Antecedentes de la gran siderurgia vasca (1884-1880) (V)
NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN.
La erección de la fábrica barakaldesa no supuso el cierre de La Merced de Guriezo, no obstante. Esta no era, ni mucho menos, un establecimiento siderúrgico cualquiera sino una fábrica moderna, de carácter enteramente civil, muy avanzada técnicamente en su creación y pionera en el panorama fabril español.
Además, en ella se probaron algunas de las tecnologías que más tarde se pondrían en marcha en Barakaldo, entre ellas la elección del tipo de hornos que se utilizarían en la factoría vizcaína.
En 1855 Henry Bessemer había inventado un sistema para la conversión de hierro en acero sin necesidad de utilizar combustible que revolucionó el mundo industrial. Consistía en introducir una corriente de aire a presión en un convertidor, quemando las impurezas y eliminando el carbono. Las primeras pruebas se hicieron en los talleres de Sheffield (Inglaterra) el 25 de septiembre del mismo año y a los ensayos asistieron José María Ybarra, el hermano más pequeño de la familia, José Vilallonga, socio de la Compañía Ybarra, y una docena de curiosos.
El sistema, en un principio, originó una serie de recelos entre los industriales debido a que solo daba buenos resultados si el hierro introducido en el convertidor estaba fabricado con mineral bajo en fósforo, características que solo se daban en Suecia y en la cuenca minera vizcaína. Aun así, tras las pruebas se firmó un contrato en que los ingleses se comprometían a solicitar el privilegio de invención en España por un periodo de quince años, garantizando la asistencia técnica necesaria a los que instalasen los hornos. El 31 de diciembre de 1856, el gobierno concedió a los Ybarra el privilegio de introducción del sistema por cinco años, mientras que el de invención llegaría el 31 de agosto de 1857.
Bessemer envió al puerto de Bilbao su famosa máquina convertidora en diciembre de 1857, trasladándola a la fábrica de Guriezo donde se realizaron los ensayos el 27 de diciembre de 1857, al parecer con éxito. Fueron los primeros en España y quizás de la Europa continental.
Los ensayos se volvieron a repetir el 6 de febrero de 1858 pero, finalmente, los Ybarra decidieron abandonaron el acuerdo que tenían con Bessemer, decantándose por la utilización de hornos Chenot en Barakaldo.
La relación entre los Ybarra y Henry Bessemer ha sido un tema bien estudiado por los historiadores Emiliano Fernandez de Pinedo y Pablo Díaz Morlán, indicando este último que los Ybarra perdieron dos oportunidades de instalarlos en su factoría, la primera la mencionada de 1858 y la segunda en la década de los 60, en esta ocasión por la falta de ayuda del Estado ante la competencia extranjera en lo concerniente a la fabricación de material ferroviario. Tardarían 30 años más en llegar a instalarlos en Barakaldo.
La Merced siguió en funcionamiento, por tanto, tras la fundación en 1855 de Nuestra Señora del Carmen y en 1866 era su director Francisco Maortua, otro empleado más traído por los Ybarra desde las comarcas vizcaínas de tradición ferrona.
Gracias a este personaje conocemos algunas características de la fábrica. A preguntas realizadas por la Comisión creada por el Gobierno de la época -Real decreto de 10 de noviembre de 1865-para conocer el estado de la siderurgia española y que se publicó dos años más tarde, en 1867, Maortua contestaba lo siguiente: “Que la fábrica disponía entonces de un alto horno que recibía el viento de pistones movidos por una rueda hidráulica de fuerza de 20 caballos. Tenía además toda la herramienta propia de un horno alto, incluso un gran pescante, y además había tenido tres hornos de pudlers y dos de calentar, así como dos martillos y dos trenes de cilindros para trasformar en hierro maleable en barras toda la producción de su horno alto.
Que la fábrica había renunciado hacía algunos años a trasformar el hierro colado en hierro dulce renunciando al afinado y pudelado, dedicándose casi exclusivamente a la
producción de lingote.
