Saratxo y su entorno
El día 20 de enero, festividad de San Sebastián, se conmemora con romería en su ermita del somo de Saratxo. Esta pequeña barriada, perteneciente al municipio de Güeñes, está situada a 393 m. de altura y a tan sólo 500 m. de distancia de mojón de la Cruz de Bakuna, muga con el de Barakaldo y divisoria de aguas puesto que Saratxo, pese a sus intensas relaciones con la del Castaños, se ubica en la del Cadagua. Por su situación intersticial entre los montes de Ganeroitz/Apuko (561 m.) y Eretza (871 m.), metas preferentes de los montañeros baracaldeses, Saratxo se convirtió en un hito frecuentado por éstos. La fiesta profana continuará celebrándose durante algunos años más en esta campa. Así lo evidencia la inclusión de Santa Lucía y su repetición como dos de las actuaciones festivas de la Banda de Música, vespertina y nocturna respectivamente, en el calendario que la Comisión de Policía elabora en 1946. Se habló incluso de reedificar la ermita, pero la propiedad privada de los terrenos frenó este proyecto.
Como huella material de la sociedad protohistórica, todo el entorno de Saratxo constituye la “estación pastoril” de Eretza, en la que se han localizado hasta diez posibles asentamientos, seis dólmenes y túmulos y, ya cerca del barrio, el doble cronlech de Kanpazaulo (522 m.), el depósito de hachas de cobre de Los Cotarros-Basigorta en 1953, y yacimientos en cuevas, sobre todo en la de peña Rotxe o Tellitu En esta zona kárstica existen cuevas –como la del Llanillo-, que llegan hasta el mar por Ontón (Castro Urdiales), según el imaginario popular, que también asigna la función de asiento de los sados a las piedras del cronlech de Kanpazaulo. El vecindario de Saratxo se dedicó básicamente a la agricultura, como lo denotan los caleros existentes en 1778; pero también al carboneo y a la siderurgia tradicional. En 1960 se catalogaron más de 40 ferrerías de ladera –de aire o haizeolak- e hidraúlicas en la cuenca alta del Castaños, muchas de ellas simples acumulaciones de escorias de mineral. Según un inventario más reciente y riguroso, existen veintisiete restos de haizeolak en los Montes de Triano. Su proximidad al núcleo de El Regato –y en particular a la barriada de Tellitu- con cuyo vecindario comparten los de Saratxo un mismo estilo de vida, determinó su inclusión en un ámbito de endogamia; muchos regateños son oriundos y/o están emparentados con vecinos de aquí. Al finalizar el siglo XVIII parte el vecindario de Saratxo dependía eclesiásticamente de las iglesias anejas de San Miguel de Lakabex, y de San Pedro de La Quadra, pero más adelante sólo de la primera de ellas. Este barrio constaba en 1860 de 6 casas más el edificio inhabitado de la ermita. Casas que eran bendecidas antes de que comenzaran a vivir en ellas sus inquilinos. Ocho hacia 1960, dos de las actuales casas, los de Basigorta y Ajaiaga, están algo separadas del núcleo; conformado por las cinco restantes, más la ermita, un edificio para el ganado estabulado y una txabola que sirvió como horno de pan. Los grupos domésticos de Saratxo se dedicaron a actividades agropecuarias. Además del ganado –vacuno y lanar- sembraban trigo, cuya trilla tenía lugar en la Campa de la Era, y elaboraban un txakoli tinto muy apreciado por montañeros y excursionistas. La buena relación existente con Castaños y Tellitu hizo que los vecinos de estos tres somos practicasen la ayuda mutua en trabajos agrarios, como la siega de a hierba y la recolección de castañas. Las mujeres llevaban su vendeja al mercado de Portugalete, a través del camino a Santa Águeda. Pero, a partir de 1955, los vecinos fueron abandonando una aldea carente de los equipamientos más básicos: en su mayoría para establecerse en Zaramillo, y también en La Quadra. Actualmente en Saratxo existe una explotación ganadera, en la que residen dos trabajadores; la luz eléctrica y el teléfono se instalaron a finales de 1996, y por entonces se estableció una familia de oriundos del lugar. Existe un camino que une Saratxo con El Regato por Tellitu, el de las Negras, y otro que se abre paso entre los bortales que aún cubren estas laderas, a través del Pantano