El Puente del Diablo (Leyenda)
El puente es una de las construcciones sobresalientes por sus peculiares características, como es la de unir dos márgenes, rompiendo el aislamiento a que da lugar una corriente de agua entre ambas orillas. Difícilmente se atribuye en el imaginario a una obra humana sino sobrehumana, y ha generado un gran número de leyendas, casi siempre relacionadas con poderes malignos, por violar
el presunto “orden natural”.
El puente medieval de Kastrexana, que atraviesa el río Kadagua a la altura del barrio de su mismo nombre, se halla en la ruta de la Costa del Camino de Santiago290, y está cimentado en las riberas de Barakaldo y de Bilbao; dejando paso al río en el lugar de Urgozo, donde el agua dulce se mezcla con la salada en las mareas vivas. De gran tamaño y altura, está construido en piedra arenisca, con un aparejo de sillería algo irregular. Se trata de un puente airoso, de un solo arco de medio punto,
cuyos estribos se apoyan en las márgenes rocosas del Kadagua. Conjuga un gran valor histórico, con otros dos: arquitectónico y simbólico.
Aunque no se conoce la fecha exacta de su construcción, parece ser de finales del siglo XIV o principios del XV, realizada por el maestro Pedro Ortiz, de Lekeitio, tal vez hacia 1436. Si constituye uno de los elementos más significativos del patrimonio material de la Anteiglesia, no es menor su contribución como referente del patrimonio inmaterial en la cultura popular.
Las leyendas vinculadas a su construcción, atribuida al Diablo o a las brujas, lo convierten en un cronotopos local; es, por lo tanto, de cualidad identitaria endógena. Este puente, unido al santuario de Santa Águeda por una antigua calzada, forma parte de un ámbito que epifanías del imaginario popular pueblan de brujas, aparecidos, rituales de religiosidad popular y exaltación festiva del nosotros. En suma, es uno de los monumentos a la comunidad misma, símbolo de ella y catalizador de su memoria colectiva.
Como en muchas obras monumentales, diversas variantes de una misma leyenda se han ido entretejiendo en torno a este puente de Kastrexana. Pertenecen al tipo legendario de los “puentes del Diablo”, cuya construcción se atribuye a éste. Ciclo narrativo folclórico común al acervo cultural de todo el occidente europeo y de Hispanoamérica, que se repite en muy distintos ámbitos territoriales con distintas variantes, y que imputan la construcción del respectivo puente al Diablo, a las hadas, lamias, brujas, u otros personajes legendarios.
Concurren aquí diversas razones; una de ellas es que para el imaginario popular antiguo y medieval, cualquier monumento de importancia parece irrealizable para los humanos, es de origen
sobrenatural e imputado a diversos númenes. Así sucede en la cultura popular vasca, cuyo imaginario atribuye la construcción de dólmenes, castillos, iglesias, casas y puentes a lamias, brujas, jentiles, mairus (moros) o al propio Diablo. Sébillot avanza la hipótesis de que las divinidades o númenes paganos antiguos objeto del requerimiento fueron simplificadas por el cristianismo reduciéndolas a un solo ser maligno: el Diablo.
Por otra parte, el hecho de construir sobre un curso de agua debió provocar temores supersticiosos, exigiendo su petición un tributo a pagar al Diablo -el alma del peticionario-; un eco de las antiguas ofrendas destinadas a aplacar a los númenes acuáticos. El propio arquetipo del puente como lugar de paso representa el tránsito de esta vida a la otra, el momento de la muerte en el que las fuerzas del Bien y del Mal, de lo diurno y de lo nocturno, luchan por llevarse el alma del difunto. Esta escisión maniquea, instaurada por el cristianismo, vincula los puentes con una serie de leyendas diabólicas en la cultura oral popular. Satán y/o sus siervas las brujas construyen puentes y, cuando intervienen las brujas, hacen de los mismos puntos de convocatoria para sus aquelarres.