Que las instalaciones se completaban con la represa del río Agüera y canales de entrada y salida de aguas; carboneras para contener el carbón de un año, almacenes de productos, edificios para oficinas y viviendas de empleados, Iglesia, etc.
Que se surtía del mineral de hierro procedente de las minas propias de Salta Caballo, jurisdicción de Mioño, mientras que el fundente y el carbón vegetal se sacaban del entorno próximo del valle de Guriezo.
Que producían alrededor de 70 quintales al día de hierro colado en lingotes cuando la fábrica funcionaba.
Que el costo de fabricación por quintal métrico de lingote era de 55, 80 reales.: sumados el coste de los minerales, fundente, carbón vegetal, mano de obra y gastos generales.
Que el lingote de superior calidad se vendía al establecimiento nacional de Trubia para la fabricación de cañones de artillería, y lo demás se destinaba a la fábrica del Carmen de Barakaldo, donde lo reducían a hierro en barras.
Que anteriormente se había empleado también este lingote para fabricar objetos moldeados de todas clases, ya recibiéndole directamente del alto horno, o de cubilotes; y que se podría volver a hacer lo mismo con beneficio, principalmente en la fabricación de tuberías para conducción de aguas y gases si hubiera pedidos importantes.
Que el número de obreros que se empleaban en La Merced era de 24 hombres entre fundidores, herreros, carpinteros y peones: sus jornales eran desde 6 hasta 18 reales y por término medio 11 reales diarios, haciendo todo el trabajo de fundición á jornal.
Que la factoría poseía medios propios para reparar sus averías, y que toda la maquinaria que tenía para manipular el hierro dulce había sido fabricada en el mismo establecimiento.
Que los caminos de acceso por los que había que transportar el mineral que llegaba en barcazas desde las minas de Salta Caballo y por donde se expedían sus productos; es decir, desde la zona mareable del río Agüera hasta la fábrica, estaban siempre en un estado lamentable.”
Maortua también instaba al Gobierno a que se suprimieran los derechos aduaneros sobre el coque para sustituir en todo o en parte el carbón vegetal y que, por otra parte, les dispensara medidas proteccionistas como venían haciéndolo en Francia y otros países europeos con sus productos siderúrgicos.
De hecho, La Merced siempre tuvo problemas con su rendimiento pues su producción era insignificante comparado con la fábrica de Barakaldo, manteniéndose abierta básicamente por la extraordinaria calidad de sus hierros, como relataba Pablo Alzola en 1896.
Al empezar el siglo XX su mercado estaba, sobre todo, entre los fabricantes de armas como la Fábrica Nacional de Artillería de Trubia y la compañía belga H. Fleming de Bruselas y otras como la Sociedad Aurrera de Eibar, la Cerrajera Guipuzcoana y la Industrial Alavesa (AMAG).
Pero el desarrollo de la industria siderometalúrgica llevó a los Ybarra a vender la fábrica en 1899. Unos años antes, en 1882, la familia había iniciado un proceso de modernización de sus industrias siderúrgicas creando la Sociedad Altos Hornos de Bilbao (AHB), una de las que daría origen más tarde a Altos Hornos de Vizcaya. En este proceso de renovación decidió deshacerse de La Merced liquidando no sólo la fábrica sino la casa-torre con bolera y frutales, un molino para escoria, los hornos altos, la electra con
su dinamo, diversa maquinaria y otras propiedades.
La fábrica estuvo hasta 1918 en manos de la familia Gutiérrez Gil, último gran momento productivo coincidente con los años de la I Guerra Mundial. A su finalización, La Basconia de Basauri se hizo cargo de la fábrica para que le surtiese de lingote al carbón vegetal. Finalmente, pasada la Guerra Civil, las instalaciones se desmantelaron convirtiéndose la propiedad en una vaquería.
Miguel Ángel Martínez Vítores
José Eugenio Villar Ibáñez
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