer tan solo en un dominio en el momento de la ocupación o de la fortaleza máxima del pueblo celta, que habrí­a dejado intacto bajo los dominadores el elemento indí­gena que resurge así­ que la fuerza de aquéllos se debilita, sobre todo al ser favorecido por los romanos que se apoyan principalmente en él y que tienen en general interés en debilitar todaví­a más a los celtas. Más tarde todos estos pueblos, especialmente los vascones, várdulos y caristios representan tan solo el elemento indí­gena y los propios autrigones, si bien se ha discutido si pertenecen a los grupos vascos o al de los cántabros, hallándose en la zona fronteriza, producen más bien el efecto de indí­genas que de celtas, estando arraigado el carácter vasco en muchas de sus cosas, especialmente en la lengua en buena parte de su territorio, aunque pudieron haber sido celtizados con más intensidad que los demás pueblos vascos.

El dominio céltico de la parte meridional del territorio de esta tribu podrí­a atribuirse a los mismos turmódigos a los cuales van a parar las ví­as de comunicación a través de la Bureva o habrí­a que reconstruir aquí­ otra tribu céltica cuyo nombre se haya perdido. Serí­an, si realmente se confirmase su carácter céltico, los autrigones los representantes del dominio céltico de tales comarcas? Es imposible resolver estos problemas por falta de datos seguros, ya que éstos comienzan tan sólo cuando el lí­mite extremo del dominio céltico parece haber retrocedido hasta los Montes de Oca.

En el territorio de los vascones, las ciudades antiguas no parecen tener nombres célticos y, si el sufijo -ones fuese realmente céltico, éste no serí­a suficiente para admitir una celtización de los vascones que parecen lo más tí­picos representantes del grupo vasco; pero no hay que olvidar también que en su territorio no dejan de aparecer elementos célticos. Así­ cerca de Pamplona, en el lugar estratégico de cruce de los caminos de la expansión céltica, se conoce la necrópolis posthallstattica de Echauri, sin duda céltica y en la toponimia moderna aparece al E. de Pamplona el nombre de Navardún en la parte montañosa de la provincia de Zaragoza, pero desde luego en í­ntima relación con el territorio de Navarra. Este aparece formado con el elemento céltico -dunum (fortaleza), el cual acaso represente un momento de dominio de este territorio y es además un testimonio de la existencia de los navarros antes de que las fuentes los citen, ya que vendrí­a a significar: fortaleza de los navarros, siendo un caso parecido a Conimbriga (cerca de Coimbra) en Portugal que, parece indicar una fortaleza céltica en el territorio de los conios arrinconados luego mucho más al S. En esta misma región de la provincia de Zaragoza se halla el nombre moderno de Gallipienzo y en la comarca de Jaca, antes de llegar a ella y en el camino que viene de Navarra el nombre de Berdún (Virodunum, como el Verdun de Francia, formado con viria brazalete y dunum fortaleza). Todo ello indica la presencia de elementos célticos al NE. del Ebro, que son más numerosas de lo que parecerí­a a primera vista y que van a perderse en el territorio considerado normalmente por las fuentes como ibérico, llenando todo el N. del Ebro en Aragón: el rí­o Gállego (Gallicus), la ciudad de Gallicum (San Mateo de Gállego) y el Forum Gallorum (Gurrea) citados por los itinerarios en territorio ilergeta, así­ como junto al Ebro, en territorio edetano, Gallur al N. de Zaragoza y Octogesa (Mequinenza).

Autor: Pedro Bosch Gimpera

2 Comentarios

  1. Deobriguense

    Deobriga no es Puentelarrá, es Arce. Eso hay que corregirlo. Saludos.

  2. Ezagutu Barakaldo

    El artí­culo, firmado por Bosch Gimpera, así­ lo afirma. Cierto es que no responde a la opinión mayoritaria que lo ubica, como bien dice «Deobrigense», en Arce-Mirapérez, especialmente tras los últimos estudios arqueológicos de finales del siglo XX e inicios del XXI.

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