Todo puente es liminal por su propia condición, ya que comunica dos orillas, metafóricamente dos estados del ser y, en este caso, el espacio del nosotros de la propia comunidad local con su delimitación, con el espacio de los otros y lo supraterritorial. La leyenda se ubica espacialmente con preferencia en estos territorios liminales, al tiempo que cronológicamente se asocia con la memoria colectiva mediante la que un grupo se representa su pasado.
En muy diversos ámbitos se repite la citada leyenda con algunas variantes. Según dichas leyendas estos puentes fueron construidos por el Diablo, quien ofrecía al peticionario por un motivo apremiante fabricar la infraestructura del puente a cambio de su alma.
El demonio debía finalizar su trabajo durante la noche, antes del canto del gallo o al amanecer. Pese a caer en la tentación y avenirse al acuerdo, el mortal siempre se las ingenia para engañarle, evitando de este modo su condenación eterna, pero consiguiendo que el Maligno finalice la obra, total o prácticamente. Alguien -en nuestro caso de Kastrexana una joven- promete su alma al Diablo a cambio de que le construya un puente sobre el caudaloso río Kadagua; pero éste no puede concluir su obra nocturna antes del primer canto del gallo, dejando la obra a falta de una piedra. En ocasiones son las brujas, las lamias o los moros (númenes) quienes sustituyen al Diablo.
En Euskal Herria se halla muy extendido este ciclo de los puentes del Diablo. En Gipuzkoa los encontramos en Azelain (Sorabilla), Urkulu (Gatzaga), o Eskoriatza, Torreauzo de Oñati; así como el de Kastrexana en Bizkaia. En Navarra en la Foz de Lumbier. En la zona oriental de Iparralde se atribuye a las lamias el papel de constructoras, como en los puentes de Ebrain (Bidarrai) o Arroza y en el suletino de Ligi-Atherei.
Los puentes del Diablo y su tipología legendaria se extienden de forma muy similar por ambas vertientes de los Pirineos. El cuento perdura en la memoria popular de Navarra (Foz de Lumbier); Béarn, Orthez, Bigorre, Comminges, Ariège y Roussillon. Asimismo, se atribuyen al Diablo los puentes de Saint-Cloud (París), Sommeil (Bruselas) y Schellenen (Suiza), según Collin de Plancy. Pero también en Cataluña y Aragón. Lo propio acontece en Galicia, en toda la Península Ibérica y en el occidente europeo e Hispanoamérica. En todos los casos está presente “la escisión instaurada por el cristianismo entre las fuerzas diurnas del Bien y las nocturnas del Mal, y la difusión de un ciclo narrativo folklórico fundado en el tema del diablo engañado”.
Una curiosa variante de este ciclo legendario es la conocida tradición segoviana relativa a la construcción del acueducto, conducción hidráulica morfológicamente semejante a un puente. Incluso en algunas versiones se le denomina Puente del Diablo o Puente de Segovia. La persistencia en el imaginario popular de esta función y forma es tan grande que al puente sobre el río Ibaizabal más el viaducto de Atxitxueta, construido éste en 1962 para canalizar el agua desde el monte hasta Durango, se les conoce en castellano como Puente del Diablo. Catalogado el conjunto como bien protegido por la Corporación Municipal, está previsto su traslado al parque de Zuhatzola.
En cada uno de los cuentos o leyendas respectivas el personaje del Diablo es presentado escuetamente a través de su nombre y en figura humana de estilo caballeresco, más próximo al daimon o demonio que al Satanás eclesial. En la mayor parte de los relatos los protagonistas son seres marginales forzados por dificultades insuperables a ofrecerle su alma a cambio de una prestación, pero engañado como un simple finalmente por quien adquiere el carácter de héroe o heroína, no exento de perfiles serviles.
(LEYENDAS BARAKALDARRAS (KOBIE,Anejo 22)
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