Encartaciones de Bizkaia: La ruptura impuesta
En el gráfico del artículo anterior ofrecíamos una imagen de lo que pudo ser en tiempos de la colonización romana el espacio ocupado por el pueblo autrigón, posiblemente -así lo exponen algunas teorías-, uno de los tres que componían la tribu de los bárdulos. Sea como fuere, el territorio que los autrigones ocupaban en aquel tiempo parece estar bastante claro y la mayor parte de los historiadores están de acuerdo en que los límites eran, por el Norte, la desembocadura del Nervión-Ibaizabal hasta el Asón, y por el Sur la tierra más allá del Ebro, ocupando la Bureba.
Se trata de un territorio que está, a día de hoy, totalmente desmembrado, repartido en cuatro provincias o comunidades y, en gran parte, fuera de su entronque natural y, lo que es más grave, todo ello en contra de la voluntad de sus habitantes.
El reparto del territorio autrigón ha dado lugar a varias comarcas: Asón-Agí¼era y Costa Oriental, en Cantabria; las Encartaciones, en Bizkaia; el valle de Aiala y los valles alaveses en Araba; las Merindades, la Bureba y la comarca del Ebro, en Castilla-León; y una parte de la comarca de Haro, en La Rioja. Un mosaico incomprensible y antinatural, cuya razón de ser histórica habría que buscarla en la existencia de señoríos particulares que mostraron un interés especial por «sacar» estos lugares de la órbita de Bizkaia.
Así, nos encontramos con situaciones absurdas, de lugares física e históricamente ligados a la Comunidad Autónoma Vasca y que a día de hoy se cuentan en otras provincias. Veamos algunos casos:
El valle de Villaverde fue señorío de la casa de Avellaneda, quien lo vendió en el año 1440 a la de Velasco. Esta última lo sacó del corregimiento de las Encartaciones, al que pertenecía, para incluirlo en un corregimiento propio, junto con los valles de Soba y Ruesga.
La misma casa de Velasco (recordemos que se trata de la de los poderosos condestables de Castilla), sacó a la villa de Castro Urdiales fuera del ámbito de Bizkaia en el año 1471.
Treviño fue conquistado al reino de Navarra en el año 1200 por Alfonso VIII, quien lo integró en el reino de Castilla. En 1366 el rey Enrique II concedió el señorío a Pedro Manrique con lo que se transmitió en esta familia, como feudo particular, generación tras generación. Las numerosas peticiones de integración a Araba tanto de Treviño como de la Puebla de Arganzón han sido siempre desestimadas.
El valle de Orozko estuvo sujeto al señorío de la casa de Aiala hasta que, en el año 1740, junto con Laudio, logró, tras un costoso y largo proceso judicial, integrarse en Bizkaia.
Los aforados de Moneo y los de Losa consiguieron integrase en Bizkaia, y fueron incluidos en su jurisdicción natural, el corregimiento de Avellaneda. Sin embargo, fueron sacados de ella y se da el caso curioso de que el «Diccionario Geográfico-Estadístico de España y Portugal» designa a estos pueblos con el nombre de «desaforados», por razón de haber perdido sus «fueros de provincia» a comienzos del siglo XVIII.
El valle de Mena fue conquistado en 1072 por Alfonso VI, quien lo incorporó a Castilla. A pesar de la voluntad expresada por sus vecinos no consiguió integrarse en Bizkaia en sus intentos de los años 1833 y 1924.
Parte de los pueblos situados al Este del Asón, como Colindres y Limpias, se reintegraron a Bizkaia en 1740, aunque por breve tiempo.
Un caso distinto es el del valle de Barakaldo, que decidió sumarse al Señorío de Bizkaia y lo logró en el año 1366, por concesión del conde don Tello.
Como vemos, por unas u otras razones, el territorio autrigón está completamente roto. Desgraciadamente su reunificación no depende de la voluntad de sus habitantes, expresada ya en varias ocasiones, sino en la decisión de las Instituciones, y éstas, según parece, no están por la labor de facilitarlo. De esta manera se consolida el hecho de que la decisión de aquellos señores feudales que hemos señalado más arriba sigue contando, todavía hoy, más que la de todo un pueblo.
Goyo Bañales
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