Viejo. Por aquí pasaba, y pasa, el tradicional “Camino de los Galdameses”, que unía Galdames con Burceña. Pero, desde 1926, la vía principal de acceso a Saratxo es la carretera –empedrada y después hormigonada- que desde Zaramillo y Las Caserías, con un ramal a Lazkao, conduce hasta la aldea, a la izquierda de la gran cantera junto al caserío de Andaroleta, flanqueada por castaños y pinares a lo largo de sus 3 km. A partir de la misma, una red de pistas forestales conecta con Burzako y Peñas Negras, a través de las laderas de Eretza, Ganeran y Pico Mayor; y con El Regato, Tellitu, Zamundi y Santa Águeda mediante otras en las estribaciones de Ganeroitz/Apuko, Peñas Blancas, Sasiburu y Arroletza. Si en lo eclesiástico Saratxo perteneció al ámbito de La Quadra, sociológicamente se asocia con el núcleo de Zaramillo, barrio minero y después obrero surgido con la industrialización a orillas del Kadagua; donde apareció tempranamente el socialismo, y más tarde el comunismo, mayoritario tras su escisión del tronco socialista. La histórica hegemonía de los colectivos de izquierda deja paso, tras la restauración democrática, a la del nacionalismo; cuyas diferentes familias ejercerán un decisivo papel como grupos para el ritual de la romería de San Sebastián de Saratxo. Este barrio de Zaramillo, con identidad local consolidada, compartió asociaciones, vida cotidiana e incluso denominación con la barriada baracaldesa después singularizada como La Venta, de la que le separa el puente sobre el Cadagua. Adscrito a la parroquia y festividad de San Pedro de La Quadra (Güeñes), aunque sus vecinos asistían a misa en Arbuio, en 1966 se dota de la nueva iglesia parroquial de La Magdalena. Las fechas de sus fiestas patronales tienen como referente a esta advocación, pero conservan la primitiva denominación de San Queremos, recibida a partir de su inicio hacia 1945, y expresiva de la capacidad volitiva de un barrio consciente de su identidad local. Fiestas muy concurridas por el vecindario de las barriadas alonsotegiarras de La Venta, Arbuio, Aldanondo y el propio Alonsotegi; quienes también participan en la romería de Saratxo. Saratxo padeció los desmanes del bandolerismo que siguió a la última guerra carlista, finalizada en 1876. Poco después, la barriada ocupa el centro geográfico del yacimiento minero correspondiente al grupo de Güeñes, tardíamente demarcado e integrado por más doce concesiones a finales del siglo XIX. La industrialización determinó una transitoria transformación de la aldea, con la llegada de más de 80 mineros, albergados en dos barracones de madera y para los que se habilitó una bodeguilla. Muchos de ellos comían en alguna de las casas de Saratxo, particularmente en la de un capataz de estas minas, Cesáreo Boricón. Clausuradas las explotaciones, la aldea recupera su aspecto tradicional, percibido en clave de égloga por la mirada del excursionista baracaldés o portugalujo: “Y hemos llegado a Saracho jinetes del rústico puente que salva el abismo. La ermita y la plaza son tan diminutas, que esta aldea parece la habiten enanos. Cinco caseríos, uno de ellos prócer; esquilas de vacas, balidos lejanos, un mastín que ladra o chiquillos que berrean y una fuente que canta. Escuadras de limacos comunican la calzada dejando una blanca estela de babas. ¡Cuánta paz, qué calma! ¡Qué lindo es Saracho!”. “Rebasada la borda [de Bakuna], cruzamos un puentecillo sobre una vertiginosa hendidura producida por la extracción de mineral, que aún se sigue sacando, y nos encontramos con media docena de caseríos que forman la aldea de Saracho. En este agradable lugar cubierto de robles, castaños y cerezos […] El camino abandona Saracho ascendiendo plácidamente rodeado de pinos, hasta alcanzar el lugar de Fuente Fría en donde brota un magnífico manantial que da origen al río Castaños”. Este camino, hoy pista que se dirige al Eretza y su refugio de La Berenillla, atraviesa los montazgos de Artegi (536 m.) y de Mendibil (516 m.). Actualmente son cuatro las casas que forman el pequeño núcleo, más la ermita, una txabola y una casa más apartada.
J.I. Homobono
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